Luego de la Convención Demócrata, Donald Trump aparecía muy por debajo de Hillary Clinton en las encuestas para la presidencia. Pero en las últimas semanas, la distancia ha disminuido y la posibilidad de que el republicano llegue a la Casa Blanca es más real que nunca. Su discurso contra nuestro país ha sido preponderante en su campaña, cuestión que hace fundamental la acción de la sociedad civil mexicana tanto de éste como del otro lado de la frontera.
Los peligros de una victoria de Trump
Luego de la Convención Demócrata, Donald Trump aparecía muy por debajo de Hillary Clinton en las encuestas para la presidencia. Pero en las últimas semanas, la distancia ha disminuido y la posibilidad de que el republicano llegue a la Casa Blanca es más real que nunca. Su discurso contra nuestro país ha sido preponderante en su campaña, cuestión que hace fundamental la acción de la sociedad civil mexicana tanto de éste como del otro lado de la frontera.
Texto de Miguel Basáñez 24/10/16
Más que una exposición quiero hacer unas provocaciones para así incitar a la reflexión. La pregunta que me hago es qué papel deben jugar la sociedad civil mexicana y la mexicoamericana respecto de un posible triunfo de Donald Trump en las elecciones de noviembre en los Estados Unidos. ¿Debe la sociedad civil movilizarse o debe mantenerse en una posición de observación y expectación únicamente?
Las posiciones encontradas que se han planteado, serias todas ellas, son algunas a favor de activarse: Lorenzo Meyer, Sergio Aguayo o Enrique Krauze; y otras en contra: Luis Rubio, Luis de la Calle y algunos otros colegas. Los argumentos de ambos bandos son válidos y es importante discutirlos.
A los expertos en persuasión social que con experimentos han estado en los Estados Unidos trabajando en este tema, como William Crano o Norbert Schwarz, les preocupa que una movilización de la comunidad mexicoamericana pudiera inflamar a los partidarios de Trump. Pero tal vez esa preocupación sea válida sólo para el tercio republicano del electorado estadounidense.
Veo una responsabilidad histórica en la sociedad mexicana y en la mexicoamericana de hoy similar a la que tuvieron pero no pudieron cumplir los judíos en Alemania en los años treinta. Churchill, en aquel entonces, estuvo advirtiendo que Hitler era un enorme peligro para el mundo, pero Chamberlain, el primer ministro inglés, decía lo contrario.
En el siglo xii, dentro del islam pasó algo similar. Al-Ghazali —tal vez el pensador más influyente después de Mahoma— provocó un crucial debate sobre si debía prevalecer la verdad descubierta (la ciencia) o la verdad revelada (la religión). Prevaleció el bando de la verdad revelada, generando el declive lento de aquel islam que fue un faro luminoso de ciencia y conocimiento.
Este antecedente, sumado a lo que acabamos de observar en Inglaterra con el voto por la salida de la Unión Europea, así como lo que ha pasado con los partidos en las últimas elecciones en Europa, subraya que la crisis económica mundial del 2008 es mucho más profunda de lo que parece, al menos en los Estados Unidos, donde millones de personas perdieron el empleo. Otros tantos de millones perdieron sus casas y otros tantos sus ahorros. Lo anterior genera una comunidad justificadamente muy irritada, dolida, que es a la que Trump se dirige con un discurso de odio y de racismo, atribuyendo el origen de los males de ese país a los migrantes, en específico a los mexicanos y a los musulmanes.
Mi propuesta específica es que la sociedad civil mexicana y la mexicoamericana sostengamos un debate urgente sobre qué es lo que debemos hacer: continuar de espectadores o movilizarnos. Trump ha aventurado ya una velada amenaza de guerra.1
En febrero de 2016, el Gobierno mexicano tomó una posición que se expresa en la rotación —ordenada por la Secretaría de Relaciones Exteriores en marzo— de 35 de los 50 cónsules en los Estados Unidos. A esa decisión me opuse como embajador en Estados Unidos, sobre la base de que existía una estrategia de trabajo intenso con los consulados para apoyar y empoderar a la comunidad mexicoamericana ante la gran preocupación que el discurso de Trump estaba generando. El cambio de adscripción, en una suerte de sillas musicales, interrumpía esa estrategia y el beneficiado sería el candidato republicano. Esperar a que pasara la elección fue nuestra petición.
México tiene una potente estructura de vinculación con la comunidad mexicoamericana a través de los 50 consulados, 500 confederaciones y 5 mil clubes de oriundos, y penetra muy hondo hasta los 36 millones de descendientes de mexicanos. Adicionalmente, hay siete organizaciones latinas nacionales que se enfocan no sólo en la comunidad mexicana, sino en todos los 65 millones de latinos de los Estados Unidos.
Trump ha tenido un efecto positivo —por llamarlo de alguna manera— en la comunidad latina, que es haber despertado un altísimo nivel de preocupación. Desde que tomé la embajada en septiembre de 2015, las organizaciones latinas se acercaron con dos peticiones. Una, para apoyar a los aproximadamente 5 millones de latinos que tienen derecho a ciudadanización, y otra, para apoyar el empadronamiento y movilización de la participación ciudadana de aproximadamente 20 millones que, teniendo el derecho al voto, no lo han ejercido.
La primera acción que tomé fue consultar a los expertos mexicanos en finanzas que trabajan en Washington en el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Interamericano de Desarrollo y otras instituciones financieras —un grupo bastante sólido y profesional— sobre qué tan difícil sería organizar un esquema para responder a la petición que me había planteado. Su respuesta fue que era relativamente fácil dado que se trataría de 5 millones de microcréditos de mil dólares cada uno, pagaderos a uno o dos años y posiblemente sin intereses, dado que los solicitantes eran personas residentes y con empleo.
Cuando hice la declaración pública respecto a la disposición para ayudar con esta acción y poner al alcance de los interesados 5 mil millones de dólares a través de microcréditos, la reacción de la Cancillería fue de molestia y escándalo. A la burocracia interna tuve que aclararle que no se trataba de que la Cancillería o la Secretaría de Hacienda tuviera que desembolsar esos recursos. En cambio, la reacción de las comunidades fue obviamente muy positiva al sentir el respaldo que esta decisión significaba.
La segunda demanda provenía de aquellos que teniendo derecho a votar no se habían registrado, por lo que empezaron a solicitar información y apoyo para hacerlo. Por supuesto que la reacción de la embajada y las instrucciones a los cónsules fueron en el sentido de ofrecer todo el respaldo y apoyo necesarios. Las siete organizaciones nacionales latinas de los Estados Unidos se sintieron igualmente respaldadas y agradecidas. Dado que la Secretaría de Relaciones Exteriores no tendría los recursos para apoyarlas financieramente, empezamos a ponerlas en contacto con empresarios mexicanos con inversiones en Estados Unidos y con empresarios estadounidenses con inversiones en México.
La reacción de los dos grupos de negocios fue muy positiva. El empresariado en ambos lados de la frontera está muy preocupado por las expresiones negativas de Trump en contra del libre comercio, así como en contra de los mexicanos, los musulmanes, los chinos y muchas otras comunidades. En las reuniones con embajadores, no sólo los de América Latina sino los de todo el mundo tenían expresiones de preocupación muy claras ante un posible triunfo del en aquel entonces aspirante a la candidatura a la presidencia del Partido Republicano.
En cambio, en México la opinión dominante en los altos niveles del Gobierno era más bien de tranquilidad sobre la base de que ese precandidato era un payaso que no debería ser tomado en serio y que habría de caerse por sus torpezas. Empecé a expresar en todos los círculos que no compartía esa percepción y que debíamos tomar con seriedad a Trump, quien seguramente lograría la candidatura del Partido Republicano, y, adicionalmente, que una vez siendo candidato nada podría garantizar que no llegara a la presidencia. Si incluso Obama en su elección intermedia del 2012, con todo el carisma, inteligencia, formación e investidura, le ganó apenas por cuatro puntos a su contrincante Mitt Romney. Esto nos habla del enorme peso del aparato de publicidad electoral.
Aunque las encuestas de las últimas semanas hagan muy difícil suponer que Trump puede llegar a la Casa Blanca y que una enorme mayoría de los mexicanos repudia al candidato republicano, insisto en que no bastan los buenos deseos. Estas encuestas están reflejando el efecto de la Convención demócrata. Estoy seguro de que las encuestas van a dar giros que nos generarán enormes preocupaciones. Otra vez, no bastan los buenos deseos, sino traducir la preocupación a votos. La comunidad mexicoamericana de los Estados Unidos tiene un enorme potencial para influir válidamente en el proceso electoral, si logra aumentar el voto de los tradicionales 11 o 12 millones a los potenciales 32 millones de votos.
¿Cuál es la propuesta? Son dos. Primero, que el Centro Tepoztlán proponga cuanto antes un debate sobre qué debemos hacer los mexicanos en relación con Trump: continuar de espectadores o movilizar la energía social. La segunda propuesta es la que hice hace dos años: también que el Centro Tepoztlán convoque a los ocho o nueve grupos intelectuales de México, como son el grupo Huatusco, el grupo Nuevo Curso del Desarrollo de la UNAM, el Club de Roma, el grupo Grandes Problemas Nacionales de El Colegio de México, el grupo Consenso de Masaryk, el CIDAC, el IMCO, Comexi y otros pocos más, y nos reunamos para pensar el futuro de México.
No es válido exigir a la sociedad política ni a la sociedad económica esa tarea, pues sus responsabilidades son otras y muy importantes. La sociedad política apenas se da abasto en apagar fuegos y lubricar la operación de los distintos grupos sociales y sus conflictos. La sociedad económica también tiene las manos muy ocupadas intentando mantener la competitividad de sus empresas en una agresivísima competencia mundial. En cambio, los intelectuales, los grupos de pensamiento, la academia y las universidades tenemos la responsabilidad de pensar el futuro de México, de darle luz a la sociedad política y a la empresarial sobre lo que debemos hacer en el país. Pero antes, la sociedad civil debe generar un consenso interno.
En mi posición desde la academia en Boston continúo esforzándome por empoderar a la sociedad mexicoamericana en los Estados Unidos y alertar sobre el peligro que Trump significa para el mundo, para los Estados Unidos, para América Latina y, desde luego, para México. No sería descabellado pensar que el triunfo del candidato republicano pueda poner al mundo al borde de una tercera Guerra Mundial. México vive hoy el momento de mayor peligro externo de los últimos 50 años.
* Transcripción de la intervención del autor en el Centro Tepoztlán el 20 de agosto de 2016.
1 “Woodward to Trump: How Will You Build the Wall?”, Morning Joe, MSNBC, programa transmitido el 9 de marzo de 2016.
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Miguel Basáñez fue embajador de México en los Estados Unidos, actualmente es profesor en la Escuela Fletcher de la Universidad de Tufts, en Boston.
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