Lo que sí podemos hacer: Primero cambiemos nosotros

México puede cambiar para bien. No es fácil, se requiere del esfuerzo conjunto de muchos mexicanos, pero es posible. Solidaridad y trabajo en equipo son conceptos que pueden sonar gastados, pero que son la clave del progreso.

Texto de 23/07/16

México puede cambiar para bien. No es fácil, se requiere del esfuerzo conjunto de muchos mexicanos, pero es posible. Solidaridad y trabajo en equipo son conceptos que pueden sonar gastados, pero que son la clave del progreso.

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Dicen que la única constante tanto en los negocios como en la vida misma es el cambio. Es entonces, desde este proceso continuo, que me gusta pensar que cada día todos tenemos oportunidades de colaborar, redirigiendo el rumbo a favor del cambio.

Visto así, y refiriéndonos a nuestro país, todos los días nos despertamos en un nuevo México en donde podemos aportar para ayudar a solucionar sus grandes problemas. Lo que hacemos cada uno de nosotros desde lo individual se suma a esa participación colectiva de millones de acciones de millones de ciudadanos que van marcando nuestro rumbo como sociedad. Es fácil culpar a otros por lo que nos pasa, pero invito a reflexionar sobre qué estamos haciendo nosotros y cómo nos podemos sumar a la aportación colectiva de un gran México.

Por vueltas del destino y decisiones personales, mi vida ha estado repartida entre el emprendimiento y el activismo cívico. Este último ha sido muy parecido al mensaje de aquella famosa película, Cadena de favores: uno contribuye desinteresadamente a una causa, una necesidad, y el retorno por los recursos invertidos, que el tiempo termina mostrando, es exponencial en distintas dimensiones. El impacto que tiene influir positivamente en la vida de la gente, conocida o no, puede ser muy gratificante y ayuda a construir una mejor sociedad.

Me obligué a guardar en la memoria una experiencia —que me ha servido de faro a lo largo de los años— cuando abrí el primer negocio. Trabajaba todavía en la empresa familiar pero quería iniciar algo propio. Recuerdo los miedos y dudas en cada paso que daba al explorar la oportunidad y cuantificar los costos por los errores cometidos debido a mi falta de experiencia. En mi mente me convencía cien veces al día de iniciar el proyecto y después de cancelarlo. Lo que me impulsó a seguir adelante fue mi palabra: ya me había comprometido demasiado y había hecho promesas a gente a la que no quería desilusionar.

Abrimos un local de una franquicia argentina de bolsas de piel para dama. La renta del espacio la garantizaba mi sueldo en la empresa familiar. No teníamos ni idea de cuánto podíamos vender. El primer mes nos mostró que el mercado mexicano era muy distinto al argentino. El inventario que habíamos comprado y que representaba cuatro meses de venta de un local promedio en Argentina, equivalía a 24 meses de venta para el nuevo local, debido a los volúmenes y precios significativamente distintos. Una situación que, como imaginarán, representaba grandes retos.

En medio de estas dudas y desgaste, con sentimientos encontrados y comprometido ya con el negocio, recuerdo el día que apareció en el local una tía por parte de mi familia libanesa. Mi socia me llamó y me dijo: “Acaba de estar aquí tu tía. Preguntó si este era tu nuevo local. Se llevó unas billeteras y unos llaveros, te dejó saludos y me dijo: ‘si a un miembro de la familia le va bien, a la familia le va bien’”.

Ese gesto de solidaridad, cargado de un gran condimento cultural de los libaneses, fue como una gota de agua en un desierto de sentimientos y confusión en esa etapa del negocio. Fue un aliento de esperanza de que no estaba solo en esta aventura.

Me pregunto si no será algo parecido para México. Esto es: ¿si le fuera bien a más mexicanos, no nos iría mejor a todos los mexicanos?

Hemos avanzado mucho en la cuestión de emprendimiento en México. Cada día se escucha más hablar a jóvenes y adultos de un sueño que se materializa a través de un proyecto empresarial. Pero nos falta dar el paso como sociedad para acompañar esos sueños y esa energía, y convertirla en un factor de cambio, de transformación, en un efecto multiplicador del dinero, en empleos, en éxitos colectivos. En otras palabras, convertirnos en una sociedad que ayuda, premia e impulsa a la gente que, a través de su esfuerzo, busca cumplir un sueño de crecimiento y mejora para su persona y para su familia.

Reflexionemos sobre nuestras acciones diarias y aportemos, ayudemos siempre, a veces dando un consejo desinteresado, comprando algo de lo que nos venden, generando una oportunidad de empleo, participando en una iniciativa a la que nos inviten o, incluso, haciendo una queja respetuosa, fundada y constructiva que se convierta en esa gota de agua en el desierto de la otra persona. Yo le digo a mis amigos que si son amigos de verdad, me deben decir de frente qué estoy haciendo mal para poder reaccionar y mejorar continuamente.

Los invito a construir entre todos un mejor México, sincero, solidario, respetuoso y más favorable para todos. Reconozcamos la oportunidad que tenemos de influenciar positivamente la vida de otra persona y de aportar algo en la construcción de una mejor sociedad.

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GIULLIANO LOPRESTI GORAIEB es emprendedor y activista.

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