Lo que sí podemos hacer: El acento en el círculo social

Este espacio, “Lo que sí podemos hacer”, cumplió ya 25 ediciones. El compromiso original con la revista era por 12. Qué gran gusto. Invité a don Lorenzo Servitje a escribir la primera columna y fue un privilegio que aceptara. ¿Quién mejor que él para iniciar este proyecto que contaría vivencias de participación ciudadana con el […]

Texto de 17/07/17

Este espacio, “Lo que sí podemos hacer”, cumplió ya 25 ediciones. El compromiso original con la revista era por 12. Qué gran gusto. Invité a don Lorenzo Servitje a escribir la primera columna y fue un privilegio que aceptara. ¿Quién mejor que él para iniciar este proyecto que contaría vivencias de participación ciudadana con el […]

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Este espacio, “Lo que sí podemos hacer”, cumplió ya 25 ediciones. El compromiso original con la revista era por 12. Qué gran gusto.

Invité a don Lorenzo Servitje a escribir la primera columna y fue un privilegio que aceptara. ¿Quién mejor que él para iniciar este proyecto que contaría vivencias de participación ciudadana con el objetivo de mover a la acción?

Después de un par de intentos de artículo de su parte para nuestra columna inicial, decidí visitarlo en su oficina para compartir mis comentarios sobre éstos: se estaba quedando muy corto, apenas mencionaba algunas de sus actividades de apoyo a la ciudadanía, que eran innumerables, como todos sabemos. Le incomodaba hablar de lo que hacía en beneficio de otros.

En medio de la plática, salió a colación el tema del “balance de vida”. Le comenté que alumnos jóvenes de la maestría de negocios donde laboro continuamente traían el asunto a discusión, y le confesé que mi respuesta era muy pobre. Es más, me enojaba el tema. Soy de la vieja escuela que piensa que si quieres algo tienes que enfocarte y trabajar duro para lograrlo, sacrificando otras cosas. Esto del balance me suena en muchas ocasiones a excusa.

Don Lorenzo me escuchó con atención, y cuando terminé de hablar me dijo, “Edmundo, déjame compartir esta idea que alguna vez leí en algún sitio; no es mía, la leí en algún lugar”. Me insistió que no era suya, pero por dicho énfasis pienso que sí lo era y que no quería adjudicarse la autoría, como siempre. “La vida”, me dijo, “es un tema de círculos concéntricos y todos nacemos con el acento en alguno de ellos”.

Para don Lorenzo, el círculo más pequeño es el personal. A aquellos que nacen con el acento en este círculo los reconoces inmediatamente: el que trae el cinturón de última moda, la corbata más vistosa, los zapatos de vanguardia. Sus propias palabras.

Rodeando al primero, más grande, se encuentra el círculo familiar. A aquellos que nacen con el acento en este círculo los reconoces fácilmente: papá gallo, mamá gallina y sus pollitos, me dijo.

Aún más grande es el círculo profesional. “El workaholic”, me especificó. Y finalmente, y encerrando a todos los demás círculos concéntricos, está el círculo social. “Gandhi”, me dijo don Lorenzo. “Su vida personal, un desastre; su vida familiar, un desastre. Pero es Gandhi”.

Confieso que, escuchándolo, pensaba “está interesante la idea y sin duda me ayuda a ordenar algunos pensamientos, pero no hay nada particularmente original en esto”. Sin embargo, finalizó su propuesta con un comentario de enorme valor: “todos nacemos con un acento en alguno de estos círculos, y el objetivo en la vida es no ser monosilábicos. Si te dejas llevar por el acento con el que naciste, el sentido de tu vida será monosilábico”.

Este comentario de cierre, que se quedó conmigo, y para siempre, me llevó a tomar dos conclusiones. La primera: qué difícil es ponerse de acuerdo en el significado de la idea del balance de vida cuando tu acento y mi acento se encuentran en círculos distintos. Lo que es importante para ti, producto de ese acento, podría no serlo para mí, y de ahí esas tantas conversaciones que parecieran no llegar a ningún lugar. La segunda: la gran mayoría de los ciudadanos en México nacimos con el acento en alguno de los primeros tres círculos, pero no en el círculo social. Con muy pocas excepciones, 15% de los ciudadanos en nuestro país hemos crecido con la idea de que mientras yo esté bien y mi familia también, lo que ocurra alrededor nuestro no importa. No es de nuestra incumbencia.

México no da ya más para esta actitud. Lo bueno y lo malo que ocurre hoy en la sociedad refleja en gran medida este distanciamiento y abandono de lo que sucede a nuestro alrededor, con lo que hemos vivido por siglos. En buena medida, hemos enfocado el sentido de nuestra vida en los primeros tres círculos. Pero dado que no nacimos con el acento en el círculo social, debemos necesariamente obligarnos a migrar parte de nuestros intereses, de nuestro tiempo, de nuestra persona y de nuestra esencia hacia este círculo, a sabiendas de que vamos contra natura, para no ser monosilábicos, en el sentido que planteaba don Lorenzo.

Yo creo que don Lorenzo no nació con el acento en el círculo social. Pero el día, hace muchos años y temprano en su carrera, que decidió ampliar su sentido de vida a ese círculo, nos mostró, y con creces, lo que sí podemos hacer.

A lo largo de estas 25 ediciones, por “Lo que sí podemos hacer” han pasado mujeres y hombres que nos han compartido sus vivencias y su sentido de vida. Desconozco si nacieron con el acento en el círculo social o si fueron capaces de transformarse en ciudadanos polisilábicos. Son parte de ese 15% de nuestra sociedad que sí participa.

A todos aquellos, nuestro agradecimiento por haberse tomado el tiempo para contar sus historias en esta columna, y más aún, por supuesto, por su labor diaria. Quiero pensar que cada columna publicada ha ayudado a mover a la acción a algún lector. De eso se trata este proyecto: de ser una invitación a la acción. Y, justamente, a esto se dedicó don Lorenzo durante muchísimos años de su vida. EstePaís

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EDMUNDO VALLEJO VENEGAS es profesor de Política de Empresa en Ipade Business School. Fue presidente y director general de GE Latinoamérica.

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