Lo que sí podemos hacer: Educación para los albañiles: una herramienta para construir nuestro México

Cuando estudiaba Ingeniería Civil en la Ibero comencé a trabajar en obras de construcción. Por llegar con una mirada fresca, muy pronto me percaté de que el maestro de obras se aprovechaba de los trabajadores y cobraba una tajada de cada sueldo, y esto, a todas luces una injusticia, se replicaba en casi toda la […]

Texto de 18/05/17

Cuando estudiaba Ingeniería Civil en la Ibero comencé a trabajar en obras de construcción. Por llegar con una mirada fresca, muy pronto me percaté de que el maestro de obras se aprovechaba de los trabajadores y cobraba una tajada de cada sueldo, y esto, a todas luces una injusticia, se replicaba en casi toda la […]

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Lo que sí podemos hacer: Educación para los albañiles: una herramienta para construir nuestro México

Cuando estudiaba Ingeniería Civil en la Ibero comencé a trabajar en obras de construcción. Por llegar con una mirada fresca, muy pronto me percaté de que el maestro de obras se aprovechaba de los trabajadores y cobraba una tajada de cada sueldo, y esto, a todas luces una injusticia, se replicaba en casi toda la industria de la construcción sin que nadie estuviera dispuesto a hacer nada para transformar ese “mal menor”.

Se me ocurrió poner un letrero de cuánto debía ganar cada quién, y este simple hecho bastó para constatar una tragedia. Pero también una oportunidad. La tragedia es que una gran parte de los trabajadores de la construcción no sabe leer ni escribir. La oportunidad: que en las construcciones de la Ciudad de México se concentra una parte importante del analfabetismo y el rezago educativo de este país, y ello ofrece la posibilidad de una transformación social.

Al inicio, busqué dar mi tiempo para alfabetizar a los trabajadores de la construcción. A través de mi madre, don Lorenzo Servitje, baluarte moral del compromiso social del empresariado, nos sugirió acudir con un sacerdote que nos enseñaría a alfabetizar “a la antigüita” utilizando el silabario de San Miguel. Con absoluta puntualidad, íbamos con el párroco, mi mamá, mi hermana y yo, para aprender ese sistema que durante las primeras décadas del siglo xx resultó efectivo para enseñar a leer y escribir. Sin embargo, la logística resultaba complicada: si alguno de nosotros tenía un compromiso y no iba a la obra, el albañil se quedaba sin clase. Teníamos que institucionalizarnos.

Contactamos a Reyes Tamez Guerra, entonces secretario de Educación Pública. Se sorprendió al constatar que, entre cosechas, los campesinos viajan a la capital desde las zonas más incomunicadas del país, esas regiones tan remotas que llevar educación a ellas es casi imposible, pero que podrían ser alfabetizados en la capital misma, en esos micromundos que son las construcciones. Al brindarles herramientas de educación podrían convertirse en agentes de cambio en sus pueblos, esas zonas remotas y en apariencia inaccesibles.

Con el compromiso y aval de la sep, nació en 2004 Construyendo y Creciendo. El acuerdo fue pragmático: la sep brindaría maestros, estudios oficiales y certificados. Nosotros habilitaríamos las aulas en las obras de construcción, proveeríamos los libros de texto, motivaríamos a los albañiles a estudiar y organizaríamos las graduaciones. De las dos horas diarias de estudio, una la regalaría el constructor; la otra, el obrero-alumno.

A lo largo de 13 años de trabajo continuo, hemos sumado a las obras en construcción de mi padre (donde iniciamos este experimento) y a las de Quiero Casa (empresa que arranqué en 2009 con mi padre y mi hermano) las cerca de 40 constructoras que hemos convocado para brindar educación a sus trabajadores.

Al día de hoy, Construyendo a México Crecemos —nombre que asumimos al afiliarnos a la Junta de Asistencia Privada y con el apoyo de la sep, la Ibero y el Tec de Monterrey— ha brindado alfabetización, primaria, secundaria, preparatoria, cursos técnicos y de computación a más de 12 mil personas, de las cuales más de un millar han recibido certificados oficiales de estudio. Desde 2016 tenemos aulas móviles en explanadas delegacionales y en parques públicos a fin de ofrecer capacitación en oficios como albañilería, plomería y electricidad, con certificación y bolsa de trabajo.

En muchas de las graduaciones he tenido oportunidad de escuchar a albañiles que en sus lenguas autóctonas agradecen la transformación que han vivido al aprender a leer y escribir. Con enorme gratitud relatan que ahora, al viajar en camión en esta enorme Ciudad de México, pueden leer los anuncios que van hallando a su paso. Sus testimonios colman de orgullo. Nos invitan a brindar más oportunidades, a hacer más.

Yo he tratado de incidir en el sector de la construcción para transformar la realidad de mi país, para tratar de mejorar la calidad de vida de otros mexicanos, para impulsar el crecimiento personal de quienes han gozado de pocas o nulas oportunidades. Para educar, crecer y fomentar un cambio.

Estoy convencido de que si cada uno de nosotros que sí gozamos de educación, cobijo y herramientas, aportáramos un pequeño granito, si fuésemos lo suficientemente creativos para ver la realidad desde otras ópticas, seríamos partícipes de un cambio social positivo que incida en el rezago, la injusticia y la disparidad social.

Invito a quienes leen esta columna a que no se esperen a “ser grandes” para poner su granito de arena. Actuar con ética e integridad, con compromiso y capacidad de mirar al otro, puede transformar nuestra realidad como país. Hagámoslo hoy, busquemos marcar la diferencia, impulsemos pequeños y sustanciosos proyectos para transformar el rumbo y dejar así un mejor mundo que el que hemos recibido. EstePaís

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JOSÉ SHABOT CHEREM es un emprendedor social mexicano, presidente y fundador de Construyendo a México Crecemos I.A.P.

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