La gran promesa económica de la reforma energética mexicana

La reforma energética mexicana, aprobada en 2014, abrió una gran expectativa económica en la administración anterior, llena de promesas que no se han cumplido cabalmente. Ahora, con un viraje radical en las políticas energéticas, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador busca recuperar las fortalezas perdidas por Pemex y la Comisión Federal de Electricidad, en un contexto internacional cada día más complicado.

Texto de 24/03/20

La reforma energética mexicana, aprobada en 2014, abrió una gran expectativa económica en la administración anterior, llena de promesas que no se han cumplido cabalmente. Ahora, con un viraje radical en las políticas energéticas, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador busca recuperar las fortalezas perdidas por Pemex y la Comisión Federal de Electricidad, en un contexto internacional cada día más complicado.

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La reforma energética mexicana fue la gran promesa económica de la administración de Enrique Peña Nieto. Aprobada en 2014, se aseguró que traería prosperidad y la industria energética no estaría en caída, que los ciudadanos disfrutarían de costos de electricidad más bajos, más opciones y proveedores para las necesidades básicas de energía —como gas natural, gasolina e iluminación—, además de que miles de millones de pesos de compañías extranjeras llegarían, como inversión para impulsar la economía nacional. Por primera vez, desde que México expropió su compañía petrolera estatal en 1938, la industria energética del país se parecería a los mercados abiertos de los principales actores del mundo. México volvería a ser visto como una de las potencias mundiales en la industria petrolera, aprovechando los recursos subdesarrollados en tierra y en alta mar en el Golfo de México, para aumentar la producción nacional de crudo, que había disminuido desde 2004.

Con grandiosas promesas llegaron las expectativas de resultados inmediatos. Los mexicanos querían ver resultados y rápidamente: precios más baratos de la gasolina, que nunca llegaron y electricidad a menor costo, lo que tampoco sucedió. Esperaban ver a Pemex cumplir con los altos objetivos de producción previstos tras la reforma para impulsar la economía. En cambio, la compañía petrolera continuó disminuyendo producción. Ahora, a casi cinco años y medio desde la aprobación del nuevo comienzo de la industria, parece que muy poco ha cambiado. Hay nuevos nombres en las estaciones de gasolina, aunque el combustible que ofrecen aún pertenece a Pemex. Hay compañías extranjeras que exploran y producen pequeñas cantidades de crudo y gas natural en México, pero los beneficios tangibles a nivel del ciudadano son inexistentes.

“Tras el descubrimiento del campo Cantarell en la sonda de Campeche, a fines de la década de 1970, el país se convirtió en uno de los cinco principales productores mundiales de petróleo”.

Muchos mexicanos, incluidos los miembros del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, han perdido la paciencia con la reforma energética. “Fue una mentira, un gran fracaso”, dijo el presidente López Obrador sobre la reforma energética, en una conferencia de prensa matutina en abril del año pasado. “Entregaron contratos a particulares y específicamente los particulares que recibieron estos contratos no han aportado nada de producción de petróleo, es mínimo, y eso hasta los últimos tiempos. 107 contratos, no llegó la inversión, ¿se acuerdan que decían: ‘Va a llegar la dolariza y nos conviene la reforma energética’?”. Los miembros de la industria energética, por supuesto, no están de acuerdo. El desarrollo petrolero, particularmente en las aguas profundas del Golfo de México, lleva años. Si bien los beneficios de la reforma energética no han llegado al ritmo prometido, los expertos de la industria, aunque en pánico, mantienen la fe en que las cosas buenas llegan a quienes esperan.

“Creo que hay oportunidades maravillosas para México y el desarrollo de la industria energética”, dijo Severo López Mestre, socio de Galo Energy en la Ciudad de México y experto en políticas y regulaciones energéticas, con más de 20 años de experiencia en el sector en México. “Sólo se pueden lograr si la planificación estratégica les permite prosperar y crecer. Creo que el nuevo presidente debe ser asesorado correctamente, por personas que tengan una visión clara a largo plazo para la industria”. López Mestre agregó que México se encuentra en una de las posiciones geográficas más favorables del mundo, en términos de energía, ya que comparte frontera con Estados Unidos, el principal productor mundial de petróleo y gas natural. “Tenemos que capitalizar las oportunidades disponibles —dice López Mestre—, necesitamos definir dónde queremos estar en varias áreas, como las energías renovables, el gas natural y el petróleo. El país tiene que comenzar a planificar, reorientar y redefinir la política energética para prepararse para lo que se necesita en el futuro”.

Futuro incierto

Planear para el futuro en el sector energético mexicano es difícil, cuando los miembros de la industria y el gobierno están en desacuerdo sobre lo que el país necesita. Se suponía que la reforma impulsaría la industria energética de México hacia el siglo XXI. Además de un mayor desarrollo de petróleo y gas natural, se prometió un auge en los proyectos de energía renovable. La administración anterior estableció el objetivo de abastecer hasta 35% de las necesidades de electricidad del país a través de fuentes renovables para 2024. Las agencias reguladoras, como la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH) y la Comisión Reguladora de Energía (CRE), también se fortalecieron como resultado de la reforma energética y se involucraron mucho más en las decisiones de política energética.

Sin embargo, en sólo 14 meses la administración de López Obrador ha intervenido para detener los planes de energía renovable a gran escala. Las subastas para desarrollar fuentes de energía renovables se han cancelado, mientras que la mayor inversión planificada de la administración en el sector es la construcción de una nueva refinería, considerada por muchos como innecesaria, contaminante y arcaica, cuando la industria global se aleja de la refinación de combustibles fósiles. En cuanto a los reguladores como la CNH y la CRE, su personal y presupuestos fueron reducidos significativamente en 2019 y ahora son caparazones de sus antiguos regulados, aparentemente en un camino hacia la obsolescencia durante este sexenio. Son estos enfrentamientos ideológicos, entre miembros de la industria y el gobierno, los que generan una tormenta de incertidumbre en el sector, pues aunque el gobierno sostiene que el sector energético está preparado para crecer, miembros de la industria pronostican un colapso.

“Esta administración debe tener los ojos en el futuro: generar nuevos descubrimientos, tener mercados competidos y eficientes, definir los mecanismos que nos van a llevar a las metas que ya se trazaron. Porque una cosa es decir dónde queremos estar y otra es tener todas las herramientas alineadas para llegar a ese punto”, comenta Alejandra López, directora de FTI Consulting Strategic Communications, en la Ciudad de México, donde trabaja como consultora y estratega del sector energético con un enfoque particular en petróleo, gas y energía. “México tiene una oportunidad invaluable para aprovechar sus recursos, generar desarrollo, y para que estas oportunidades se materialicen, debe existir un marco regulatorio robusto que no sólo dependa de las autoridades petroleras, sino que también incorpore la supervisión de otras entidades, como las agencias ambientales y sociales”. El modelo energético de México antes de la reforma energética, donde Pemex y la Comisión Federal de Electricidad (CFE) eran monopolios, era el correcto a los ojos de López Obrador. El presidente y su gabinete han repetido una y otra vez que el progreso energético en México requerirá la lenta desaparición de todo lo que hizo la reforma energética.

“Yo soy optimista. Pensaron que no íbamos a poder sacar adelante la industria petrolera, la industria eléctrica y lo que estamos logrando —dijo López Obrador en diciembre—, agradezco a los directores de la Comisión Federal de Electricidad, al director de Pemex, porque están aplicados a fondo, cumpliendo con los planos de rescate de las dos empresas”. Aunque el plan de rescatar a Pemex de su declive productivo cuenta con el apoyo de los mexicanos, salvar a la empresa petrolera requerirá paciencia. Sin embargo, si las mejoras en las finanzas y la producción de petróleo de Pemex no llegan pronto, el país corre el riesgo de una baja en su calificación por parte de las agencias crediticias internacionales. Si eso sucede, como se especula, las implicaciones económicas podrían ser desastrosas. Si, por ejemplo, el peso pierde valor después de una rebaja crediticia de Pemex, la política energética de López Obrador podría ser criticada.

“El presidente y su gabinete han repetido una y otra vez que el progreso energético en México requerirá la lenta desaparición de todo lo que hizo la reforma energética”.


México vs el mundo

Hubo un tiempo en que México era considerado una potencia energética mundial. Tras el descubrimiento del campo Cantarell en la sonda de Campeche, a fines de la década de 1970, el país se convirtió en uno de los cinco principales productores mundiales de petróleo, a principios de la década de 2000. Sin embargo, a medida que la producción de Cantarell se desaceleró, también lo hicieron los ingresos de Pemex, lo que significó menos recursos financieros disponibles para el gobierno mexicano. La reforma energética se aprobó como un salvavidas para Pemex y la industria petrolera, ya que la llegada de participantes nuevos y extranjeros requeriría más producción de crudo e ingresos gubernamentales. Por un tiempo, parecía estar funcionando; de 2015 a 2018, docenas de las compañías de energía más grandes del mundo —como Royal Dutch Shell, Chevron Corp y Exxon Mobil— expandieron sus operaciones en México y ganaron contratos de desarrollo petrolero.

Pero la nueva administración ha llevado a un enfriamiento inmediato del interés energético global en México; considerado una tierra de oportunidades para las compañías energéticas internacionales después de la reforma de 2014, a partir de 2020 ese entusiasmo se ha evaporado. López Obrador, quien reiteró su desinterés en la inversión extranjera y privada en México, ha llevado a las compañías internacionales de energía a buscar destinos de inversión más acogedores en otros lugares.

“El mundo está lleno de gas y lleno de hidrocarburos”, explica Miriam Grunstein, asesora de Brilliant Energy Consulting y académica en el Centro México del Instituto James Baker III, de Rice University. “Al considerar todos los otros lugares a los que puedes ir, México parece ser una idea bastante tonta y poco práctica. Si los inversionistas extranjeros necesitan un mercado, Estados Unidos tiene mucho más sentido que venir a México, para romperse el cuello con un gobierno que dice una cosa y luego dice exactamente lo contrario”.

El cierre de nuevas inversiones extranjeras en la industria energética de México parece ser el plan de juego para López Obrador. Afirma que, al hacerlo, el gobierno puede dirigir los esfuerzos y su presupuesto para “rescatar” a Pemex y la CFE, a restaurar su estatus como empresas formidables a escala internacional. Los expertos y miembros de la industria consideran que este es el enfoque equivocado y un paso atrás; el nuevo gobierno piensa lo contrario. Este año será importante. Si Pemex puede aumentar su producción, mejorar sus finanzas y evitar una baja en la calificación crediticia, es probable que el gobierno continúe con los planes para salvar a las compañías estatales de energía. Sin embargo, si Pemex continúa desmoronándose y recibe una rebaja de crédito, la única opción que quedará para salvar a la industria en crisis será la reincorporación de elementos de la reforma energética. EP

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