Impunidad Cero: Economía de la extorsión. Ideas para aprovechar la revolución digital
Ante los grandes costos que la extorsión y su impunidad provocan en el desarrollo de la sociedad mexicana, esta investigación analiza y documenta las herramientas que la revolución digital ofrece para enfrentar este crimen, a favor no sólo de las grandes corporaciones, sino también de las micro, pequeñas y medianas empresas.
Ante los grandes costos que la extorsión y su impunidad provocan en el desarrollo de la sociedad mexicana, esta investigación analiza y documenta las herramientas que la revolución digital ofrece para enfrentar este crimen, a favor no sólo de las grandes corporaciones, sino también de las micro, pequeñas y medianas empresas.
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Introducción
México
ha sido etiquetado y reconocido como uno de los países que “se ha portado
bien”, ya que ha llevado a cabo diversas reformas, varias de ellas profundas y
transformadoras, en materias como estabilidad macroeconómica, competencia
económica y energía, entre otras. En algunas ocasiones se han impulsado sólo
reformas graduales y no se ha tocado a los grupos de interés opuestos al
cambio. Sin embargo, no se ha logrado traducir este esfuerzo en tasas de
crecimiento más aceleradas. Para poder crecer de manera sostenida y aspirar al
desarrollo pleno, es claro que el gran pendiente de México es establecer un
verdadero estado de derecho basado en el respeto a la propiedad, no sólo en
términos de los derechos de propiedad privada, sino de la propiedad del fruto
del trabajo, la creación intelectual y la propiedad pública y comunal.
La principal fuente de violación de
estos derechos proviene de la expandida economía de la extorsión,[1] que se ha convertido en una suerte
de impuesto prohibitivo, en especial para pequeñas y medianas empresas. A pesar
de ser pan de todos los días—sería difícil encontrar a alguien que no haya sido
víctima directa o indirecta de la extorsión en cualquiera de sus formas—la
extorsión es un factor a menudo olvidado para explicar el relativo
estancamiento económico. Extorsiona el franelero que actúa como dueño del
arroyo vehicular, los líderes sindicales que, sin representación real, emplazan
a huelga con el fin de obtener una renta, los funcionarios responsables de
tramitar un permiso, el gobierno en las licitaciones,[2] el policía y los responsables de
protección civil. Y no sólo extorsiona el crimen organizado a través de la
violencia, secuestro o amenazas, sino también mediante cobros de cuotas y
derechos de piso.
El costo de la extorsión es elevado no
sólo por el impacto de la inversión no realizada, sino por los efectos
dinámicos negativos que genera. Con las inversiones amedrentadas por la
extorsión, no se obtienen el avance y transferencia tecnológicos, la
creatividad y desarrollo regional, la creación de empleos formales ni la
seguridad social—entre otros beneficios—como tampoco se crean economías de
escala[3] ni de enfoque. Más aún, la ausencia
de estos beneficios obliga al gobierno a aumentar el gasto social que de otra
forma no tendría que llevar a cabo en seguridad e infraestructura. La industria
creciente de la extorsión es un círculo vicioso que entorpece el desarrollo.
Sin embargo, el costo que genera no se ha estudiado ni entendido a cabalidad,
ni se han propuesto soluciones creativas para enfrentarla.
México,
junto con el resto del mundo, está sujeto a los cambios producto de una cuarta
revolución industrial, ahora digital. Estos avances tecnológicos dan entrada a
nuevos participantes al mercado, facilitan la incorporación no sólo de grandes
corporaciones, sino que permiten, potencialmente, mejorar de forma radical la
participación de pequeñas y medianas empresas.
En las últimas décadas, la globalización
fue la gran revolución que impulsó la integración mundial a través del comercio
y que permitió la incorporación de sectores y regiones antes ausentes de la
economía moderna. A pesar de opiniones contrarias, la globalización sigue
siendo una fuerza positiva de cambio. Ahora este proceso se ve potenciado a
través de nuevas tecnologías digitales ya no sólo impulsadas por los países más
desarrollados sino por economías emergentes, incluidas China y la India. Esta
incorporación de nuevos actores, junto con las economías de escala y enfoque
que la acompañan, permitió un salto tecnológico consistente en la transición
del ámbito analógico al digital. Hoy, los unos y ceros son el motor de cambio
que hace poco fueron los contenedores, los cuales cambiaron la mecánica del
comercio, la logística y la velocidad, de acuerdo con Marc Levinson.[4]
El mundo se está sumergiendo en una
nueva era de digitalización, automatización, de big data y una fuerte
expansión de las tecnologías de comunicación que empequeñecen las distancias a
tasas muy superiores a aquéllas de la revolución del transporte. Esta digitalización permite
eliminar fronteras y distancias con mucho mayor eficacia e impacto que los
avances multimodales.
Dada la invasión digital en todas las
esferas, las economías están entrando en una nueva fase de la globalización a
velocidades crecientes dignas de la ley Moore.[5] Estos cambios son disruptivos:
algunos empleos o sectores serán reemplazados, habrá muchos retos que
necesitarán regulación gubernamental y una preparación previa, pero esta nueva
fase se antoja como una enorme gama de oportunidades para impulsar la
productividad y la innovación, aumentar el intercambio de bienes, servicios e
ideas, permitir la participación incluyente y, además, como instrumento para
empezar a erradicar la extendida práctica de la extorsión que frena el
desarrollo.
En
este texto se abordará, en primer lugar, qué debe entenderse por extorsión y lo
que significa su presencia en la sociedad en términos de costo para el
desarrollo económico, así como el ecosistema de impunidad que ésta propicia. En
segundo lugar, se presentan algunas propuestas sobre cómo enfrentar el reto de
reducir el tamaño de la economía de la extorsión para crecer, así como el papel
de la revolución digital como instrumento para encaminarse hacia el
establecimiento del imperio de la ley.
Extorsión
El
mexicano vive dando concesiones al prepotente, al corrupto y al criminal
porque, de no contar con recursos suficientes para el proceso que implica
levantar una denuncia, el costo puede ser mucho mayor que aquel que implica la
amenaza inicial: abogados, trámites, riesgos y tiempo perdido. ¿Aceptar hacer
un pago ilegítimo por estacionarse en un espacio público o ser sujeto a que
rayen el coche? ¿Pagar para que recojan la basura o soportar que ésta se quede
en la calle? ¿Pagar a un funcionario por hacer el trámite rápidamente o esperar
semanas o incluso meses? ¿Pagar derecho de piso a grupos delictivos o ser
víctima de amenazas y acciones violentas?
Etimológicamente, extorsión viene del
latín extorsio, extorsionis, que significa separar
o expulsar por la fuerza. De manera similar, la palabra ‘chantaje’ viene del
francés, chantage que
se utiliza en español para hacer referencia a la presión que, mediante
amenazas, se ejerce sobre alguien para obligarle a actuar de cierta forma. La
etimología proviene de chanter que
significa cantar: obligar a “cantar” para extraer información a través de
amenazas y conseguir con ello un beneficio indebido.
El
artículo 390, Capítulo III Bis, del Código Penal Federal, define el delito de
Extorsión, estableciendo lo siguiente: “al que sin derecho obligue a otro a
dar, hacer, dejar de hacer o tolerar algo, obteniendo un lucro para sí o para
otro o causando a alguien un perjuicio patrimonial”. Por su parte, en el Capítulo
I, Artículo 282 se penalizan las amenazas. Este capítulo sanciona “al que de
cualquier modo amenace a otro con causarle un mal en su persona, en sus bienes,
en su honor o en sus derechos, o en la persona, honor, bienes o derechos de
alguien con quien esté ligado con algún vínculo, y al que por medio de amenazas
de cualquier género trate de impedir que otro ejecute lo que tiene derecho a
hacer”.
En
cualquiera de los casos, se elimina directamente la voluntad de la persona
afectada, privando a la víctima de bienes jurídicos como la propiedad, la
integridad física e incluso de su libertad. La extorsión se ha convertido en el
sostén económico de algunas estructuras criminales, pero también, en muchas
ocasiones, de agentes de gobierno (policías, ministerios públicos, inspectores,
etc.) que medran con las personas y el sector privado.
La
extorsión es de los crímenes de mayor impacto para México y el que más alta
cifra negra tiene; es decir, es el menos denunciado. De acuerdo con la Encuesta
Nacional de Victimización (ENVIPE) 2017, el 98.3% de los casos de extorsión no
se denuncian, lo cual quiere decir que se abren investigaciones solamente en
1.7% de los casos. Así, la extorsión se encuentra en el corazón de la impunidad
y de la falta de desarrollo, al impedir el buen funcionamiento de la economía y
de la sociedad por su estrecha relación con la corrupción.
Costo
de la extorsión
Aunque
en principio pudiese parecer que el costo de participar en la extorsión es
menor que el de rehusarse a formar parte de ella (es decir, tener que
enfrentarse con trámites lentos, acumulamiento de basura o amenazas violentas),
al hacerlo, la extorsión entorpece el desarrollo y la creación de empleos,
impide una distribución equitativa de ingresos y limita la competencia.
El crimen afecta el desarrollo en
canales directos e indirectos. Los directos son el aumento de los riesgos
(posibles daños o pérdidas en activos) y el gasto en que se debe incurrir para
garantizar la seguridad (sistemas preventivos, mayor personal, flotilla propia
para la distribución), así como la percepción de inseguridad que tienen los
inversionistas sobre el ambiente en el que planean invertir y su rentabilidad
futura. Es decir, la actividad criminal representa un impuesto y un
desincentivo para todos los agentes de una economía, no sólo al elevar el costo
y reducir el valor agregado, sino por aumentar la percepción de riesgo e
incrementar el retorno esperado necesario para invertir[6],
lo que cancela la viabilidad de muchos proyectos que podrían realizarse en
ausencia de extorsión.
Por otro lado, los canales indirectos
son aquellos que afectan a factores complementarios: capital humano y social y
debilitamiento institucional.[7] En primer lugar, las pérdidas
económicas y de infraestructura implican un alto costo de oportunidad en
materia de inversión productiva e innovación.
El
gobierno no ha sido capaz de disminuir la impunidad y con ello reducir también
el riesgo para la inversión, con lo cual podría reducirse el retorno esperado
necesario para que se invierta. El impacto de la extorsión en los retornos
esperados es doblemente negativo: éstos se ven afectados por la disminución de
ganancias debido a mayores gastos de producción, así como por el aumento en el
riesgo asociado a las inversiones, lo cual disminuye su atractivo.
En
segundo lugar, la impunidad encarece la creación de empleos formales porque
mantenerse en la informalidad puede ser más rentable, o menos oneroso, para el
pequeño y mediano empresario. La informalidad es la manera ingeniosa que ha
evolucionado en la economía mexicana para lidiar con la extorsión, pero a un
alto costo. No sólo por el hecho de que el informal no crece ni mejora su
productividad como debiera, sino por la distorsión que causa en el mercado
laboral: ante un aumento deseable en la oferta de trabajadores preparados, se
da una disminución en la demanda de éstos por el grado de extensión de la
informalidad. Para un gran número de pequeñas empresas en la actualidad resulta
mejor permanecer en la informalidad, donde se da una especie de ventana única
en materia de extorsión, que buscar ingresar a la formalidad donde las
posibilidades de extorsión se multiplican. De acuerdo con Santiago Levy, con
información del Censo Económico del INEGI, el 90% de todas las empresas
pertenecen a la informalidad y absorben una importante cantidad de capital y
trabajo.
Por
estas razones, si se lograra una política eficaz para reducir de forma radical
la práctica de la extorsión, la economía experimentaría una explosión de
apertura y crecimiento de empresas pequeñas y medianas formalizadas, lo que
aumentaría la productividad laboral y empresarial indispensable para tener
altas y sostenibles tasas de crecimiento. El establecimiento de estas nuevas
empresas representa, además, la única manera de generar oportunidades de empleo
productivo para trabajadores que actualmente desarrollan actividades de bajo
valor agregado o son dependientes de empleos o programas públicos. Esto es
especialmente crítico en los albores de la economía digital que tanto empleo
puede desplazar. Es decir, sin resolver el problema de la extorsión y su
impunidad, México tendría una posición vulnerable frente a la revolución
digital en vez de beneficiarse de ella para reducir las oportunidades de
extorsión de forma innovadora.
En
las condiciones actuales, entre más grande es la empresa, menos vulnerable es a
la extorsión o más capaz de sobrevivir el costo de ésta. Esto crea un incentivo
para que cuando una pequeña o mediana empresa tiene éxito, sea adquirida por
una empresa mayor para que el producto exitoso quede incorporado en una
infraestructura menos susceptible a la extorsión. Este fenómeno reduce las
posibilidades de competencia económica en el mercado. La solución, sin embargo,
no consiste en sancionar las inversiones e integraciones verticales, sino en
reducir la posibilidad de extorsión a la que se ven expuestos los pequeños y
medianos empresarios.
El daño de la extorsión no es
proporcional. Las micros, pequeñas y medianas empresas son propensas a
permanecer en la informalidad donde la extorsión es de ventanilla única, dado
que en la formalidad las posibilidades se multiplican y aumenta la probabilidad
de ser multada.[8] Es decir, no sólo extorsionan los
grupos criminales, sino que se suman los municipios que cobran por uso de
suelo, del predio o por permisos de construcción, y extorsionan los agentes de
protección civil y las autoridades laborales, sanitarias o ambientales. En este
contexto, las pequeñas y medianas empresas (PyMEs) optan por no llegar a su
pleno potencial debido a que las extorsiones son más probables cuando se
alcanza cierto nivel de éxito. Las pequeñas empresas evitan la innovación por
miedo a ser sujetos de extorsión sistemática, no sólo de las formas mencionadas
anteriormente, sino ante otras como el gremio transportista, policías
municipales, estatales y federales, así como de mercados y comerciantes
ambulantes. Los productores del campo están, además, más expuestos que el resto
a intermediarios extorsionadores y sufren una extorsión sistemática y en
cadena, sobre todo en la distribución y la comercialización.
En
tercer lugar, la extorsión reduce el tamaño del mercado y daña la capacidad que
tiene el país para intercambiar, atraer inversión e innovar, es decir su
competitividad. Es necesario recordar que la competitividad se caracteriza por
tres elementos: es prospectiva (no tiene sentido apelar a la competitividad de
ayer), refleja la capacidad que tiene una nación para atraer inversión—la clave
es cómo volverse más atractivo y de forma dinámica—y se centra en una
combinación atractiva de retorno esperado y riesgo. A mayor riesgo en la
inversión, mayor el retorno esperado exigido, lo que hace inviables a muchas
inversiones sujetas a extorsión ya que sin duda se aumenta el riesgo, pero no
por ello el retorno esperado factible.
Este crimen no sólo daña al
empresario: también afecta a los consumidores. Al reducir la competencia, los
precios aumentan y la calidad de los productos disminuye. El Observatorio
Nacional Ciudadano (ONC) elaboró en 2013 un estudio[9] donde presentaron las consecuencias
de la extorsión en tres ámbitos: económico, político y psicosocial. La
extorsión en el marco psicosocial genera miedo, nerviosismo y ansiedad que
disminuyen la capacidad productiva de los trabajadores y, como consecuencia, la
calidad de su trabajo.
Las
empresas formales—independientemente de su tamaño—encarecen sus productos
frente al consumidor final derivado de largas cadenas de extorsión:
inspectores, regulaciones y cadenas de distribución, por ejemplo, en donde
organizaciones criminales cobran cuota a los repartidores de mercancía. La extorsión
daña también el desarrollo de empresas al incidir no sólo en el poder
adquisitivo de los consumidores, sino al disminuir las capacidades productivas
y distributivas y aumentar los costos de producción.
En
último lugar, la extorsión daña a comunidades enteras al mermar la confianza
entre el gobierno y la sociedad, relación que es cimiento para el desarrollo de
un país. Al debilitarse las instituciones del Estado, se genera una impunidad
crónica que impide el funcionamiento y desarrollo del sistema de justicia,
dando pie a un ambiente que propicia la criminalidad extorsionadora.
De
esta manera, la extorsión lastima los vínculos de confianza que alimentan la
productividad, afecta el consumo, frena el desarrollo de capital humano y el
flujo de capital, detiene la participación política, el ahorro y entorpece el
desarrollo de las empresas y la innovación.
Sin embargo, de igual forma, las
instituciones son las culpables de no crear las “condiciones necesarias para
tener mercados razonablemente eficientes, o de prestar servicios de calidad
razonable y, por lo tanto, inducen comportamientos que son privadamente
rentables, pero socialmente ineficientes”.[10]
Impunidad:
un ambiente propicio a la extorsión
La principal causa de la extorsión en
México es que el territorio mexicano es tierra fértil para delinquir, no sólo
como consecuencia de falta de educación, oportunidades y de la desigualdad de ingresos,
sino, sobre todo, debido a los altísimos niveles de impunidad. No es sorpresa
que México ocupe el lugar 92 de 113 con mayor impunidad de acuerdo con el World
Justice Project 2017,[11] el cual calcula el estado de
derecho basado en las experiencias y percepciones del público en general y de
expertos en el tema de cada país en todo el mundo. Hay crimen porque se puede,
porque el sistema lo tolera y porque está cimentado en una profunda debilidad
institucional.
La
existencia de la corrupción, la impunidad y la extorsión es, en parte,
consecuencia de su normalización y cotidianeidad. La aceptación política y
social de estas prácticas debilitan, nulifican y hacen imposible el estado de
derecho. El primer paso para entender el fenómeno de la extorsión es comprender
que su prevalencia en la sociedad mexicana es consecuencia de su aceptación
social. Es una práctica que está aceptada en el comportamiento de los agentes
económicos, pero no—como afirman algunos—por necesidad cultural. En México la
corrupción, la impunidad y la extorsión suceden todos los días. En ocasiones
sin saberlo, los mexicanos formamos parte activa de esta sistematización. En el
día a día, el mexicano paga por facilitar trámites, por evitar multas o
regulaciones, sencillamente porque es más fácil y porque en esta sociedad, todo
parecería estar a la venta para quien tiene los medios.
Cuando
se recurre a defender la ilegalidad como un problema cultural, luchar en contra
ella se vuelve más difícil. Aceptar como “cultural” que los mexicanos sean
corruptos otorga la excusa perfecta para justificar la corrupción y la
impunidad: es consentir una explicación simplista a los problemas que se
enfrentan y tolerar la mediocridad hasta el punto de asumir que México siempre
permanecerá rezagado porque así lo dicta la naturaleza de sus ciudadanos. Nada
más falso.
La
corrupción y la impunidad son cuestión de sistemas de poder, no de cultura. La extorsión
está sistematizada y es llevada a cabo por grupos, ya sean funcionarios
públicos, crimen organiza o o miembros de la sociedad civil con algún tipo de
poder monopólico. Son prácticas de las que se aprende a beneficiarse y se
justifican hasta como una forma de supervivencia, en un ambiente de ilegalidad
en donde es posible extorsionar y corromper porque no existen sanciones y
porque hay fuentes de poder monopólico. Esto tiene un antecedente histórico en
el régimen concesionario en que el Estado graciosamente otorgaba, en lugar de
reconocer, derechos. Previo a la reforma constitucional del 2011, por la cual
los derechos humanos reconocidos en tratados internacionales fueron incluidos
como constitucionales en el artículo primero, existía en México un régimen
concesionario que, en lugar de reconocer, otorgaba derechos. Este régimen que
se tenía en México—tanto en materia de derechos humanos, como en competencia
económica—estaba relacionado al régimen político concesionario que se tuvo
durante la mayor parte del siglo XX en el país. Al igual que la concepción de
servicios públicos, los derechos parecían ser un “favor” del Estado, una
herencia directa de la soberbia del régimen priísta.
Sin
embargo, la extorsión en México se encuentra directamente relacionada con
diversos crímenes como el secuestro que, a pesar de ser un delito distinto al
de extorsión, su naturaleza conlleva una amenaza y ejemplifica también por qué
se justificaría el costo de la extorsión mediante esa amenaza, debido a que la
integridad física de una persona está en peligro.
El
aumento de violencia en los últimos años se debe a múltiples factores. En
primer lugar, el crimen organizado ha aprovechado la debilidad del estado de
derecho. En segundo lugar, la impunidad favorece el ecosistema criminal que se
beneficia de la extorsión. La falta de autoridades confiables y de cuerpos
policiacos capacitados facilita actos criminales sin consecuencia.
De acuerdo al Instituto para la
Economía y la Paz (IEP), “el costo de oportunidades perdidas es alto: una
reducción del 10% de la violencia liberaría recursos casi equivalentes al costo
total del sistema de salud pública […]. Una reducción de 1% del impacto
económico de la violencia equivaldría a la inversión del gobierno federal en
actividades relacionadas con la ciencia, la tecnología y la innovación”.[12]
La impunidad en México bate récords,
por lo menos en cuanto a percepción. De acuerdo con el IEP, alrededor del 91%
de los delitos cometidos en México quedan sin un culpable. El país está
posicionado como el cuarto con mayor impunidad en el Índice Global de Impunidad
2017.[13]
La
impunidad comienza con el silencio, la falta de denuncia, pero sigue con la
policía, que deja incumplidas un sinnúmero de órdenes de aprehensión y con la
larga línea del proceso judicial mexicano: funcionarios en todas las fases que
aceptan (o exigen) sobornos o ceden a influencias políticas.
La
desconfianza en las instituciones resulta en un malestar social general ya que
el Estado es incapaz de propiciar condiciones para establecer un negocio o para
vivir con seguridad y tranquilidad. Las consecuencias incluyen menores
oportunidades de empleo y desigualdad como resultado de la corrupción, ya que
ésta merma en forma significativa los recursos que pudieran dedicarse a la
protección a la salud, la educación, y otras áreas fundamentales del bienestar
de los grupos más vulnerables.
¿Cómo
crecer?
México crece, pero por debajo de lo
esperado y, sobre todo, de lo posible. Esto se debe a que no tiene la
infraestructura necesaria para aumentar el intercambio. El crecimiento
económico se desarrolla en un ecosistema que lo limita ya que el intercambio
proviene de la confianza y en el estado de derecho: a mayores posibilidades de
intercambio sin intermediarios innecesarios, mayor crecimiento. “La clave
reside en mejorar radicalmente el perfil de riesgos sistémicos. Entre ellos la
ausencia de protección de derechos de propiedad, la inseguridad pública, la
corrupción y la extendida extorsión que impera y que perjudica sobre todo a las
micro, pequeñas y medianas empresas”.[14] La perversión de la extorsión a lo
largo de todo el país, en todos los niveles, imposibilita este desarrollo.
En
México, la culpa de la reducción de la calidad y cantidad de inversión la
comparte también la falta de competencia en los mercados. La competencia
económica beneficia la productividad, aumenta el tamaño del mercado y protege a
los consumidores al hacer que los productores compitan en calidad, innovación,
precios y eficiencia. La competencia económica, sin embargo, únicamente se da
en un ambiente que favorezca el desarrollo de empresas en donde puedan competir
entre sí, generando empleos e incentivos para innovar. La extorsión, por otro
lado, genera uno que limita la capacidad de innovar, daña la inversión y la
productividad y reduce el tamaño del mercado.
El mayor intercambio es el único
camino para el aumento de productividad y de innovación. La generación de
riqueza y el aumento de la productividad se vuelven posibles si se permite el
intercambio de ideas y se cuenta con un conjunto de características para atraer
inversión. La competencia económica forma parte esencial de esta
infraestructura para el intercambio y la atracción de inversión y se vuelve,
vista de esta manera, un bien público.[15]
Los
beneficios de la competencia económica incluyen la innovación y el avance
tecnológico, la creación de empleos y la capacidad de producir con valor
agregado, una mayor apertura comercial y un mayor dinamismo en los mercados
debido al impacto en la oferta y la demanda de los bienes y servicios, así como
en la asignación eficiente de recursos.
Las ideas también tienen un impacto
directo en la economía y en el equilibrio social. Según lo explica la
economista Deidre McCloskey en su libro Bourgeois
Equality[16], el intercambio de ideas es fundamental
para el desarrollo económico y éste no se puede dar en un ambiente que no esté
estrechamente relacionado con la democracia y la libertad. Las ideas tienen un
impacto directo en la economía y en el equilibrio social. Para que florezcan
las ideas, se requiere su intercambio libre, de ahí la importancia de que
impere el respeto a los demás y la extorsión se convierta en la excepción y no
en la norma.
En el libro que publicó recientemente
con el Banco Interamericano de Desarrollo, Esfuerzos Mal Recompensados, Santiago Levy
argumenta que el factor central para la falta de crecimiento es una mala
asignación de recursos económicos—capital y trabajo.[17] Debido a esta mala asignación se
genera una selección poco eficiente en la entrada de nuevas empresas
productivas al mercado en donde el entorno[18] “permite que desaparezcan empresas
de alta productividad y dificulta el crecimiento de las empresas que
sobreviven, limitando así el número de empleos de alta productividad”[19]. De esta forma, muchas empresas
productivas desaparecen, mientras que otras poco productivas se mantienen,
cuando lo óptimo sería que desaparecieran. Esta mala asignación también impacta
la ineficiente asignación de personas entre las distintas ocupaciones, puesto
que muchos microempresarios de baja productividad se mantienen como tales, a
pesar de que lo más eficiente sería que muchos de ellos fueran empleados.
Levy,
no obstante, propone que los factores que deprimen la productividad son
derivados de las políticas fiscales, de seguridad social y de protección
laboral, así como el malfuncionamiento de las instituciones judiciales. Aunque
todo lo anterior es cierto, no considera de manera explícita a la extorsión
como el factor olvidado en el entorno en el que influye poderosamente en la
mala asignación de recursos y en la discriminación de empresas que entran al
mercado. Es decir, la extorsión es la característica sistémica del mercado en
el que las PyMEs buscan crecer y no lo logran. Al no considerar la extorsión
como determinante del entorno, Levy enfatiza el papel del exceso de recursos
dedicados a las empresas micro y pequeñas en la ausencia de crecimiento, cuando
la hipótesis de la extorsión se inclina por explicar su falta de éxito en la
pesada carga que implican las múltiples fuentes de extorsión. Más aún, la
presencia extendida de extorsión tiende a favorecer el crecimiento de las muy
grandes empresas que han logrado invertir y construir una infraestructura
legal, de transporte, distribución y reputación que las hace relativamente
inmunes a la extorsión.
Para
que este crecimiento de la productividad y del intercambio suceda, se necesita
generar un ambiente que lo facilite. El Estado es responsable, en buena parte,
de establecer las condiciones necesarias, asegurar el estado de derecho y
garantizar la seguridad. La extorsión hace todo lo contrario: daña la capacidad
de intercambiar ideas porque éstas carecen de protección, limita la
productividad y obstaculiza la diversificación económica.
México
tiene la posibilidad de convertirse en un país desarrollado, pero no sin antes
eliminar la extorsión y evitar la formación de monopolios extorsionadores. El
desarrollo es un proceso social altamente costoso que necesita de sacrificios
por parte de todos los agentes que participan en una economía. Nunca es ni
automático ni gratuito, sino producto de una inversión que hacen gobierno y sociedad
con la expectativa de que rinda frutos en un futuro. Pero la sociedad debe
estar más o menos confiada del éxito para poder hacer esta inversión y posponer
el consumo presente para invertir esos recursos y poder aumentar el consumo en
el futuro. Esto es posible sólo si se vislumbra una situación de mejora
sensible.
Para
crecer no se necesita únicamente aumentar la cantidad, sino la eficacia de la
asignación de recursos. Como ya se mencionó, toda inversión se piensa con
respecto a la combinación del retorno esperado y el riesgo que ofrece la
inversión; a mayor riesgo, mayor retorno esperado. Sin embargo, el riesgo que
implica la extorsión no se traduce en un mayor retorno, sino sólo en un
encarecimiento innecesario de la producción que termina pagando el cliente sin
recibir por ello mayores beneficios el productor. Por ello es clave trabajar
para construir una sociedad donde prevalezca el estado de derecho y se respeten
las normas, disminuya el riesgo que encarece la producción y sea factible un
retorno esperado competitivo.
También
es cierto que se debe invertir sobre todo en educación. Para especialistas en
desarrollo, la educación es el cimiento de cualquier sociedad próspera. Sin
embargo, la inversión en educación sólo reditúa si al final del camino hay una
demanda por personal calificado. La siguiente figura muestra los rendimientos
financieros de la educación en México de 1996 a 2015, medidos como la
diferencia porcentual en los salarios promedio de los empleados que completaron
la educación primaria, secundaria, preparatoria y educación
universitaria.
A pesar de que en México la oferta de
capital humano con altos niveles educativos ha aumentado, la demanda por él ha
decrecido en términos relativos. En el estudio realizado por Santiago Levy y
Luis Felipe López Calva,[20] la observación principal es que el
problema está en la relativa poca demanda de personas calificadas y no tanto en
la falta de educación; es decir, con frecuencia puede ser no rentable invertir
en educación. Esta conclusión tiene una clara implicación: la demanda laboral
es proporcional a la velocidad del desarrollo de tecnología y al crecimiento
del número de empresas competitivas. Si aumenta el número de empresas, se
estimulará la demanda de trabajadores más educados. En cambio, si las
condiciones del mercado expulsan a las PyMEs y no hay un aumento acelerado en
el número de éstas, la demanda de capital humano calificado se deprimirá y los
salarios disminuirán. Es así como la impunidad que permite la extorsión se
convierte en un obstáculo para crecimiento de empresas y, por ende, a la
generación de empleo. El efecto secundario de esta falta de actividad económica
es que no se premia, sino se inhibe la formación de capital humano clave para
el aprovechamiento de la revolución digital y el desarrollo económico.
En
resumidas cuentas, Levy plantea que la apertura comercial, el entorno
macroeconómico estable y una mejoría en el sector educativo son condiciones
necesarias, más no suficientes para que crezca la productividad en un país, lo
cual sucede en México. Si el capital no se asigna en proyectos productivos, el
mercado laboral no prospera; es decir, no se crea un entorno eficiente de
asignación de la oferta laboral, ni una sana dinámica de entrada, salida y
crecimiento de las empresas que permita absorber tal disponibilidad de
trabajadores.
Los autores utilizan como ejemplo la
producción de tortillas. Las grandes productoras necesitan ingenieros,
contadores y personal con mayores niveles educativos, mientras que las
productoras pequeñas únicamente necesitan trabajadores con educación básica. Lo
mismo sucede con empresas de transporte: existen cientos de camioneros independientes,
pero si existiera una plataforma o empresas que ofreciesen condiciones
atractivas, se requerirían más empleados con un nivel más elevado de educación.
“La asignación ineficiente es costosa para los trabajadores, dado que las
pérdidas de productividad implícitas reducen los salarios de todos los
trabajadores […] reducir la asignación ineficiente incrementa las diferencias
entre los salarios promedio de distintos grupos educativos, como consecuencia
aumentando los retornos a la educación”.[21]
Se
deben mantener los esfuerzos en políticas educativas sumado a una especial
atención al mercado laboral y su capacidad de incorporar a los nuevos y más
capacitados trabajadores. Se deben aprovechar las nuevas oportunidades que
proporcionan las nuevas tecnologías y plataformas para hacer más eficiente la
asignación de recursos, la producción y la distribución de mercancías y para
que los trámites de gobierno faciliten la formalidad. En otras palabras, el
gobierno debe aprovechar estas nuevas oportunidades y formar un puente de la
informalidad a la formalidad.
Revolución
digital
La
llamada cuarta revolución industrial, la tercera ola o la revolución digital es
el tema de moda debido a los cambios que trae consigo y la fuerza con que está
moviendo las tendencias globales actuales. Esta nueva faceta de la
globalización está generando cambios sociales, económicos, políticos y, desde
luego, tecnológicos. Estos últimos están estrechamente vinculados a los
estructurales e institucionales, así como a la globalización de productos, del
mercado laboral y del sistema de educación, entre muchos otros. Cuando las
tecnologías se vuelven social y económicamente transformadoras, es cuando el
cambio es lo bastante significativo para generar una evolución de la
infraestructura social, institucional y económica. Pero los cambios toman
tiempo.
Las
dos revoluciones previas transformaron estructuras organizacionales económicas,
sociales y políticas. La primera, que se desarrolló a lo largo del siglo XVII y
XIX, estuvo caracterizada por la máquina de vapor que remplazó el trabajo de
mano de obra por las máquinas y multiplicó con ello la potencia industrial. La
segunda es conocida por la adopción global de la electricidad y los cambios que
ésta impulsó: mayores avances en salud, comunicación y transporte que se dieron
en el proceso de globalización a lo largo del siglo XX. Cada revolución cambió
la forma que las sociedades tenían de trabajar, relacionarse y producir, y
transformó el orden económico y los mercados laborales.
Aunque se piense que el mundo está en
malas condiciones, actualmente muchos países—por no decir todos—deben su
desarrollo a estos progresos tecnológicos. Esta nueva revolución digital parece
provocar temor global ante la incertidumbre respecto a cambios en las dinámicas
laborales, sociales, económicas y políticas, ya que—como la historia se ha
encargado de enseñarnos—los ajustes sociales quizá no pueden producirse a la
misma velocidad que la evolución tecnológica. No obstante, es fácil perder de
vista que las revoluciones anteriores causaron una ansiedad similar que hoy
parece estar olvidada. Sin embargo, basta recordar a Oliver Twist de Charles
Dickens o Germinal de
Émile Zola para tratar de entender mejor las inquietudes actuales ante el
cambio.
Los
cambios más importantes que provoca esta revolución es el surgimiento y rápido
avance de la inteligencia artificial, la ampliación de la banda ancha y la
expansión de acceso a información, la digitalización de la economía, nuevas
formas de producción y distribución, el comercio en línea y el flujo
internacional de data.
La
inteligencia artificial permitirá una mayor automatización de servicios y
manufactura que sin duda puede poner en riesgo oportunidades de trabajadores
menos calificados. Sin embargo, también surgirán con ella numerosos beneficios,
incluida la facilidad para capacitarse y utilizar las nuevas tecnologías, amén
de nuevos puestos de trabajo en industrias que aún están por desarrollarse. No
todo trabajador tiene que ser programador, sino sólo estar dispuesto a
adaptarse a los nuevos equipos cada vez más poderosos en su utilidad. Para el
sector agrícola, por ejemplo, la tecnología puede permitir una mejora
significativa en la productividad debido a mejoras en el pronóstico del tiempo,
así como el uso de plataformas que acerquen al agricultor a los consumidores y
sus preferencias.
Una
de las principales preocupaciones es un posible aumento en la desigualdad como
resultado del desplazamiento laboral que puede surgir de estos cambios. Aunque
la nueva tecnología intensifica la productividad, también aumenta el número y
calidad de los productos en el mercado y tiene por ello la capacidad de generar
nuevos trabajos. Compensar la reducción o eliminación de actividades y oficios
no será fácil, se requiere de una ágil transición para integrar la
automatización que sustituya la mano de obra en las últimas décadas, pero no es
imposible.
Por
otro lado, la cuarta revolución industrial puede también mejorar las
condiciones de vida de los hogares más desfavorecidos gracias al uso de
tecnología más productiva a precios más accesibles, mayores oportunidades
educativas gracias a la internet, y oportunidades de empleo y de emprendurismo
que hoy no se imaginan. Sin embargo, para que esta revolución rinda frutos, es
necesario redoblar esfuerzos para erradicar la extorsión, que es un obstáculo
evidente a la formación y al crecimiento de empresas.
Esta revolución trae consigo nuevas plataformas
y sistemas que tienen la capacidad de alterar las dinámicas internacionales de
comercio e inclusión financiera con las nuevas criptomonedas descentralizadas
como Bitcoin[22]. Estos nuevos desarrollos tienen el
potencial de disminuir los costos de transacción para los segmentos de
población menos favorecidos y fomentar su participación en la economía moderna
con el correspondiente incremento en la productividad. La clave es asegurar que
esto pase al transformar la dirección de los flujos económicos y bajar los
costos de transacción para la producción y la distribución.
La digitalización como proceso social,
según Katz,[23] “se refiere a la transformación del
entorno tecno-económico y las operaciones socio-institucionales a través de
comunicaciones y aplicaciones digitales”.[24] En un par de décadas, el acceso a
la red o redes de banda ancha, al uso de computadoras o dispositivos
inalámbricos, así como a los servicios indirectos derivados del uso de éstos,
ha evolucionado de manera radical. Como ejemplo están las aplicaciones
digitales como redes sociales, plataformas de información como Google,
distribución y comercio electrónico e, inclusive, plataformas de inversión. De
acuerdo con Cisco Systems, el uso de banda ancha se multiplicó 90 veces de 2005
a 2016. Este crecimiento está modificando los servicios globales y el comercio
internacional. De acuerdo con Accenture, el comercio electrónico alcanzará más
de dos mil millones de consumidores y generará más de un billón de dólares
anualmente.
El uso de banda ancha ha permeado casi
todos los hogares, con múltiples efectos en la economía. En el caso de México
la penetración de banda ancha móvil (BAM) es ya de 65% y de fija (BAF) 50% al
último trimestre de 2017 de acuerdo del Instituto Federal Telecomunicaciones
(IFT).[25] Este progreso es importante, pero falta
mucho por hacer. La principal función de los usuarios es obtener información,
comunicación y uso de redes sociales y entretenimiento,[26] pero se debe pensar en impulsar el
uso de tecnología y plataformas de producción y distribución para todas las
empresas, en especial las más pequeñas.
Retos
para México
Un
sinnúmero de obstáculos en México inhibe que la difusión de tecnología llegue a
todos, lo que polariza el acceso y se refleja en una profunda brecha digital.
Las empresas grandes son mucho más propensas a utilizar la tecnología y, por
consecuencia, potenciar su productividad y crecimiento.
No obstante, en países en vías de
desarrollo, el impacto del progreso tecnológico en el sector informal puede ser
significativo y fungir como puente para transitar a la formalidad y como
catalizador de una mayor productividad para un mismo nivel de esfuerzo. En
México, en el sector informal labora el 56.6% de la población económicamente
activa, de acuerdo con los resultados de la Encuesta Nacional de Ocupación y
Empleo (ENOE) que realizó el INEGI en el primer trimestre de 2018.[27]
Los
cambios en el mercado laboral dependen de cada país y las condiciones de su
mercado, del uso de tecnología y de las instituciones y marco reglamentario.
Por ello es sumamente importante que en México los avances digitales sean
acompañados de políticas públicas y de un marco reglamentario coherente, no
sólo para evitar que la brecha se ahonde—entre personas y países—y se fragmente
aún más el mercado laboral, sino para asegurar que la digitalización se convierta
en una plataforma de incorporación a la economía moderna. Es precisamente aquí
que el papel de la economía digital puede resultar clave para reducir la
extorsión y potenciar la participación de las PyMEs y los informales en
actividades de alto valor agregado.
¿Existe
en México la flexibilidad y la infraestructura necesaria para proteger al
ciudadano en contra del peso apabullante de la ilegalidad? ¿Existe el contexto
para permitir que la sociedad y la economía se adapten a los nuevos cambios?
Para realmente progresar, se requeriría una respuesta en positivo.
Los avances tecnológicos podrán
impulsar algunas ocupaciones, desaparecer otras y, sobre todo, cambiar la
manera en la que los trabajos serán llevados a cabo. Sin embargo, mientras que
los efectos de desplazamiento son inmediatos, los nuevos trabajos tardarán en
crearse en función de la capacidad de respuesta, movilidad y flexibilidad que
se ofrezcan[28]. Esto implica un reto no sólo para
trabajadores, sino también para los gobiernos que deben invertir en el contexto
que promueva el cambio.
El papel de las políticas públicas
será fundamental para que las oportunidades sean relevantes para todos. “Las
tecnologías son herramientas sin una agenda propia, pero su influencia en la
sociedad nunca es neutral. Ciegamente barren los medios de subsistencia de
algunos y enriquecen a otros. La política debe elaborar reglas e instituciones
que aprovechen la tecnología para adecuarse a los valores y la visión de la
sociedad en sí misma”.[29]
Existe una nueva organización
industrial en donde nuevos eslabones de la economía digital (servicios
digitales y aplicaciones) han cambiado la relación entre los agentes económicos
y los consumidores. El siguiente modelo plantea que para que el ecosistema de
la economía digital madure, existe un costo social y económico que debe
asumirse: “El Estado debe articular sectores económicos y sociales para
materializar los efectos de derrame y la generación de complementariedades en
el conjunto de la economía”.[30] Dicho de otro modo, debe de existir
la regulación necesaria para incorporar los servicios digitales.
Con
el avance de la robotización y automatización, es posible que las grandes
corporaciones ya no basen sus decisiones de inversión en términos del costo de
mano de obra, sino, sobre todo, en la calidad de la infraestructura, la
distancia a los consumidores y el costo de transporte para decidir la ubicación
de una planta. Así, el ecosistema legal y regulatorio será cada vez más
importante, lo que convierte la lucha contra la extorsión en una asignatura
pendiente fundamental.
Como ya se mencionó, la extorsión
limita el crecimiento de pequeñas y medianas empresas de diversas formas, pero
merece una mención especial el obstáculo que representa en materia de trámites
burocráticos y en los sistemas de distribución de bienes y servicios plagados
de extorsión. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Calidad Regulatoria e
Impacto Gubernamental en Empresas, más del 20% de los encuestados señalaron que
son obstaculizados por trámites. Existe un promedio de 19.5 trámites por unidad
económica y el 82.2% considera que los actos de corrupción y extorsión por
parte de servidores públicos son frecuentes.[31]
Muchos
empresarios han denunciado que bandas criminales exigen pagos diarios de
distintas cantidades por el permiso de repartir sus productos en ciertos
mercados. Estos sistemas no sólo implican un impuesto prohibitivo adicional en
el pago de cuotas y la pérdida de mercancías, sino que las empresas tienen que
invertir para controlar la ubicación de sus choferes, para proteger sus vidas
y/o evitar una colusión indebida.
Pero
las empresas grandes son las menos propensas a ser extorsionadas por
funcionarios públicos o grupos criminales, aunque eso no implica que no
enfrenten costos derivados de la necesidad de integrarse verticalmente, muchas
veces para evitar la extorsión o el riesgo de activos o colaboradores. Por
ello, incluso estas grandes corporaciones pueden encontrar mejores condiciones
de competitividad en países con economías avanzadas (Estados Unidos, Canadá,
países europeos y otros) en los cuales pueden utilizar servicios de
distribución ajenos sin integración vertical. En México, por el contrario,
terminan por invertir en su propio sistema de distribución. Por su parte, las
micro, pequeñas y medianas empresas que no pueden permitirse ese gasto con
frecuencia optan por no ampliar su negocio (al no poder subirse a una red de
distribución inmune) para no quedar sujetos a la extorsión que hace que el
crecimiento deje de ser rentable.
¿Qué
hacer?
Existen dos maneras en las que la
revolución digital puede contribuir a solucionar el extendido problema de
extorsión: en primer lugar, a través de la creación de plataformas digitales
que no sólo impulsen a pequeños productores o vendedores a participar en el
comercio digital, sino que también limiten la capacidad de extorsionadores al
reducir el número de intermediarios. Y, en segundo lugar, mediante sistemas
tipo Blockchain[32] que descentralicen y transparenten
trámites burocráticos, dificultando la capacidad de extracción de rentas por
parte de inspectores y funcionarios que otorguen todo tipo de permisos y que
faciliten el comercio.
Sin embargo, el éxito y la promesa
mayor provendrían de que se conciba a la transición de la informalidad a la
formalidad como un negocio: no sólo que formalizarse implique un proyecto con
análisis costo-beneficio positivo, sino que se utilicen herramientas de la
economía digital para tender puentes rentables para que individuos y PyMEs
puedan transitar a una formalidad donde haya menor extorsión[33]. Para lograrlo, es necesario asegurar el
estado de derecho, mejorar la infraestructura y evitar la sobrerregulación y la
corrupción en trámites. La economía digital puede ser una herramienta muy
valiosa para esto.
Desde el punto de vista privado, cabe
preguntarse por qué en México no se ha desarrollado una plataforma similar a
Alibabá para evitar el intermediarismo y la extorsión. Al subirse a una
plataforma digital de este corte, puede disminuirse la capacidad que tienen los
grupos de criminales y de extorsionadores públicos y privados de interferir con
las cadenas de distribución. Alibabá se dedica al comercio electrónico,
incluyendo portales de ventas, pero es también un sistema de distribución y una
moneda electrónica[34]. Una plataforma así no únicamente
disminuye la posibilidad de extorsión, sino que ofrece a micro, pequeñas y
medianas empresas la capacidad de comerciar en una amplia gama de mercados sin
intermediación innecesaria. Vencer a los ladrones que extorsionan gracias a una
plataforma basada en las ideas de Alibabá sería, sin duda, una gran ironía. Un
caso como Etsy, por ejemplo, una plataforma digital en donde todo artesano
puede vender sus productos directamente muestra que la introducción de la
economía digital puede tener un impacto positivo en todos los sectores.
Idealmente,
el comercio digital pone en igualdad de condiciones a todos los participantes
del mercado. Las pequeñas y medianas empresas, así como fabricantes originales,
pueden crecer de manera exponencial sin necesidad de asumir los costos y
riesgos de la distribución, de las ineficiencias en la cadena de suministro, el
exceso de trámites o del impuesto que implica la extorsión. Estas tecnologías
tienen además la ventaja de disminuir el uso de efectivo para saldar las
transacciones comerciales. Esto conlleva el doble beneficio de promover la
formalización y el pago de impuestos, al tiempo que disminuye la posibilidad de
ser víctima de robo y facilita la contabilidad.
Tanto gobierno como sociedad deben
impulsar el uso del sistema de Blockchain,
que promete cambiar fundamentalmente la forma en la que se comportan la
economía, los negocios y funcionamiento de gobierno y comercio. De hecho,
muchos piensan que se convertirá en la estructura básica de la futura internet.
Bitcoin se volvió famoso por su inviolabilidad, ya que no requiere de un
tercero de confianza para validar las transacciones. Con el uso de Bitcoin o
cualquier criptomoneda, la contabilidad puede ser pública y controlada de modo
colectivo a través de la internet. Toda la información acumulada es inviolable
y si alguien pretendiere violar o corromper un bloque de información, todos los
participantes se enterarían inmediatamente, amén de que la información tendría
que ser cambiada en todos y cada uno de los miles de servidores en que se
aloja, lo que es imposible.
Asimismo, los sistemas de Blockchain pueden inyectar
certidumbre y estabilidad a la política pública. De acuerdo al Banco Mundial,[35] la incertidumbre en la política
económica internacional ha disminuido la velocidad de las tasas de crecimiento
del comercio internacional y la desaceleración de la expansión de las cadenas
de valor mundiales. Muchas empresas no cuentan con sistemas suficientemente
eficaces para rastrear sus productos en la cadena de valor y desconocen qué
sucede en los tramos finales de la cadena de suministro. Al enfocarse en Blockchain como tecnología
central, este sistema puede ayudar a empresas de cualquier índole para hacer
frente a la incertidumbre del comercio internacional actual. Alisa DiCaprio,
Directora de Investigación en R3, el consorcio bancario conformado por más de
80 instituciones financieras propone tres maneras distintas para que esto
suceda.[36]
En primer lugar, otorga a PyMEs nuevos
medios de financiamiento. Donde actualmente los bancos requieren de complicados
procesos para obtener financiamiento con información que no siempre es viable
verificar, Blockchain ofrece
a pequeñas y medianas empresas la posibilidad de registrar inalterablemente su historial
financiero en bloques de información, permitiendo facilitar o acelerar el
financiamiento para proveedores a lo largo de toda la cadena de suministro. Así
mismo, numerosas instituciones financieras como HSBC han reportado haber
construido aplicaciones con Blockchain para mejorar el proceso de transacción
de la carta de crédito.
En segundo lugar, a través de Blockchain, se puede facilitar y
precisar el enfoque de aranceles ya que este sistema puede permitir el rastreo
certero del origen de productos. “A través de la mayor transparencia
introducida por las empresas que rastrean e intercambian en Blockchain, la focalización de
tarifas podría ser más precisa”.[37] Y, en último lugar, Blockchain tiene la capacidad
de producir nuevas fuentes de datos que es uno de los principales facilitadores
para el comercio, como el estado o la ubicación de la carga, por ejemplo.
Blockchain puede aumentar la transparencia, la rapidez y la seguridad del
comercio al conectar todos los puntos del proceso comercial, al liberar la
data. Con Blockchain, se
puede optimizar el proceso comercial, desde los procesos manufactureros, las
aduanas y los controles de calidad.
Así, Blockchain es una fuente de certeza y de
veracidad. Donde las hay, el estado de derecho se da con mayor facilidad y
disminuye la extorsión. Los bloques de información pueden representar cualquier
objeto de valor: dinero, derechos de propiedad, acciones, kilowatts de energía,
barriles de petróleo, votos electorales, y miles de opciones más, todo depende
del uso que quieran darle los usuarios.
“El sistema basado en la nube
garantiza que los registros no se puedan duplicar, manipular o falsificar, y que
una mayor visibilidad en partes de la cadena de suministro promueva un nivel de
confianza sin precedentes. Significa que los gobiernos pueden proteger mejor a
los ciudadanos, mientras que los socios comerciales pueden estar seguros de que
ciertos documentos comerciales son reales. Los consumidores pueden verificar la
calidad y la procedencia de los productos, y los bancos pueden reducir el
tiempo de procesamiento.”[38] Esto significa que los trámites
burocráticos pueden ser eliminados en el futuro, pues las reglas se programan
dentro del sistema inteligente sin intermediarios. Los procesos administrativos
se vuelven más transparentes y eficientes, evitando la extorsión en trámites y
facilitando la formalización de PyMEs.
El
papel del gobierno para este salto cuántico implica invertir en tres ámbitos:
inteligencia artificial, infraestructura de banda ancha y educación digital,
además del cambio en el quehacer político que implica estar dispuestos a la
transparencia plena. El gobierno debe considerar apoyar la inversión en
inteligencia artificial (AI) para unirse a la competencia global, incluso de
economías emergentes, sobre todo en China. La siguiente gráfica demuestra las
inversiones previstas hasta el 2025 en materia de AI en el mundo, por lo que es
clave que México no se quede atrás.
Además,
debe promoverse la inversión en redes de banda ancha para continuar ampliando
la eficacia, pero también su alcance. La red permite el libre acceso a la
información, a una mejor educación, a un fácil y rápido marketing y, en
general, iguala las condiciones y facilita el camino para PyMEs al poder
montarse en plataformas menos vulnerables a la extorsión. Esto, sin embargo, va
de la mano con una inversión también en ciber-seguridad y protección de datos
personales.
Por
supuesto, debe también invertirse en educación digital, actualmente calificada
como combustible indispensable para una economía emergente. Las capacidades
digitales definirán el curso de un país. Esto significa que los programas
educativos a todos los niveles deben ser actualizados para que incluyan nuevas
capacidades, como programación, que las próximas generaciones van a necesitar.
Conclusión
La
extorsión es el principal freno que obstaculiza el desarrollo del país al
limitar la competitividad; su extendida práctica tiene un altísimo costo social
y económico. Sin embargo, priorizando el establecimiento del estado de derecho,
México debe superar este obstáculo, para que el crecimiento de micros, pequeñas
y medianas empresas favorezca el desarrollo económico, así como para generar
certeza y permitir un menor retorno esperado de quienes buscan invertir en el
país.
México debe saber aprovechar la revolución digital para modificar el ecosistema que ha permitido el crecimiento de la economía de la extorsión y aumentar no sólo la cantidad sino la eficacia de la asignación de recursos. La revolución por la que atraviesa el mundo es como el contenedor de Levinson: aunque hoy pareciera ser insignificante, transformará a nivel internacional la dinámica comercial y las tendencias económicas. Más aún, puede convertirse en el catalizador para democratizar el imperio de la ley y el acceso a redes de distribución de bienes y servicios en que no impere la extorsión que limita el crecimiento, expansión y éxito de las pequeñas y medianas empresas.EP
[1] Por
economía de la extorsión se hace referencia al costo que tiene la extorsión en
el relativo de estancamiento de la economía mexicana.
[2] La
falta de transparencia en las licitaciones del gobierno ha facilitado que éste
extorsione a la iniciativa privada. Especialmente en licitaciones de
construcción u obras, cuando el gobierno genera acuerdos previos o posteriores
a la apertura de la misma, obteniendo sobornos o beneficios propios.
[3] Una
economía de escala hace referencia a los beneficios que surgen a largo plazo de
reducir el costo medio de un producto a medida que la escala de producción
aumenta. Por ejemplo, a una empresa le conviene invertir en más maquinaria para
aumentar su producción y conseguir un mayor beneficio. Sin embargo, con el
costo de la extorsión, se reduce la capacidad de la empresa de poder invertir
en esta maquinaria.
[4] Levinson,
Marc, “La Caja: Cómo el contenedor hizo el mundo más pequeño y la economía
mundial más grande”,
[5] Nombrada
tras el co-fundador de Intel, Gordon Moore, quien defendió la importancia de la
tecnología. La ley de Moore afirma que el número de transistores por unidad de
superficie en circuitos integrados se duplica cada dos años.
[6] La
lógica que sigue a la inversión es que el riesgo premia la inversión con un
mayor rendimiento. Pero el riesgo que supone la extorsión no se traduce en un
rendimiento, sino en un costo y, por ende, el objetivo ideal sería que el costo
fuera el menor posible.
[16] McCloskey,
Deirdre, “Bourgeois Equality”, University of Chicago Press, 2016.
[17] Levy,
Santiago, “Esfuerzos Mal Recompensados”, Banco Interamericano de Desarrollo,
2018, pp. 7
[18] Para
Levy, el entorno está explicado por la fórmula E(L,T,M), en donde T es la recaudación
tributaria, L la relación
laboral empresario-trabajador, y M las
condiciones de mercado.
[22] El
sistema de Blockchain funciona
a través de bloques de información entrelazados. Esta innovación se dio a
conocer por la criptomoneda Bitcoin, pero puede ser utilizado para una miríada
de usos. Este sistema busca eliminar a intermediarios en cualquier tipo de
transacción y funciona también como base de datos confiable e inviolable.
[33] Levy,
Santiago, “Buenas Intenciones, Malos Resultados: política social, informalidad
y crecimiento económico en México”, Brookings Institution Press, Washington, D.
C.
[34] How
Alibaba Built Its Way to Record Sales, Wall Street Journal, febrero 1, 2018
De la Calle Pardo, Luis, Cómo Crecer en ¿Y Ahora Qué?: México ante el 2018, Nexos,
2017.
De la Calle Pardo, Luis, Reflexiones en torno a la nueva Ley Federal de
Competencia Económica, Centro de Estudios del Derecho de la
Competencia y de la Regulación, 2014.
Levinson, Marc, La Caja: Cómo el contenedor hizo el mundo más
pequeño y la economía mundial más grande, Princeton University
Press, 2006.
Levy, Santiago, Buenas Intenciones, Malos Resultados: política
social, informalidad y crecimiento económico en México, Océano,
2010.
Levy, Santiago, Esfuerzos Mal Recompensados, Banco
Interamericano de Desarrollo, 2018.
USAID, Study on Crime and Investment in Latin America
and the Caribbean, septiembre 2014, <http://pdf.usaid.gov/pdf_docs/PA00K4WM.pdf>
(Consultado el 27 de agosto de 2018).
Instituto Nacional de Geografía y
Estadística (INEGI), Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de
Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) 2017. Recuperado de:
<http://www.beta.inegi.org.mx/proyectos/enchogares/regulares/dutih/2017/>
(Consultado el 27 de agosto de 2018).
Juan Antonio LeClercq y Gerardo
Rodríguez (coord.). (2018). Índice Global de Impunidad México (IGI-MEX 2018):
Centro de Estudios sobre Impunidad y Justicia (CESIJ). Universidad de las
Américas Puebla (UDLAP).
Disponible en: <http://www.udlap.mx/igimex/assets/files/2018/igimex2018_ESP.pdf>
(Consultado el 27 de agosto de 2018).
Este artículo fue escrito en su totalidad en colaboración con Fernanda Domínguez. Luis de la Calle agradece la colaboración con Impunidad Cero y los muy valiosos comentarios de Irene Tello y Moisés Beristain, aunque la responsabilidad del presente documento recae totalmente en él.
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