“Por ahí de 2002, cuando se hicieron accesibles las cámaras digitales compactas, compré una y comencé a llevarla a todas partes para registrar mis hallazgos callejeros. Este nuevo hábito me hizo poner.”
Hacía un calorón en Tlapehuala
“Por ahí de 2002, cuando se hicieron accesibles las cámaras digitales compactas, compré una y comencé a llevarla a todas partes para registrar mis hallazgos callejeros. Este nuevo hábito me hizo poner.”
Texto de Ilan Lieberman 23/06/20
Por ahí de 2002, cuando se hicieron accesibles las cámaras digitales compactas, compré una y comencé a llevarla a todas partes para registrar mis hallazgos callejeros. Este nuevo hábito me hizo poner más atención y agregó a mi andar el gusto no sólo de encontrar, sino de documentar y compartir. Éstos son algunos ejemplos de lo que ha capturado mi asombro en el deambular cotidiano:
Hacía un calorón en Tlapehuala, Guerrero, aunque nos dijeron que ya había pasado el calor fuerte de Tierra Caliente. Ese día estuvimos grabando sones y gustos calentanos, interpretados por músicos de varias generaciones y comunidades de la región, quienes se habían reunido en una casa aledaña, prestada por la familia Salmerón para ese fin. Era un sábado, día de mercado, y había muchos coches estacionados en la calle. Uno de ellos, de modelo antiguo, tenía un singular parabrisas —un poema—.
Una tarde lluviosa viajábamos por Tabasco de regreso de visitar Palenque en familia, y se nos ocurrió ir a Paraíso, donde mi suegro nos había recomendado comer. En el camino, mientras buscábamos el sitio arqueológico de Comalcalco, vi un letrero anunciando “Privada La Ilusión”.
Fui a la ciudad de Puebla a montar mi exposición “Soy de San Miguel del Progreso” en el Museo Amparo. Pasé varios días en el centro, paseando en mi tiempo libre por sus calles. Una mañana, al salir de la impresionante y áurea Capilla del Rosario, me crucé con un prodigioso encuentro entre naturaleza y urbe en una calle peatonal.
Invitaron a mi hija menor al cumpleaños de una amiga suya de la escuela. Mientras estacionaba el coche en la calle de Pachuca me fijé en un poste y, para mi sorpresa, no tenía sólo un letrero con el nombre de la vía, sino tres.
En Tepoztlán, Morelos, sobre una de las calles que suben al Barrio de Los Reyes se encuentra la oficina de Bienes Comunales, adonde fui a realizar un trámite a solicitud de mi cuñada. Mientras esperaba a que llegara el tesorero vi una hermosa coincidencia entre la forma de la tubería y un detalle de la arquitectura vernácula. EP
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