Escribir y leer en digital

¿Cuál es el objetivo de la literatura? ¿Qué hace de una obra algo con valor literario? Las respuestas se encuentran en el aire, modificándose en el espacio del internet.

Texto de 08/07/20

¿Cuál es el objetivo de la literatura? ¿Qué hace de una obra algo con valor literario? Las respuestas se encuentran en el aire, modificándose en el espacio del internet.

Tiempo de lectura: 12 minutos

Publiqué mi primera novela justo antes de cumplir diecinueve años. Cuando firmé el contrato en mi último año de prepa, tuve la sensación de dar el paso decisivo hacia mi carrera como escritora. Ese era el inicio. Cinco años después, cuando llegué a Iowa City en 2014 para cursar el MFA de Escritura Creativa en español, me dije a mí misma que esa maestría me ayudaría a decidir si quería o no ser escritora. Se sentía de nuevo como el paso decisivo. Ahora que ha pasado suficiente tiempo para darme perspectiva, pienso diferente. Escribir es un oficio y, por tanto, es más un camino por recorrer que un destino fijo. Pero, si verdaderamente existe un momento inicial en el que una escritora se hace, me gusta pensar que es cuando comenzamos a buscar y apartar tiempo para escribir. Si aceptamos esta definición, entonces me hice escritora cuando comencé a escribir mi primer fanficEso es una historia escrita por un fan, que toma la obra original como punto de partida, utilizando los personajes, situaciones o escenarios de historias de otros autores para una creación propia. 

Siempre que me preguntan cómo comencé a escribir, si fui a algún taller o si mis padres me ayudaron, cuento que cuando tenía diez años mi madre me compró el primer libro de Harry Potter y que el enamoramiento fue instantáneo. De alguna manera en ese año conseguí también el segundo y el tercer tomo (que apenas había salido en España) y cuando el cuarto libro salió en inglés en 2001, mi padre lo compró durante un viaje y me lo trajo de regalo. La orden del fénix salió en inglés hasta 2003 y fue en esos dos años de espera que encontré varios foros en internet donde se publicaban historias del mundo mágico que yo deseaba habitar. Comencé a leer y muy pronto (no sabría decir qué me atrajo) comencé a escribir. Primero publiqué en esos foros. Lunes, miércoles, viernes y domingos continuaba “Lily y las puertas de Artomer”, una historia sobre los padres de Harry Potter. 

De esa primera etapa, recuerdo las horas que pasaba no sólo leyendo y escribiendo, sino hablando con las otras autoras en el sitio. Hice varias amigas. Casi todas españolas y mayores que yo. Tenía entonces doce o trece años y recuerdo con mucha claridad el orgullo que me daba cuando una de ellas, que tenía diecisiete años, me decía que estaba picada y quería seguir leyendo lo que yo estaba escribiendo. Es más, me decía que escribía bien y que tenía que seguir ya, ya, ya. Creo que esto fue lo que me hizo escritora. El hecho de que una persona quisiera leerme me empujó a seguir y conforme más escribía y leía, más lectores y amigos hacía. En vez de ir a un taller literario o escribir diarios y cuentos a escondidas, por medio de los fanfics adquirí el hábito, no de escribir todos los días, pero de pensar en lo que estaba escribiendo todo el tiempo. A los quince años dejé los fanfics. Terminé mi obra más larga (una historia en dos partes publicada en fanfiction.net) y decidí intentar escribir una novela. Lo hice más porque mi mejor amigo me dijo que no era capaz, que porque quisiera escribir algo más “serio”. De hecho, seguí escribiendo por varios años y, a la fecha, lo primero que hago cuando me obsesiono con una serie de televisión, un libro o un anime es entrar a alguna de las nuevas plataformas y buscar un fanfic

Esta trayectoria de escritura es más común de lo que podría parecer. Actualmente existen cada vez más autores que admiten y ostentan con orgullo el haber comenzado a escribir a través del fanfiction. El año pasado Archive of Our Own (AO3), uno de los sitios más icónicos junto con Wattpad y Fanfiction.net, ganó el premio Hugo en la categoría de Best Related Work. Naomi Novik, importante escritora de fantasía y fundadora del sitio, aceptó el premio en nombre de los miles de voluntarios y creadores que han formado parte de la página. Durante su discurso dijo: “Toda obra hecha por fans, de los fanfics a los videos, el fanart y los podfics, se centra en la idea de que el arte no sucede en aislamiento, sino en comunidad. Y esto es verdad sobre todo en el caso de AO3”. Mucha de la cultura alrededor de los fanfics, de toda producción de fans, es una cultura basada en el “regalo”, porque todas estas obras se hacen sin ánimo de lucro. Nacen del deseo de compartir con otras personas una pasión. Esto cierra la distancia entre escritores y lectores y, como me pasó a mí cuando era adolescente, permite que la gente se encuentre y forme comunidades

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El ser humano comenzó a leer y escribir hace 5 mil años, pero eso no quiere decir que sea una habilidad que tengamos al nacer, sino que debemos aprenderla. La mayor ventaja del cerebro humano es su neuroplasticidad, lo que significa que las rutas neurológicas son altamente adaptativas y, por tanto, aprender a leer y escribir cambia el funcionamiento de nuestro cerebro, algunas rutas se utilizan de otra manera, algunas nuevas se crean. Cada revolución que ha sufrido nuestra manera de adquirir conocimiento ha modificado nuestro cerebro e influido, a su vez, en nuestra manera de percibir y transmitir esta información. Hechos como la generalización de la lectura silenciosa, la aparición de los signos de puntuación y, por supuesto, la invención de la imprenta, han cambiado la mente del ser humano y su relación con la lectura y la escritura.

La llegada del internet es otro de esos hechos revolucionarios. Actualmente, se lee y se escribe más que nunca en soportes muy diversos: páginas web, blogs, redes sociales, fotos, mensajes de texto. Desde 1980, se han realizado muchos estudios que buscan entender cómo estos nuevos medios están modificando nuestra mente. Y no sólo nuestro cerebro, sino el lenguaje, la movilidad y la atención. Ahora, en vez de practicar una lectura profunda, leemos por encima buscando palabras clave y sobrevolando muchísimas más fuentes. Saltamos de una plataforma a otra y tenemos la sensación de que toda la información que podamos desear se encuentra a nuestra disposición. Los medios digitales priman la inmediatez y la velocidad, por lo que procesos más lentos de análisis, crítica y empatía pueden quedar relegados a un segundo plano. 

Por otra parte, hemos ganado la habilidad de procesar cantidades de información más grandes. Internet nos permite un intercambio más extendido y la ilusión de constante comunicación con otros seres humanos. Además, ha modificado nuestro idioma. Antes, el español escrito era mucho más formal que el oral. Ahora, se ha propagado un español escrito informal, que busca comunicar la voz de quien escribe, incluso adquiriendo signos que representen el tono (como los emoticones y los stickers). Este tipo de español, sin embargo, no es completamente nuevo, existía ya en expresiones privadas como diarios y cartas y no formaba parte de la vida pública. 

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Al hablar de escribir en digital, el fanfiction es sólo la punta del iceberg. Las historias que se publican en internet no sólo se basan en las obras de otros autores; en muchas plataformas se pueden publicar historias originales. En 2012, Margaret Atwood escribió y publicó una novela en Wattpad, donde se pueden publicar tanto fanfics como historias propias. En un artículo para The Guardian, Atwood cuenta que eligió Wattpad porque es liberador que nadie sepa quién eres, dónde estás, cuál es tu edad y permite al autor llegar a lectores que se encuentran en cualquier parte del mundo. 

El año pasado cuando volví a México me di cuenta de que no tenía nada para ocupar mi mes de noviembre. Por primera vez podía participar de verdad en el NaNoWriMo. Estas siglas representan el National Novel Writing Month, una iniciativa que comenzó en San Francisco en el 2000. Consiste en participar en el reto de escribir 50 mil palabras durante el mes de noviembre. Uno se inscribe gratis a través de una página web en la que también puede documentar su progreso diario e interactuar con todas las personas en el resto del mundo que están intentando el mismo reto. En 2018 se inscribieron 450 mil personas de las cuales alrededor de 53 mil lograron escribir la meta. Al terminar el mes, se sube el documento a la página y tras un conteo básico de las palabras, si se “gana” el reto, el participante recibe la imagen de una medalla y la satisfacción de haber escrito el borrador de una novela en un mes. Otra práctica como esta es el Mundial de Escritura, cuya segunda exhibición se llevará a cabo entre el primero y catorce de julio. En este caso el reto no es en solitario, sino en equipos, que deben responder a retos diarios con textos de mínimo 3 mil caracteres. Al terminar las dos semanas el equipo selecciona el mejor texto. De allí, se hará una selección de diez finalistas, entre los cuales un jurado elegirá a los ganadores, tanto adultos como en la categoría “hasta 18 años”. El premio para el equipo y los autores de los relatos seleccionados es una suscripción al club del libro Pez Banana o una selección de libros de la editorial.

“En vez de ir a un taller literario o escribir diarios y cuentos a escondidas, por medio de los fanfics adquirí el hábito, no de escribir todos los días, pero de pensar en lo que estaba escribiendo todo el tiempo.”

Todas estas iniciativas fomentan un tipo de escritura muy literaria, que se basa en los géneros más tradicionales como la novela y el cuento, pero existen otras plataformas que no están dedicadas explícitamente a contar historias, sino que nacen de la tradición del ensayo o la narrativa personal, como Blogger, WordPress o Tumblr

En el 2009 comencé a salir con un chico que tenía un blog y gracias a él conocí a una comunidad de blogueros mexicanos. Recuerdo todavía haber devorado de principio a fin el blog de Plaqueta, tanto que el día que por fin la vi en la vida real sentí que ya la conocía. Durante varios meses me obsesioné por leer muchos blogs rastreando las conexiones reales entre las personas que las escribían, el tejido de pasados y presentes que se escondían en esa red, pero nunca me atreví a abrir uno. En ese momento decía que me daba miedo olvidar cómo se escribían novelas si me ponía a escribir blogs. Ahora me parece que ese miedo está más relacionado con el sentimiento general que me producen todas las plataformas donde no existen grados de separación entre quien soy y quien escribe. La mayoría de los blogs que leí en esa época están ya desactivados. La forma sobrevive conectada con periódicos y revistas, más que como un movimiento espontáneo, y muchos de los que escribían blogs migraron a Twitter. 

Entre todas las redes sociales, Twitter es la más pública, la más inmediata y la más constreñida. Una de sus características más importantes ha sido el límite de caracteres. Esto ha creado muchas formas de comunicación: RT, comentarios, hilos. A diferencia de Facebook o Instagram que permiten escribir largos párrafos, un tuit tiene que estar contenido. Quizá esta es la razón por la que ha dado pie a tantas iniciativas originales. Hay ensayos en forma de hilo, que pueden ser de opinión o de información; hay bots de todo tipo, que hacen poesía, buscan errores de ortografía; las cuentas de microrrelatos, entre muchísimas otras maneras de usar la forma. Sin embargo, como todo en internet, esto puede cambiar muy pronto porque Twitter acaba de anunciar que pronto la plataforma permitirá mensajes con voz y habrá que ver si esto modifica el ecosistema existente. 

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Hasta hace relativamente poco los diarios, las cartas y otras formas “privadas” de escritura se consideraban géneros “menores” de la literatura. Es importante subrayar que buena parte de esta escritura doméstica fue escrita por mujeres porque estos eran los formatos a los que podían acceder. En las últimas décadas, hemos comenzado a rescatar esta producción y darle su lugar dentro de nuestra idea de literatura. Con este precedente, me pregunto si en el futuro no pasará lo mismo con algunos de los formatos a través de los que escribimos en internet. 

Como esos “géneros menores”, el fanfiction, por ejemplo, es un género que escriben principalmente mujeres y personas queer jóvenes. También es una producción que, como las cartas y los diarios, existe fuera de las reglas del mercado y sin ánimos de lucro. 

“Según los datos publicados por Science, en el año 2011 la humanidad generaba cada 2 días la misma información que había sido generada por nuestra especie durante casi 5 mil años. Es decir, 5 Exabytes de información cada 48 horas.” 

Otra expresión de la escritura en internet, cuya base es una distribución global de prácticas colaborativas que se comparten de forma gratuita, es la literatura electrónica o e-lit. Estas piezas digitales, que se encuentran entre los libros y el arte moderno, combinan programación, escritura, imagen y sonido, creando obras que ponen en jaque la manera en la que escribimos y leemos. En México el Centro de Cultura Digital es un proyecto editorial que busca elaborar piezas colaborativas de literatura digital. La colaboración e interacción es fundamental para el arte digital. La manera en la que los usuarios interactúan con una pieza es activa. Por ejemplo, la pieza Arborescencia Programada, pensada y articulada por Carlos Bergen y Enrique García Alcalá, utiliza de semilla lo que el usuario escriba para generar un árbol que pueda leerse después. Otros ejemplos de literatura electrónica son los bots. 

Scott Rettberg, investigador de la Universidad de Bergen y autor de e-lit, escribe sobre cómo subir sus obras a la red sin obtener un pago significa, a la vez, una libertad y un sacrificio. Por un lado, el trabajo de un artista no debería ser gratis, pero esto permite que más gente pueda acceder a él. Rettberg se pregunta si la literatura electrónica puede aspirar a crear un nicho como el de la poesía, género “mayor” que subsiste de haber creado una comunidad. Los lectores y compradores de poesía son, en su mayoría, los mismos poetas. Él piensa que algo parecido puede suceder con muchos de los formatos de internet, que a través de distintas agrupaciones puedan crear una subcultura global que esté viva. Dice: “A la cultura en general no le importa la poesía, pero es importante para los poetas, y esto ha sido suficiente para mantener con vida una diversa cultura literaria”. Me pregunto si entonces el valor de la literatura puede estar en ese aspecto que el internet ha potenciado al fomentar el encuentro, la formación de comunidades y el intercambio de ideas en tiempo real. ¿Cuál es el objetivo de la literatura? ¿Qué hace de una obra algo con valor literario? Las respuestas se encuentran en el aire, modificándose en el espacio del internet.

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El 2 de marzo del 2016, Raquel Castro y Alberto Chimal comenzaron un canal de YouTube para hablar de literatura. Cuatro años después todavía publican un video a la semana, una grabación en vivo de ellos hablando sobre escritura o literatura. Estos autores se han unido al creciente movimiento de booktubers, que se dedican a leer y comentar libros a través de videos y sus redes sociales. Esta es sólo la manera más obvia en la que incluso esta página dedicada al contenido audiovisual también ha modificado nuestra relación con la literatura. Es mucho más fácil encontrar recomendaciones de libros. Desde páginas dedicadas a ciertos géneros, a las reseñas de Goodreads o, incluso, los comentarios de Amazon. 

Esto va de la mano con la creciente disponibilidad de los libros a través de internet. El libro electrónico no ha reemplazado al libro en papel como se temía hace diez años, pero sí ha cambiado la manera en la que leemos y los libros a los que tenemos acceso. Ahora, de forma legal o ilegal, es más fácil obtener muchísimos libros a través de plataformas como Google Books, Bookmate o 24Symbols. De hecho, uno de los mayores cambios de internet es la movilidad que le ha dado al conocimiento. Nuestra biblioteca digital puede moverse con nosotros por el mundo, pero de igual forma podemos acceder a periódicos, revistas y a Wikipedia desde cualquier lugar sin tener que cargar más que un lector electrónico o el mismo celular. Muchas veces, esta biblioteca se siente infinita, dado que el internet nos ha dado la posibilidad de acceder a un abanico mayor de textos, videos e ideas. 

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Si me hubieran pedido que describiera la figura del escritor cuando era adolescente, probablemente habría descrito a un hombre, con barba, cincuentón, blanco, que recorre la ciudad ensimismado, que ha decidido poner su vida al servicio de las palabras, que escribe a altas horas de la noche en una máquina de escribir mientras fuma o bebe vino. Hubiera pensado en la idea de “genio”, acompañada por la noción del talento inefable que ilumina a los elegidos para escribir la gran literatura. Con esto no quiero decir que esta imagen me impidiera imaginarme a mí misma como escritora, pero me pregunto si el peso de esta imagen cambió a través de mis grupos de escrituras. 

¿Cómo se ve una escritora en el siglo XXI? ¿En el mundo digital? De alguna forma, la idea de la escritura solitaria desde la posición de testigo de la realidad va quedándose obsoleta. ¿Podemos modernizar la idea del escritor para que contenga la imagen de la chica de catorce años que publica historias en internet o a la persona que programa un bot de poesía o quien escribe un hilo larguísimo sobre la isla Tristán de Acuña? Es más, ¿podemos destruir la imagen del escritor y reimaginarla como una persona que forma parte de una red, que escribe dentro de una comunidad donde el intercambio de ideas, de comentarios y de lecturas enriquecen y transforman lo que escribe?

Mi propia trayectoria está marcada por los grupos a los que he pertenecido. Primero gracias a los fanfics, después mis compañeros en el MFA de Iowa y del taller Clarion West, más tarde la gente con la que compartí Residencia en Madrid y ahora, de vuelta en México, todavía conservo partes de cada uno de esos colectivos y he comenzado a encontrarme con uno nuevo: la de las escritoras jóvenes mexicanas. Mi interacción con ellas ha sido a través de las redes sociales, de leer sus libros y, hasta hace muy poco, de conocerlas en presentaciones. 

La pandemia ha clausurado esta última interacción, pero ha realzado la importancia de todas estas agrupaciones digitales en las que me apoyo para poder escribir, leer y pensar. De hecho, ya he tomado varios talleres a través de Zoom, práctica que ha permitido que no sólo gente de la capital se inscriba, sino de varias zonas de México e incluso de otros países. En estas redes se comparten lecturas, memes, música y escritos. A través de internet puedo seguir en contacto con todas esas redes sea por Whatsapp, por Slack o por Twitter. Incluso he recuperado varias de mis correspondencias por email. La mayor parte de la comunicación que sostengo todos los días durante el encierro sucede a través de internet y de forma escrita. 

Al final, internet ha permitido el encuentro de personas que nunca habrían conectado por distancia geográfica o falta de canales de comunicación. Permite que cualquier persona que tenga una conexión (sin hablar aquí de la brecha digital, que es un tema que da para otro ensayo) pueda convertirse en un lector o un escritor. Según los datos publicados por Science, en el año 2011 la humanidad generaba cada 2 días la misma información que había sido generada por nuestra especie durante casi 5 mil años. Es decir, 5 Exabytes de información cada 48 horas. 

No toda esa información es buena o sobrevivirá el paso del tiempo. Internet al final es una herramienta más, lo que significa que puede utilizarse con igual facilidad para el encuentro o la alienación de los humanos. Es cierto que los trolls, el acoso virtual y las fakenews son parte del ecosistema digital, no quiero obviarlos, pero me interesaba resaltar más las maneras en las que internet puede unirnos, que aquellas en las que nos separa. La lingüista Gretchen McCulloch escribe en su libro Because Internet: Understanding the New Rules of Language: “Cuando aprendemos a escribir con formas que comunican nuestro tono de voz y no sólo nuestra maestría de las reglas, aprendemos a considerar la escritura no como una forma de afirmar nuestra superioridad intelectual, sino como una forma de escucharnos los unos a los otros. Aprendemos a escribir desde un espacio no de poder, sino de amor”. EP

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