Enciclopedia de lo posible (fragmentos)

Chistorra Arma rústica que se elabora cortando una rama joven de la ceiba, perforando su interior y atando una liana que al tensarse da la apariencia de ser un arco. Contrariamente a lo que se creía hasta 1992, año en que la Academia Antropológica Centroamericana revaluó la datación de las chistorras encontradas en la costa […]

Texto de 22/11/17

Chistorra Arma rústica que se elabora cortando una rama joven de la ceiba, perforando su interior y atando una liana que al tensarse da la apariencia de ser un arco. Contrariamente a lo que se creía hasta 1992, año en que la Academia Antropológica Centroamericana revaluó la datación de las chistorras encontradas en la costa […]

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Chistorra

Arma rústica que se elabora cortando una rama joven de la ceiba, perforando su interior y atando una liana que al tensarse da la apariencia de ser un arco.

Contrariamente a lo que se creía hasta 1992, año en que la Academia Antropológica Centroamericana revaluó la datación de las chistorras encontradas en la costa chiapaneca, la chistorra se fabrica desde hace más de dos mil quinientos años y no se utilizaba originalmente para matar, sino para simular una batalla. Los antiguos sacrificaban las ramas más jóvenes de la ceiba (árbol considerado por los locales como la “madre-cuchicú” o “madre-verde”) cuando presentían un enfrentamiento con algún pueblo vecino. Las ramas jóvenes eran tomadas por muchachas vírgenes, “hijas de la ceiba”, cuyo espíritu era invocado como mensajero de paz. Los antiguos costeños, armados de chistorras, jugaban a la “batalla falsa” o “danza de la ceiba” durante las primeras horas del amanecer y así evitaban los conflictos bélicos. De ahí que en la región se utilicen frases como “amenazó con chistorra” para referirse a alguien que está alardeando; o “se le desarmó la chistorra”, expresión coloquial que señala la falsedad del otro.

En agosto de 1999 se encontraron algunos vestigios de chistorras de interior metálico en el desierto de Arizona que datan, aproximadamente, del año 1340. No se conoce con certeza el origen de las chistorras halladas, pero prevalece la hipótesis de que en alguna migración, los antiguos habitantes de la región las depositaron en la arena en homenaje a la Última lluvia o Paz del desierto, cuando los norteños vivieron una larga tregua con el Sur.

Coñac

Hierba grisácea que crece entre las lápidas de los cementerios; el coñac aumenta su longitud a gran velocidad y es podado constantemente en la mayoría de los panteones. En 1786, en el cementerio abandonado de Charete, Eugène Colignon, un viudo que por entonces se paseaba cabizbajo entre las tumbas, descubrió, al arrojar accidentalmente su anillo nupcial en el sobrecrecido herbaje que rodeaba la lápida de su mujer, que las raíces habían adquirido un color rojizo y que de éstas provenía un sonido muy tenue que se confundía con el de la niebla. En Charete es un secreto a voces la historia de la noche en que Colignon decidió hacer una pócima de las raíces murmurantes del coñac para revivir a su difunta esposa. Desde entonces, en algunos cementerios, se adquirió la costumbre de dejarlo crecer. En los pueblos aledaños a la rivera del río Charete, en los meses de mayor humedad, es costumbre ir en procesión al camposanto para escuchar el sonido del coñac. Se cree que son los muertos los que hablan a través de las raíces enrojecidas de la hierba.

Sombra

Canción de cuna procedente de las costas del Pacífico que se interpreta momentos después del parto para asegurarle un destino próspero al recién nacido.

Se piensa que el origen de las sombras se remonta a la fase El Arenal (350-300 a. C. – 150-200 d. C.) del Preclásico Tardío, y está asociado a la culminación del culto funerario, pues en un principio, las sombras eran cantos que se acompañaban de repeticiones guturales, así como del sonido del caracol, y se practicaban únicamente en entierros, con la finalidad de conducir a los difuntos hasta el umbral de su vida póstuma.

En algunas tumbas de tiro de Jalisco se han encontrado vasijas con representaciones de los sombríos, hombres y mujeres encargados de interpretar las sombras en los funerales.

En “El libro de los tributos”, del Códice Mendocino, en una de las varias representaciones de los pueblos tributarios de occidente, se puede observar a unos sombríos vocalizando frente al mar, en una escena, por demás ambigua, que podría tratarse tanto de un funeral, como de un nacimiento.

Aunque se desconoce el momento en el que las sombras dejaron de formar parte de los rituales funerarios para asociarse exclusivamente (por cierto periodo) al parto —y a los ritos femeninos del puerperio—, existen hoy en día prácticas que se acompañan de las sombras asociadas a ambos eventos.

En los pueblos de la costa de Michoacán, es costumbre cantar sombras antes, durante y después del alumbramiento, pues se cree que con esto se augura bienestar y armonía a los neonatos.

En algunas zonas de la costa oaxaqueña, se les denomina sombras a las parteras; al mismo tiempo, se conserva la tradición de cantar sombras los días   1 y 2 de noviembre.

En términos musicales, la composición de las sombras es sumamente sencilla, se interpretan siempre a capela y la última estrofa es siempre idéntica a la primera.  EP

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María José Ramírez es escritora e ilustradora <instagram.com/machequina/>. Ha colaborado en distintas publicaciones, entre ellas Granta y Tierra Adentro. En 2011 obtuvo el Premio Internacional de Literatura Aura Estrada. Escribe aquí <@cucharachiquita> y reescribe acá <mariajoseramirez.tumblr.com>.

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