El gobierno de las lenguas enfermas

Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP.

Texto de 30/06/21

Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP.

Tiempo de lectura: 3 minutos

Este gobierno está enfermo de la lengua. 

Ha confundido gobernar con hablar, y eso no estaría nada mal si lo que oyéramos fueran denuncias con sustento documental, ideas iluminadoras, análisis profundos sobre lo que fuimos, lo que somos y lo que buscamos ser. Aplaudiríamos si a través de sus lenguas nos hicieran pensar, si los postulados de sus políticos estuvieran colmados de matices, pinceladas reveladoras. Vamos, no siempre, pero alguna vez celebraríamos que sus palabras carecieran de sentido pero fueran una explosión festiva del lenguaje, un deslumbrante fuego artificial que pronto desaparece pero que encendió los sentidos en lo que duró.

No hay nada de eso. Aunque con nuestro voto les concedimos el privilegio de gobernarnos, es decir, estudiar, pensar y entonces guiar, componer, regir, crear un meticuloso imperio de acciones para que vivamos mejor —algo muy caro para los mexicanos porque lo usual ha sido vivir mal—, han violado ese mandato. Asumen que les dimos el voto y les damos impuestos para pasar aire desde los pulmones, la tráquea y la laringe. Entonces las cuerdas vocales vibran y, ¡eureka!, se hace el sonido. Cualquier sonido, no los sonidos regocijantes a los que refiero en el párrafo anterior.

Este presidente ha sacudido a México porque ha impuesto la cultura de la verborrea. Detengámonos un instante en sus propios héroes: Benito Juárez y Lázaro Cárdenas. ¿Qué pensamos los mexicanos sobre ambos, qué brota del imaginario colectivo cuando vemos sus caras? Pensamos en sus acciones. A nivel muy básico, del primero podremos decir que nacionalizó los bienes del clero, fundó el Estado laico, acabó con el Segundo Imperio Mexicano de Maximiliano. Y del segundo, que expropió el petróleo e impulsó la reforma agraria. Es decir, cuando pensamos en Juárez o Cárdenas no los visualizamos dando discursos, aferrados a un templete o un micrófono; los asumimos gobernando. 

Y ahora piensa en lo siguiente: Andrés Manuel López Obrador. ¿Cómo lo estás imaginando? Aunque quizá algunos lo imaginen jugando béisbol, la mayoría lo imaginará en la conferencia mañanera hablando. Es el político que habla.

¿Y nos fascina lo que brota de su boca? No, lo oímos por saciar el morbo. ¿A quién insultará? ¿Con quién se peleará? ¿Qué mentirá dirá? ¿De qué modo humillará? ¿Qué disparate pronunciará? ¿Su ignorancia cómo surgirá? ¿Qué pasará, qué misterio habrá?, cantaría un clásico. 

Nos gobierna hablando. ¿Y sus acciones? Acaso la sociedad sabe que se construye un aeropuerto, un tren, una refinería, y que hay un odio muy amargo contra los periodistas y cualquier personaje crítico, y contra el órgano electoral que incluso ha avalado sus victorias electorales, al que abiertamente desea aniquilar.

Y después, palabras. Todas las imaginables, que en una retórica extenuante repite que en México ya no hay corrupción, y que incluso disminuye la violencia aunque ésta sea sistemática y macabra.

El presidente ha creado escuela y ha engendrado una adicción. Sus funcionarios hablan como enfermos, en un coro ofensivo, vacío, destructivo y maniático que no siempre conecta cabeza y lengua. Hablan, hablan, hablan, hablan, hablan, habla, hablan, hablan, y por esa incontinencia verbal el riesgo de decir barbaridades es altísimo. Tristemente, la impunidad verbal es casi absoluta. En todo caso, el castigo es que día a día corroen su credibilidad y engordan el fastidio social.

Ahora sabemos por el subsecretario Hugo López-Gatell y por un canal público sojuzgado al poder que a los niños con cáncer —de los que hay nombre, apellido y se estima 1,600 han muerto por falta de medicamentos— no les falta nada sino son los malvados ejecutores de una conspiración golpista contra el gobierno de los buenos: ellos. 

Claro, después vendrá el “lo sacaron de contexto los conservadores”, “no dije lo que dije” o la defensa caritativa y resignada de sus seguidores: “en realidad no dijo que los niños con cáncer sean golpistas”, “en realidad no dijo que las feministas adopten ideas extranjeras”, “en realidad no dijo que la clase media sea egoísta y esté mal que busque salir adelante”. Generosa, su gente sale al paso porque se da cuenta que sus líderes dijeron sandeces, y hay que arreglarlo ¡ya!

Pero lo que no tiene solución es que pronto este gobierno cumplirá la mitad de su mandato. ¿Y hasta ahora cuál es su legado a la historia? Lenguas enfermas. EP

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