De la mano, nos llevaron a la muerte

Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP

Texto de 05/08/20

Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP

Tiempo de lectura: 3 minutos

En marzo pasado —que ya evocamos como el lejano inicio de esta eternidad donde estamos instalados—, un coche esparcía el mensaje de mi alcaldía, que había tomado posición: “Recuerda, en Benito Juárez se usa cubrebocas. Si tienes que salir de casa, usa cubrebrocas. Si vas a sacar al perro, usa cubrebocas”. 

De una delicadeza casi musical y desde un megáfono, esa voz femenina se expandía en mi colonia durante aquel primer silencio del encierro: un silencio expectante, insólito, que nos hacía incluso divagar sobre la atractiva dimensión auditiva del terrible fenómeno inédito en nuestras vidas: la cuarentena. 

Pero era solo una voz de alerta novedosa, aún no perturbadora.

Incluso dos o tres veces al día para que la sencillez del mensaje reiterativo se volviera conducta, se difundió por meses su insistencia del mismo modo que comunicaban los voceadores las noticias en los viejos tiempos, calle por calle, casa por casa, habitante por habitante. Oíamos además marimberos, panaderos y sus bocinas, al afilador y su silbato, al de los tamales. Pese al incansable auto de la alcaldía y su canturreo del cubrebocas, a veces los comerciantes lo llevaban y a veces no, igual que los vecinos: unas sí; otras no: daba lo mismo. 

Pobre megáfono: hacía su luchita pero perdía muchas batallas.

La indisciplina en cubrir la fuente del virus, sus bocas, y la protuberancia por donde puede ingresar, la nariz, tenía sustento. Hugo López-Gatell, el fenómeno mediático que ya se extingue y que podría estar en su estertor como superstar de la pandemia en México, con ese porte fresco, seguro, juvenil, en ocasiones soberbio pero agradable, tenía su propio megáfono, mucho más poderoso que un recorrido callejero: una rueda de prensa diaria de una hora a todo el país, donde mostraba una fatiga disimulada al explicarnos que un trapo sobre nuestros orificios faciales era una terquedad, pese a que la Organización Mundial de la Salud ya indicaba otra cosa. “Personal de salud como personal en general no necesita tener ningún cubrebocas. Tampoco la población”, dijo el 12 de marzo. Iban cero muertos. “No se necesita que la población esté con cubrebocas”, dijo el 19 de marzo. Iban cero muertos. “No es necesario que las personas utilicen cubrebocas en la vía pública (…), no es útil”, dijo el 25 de marzo. Iban seis muertos. “El cubrebocas no debe usarlo nadie más que no tenga síntomas”, dijo el 26 de marzo. Iban 12 muertos. “La evidencia científica (de la utilidad del cubrebocas) sigue siendo ambivalente, ambigua”, dijo el 9 de abril. Iban 174 muertos. “Usar cubrebocas tiene una pobre utilidad o incluso tiene una nula utilidad”, dijo el 27 de abril. Iban 1,734 muertos. “El uso del cubrebocas no es un mecanismo efectivo”, dijo el 25 de mayo. Iban 7,633 muertos. “El uso del cubrebocas no es una solución”, dijo el 6 de junio. Iban 13,511 muertos. 

Eso sí, siempre tan político, Gatell y su Robin, el doctor Alomía, sin falta anteponían (anteponen) la palabra “lamentables” a “defunciones” (decir “muertos” es muy macabro e innecesario). Qué sutileza para tratar a la sociedad en general, a los deudos y a los lamentables “defuncionados”.  

¿Y qué pasó el 28 de julio? “Usen su cubrebocas, es una medida auxiliar. El gobierno de México recomienda el uso de cubrebocas”, casi nos gritó Hugo López-Gatell en la rueda de prensa a los 126 millones de mexicanos bobos. Iban, en ese instante, 44 mil 876 muertos, cuando la orden que recibimos por cerca de 150 días fue: “¿Para qué diantres usan cubrebocas?”.

Hoy serán 49 mil muertos. Una catástrofe, demasiados. “¡Son pocos!”, nos dirán los centinelas de la 4T, aclarándonos a los bobos que, como somos muchos mexicanos, son razonables muchos muertos. 

¿Sí? China tiene 11 veces más población y 11 veces menos muertos. Al parecer no somos tan bobos.

Como ya lo ha consignado la prensa internacional, los países cuyos presidentes rechazan ponerse cubrebocas, Trump, Bolsonaro y López Obrador, son los que más muertos tienen: sus bocas destapadas son el microcosmos de su cinismo criminal: al menos en la pandemia nuestra izquierda se parece mucho a la derecha fascista, operó una masacre que pudo evitarse con protección masiva en la cara.

¿Qué tienen que ver el descuido social y la muerte con este gobierno? López Obrador genera todavía una devoción masiva, irresistible. “Si mi presidente no usa y su mano derecha López-Gatell dice que no use, ¿por qué yo debería molestarme en usar?”.

Hoy me asomo por la ventana y veo gente con cubrebocas, pero aún gente que no lo usa. El de la marimba, sin cubrebocas; el de tamales, un día sí y otro no; el panadero con cubrebocas en el cuello. Mujeres y hombres caminan e incluso corren y hacen ejercicio en pants, pero sin cubrebocas. Da lo mismo. Mucho tiempo oyeron “no usen cubrebocas” y se lo aprendieron. ¡Da lo mismo!

El triste carrito de la alcaldía sigue con su mensaje: “Recuerda, en Benito Juárez se usa cubrebocas. Si tienes que salir de casa, usa cubrebrocas. Si vas a sacar al perro, usa cubrebocas”.

Hoy, a cinco meses del inicio de la cuarentena, oímos a la misma mujer desde el megáfono, pero su mensaje ya no es ninguna dulce alerta novedosa. Ahora sí es perturbadora. Suena a luto: es nuestro llanto. EP

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