Correo de Europa: Encuestas, analistas y la “gente”

En el primer capítulo del recién publicado Elementos del pensamiento crítico1 se explican algunos de los errores más habituales en los que se cae al analizar lo que ocurre o al pensar sobre lo que pasa. Uno de ellos es el denominado “sesgo de confirmación”. Es decir, la tendencia a dar mayor fuerza probatoria a aquellas razones […]

Texto de 24/08/16

En el primer capítulo del recién publicado Elementos del pensamiento crítico1 se explican algunos de los errores más habituales en los que se cae al analizar lo que ocurre o al pensar sobre lo que pasa. Uno de ellos es el denominado “sesgo de confirmación”. Es decir, la tendencia a dar mayor fuerza probatoria a aquellas razones […]

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En el primer capítulo del recién publicado Elementos del pensamiento crítico1 se explican algunos de los errores más habituales en los que se cae al analizar lo que ocurre o al pensar sobre lo que pasa. Uno de ellos es el denominado “sesgo de confirmación”. Es decir, la tendencia a dar mayor fuerza probatoria a aquellas razones que confirman nuestro punto de vista. Otro, el “sesgo de convicción”, consiste en considerar la credibilidad de la conclusión y, a partir de ahí, evaluar el razonamiento.

A la fiesta de la democracia le había precedido una orgía de los sesgos. Por eso, los resultados han pillado con el paso cambiado a la mayor parte de los analistas. Todo comenzó con la extraña asunción por la mayor parte de los comentaristas —en una primera instancia— de que los resultados de las nuevas elecciones serían muy similares a los que habían arrojado los comicios de diciembre de 2015 y que no tenía sentido forzarlos (sesgo de confirmación). Esa idea fue refrendada por las primeras encuestas. O quizás al revés.

En algún momento entre marzo y junio se empezó a instalar en la opinión pública la teoría del adelantamiento (sorpasso) del Partido Socialista por parte de Unidos Podemos. Y, desde entonces, comenzó a crecer la burbuja de Podemos. Quienes habían manifestado que la unión electoral entre los populistas con los comunistas de Izquierda Unida no significaría una suma de sus votantes, abandonaron su punto de vista para que fuera coherente con lo que estaban confirmando las encuestas. Era difícil resistirse porque todas daban por sentado que se produciría el sorpasso y que solo quedaba saber si era en votos y también en escaños. Puesto que iba a ser así, todo lo ocurrido en campaña se interpretaba en esa clave para que tuviera sentido (sesgo de convicción). La presión de la opinión mediática mayoritaria (en connivencia con las encuestas) había dibujado un escenario del que resultaba difícil mantenerse al margen. De las elecciones solo parecía importar la confirmación del adelantamiento y por cuánto se produciría.

Pero los resultados electorales hicieron saltar por los aires los datos de las encuestas y también los sondeos a pie de urna. Dejaron en evidencia las previsiones de la mayor parte de analistas. La “gente” había ido por otro lado. Aunque lo realmente sorprendente es que los resultados se han interpretado tomando como cierto un escenario que era ficticio, a partir de unas encuestas que fueron un desastre y de una mayoría de análisis que solo buscaban darles sentido.

El voto de castigo no es un voto ideológico. Cuando un elector abandona la formación a la que ha venido respaldando lo suele hacer de forma temporal para dar una lección. Ese castigo se produjo en diciembre de 2015. Si se hubiera conformado gobierno, la pena al pp habría durado al menos una legislatura.

El resultado del psoe fue, sencillamente, un desastre. Volvió a perder escaños. Y si no lo parece, tiene más que ver con las expectativas que con la realidad. Cuando uno se sitúa en lo peor (ser la tercera fuerza y perder el liderazgo de la izquierda), cualquier cosa que mejore ese escenario ficticio es un éxito. Tanto el líder socialista como el de la formación de centro derecha Ciudadanos han cometido un error de manual: no se debe ir a unas elecciones con dos adversarios porque se divide la fuerza de la crítica.

El conservador Partido Popular venció al ser capaz de recuperar a los electores que le habían abandonado en diciembre de 2015 para irse con Ciudadanos —pero que no entendieron el pacto con los socialistas— y aquellos votos temerosos del ascenso vertiginoso que daban las encuestas a Unidos Podemos.

Respecto a la formación de Pablo Iglesias, el fiasco no ha podido ser mayor. Su estrategia fue un estrepitoso fracaso. Esperaban liderar la izquierda y se quedaron en tercer lugar. Pero la peor noticia para Podemos no es el resultado de las elecciones, sino que difícilmente volverá a tener un escenario político y económico tan favorable para cosechar los mejores resultados. Si los ciudadanos empiezan a notar la evolución económica y el Partido Popular sabe ser más sensible a las necesidades de estos, la burbuja populista se irá deshinchando. Puesto que la mayor parte del voto de Podemos no es ideológica sino de desencanto, eliminadas las causas que produce la indignación, eliminado el voto.

En España, las encuestas y los analistas fueron por un lado. La “gente”, por otro.

1   Julio César Herrero, Elementos del pensamiento crítico, Instituto Universitario de Investigación en Estudios Latinoamericanos (Universidad de Alcalá), Marcial Pons, Madrid, 2016.

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