Nuestra relación con los cuerpos cambiará en el futuro próximo y no sabemos por cuánto tiempo. Este texto reflexiona sobre la corporalidad, su relación con el feminismo, las políticas públicas y la forma que tendrán las feministas de hacerse escuchar pasada la pandemia.
Corporalidades futuras para los feminismos tras el encierro
Nuestra relación con los cuerpos cambiará en el futuro próximo y no sabemos por cuánto tiempo. Este texto reflexiona sobre la corporalidad, su relación con el feminismo, las políticas públicas y la forma que tendrán las feministas de hacerse escuchar pasada la pandemia.
Texto de Ytzel Maya 11/06/20
En nuestro país, el 23 de marzo empezamos la Jornada Nacional de Sana Distancia, lo que significó repensarnos no sólo desde nuestros lugares de trabajo —que dejaron de serlo— o desde las necesidades que creíamos esenciales y se convirtieron en otras, sino también desde nuestros cuerpos, las formas de relacionarnos, las materialidades y la continuidad de una realidad diferente. Repensarnos desde el cuerpo implica, a partir de ahora, otra manera de establecer un campo de acción biopolítico, de economías autosustenables, de sociedades más autónomas y autogestivas; un campo de acción, de movilización y de protesta feminista.
Llevamos más de 50 días encerradas en los que —según un estudio de la organización Intersecta— las llamadas al 911 han aumentado 22%, lo que significa que se reciben casi 150 llamadas por hora; las denuncias por violencia familiar siguen acumulándose y en las fiscalías estatales se pueden contar hasta 27 carpetas de dicho delito por hora, 14% más que en febrero; en las comunidades más alejadas, las mujeres no saben si pueden ir a denunciar o si el ministerio público más cercano va a poder recibirlas. En los grupos de WhatsApp de activistas feministas, los mensajes también se acumulan, se hacen cooperachas para comprar despensas, se buscan —mucho más que “antes”— contactos ubicados en otros estados del país para acompañar abortos, se organizan asambleas, presentaciones, reuniones de colectivas, conversatorios y lecturas para aliviar la ansiedad. El presente se vive en dos dimensiones al mismo tiempo: transcurre entre un nosotras tangible y un nosotras virtual. Pero la que es en la pantalla soy yo también del otro lado.
Ese “antes” ya no va a volver. “La relación con nuestros cuerpos ha cambiado y, si eso cambia, cambia nuestra relación con el mundo y las historias”, afirma Brenda Lozano1 en una entrevista. Esos entrecruces que había en la memoria van a tener que ser reemplazados y devueltos a la realidad que habitamos ahora, cuya certeza no está definida todavía. Nuestras corporalidades tendrán que reaprender su relación con el espacio y las nuevas formas del tiempo. No serán lo mismo una marcha o una protesta frente a Palacio Nacional, un plantón o un pañuelazo. A pesar de que luzcan igual, el cuerpo tendrá una sensación diferente: no será como lo era antes de vivir un trauma como el encierro. Presiento la mutabilidad de los conceptos “distancia” y “cercanía”; el cambio también reside en el lenguaje.
Como feministas, quizá tendremos que repensar la consigna de “lo personal es político”, pues ¿qué abarcarán los nuevos espacios de lo personal? ¿Cómo nos atravesarán el cuerpo? ¿Cuáles serán las posibilidades de atravesar otro cuerpo? ¿Cómo abrazaré a la otra? ¿Qué serán estos besos entre nosotras sino recuerdos de haber sentido alguna otra cosa? Los feminismos como movimiento plural de voces diversas, corporalidades disidentes e identidades expansivas, tendrán que revisar los lugares que hemos recorrido, como lo han hecho siempre, además de otras formas de organización, más colectivas y más incluyentes. La pandemia nos abrió dos puertas: la posibilidad de sabernos solas se puede reducir incluso a la soledad abstracta de nuestra casa y la necesidad de comunicación, reforzamiento de los lazos, apertura a lo virtual y movilidades más allá del centro es urgente.
Hay varios poemas de Susana Thénon2 que me hacen llorar, pero he estado regresando a uno en especial durante la cuarentena:
“Sólo yo sé cómo destruirme,
cómo golpear mi cabeza contra la cabeza del cielo,
cómo cortar mis manos y sentirlas de noche
creciéndome hacia adentro.”
Esa capacidad de pertenecernos, de enunciarnos desde el grito “mi cuerpo es mío, yo soy y decido, tengo autonomía, yo soy mía”, resuena en Thénon desde ese “antes” y nos llega ahora como mantra. Un Estado regido por el biopoder —ya lo decía Donna Haraway,3 a través de una semántica de la defensa y de la invasión— da como resultado un escenario y una experiencia más cercana a la enfermedad y a la muerte que a la vida y a lo que coexiste en ella y nuestros cuerpos. Las corporalidades tendrán que adaptarse y revolucionar ese sistema, pero ¿cómo superar esta sensación de cercanía con la enfermedad, la inminencia de la mortandad, la consecuencia de los sistemas inmune y respiratorio en peligro? Quiero creer que el movimiento feminista tendrá que ver las pequeñas cosas, el análisis sociológico del entramado y los intersticios de las relaciones que nos conforman, las colectividades y las individualidades, las acciones sociales definitorias, el acercamiento a la acción recíproca, como la llama Simmel, esos hilos invisibles que no son más que permanencia y origen de la sociedad. Thénon finaliza:
Me niego a recibir esta muerte,
este dolor,
estos planes tramados, inconmovibles.
Sólo yo conozco el dolor
que lleva mi nombre
y sólo yo conozco la casa de mi muerte.
Porque, quizá, antes de repensar la reorganización de la vida activista, tengamos que reconocernos, otra vez, a nosotras mismas como nuestras. EP
1. Brenda Lozano, “Tres años de Bogotá39 (III)”, Hay Festival, 13 de mayo de 2020, en hayfestival.com.
2. Susana Thénon: “No”, en Ova completa, 1987, Buenos Aires, Sudamericana.
3. Donna Haraway, Manifiesto ciborg. El sueño irónico de un lenguaje común para las mujeres en el circuito integrado, 1984, en xenero.webs.uvigo.es.
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