Compresión y aceleración: el agua en la Ciudad de México
La Ciudad de México La Ciudad de México (CDMX) es una de las más pobladas del mundo, es el centro urbano más grande del país y en ella se concentran sus actividades políticas, académicas, económicas, financieras, empresariales y culturales. Con una superficie de apenas 1,495 kilómetros cuadrados (km²), la ciudad alberga una población de 8.9 […]
La Ciudad de México La Ciudad de México (CDMX) es una de las más pobladas del mundo, es el centro urbano más grande del país y en ella se concentran sus actividades políticas, académicas, económicas, financieras, empresariales y culturales. Con una superficie de apenas 1,495 kilómetros cuadrados (km²), la ciudad alberga una población de 8.9 […]
Comparte:
Tiempo de lectura: 13minutos
La Ciudad de México
La Ciudad de México (CDMX) es una de las más pobladas del mundo, es el centro urbano más grande del país y en ella se concentran sus actividades políticas, académicas, económicas, financieras, empresariales y culturales. Con una superficie de apenas 1,495 kilómetros cuadrados (km²), la ciudad alberga una población de 8.9 millones de habitantes en las 16 alcaldías que la conforman, con una densidad poblacional de 5 mil 966 habitantes por km², según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). La CDMX empezó a crecer de manera acelerada a partir de los años cincuenta del siglo pasado, cuando apenas registraba tres millones de habitantes, cifra que se incrementó significativamente durante las siguientes tres décadas hasta alcanzar 8 millones 235 mil 744 habitantes para 1990. A partir de entonces comenzó un nuevo proceso de crecimiento de población, con un menor ritmo, y para 2015 registró una población de 8 millones 912 mil 820 habitantes, sólo un poco mayor a la de los años ochenta (Gráfica 1).
El crecimiento de población observado en 1950 se explica por
la atracción casi natural que representaba la ciudad para la población rural
del país, pues en esa década arrancó un proceso de industrialización basado en
el desarrollo fabril de la CDMX. En esos años en la ciudad comenzó una
expansión territorial que en poco tiempo desbordó sus límites y se puso en
marcha un proceso de conurbación que actualmente abarca 59 municipios del
Estado de México y uno de Hidalgo, integrantes en su conjunto de la Zona Metropolitana
del Valle de México (ZMVM), en la que viven alrededor de 22 millones de
habitantes. La concentración de población en unterritorio tan pequeño implica
fuertes presiones sobre el ambiente y ha traído consigo consecuencias como la
expansión de la mancha urbana, la pérdida de la cubierta forestal, la
concentración de contaminantes atmosféricos, el azolve de los cuerpos de agua y
la sobreexplotación de los recursos hídricos. El interés del presente artículo
es entender y explicar la recurrente crisis del agua en la CDMX, caracterizada
por una fuerte escasez en temporada de secas y un exceso en la época de
lluvias, a partir de los conceptos de compresión y aceleración.
Compresión
En las sociedades actuales se presentan dos procesos
contingentes: la aceleración y la compresión espacial, de los cuales no escapa
el sistema de abastecimiento hídrico. La compresión espacial del agua es la
concentración del líquido en los espacios urbanos, en perjuicio de las
comunidades rurales dispersas. La cuenca física del agua se desvanece para
reconfigurarse en la dimensión socioambiental-económica de la metacuenca,1
en donde ya no responde a su ciclo natural ni necesariamente a su cauce, sino a
la intervención humana, que la lleva a “un desbordamiento” para reconstruirla
tecnológicamente dentro de un cauce artificial entubado, con otro ciclo que
pasa por un uso intensivo y —en el mejor de los casos— de tratamiento
posterior, para retornar el agua a otro cauce distinto de donde se extrajo y
—muy probablemente— contaminada. Así, la concentración del agua responde a su
relocalización por el uso antropogénico, no a su consumo ambiental. La
construcción y existencia del Sistema Cutzamala es uno de los mejores ejemplos
de la compresión del espacio del agua: es la principal fuente de agua para la CDMX
y justamente la extrae de localidades vecinas —el Estado de México y Michoacán—
para depositarla y usarla de manera intensiva en la CDMX, y posteriormente
enviarla tratada para uso agrícola —aunque no por ello menos contaminada— al
Valle del Mezquital, en Hidalgo, donde se completa el ciclo de la compresión
del agua. Este ejemplo muestra con claridad el concepto de metacuenca. La CDMX
se abastece de agua mediante el Sistema Cutzamala, el acueducto de Lerma, un
conjunto de 519 pozos y 17 manantiales. “El Sistema Cutzamala, abastece a 11
delegaciones de la Ciudad de México y 11 municipios del Estado de México. Éste
es uno de los sistemas de suministro de agua potable más grandes del mundo, no
sólo por la cantidad de agua que suministra —aproximadamente 500 hectómetros
cúbicos por año—, sino también por el desnivel que vence (1,100 m). Aporta el
17% del abastecimiento para todos los usos de la Cuenca del Valle de México,
calculado en 88 m3 /s, que se complementa con el Sistema Lerma (5%), con la
extracción de agua subterránea (68%), con ríos y manantiales (3%) y reúso del
agua (7%)” (Conagua, 2018, pp. 120). El abasto y desalojo del agua en la CDMX
permite entender mejor el concepto de compresión del espacio.
Abasto de agua
potable
El abastecimiento actual de agua potable para la ZMVM
alcanza 64 m3 /s, de los cuales 35 son canalizados a la CDMX, 60% provenientes
de fuentes subterráneas locales y el resto de fuentes externas, alejadas hasta
127 km; en ocasiones a más de 1,000 m por debajo del nivel de la ciudad.
Aproximadamente 68% de este caudal (23.8 m3 /s) se destina al consumo
doméstico, 16% (5.6 m3 /s) al sector servicios y comercio y 16% al industrial
(Gaceta Oficial del D. F., 2003). Esta forma de dotar de agua a la ciudad, amén
de insuficiente, resulta muy costosa, debido a que para hacerla llegar se
requiere bombearla a lo largo de 127 km y a una altura de 1,100 m, lo cual
provoca —pese a que el 97% de la superficie urbanizada de la CDMX tiene redes
de agua potable— deficiencias en el abasto a la población, particularmente a la
asentada en las delegaciones periféricas. La existencia del “tandeo”,
practicado en muchas colonias del oriente y norte de la CDMX, así como en
poblados rurales, es uno de los ejemplos más claros del problema de desabasto
de agua potable. Históricamente, la dotación de agua en la CDMX ha sido
inequitativa:
“… al poniente de la ciudad se registran dotaciones de hasta
350 l/hab./día, mientras que en el oriente, en particular en la sierra de Santa
Catarina, Iztapalapa, apenas supera los 150 l/hab./ día. Además existen zonas
de la ciudad, principalmente en los lomeríos del sur y en la sierra de
Guadalupe, en donde el reparto de agua no es continuo, sino intermitente
(tandeo), debido al insuficiente caudal y baja presión; a las dificultades que
ofrece el relieve topográfico y a la falta de infraestructura. En la actualidad
se estima un déficit aparente de 3 m3 /seg., que afecta a 1.2 millones de
personas (Gaceta Oficial del D.F.,
2003). “
Además de la escasez de agua, los habitantes del sector
oriental de la ciudad han enfrentado problemas con la calidad de este líquido
para uso doméstico. El gobierno de la ciudad ha buscado solucionar esta
problemática mediante la rehabilitación de pozos y la reparación de sus equipos
electromecánicos, así como con la sustitución de redes deterioradas. Asimismo,
ha instalado sistemas potabilizadores en las 52 plantas de tratamiento
existentes (Gobierno de la Ciudad de México, Secretaría del Medio Ambiente,
Sistema de Aguas de la Ciudad de México, 2016) y se han diseñado dosificadores
automáticos de cloro. Este patrón histórico inadecuado del manejo del agua en
la CDMX se corresponde con la explotación irracional de los recursos naturales
localizados mayoritariamente en sus delegaciones periféricas y ha sido
consecuencia de:
1. Crónica sobreexplotación de los acuíferos, estimada en al
menos 10 m3/s.
2. Subutilización de los escurrimientos superficiales aún
existentes, calculada en 700 litros por segundo.
3. Pérdida sostenida de áreas de infiltración por el avance
de la urbanización, cifrada entre 250 y 500 hectáreas anuales. Por cada
hectárea perdida dejan de infiltrarse 2.5 millones de litros anuales.
4. Permanente deforestación y erosión de los suelos
5. Creciente canalización y desaprovechamiento del agua de
lluvia que se va al drenaje.
Estos son elementos distintivos de la ruptura del equilibrio
hidrológico urbano. En las zonas de lomeríos, alrededor de la ciudad, el
peligro es similar aunque por razones diferentes. La ocupación de este suelo
reduce las áreas de infiltración del agua pluvial, aumentando el volumen y la
velocidad de su escurrimiento. La capacidad de las presas se ve rebasada y el
drenaje de las zonas a pie de monte se torna insuficiente para un desalojo adecuado,
lo que provoca encharcamientos en cruces viales a lo largo del Anillo
Periférico.
Drenaje y desalojo de
aguas residuales
La ZMVM, ubicada en una cuenca endorreica, cuenta con tres
salidas artificiales: el Gran Canal del Desagüe (túneles de Tequisquiac), el
Emisor Poniente (tajo de Nochistongo) y el Emisor Central. Construidos en
diferentes épocas, cada uno de estos elementos de drenaje fue diseñado para
resolver en forma definitiva el problema de desalojo y control de niveles de
agua de la ZMVM (Aguilar et al.,
2007).
Aun con esta infraestructura, el gobierno de la CDMX estima
que, del caudal total de agua residual que se genera, sólo 10% recibe algún
tipo de tratamiento, subutilizando las plantas de tratamiento instaladas; la
restante es desalojada a través del Sistema de Drenaje Profundo y del Gran
Canal del Desagüe, dado que la escasa infraestructura para su distribución, su
inadecuado emplazamiento territorial y su alto costo —superior al del agua
potable— hacen que este caudal no sea aprovechado óptimamente. El crecimiento
de la Ciudad de México y los hundimientos diferenciales regionales provocados
por la explotación de los mantos acuíferos, entre otros factores han provocado
que:
1. El Gran Canal del Desagüe ha perdido su capacidad de
desalojo, limitado a un máximo de 40 m3/s con el apoyo de una
estación de bombeo ubicada en el km 18+600 y que, finalmente, traspalea el
caudal para ser conducido por el Gran Canal hasta los túneles de Tequisquiac,
donde cruza la sierra y se descarga en el río Tula, fuera de la cuenca del
Valle de México.
2. El Emisor Poniente depende de que el vaso regulador El
Cristo presente altos niveles de agua y que vierta un cierto caudal para su
desalojo. Lo anterior implica cerrar las compuertas de descarga al río de Los Remedios.
3. El Emisor Central ha disminuido también su capacidad de
desalojo por la variación de su coeficiente de rugosidad —causada por la falta
de mantenimiento— y por la descarga de importantes caudales a través del
Interceptor Centro-Poniente. En temporada de lluvias se ha observado la
disminución de su capacidad de desalojo, lo que ha provocado que este elemento
funcione con carga en algunos eventos de lluvia, que se refleja principalmente
en su lumbrera “0”. Esta situación ha comprometido en más de una ocasión por
año el funcionamiento hidráulico de diferentes túneles profundos, que inclusive
han ocasionado el desbordamiento de algunas lumbreras ubicadas en las zonas más
bajas de la ciudad y de su zona metropolitana. (Aguilar et. al., 2007).
La subutilización del sistema de drenaje de la enorme ZMVM,
aunada a la práctica habitual de la población de arrojar basura al drenaje,
tiene serias implicaciones para el desalojo del agua residual: provoca
inundaciones en algunas partes de la ciudad y pone en riesgo a la población.
Aceleración
La aceleración social es otro signo de la modernidad, donde
la velocidad es el elemento principal. La velocidad ha trastocado el tiempo
natural de recuperación (saneamiento) del agua y el tiempo de permanencia en
sus reservorios; convive con un espacio temporal alterno, en el cual el agua
que escurre o que permanece en sus reservorios naturales es anacrónica con
dicha aceleración social. La velocidad con la que el agua se extrae, se
consume, se usa y se retorna no corresponde a su ciclo natural. El tiempo es
ahora un componente que acarrea escasez. La aceleración social tiene
consecuencias que ponen en riesgo la estabilidad ambiental de la ciudad y la
seguridad hídrica de sus habitantes. La dinámica hidrológica para abastecer de
agua a la CDMX y el gasto energético que esto representa, nos pueden dar mayor
luz sobre este punto.
Dinámica hidrológica
Para satisfacer la demanda de agua de los habitantes de la
ciudad, la estrategia gubernamental ha sido la constante extracción de agua del
subsuelo. Dicha actividad ha permitido abastecer medianamente a la población,
pero ha generado diversos problemas en el acuífero, en particular su
abatimiento, cuyo nivel original no ha sido recuperado y ha provocado
hundimientos en diferentes partes de la ciudad. Los reportes de extracción de
agua van claramente relacionados con la demanda tanto por parte de la población
como de diversas actividades productivas. Esta explotación de los recursos
hídricos debe visualizarse en dos escalas: la regional, que abarca la cuenca de
México y las cuencas de Lerma y Cutzamala, y la escala local, enfocada en las
zonas montañosas donde se localizan los suelos de conservación, fundamentales
para la recarga del manto acuífero regional (Mazari et al., 2008).
La extracción de agua ha mermado la calidad del manto
acuífero, debido a su sobreexplotación y a la mayor profundidad de los mantos
freáticos. Además, no se ha considerado la vocación lacustre del Valle de
México ni las diversas permeabilidades de sus suelos, por lo que los
hundimientos —además de las deformaciones del terreno— han afectado las
tuberías del sistema de distribución de agua potable y de drenaje. Debido a
esto, siempre está latente el riesgo de contaminación del acuífero por la
fractura de las arcillas lacustres y el aporte de agua contaminada o de mala
calidad, así como por la infiltración de lixiviados —originados en basureros
antiguos o clandestinos— a través de suelos permeables.
Otro de los problemas en la ZMVM —y por ende en la CDMX— es
el hundimiento del terreno por la consolidación de arcillas en las formaciones
superficiales, remanentes del antiguo sistema lacustre. En los años sesenta se
observaron hundimientos en zonas como las subcuenca Chalco-Xochimilco (48
cm/año) y la subcuenca Texcoco (entre 20 y 30 cm/año). La ciudad se ha hundido
linealmente a razón de 6 cm/año; Lesser (1988) analiza el hundimiento medio
anual en la CDMX entre 1981 y 1992, reportando valores máximos de 30 cm/año en
los límites entre la CDMX y Ciudad Nezahualcóyotl, de entre 20 y 25 cm/año en
el Aeropuerto Internacional, alrededor de 10 cm/año en el centro histórico,
entre 2 y 5 cm/año en la zona de Azcapotzalco y alrededor de 15 cm/año en el
área de Xochimilco y Canal de Chalco, con un hundimiento acumulado de 1891 a
1994 mayor a 10 m en el Centro Histórico (Mazari et al., 2008). Tanto la excesiva extracción de agua como los
hundimientos dañan de manera importante la infraestructura urbana y ponen en
peligro la estabilidad de edificios, así como la vida de sus habitantes ante
fenómenos sísmicos. Por otro lado, los hundimientos también ponen en riesgo de
inundaciones a múltiples asentamientos humanos ubicados en diferentes áreas de
la ciudad, particularmente aquellos donde el desalojo de aguas no se ha
resuelto por completo.
Gasto energético
La exacerbada concentración poblacional que acumula la CDMX
provoca otro proceso exagerado: la concentración de agua a partir de tres
fuentes principales: los acuíferos de la Cuenca de México, el Sistema Lerma
(agua subterránea) y el Sistema Cutzamala (agua superficial). Ello a su vez
exhibe un déficit hidráulico producto de la aceleración, que genera la
sobreexplotación de los acuíferos, resultado de un mayor volumen de extracción
de agua del subsuelo con respecto de la cantidad que se infiltra. El déficit no
sólo se expresa en todo el sistema hídrico, sino también cobra su costo en el
usuario final, ya que alrededor de 70% de la ciudad tiene menos de 12 horas de
agua disponible por día (Watts, J. 2015). Además, se utilizan sistemas de
bombeo muy complejos para la extracción de agua subterránea o para la
importación de agua potable de cuencas hidrológicas adyacentes, lo que nos
lleva ineludiblemente a un alto consumo de energía.
La principal fuente externa de agua superficial que abastece
a la ZMVM —el Sistema Cutzamala— tiene que vencer un desnivel de 1,100 metros
para llegar, lo que se traduce en un costo muy alto en relación con el consumo
energético, de alrededor del 81%. Para ilustrar lo anterior, digamos que en
1993 el costo energético por m3 era de $0.31 pesos y para 2007 creció a $3.21
pesos, mientras que el bombeo de las aguas subterráneas de los acuíferos, para
el año inicial fue $0.21 pesos y para 2007 de $2.59 pesos. Recientemente,
Gerardo Ruíz Solorio dio a conocer el costo energético del agua en la CDMX, que
consume 2,800 kilowatts cada hora (kWh) y según el Sistema de Aguas de la
Ciudad de México (Sacmex) es de $1,600 millones de pesos anuales, cifra
equiparable al costo energético del Sistema de Transporte Colectivo Metro
(Nelly Toche, 2018), sin considerar que cada seis pisos de construcción agregan
un consumo energético asociado al bombeo de agua de 0.15 kWh/m3.
La cantidad de energía necesaria para obtener un m3 de agua apta para el consumo humano en la CDMX puede oscilar entre 0.37 kWh y 8.5 kWh por m3, dependiendo de la fuente de agua. Sin duda tal consumo de energía tiene consecuencias en las emisiones de gases de efecto invernadero e incide en el cambio climático de la CDMX, tal como se expresa en las emisiones asociadas con el m3 de agua gestionado por el Sacmex que, con datos de 2013, oscilan entre 0.298 y 0.349 g de CO2, lo que totaliza emisiones para ese año de entre 284,349 y 332,712 toneladas de CO2 . En cuanto a los flujos de agua residual, las emisiones de metano para la ZMVM se estimaron en 1.5 millones de toneladas de CO2 (Delgado Ramos, G. 2014).
Conclusiones
Ante los nuevos “aceleradores” del tiempo (y del agua),
socialmente creados, se configura un nuevo tipo de temporalidad histórica,
comparable a una arritmia, como contratiempo natural, debido a la domesticación
instrumental de la naturaleza. En esencia, el ciclo del agua no corresponde al
ciclo social ni —más precisamente— al ciclo económico que demanda velocidad
para lograr competitividad. Esta irrupción de ciclos sociales en la naturaleza
conlleva a procesos diversos, tanto de territorios secos como de exclusión de
comunidades y también de desastres. La aceleración del agua corresponde a la
cosificación de una compleja red de relaciones sociales, económicas, políticas
y ambientales (Angulo, 2014). Sin duda, la CDMX es el ejemplo de esta propiedad
emergente de la compresión, desde una óptica hídrica, que lejos de disminuir
absorbe más agua de sitios lejanos, para concentrarla en este espacio megaurbano
con mayores costos sociales, ambientales y energéticos. Por lo anterior, se
pueden proponer las siguientes medidas:
• Reforzar la protección del área de reserva y reducir los
cambios de uso del suelo, para favorecer la infiltración de agua a los
acuíferos.
• Bajo una visión de economía circular, incrementar el uso
de aguas tratadas.
• Incursionar en proyectos de captación y uso de agua de
lluvia en los microespacios que presenten condiciones favorables, como las
escuelas.
• Transitar al uso de energías renovables para el bombeo de
las aguas subterráneas y superficiales, como una medida urgente.
• Adoptar una política que equilibre la desigualdad hídrica, que compense a las comunidades asentadas en los territorios de donde se extrae el agua y fijar un límite en volumen al consumo diario por habitante. EP
1 La metacuenca nos permite definir aquel espacio o dimensión de las relaciones hídricas, más allá de los límites físicos de la cuenca. Esta categoría da cuenta de una red compleja de relaciones sociales, económicas, políticas y ambientales que se materializan en el agua (Angulo, 2006).
Bibliografía
Ernesto Aguilar Garduño, Javier Aparicio y Alfonso
Gutiérrez, 2007, “Sistema de drenaje principal de la Ciudad de México”, en Gaceta del IMTA, núm. 4, agosto,
Jiutepec, Morelos.
Alejandro Angulo, 2006, Conflictos
por el agua, UAQ-CIEPAM.
Alejandro Angulo, 2014, “Espacio y aceleración del agua”, en
Viabilidad y barreras para el ejercicio
del derecho humano al agua y saneamiento en México, IMTA.
Comisión Nacional del Agua (Conagua), 2018, Estadísticas del
Agua en México, México.
Consejo Nacional de Población (Conapo), 1994, La población de los municipios de México
1950-1990, México.
Gian Carlo Delgado Ramos, 2014, Periódico digital de divulgación de la Red del Agua, UNAM, num. 2,
Julio – Septiembre 2014.
Exequiel Ezcurra et al.,
“Problemas Ambientales en la Ciudad de México”, en unam.mx. Gaceta Oficial del Distrito Federal, 31
de diciembre de 2003, Programa General de
Desarrollo Urbano del D. F., Gobierno del Distrito Federal, México.
INEGI, 2010, Censo Nacional de Población y Vivienda 2010, en
inegi.org.mx
INEGI, 2015, Encuesta Intercensal, en inegi.org.mx
Juan Manuel Lesser Illades y Miguel Ángel Cortés Pérez,
1998, “El hundimiento del terreno en la ciudad de México y sus implicaciones en
el sistema de drenaje”, Ingeniería
Hidráulica en México, vol. XIII, núm. 3, pp. 13-18.
Marisa Mazari Hiriart y Marcos Mazari Menzer, 2008, “Efectos
ambientales relacionados con la extracción de agua en la megaciudad de México”,
Agua Latinoamérica, vol. 8, núm. 2,
en agualatinoamerica.com
Marc Stuart y Sonia Medina, EcoSecurities, WBcsD, 2009, “How
to make the Clean Development Mechanism more effectively tackle technology
transfer”, Sustain Magazine 31, en
wbcsd.org
Nelly Toche, “¿Sabe cuánto cuesta realmente el agua?”, El Economista, 25 de octubre de 2018 en
eleconomista.com
Sacmex, S/F, El gran
reto del agua en la Ciudad de México. Pasado, presente y prospectivas de
solución para una de las ciudades más complejas del mundo, México. Sacmex,
2012, Programa de gestión integral de los
recursos hídricos, visión 20 años, Gobierno del Distrito Federal-Secretaría
de Medio Ambiente, México, D. F.
Jonathan Watts, 2015, “Mexico City’s water crisis – from source to sewer”, The Guardian, en theguardian.com
Este País se fundó en 1991 con el propósito de analizar la realidad política, económica, social y cultural de México, desde un punto de vista plural e independiente. Entonces el país se abría a la democracia y a la libertad en los medios.
Con el inicio de la pandemia, Este País se volvió un medio 100% digital: todos nuestros contenidos se volvieron libres y abiertos.
Actualmente, México enfrenta retos urgentes que necesitan abordarse en un marco de libertades y respeto. Por ello, te pedimos apoyar nuestro trabajo para seguir abriendo espacios que fomenten el análisis y la crítica. Tu aportación nos permitirá seguir compartiendo contenido independiente y de calidad.