Colofón

En 1926, Agatha Christie desapareció misteriosamente. Algunos medios especularon que su esposo, Archie Christie, la había asesinado para casarse con una amante. Pero a los diez días fue encontrada en un hotel de Harrogate, Inglaterra, padeciendo, aparentemente, de amnesia. Andrew Wilson se inspiró en este episodio para escribir A Talent for Murder, de reciente publicación. Su […]

Texto de 19/06/17

En 1926, Agatha Christie desapareció misteriosamente. Algunos medios especularon que su esposo, Archie Christie, la había asesinado para casarse con una amante. Pero a los diez días fue encontrada en un hotel de Harrogate, Inglaterra, padeciendo, aparentemente, de amnesia. Andrew Wilson se inspiró en este episodio para escribir A Talent for Murder, de reciente publicación. Su […]

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Colofón

En 1926, Agatha Christie desapareció misteriosamente. Algunos medios especularon que su esposo, Archie Christie, la había asesinado para casarse con una amante. Pero a los diez días fue encontrada en un hotel de Harrogate, Inglaterra, padeciendo, aparentemente, de amnesia. Andrew Wilson se inspiró en este episodio para escribir A Talent for Murder, de reciente publicación. Su novela distingue cuidadosamente entre los hechos (tomados de las declaraciones de testigos y de los reportes policiacos) y las escenas y los personajes que fueron producto de su imaginación. Wilson escribió una nota sobre su obra para el Daily Mail, pero la versión web apareció con el siguiente encabezado: “Un nuevo libro resuelve finalmente el misterio detrás de la desaparición de la novelista Agatha Christie”. En su nota, Wilson había incluido una teoría sobre por qué la escritora había desaparecido aquellos días —un intento fallido de suicidio—, la cual ni siquiera se menciona en su novela. Al día siguiente el titular fue corregido, pero para entonces varios medios habían difundido ya la noticia: el Daily Telegraph y el Daily Mirror habían publicado que Wilson, en su calidad de “biógrafo de Christie”, finalmente había resuelto el misterio de su desaparición. Unas horas más tarde la noticia ya se había propagado a España, Eslovenia, Canadá y Nueva Zelanda, sin que nadie reparara en el hecho de que se trataba de una novela. El misterio permanece.1

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T.S. Eliot y Groucho Marx mantuvieron una larga correspondencia. En 1961, Eliot escribió a Groucho una carta manifestándole su admiración y pidiéndole una fotografía suya. El humorista se la envió y los dos continuaron escribiéndose durante tres años. Tras haber recibido el retrato solicitado, Eliot le pidió al actor que le enviara una nueva foto donde apareciera luciendo su famoso bigote y sosteniendo su puro, pero éste tardó casi dos años en enviársela. El poeta perdía la paciencia y le escribió: “Tu retrato enmarcado está sobre la repisa de la chimenea de mi oficina, pero debo señalar que tengo que decirle a mis visitas de quién se trata porque nadie te reconoce sin el puro”. Fue hasta entonces que Groucho le envió una nueva fotografía. Más tarde, Eliot le aseguró que ésta colgaba de la pared de su oficina “al lado de otros amigos famosos como W. B. Yeats y Paul Valéry”. Tres meses más tarde, Groucho le escribió para decirle que acababa de leer un ensayo de Stephen Spender, publicado en el Times Book Review, donde éste describía los retratos que había en la oficina de Eliot: “Un nombre destacó por su ausencia. Confío en que se haya tratado de un descuido de Spender”. El poeta respondió: “Creo que Stephen Spender sólo estaba tratando de enumerar los retratos al óleo y acuarela y no las fotografías”. A partir de entonces la relación entre ambos se volvió tirante. Una de las cartas de Groucho concluía diciendo: “Mis mejores deseos para ti y tu encantadora esposa, quienquiera que sea”. A lo que Eliot respondió: “Mi encantadora esposa se une a mí enviándote nuestros mejores deseos, pero ella no añadió ‘quienquiera que sea’, pues bien sabe quién eres”. En junio de 1964, finalmente se conocieron en persona cuando el actor fue a cenar a casa de Eliot en Londres. Este último nunca habló públicamente sobre lo que sucedió durante la velada, mientras que Groucho escribió a su hermano Gummo para contarle que la cena había transcurrido en un ambiente de tensión. Al parecer, después de esta cena nunca volvieron a escribirse.2

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Durante veintisiete años Jean-Marie Roughol vivió como un indigente en las calles de París. Cuando era un niño su madre lo abandonó y su padre lo envió a vivir a un hogar temporal en el campo. La dueña de la granja era cruel y violenta. Sólo le daba pan rancio y agua, y solía encerrarlo en una bodega húmeda y oscura. Tiempo después regresó a vivir con su padre, que era alcohólico, y cuando tenía poco más de veinte años terminó viviendo en las calles luego de perder su trabajo como mesero. Pidió limosna durante mucho tiempo, pero su suerte cambió en 2015, cuando se ofreció a cuidar la bicicleta de Jean-Louis Debré, un político conservador que había sido ministro del interior y que entonces presidía el Consejo Constitucional. Un transeúnte hizo un comentario ofensivo contra el pordiosero y Debré salió en su defensa. Los dos se hicieron amigos y el político, convencido de que todos tenemos algo importante que contar, lo animó a poner por escrito la historia de su vida. Roughol le advirtió que no sabía escribir muy bien porque su educación había sido escasa, pero Debré le dijo que no se preocupara por ello y que simplemente escribiera, pues él le ayudaría a corregir sus errores y a poner todo en limpio. Así que, mientras pedía limosna, el mendigo se sentaba en la banca de un parque a escribir en cuadernos que Debré le iba pasando, pues se llevaba los que ya tenían algunas páginas escritas para irlas corrigiendo.3 Debré consiguió un editor, y la autobiografía del pordiosero es ahora uno de los libros más vendidos en Francia. Gracias a Pido limosna: Una vida en la calle, Roughol ha adquirido cierta notoriedad, ha obtenido ingresos, renta un departamento y está convencido de que podrá escapar, para siempre, de la indigencia.4

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