Antonio Vizcaíno, fotógrafo de la naturaleza

Con su extenso y espléndido trabajo fotográfico, Antonio Vizcaíno documentó paisajes cuya belleza ha logrado convencer a muchos sobre la importancia de trabajar por nuestro planeta. En esta semblanza del fotógrafo, sus autores nos hablan de su trayectoria profesional y algunos aspectos relevantes de su personalidad.

Texto de & 10/02/20

Con su extenso y espléndido trabajo fotográfico, Antonio Vizcaíno documentó paisajes cuya belleza ha logrado convencer a muchos sobre la importancia de trabajar por nuestro planeta. En esta semblanza del fotógrafo, sus autores nos hablan de su trayectoria profesional y algunos aspectos relevantes de su personalidad.

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La devoción de Antonio Vizcaíno por la belleza de la naturaleza era constante y contagiosa. Cuando mi esposo Doug Tompkins y yo encontramos por primera vez a Antonio en la Patagonia, reconocimos en él a un alma gemela. Estaba fotografiando los últimos paisajes salvajes de las Américas y usaba su arte para comunicar el valor del mundo natural. Nació una bella amistad y una larga relación de trabajo. El legado de Antonio vivirá en su extraordinario trabajo fotográfico, que ha dejado al mundo entero.

Kristine McDivitt Tompkins

El mundo de la fotografía de naturaleza forjó una raza de creadores de imágenes excepcionales dos décadas antes de la era digital. Eran realmente leyendas vivientes; sus reportajes sobre especies y ecosistemas amenazados nunca dejaron de sorprender. Hoy muchos de estos personajes nos han dejado.

Con la era digital la fotografía cambió profundamente, aparecieron millones de fotógrafos que, con celulares en mano, retratan el planeta y suben imágenes a sitios de internet y blogs, donde las ofrecen a quien quiera publicarlas. Esto ha ocasionado una desmedida oferta y el colapso del mercado fotográfico profesional, se han generado gran cantidad y diversidad de espacios de difusión que a su vez han provocado una pulverización de temáticas y estilos; son tantas las fotografías que fluyen a través de las redes sociales que pareciera nos hemos vuelto inmunes a ellas, sean bellísimos paisajes o desgarradoras devastaciones.

El fotógrafo de paisaje —quien casi siempre usaba medio o gran formato— es un personaje en esencia diferente: es un cazador de luz, de tonalidades que se muestran en los amaneceres y atardeceres. Tiene conocimiento de los cambios estacionales, persigue las lluvias que generan las floraciones; acampa en sitios remotos, puede llegar a esperar días o semanas a que se apacigüe el viento para poder capturar la inmovilidad de una flor. Camina, camina mucho, examina por días el terreno, los espacios; en ocasiones regresa una y otra vez al mismo lugar para encontrar la composición ideal, la tonalidad precisa, el sujeto buscado, sea este un árbol, un bosque, una montaña o aquel volcán.

Los fotógrafos de naturaleza que trabajan con equipo analógico requieren ser metódicos, llegar con tiempo al sitio escogido es fundamental, antes de que aparezca la luz deseada; son más de 20 pasos para preparar el equipo fotográfico, desde la colocación del tripié hasta oprimir el obturador. Con frecuencia consiguen una sola imagen en todo el día. Se dice en el medio que, si de pronto ves la luz que buscabas, llegaste tarde al trabajo, hay que estar antes y esperar a que suceda.

En mayo de 2019 el mundo perdió a uno de sus mejores fotógrafos, el mexicano Antonio Vizcaíno, quizá el más destacado fotógrafo de paisaje de América Latina. Hombre pasional y solitario, tenía un gran compromiso con la riqueza biológica del planeta. De niño Antonio viajó y acampó con su padre, conoció muchos de los espacios naturales de Norteamérica, viajes en los que adquirió gran interés por la naturaleza. Estudió arte en The International Center of Photography de Nueva York y encontró en la cámara fotográfica la herramienta que le permitiría no sólo expresar su veta artística, sino también trasmitir su gran preocupación por el futuro del mundo natural y su sobrevivencia. A su regreso a México inició la documentación y producción de lo que hoy son más de 30 libros sobre esta temática. En su primera etapa como editor y fotógrafo produjo varios volúmenes sobre México: Tierra antigua, La selva lacandona y México natural, entre otros.

Antonio fue un hombre tenaz. Podía negociar y conseguir de un día para otro una avioneta para sobrevolar los volcanes Iztaccíhuatl y Popocatépetl porque se habían cubierto de nieve el día anterior y lograr una de las más bellas imágenes de estos dos colosos dormidos; para ello abordó una aeronave de madrugada, luego de quitar la puerta opuesta al piloto, para así no tener obstáculos al fotografiar; el piloto y él tuvieron que cubrirse con equipo alta montaña contra el frío y llevar tanques de oxígeno, porque volarían a más de 6,000 metros de altura. Era también conocido porque se quedaba en la cima de un cerro en espera de los últimos rayos de sol y en más de una ocasión al descender, ya obscuro, perdía el camino y tenía que dormir donde le cayera la noche. Tenía claro que para lograr imágenes únicas o sorprendentes debía ser obsesivo en todos los detalles.

Antonio era una persona muy comprometida con su trabajo. En 1997 viaja a Sudamérica y de ahí surge el proyecto de fotografiar los sitios mejor conservados y más prístinos del continente americano; acondicionó un vehículo todo terreno que sería su morada por tres años y recorrió desde Tierra del Fuego en Chile hasta la península de Alaska en Estados Unidos. Tuvo la fortuna de cruzarse en la vida con tres personas únicas que le ayudaron a que sus publicaciones trascendieran y hoy se consideren clásicos medioambientales. Ximena de la Macora, mexicana, amiga de muchos años con quien creó la editorial América Natural, le dio a Antonio la libertad de hacer aquello que tan bien sabía hacer: viajar y documentar extensamente las áreas naturales. Ximena, igual de tenaz, consiguió patrocinadores gubernamentales y de empresas mexicanas para editar bellísimos libros de arte con diferentes temáticas relacionadas con la naturaleza mexicana.

La amistad con Douglas Tompkins y su esposa Kristine fue un parteaguas para Antonio; le permitió realizar su sueño de fotografiar el continente americano de una forma más íntima. Doug, como le llaman sus amigos, tuvo una trayectoria extraordinaria en el mundo de la filantropía, la conservación medioambiental y la edición. Años atrás este estadounidense creó dos empresas de ropa, The North Face y Espirit, las cuales vendió en los años setenta y ochenta para dedicarse de lleno a la conservación de la Patagonia, mediante la compra de tierras silvestres para asegurarlas a perpetuidad. Para ello fundó varias organizaciones: Foundation for Deep Ecology, The Conservation Land Trust, Conservación Patagónica, y Tompkins Conservation, que ahora agrupa a todas. Su más contundente y controversial iniciativa fue la compra de una enorme cantidad de tierras en Chile, desde la sierra hasta la costa, que prácticamente dividió en dos al país.

El encuentro entre Doug, Kristine y Antonio debe haber sido memorable, así como muchas de sus conversaciones sobre la edición de libros, la conservación y otros tópicos que ayudaron a cimentar una fructífera amistad. Antonio y su cámara realizaron muchos vuelos con Doug como piloto, surcando los aires buscaban el mejor ángulo para fotografiar una montaña, un lago o un glaciar, imágenes que luego usaban en la militancia de la conservación, frente a poderosas empresas mineras y de la construcción de presas hidroeléctricas. En las discusiones entre ellos sobre las estrategias para abordar la problemática ambiental, seducían al lector a través de la fotografía preciosista o presentando imágenes perturbadoras de los daños ambientales al planeta. Antonio era defensor de la primera opción, fotografió cinco libros para los Tompkins y un sexto en colaboración con la pareja y The Wild Foundation sobre un bello desierto en Namibia, en el sur de África. Estas publicaciones son sin duda su mejor trabajo, no sólo por las impecables imágenes capturadas, sino también por las iniciativas de conservación detrás cada una de ellas. El primero en 2008, Wildlands Philantrophy: The Great American Tradition, describe 40 conmovedoras historias, individuos de ocho países que donaron sus tierras a gobiernos para convertirlas en parques, reservas o refugios, dando lugar muchos de los más famosos espacios naturales de América.

Los cuatro siguientes corresponden a tierras que los Tompkins han donado a Chile y Argentina con el objetivo de engrandecer las áreas protegidas de estos países. En 2012 El Parque Nacional de Corcovado en Chile, un extraordinario ejemplo de la cordillera del sur de los Andes; en 2013 El Parque Nacional de Monte de León, un remoto trozo de costa argentina; en 2014 El Parque Nacional de Perito Moreno y Los Andes Patagónicos, también argentinos; y en 2015 El Parque Nacional Yendegaia, en el extremo sur de Chile. Al momento de su muerte, Antonio trabajaba en la edición de un libro sobre el Parque Nacional de Pumalin, la joya de la corona de los Tompkins, recientemente donado al gobierno de Chile por Kristine. Desafortunadamente, su esposo murió en una expedición en kayak en 2015 y no pudo ver realizado este sueño de muchos años: ese parque ahora se llama Parque nacional Douglas Tompkins.

Antonio nunca dejó de ser romántico al apostar por la belleza para lograr disuadir, concientizar y enamorar a su público; quizás eso explica su cambio tardío a la fotografía digital. Antonio convenció a los Tompkins de usar la belleza para avanzar sus agendas medioambientales; seguramente no fue sencillo, venían de una experiencia de veinte años en la fundación Deep Ecology, publicando libros con fuertes temáticas medioambientales como la deforestación llamada clearcutting —que deja sin un solo árbol a montañas enteras— o el libro sobre energía cuyo subtítulo es contundente: El excesivo desarrollo y la ilusión de un eterno crecimiento, con una impresionante plataforma de extracción de hidrocarburos en llamas en su portada.

Aunque Antonio no participó en estas publicaciones, formaba parte de este colectivo de activismo ambiental. Los libros de arte medioambientales con bellas imágenes son criticados por ser exclusivos y porque llegan a poca gente; son caros y consumen recursos naturales. Una de las estrategias de las fundaciones de los Tompkins es distribuirlos sin costo a muchos personajes con puestos importantes en la toma de decisiones. Dado el activismo de sus creadores, no hay duda que detrás de estos libros hay historias positivas, para convencer a legisladores y políticos de cambiar leyes o reunir apoyos económicos que ayudarán a proteger tierras salvajes.

El archivo fotográfico de Antonio Vizcaíno es un legado invaluable para la historia natural del planeta, miles de imágenes de sitios que pueden desaparecer ante las constantes amenazas medioambientales que enfrenta hoy en día el mundo. Documentó más de 100 parques y reservas de América, muchos de ellos de gran importancia por su diversidad biológica y estado prístino; también fotografió espacios naturales en Europa y África. En este archivo queda el trabajo de un hombre excepcional, curiosamente poco conocido en círculos editoriales y de conservación. Antonio era un hombre discreto, de espíritu grande y noble; vamos a extrañar sus imágenes y descripciones de aquellos momentos en que la conjugación de la luz y el paisaje mostraban de manera majestuosa el complejo proceso evolutivo de nuestro planeta. EP

Perito Moreno, Argentina
Perito Moreno, Argentina
Serere Eco Reserve, Bolivia
Parque nacional Tatra, Polonia
Parque nacional Torres del Paine, Chile
Parque nacional Yendegaia, Chile
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