Los empresarios mexicanos y la desigualdad

¿Cómo conciben los empresarios mexicanos la desigualdad? ¿Les preocupa? ¿Cómo explican las grandes fortunas? ¿Perciben un vínculo entre desigualdad y pobreza? ¿Y entre desigualdad y crecimiento? Para responder a estas y otras preguntas, presentamos algunos de los resultados de una investigación en la que se entrevistaron a 108 empresarios mexicanos pequeños, medianos y grandes.

Texto de 01/04/19

¿Cómo conciben los empresarios mexicanos la desigualdad? ¿Les preocupa? ¿Cómo explican las grandes fortunas? ¿Perciben un vínculo entre desigualdad y pobreza? ¿Y entre desigualdad y crecimiento? Para responder a estas y otras preguntas, presentamos algunos de los resultados de una investigación en la que se entrevistaron a 108 empresarios mexicanos pequeños, medianos y grandes.

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La preocupación por la desigualdad

No es sencillo hablar sobre desigualdad con la élite productiva y financiera del país, en gran parte por la larga serie de prejuicios ideológicos que existen frente al tema. Como ejemplos, un gran empresario señaló durante las entrevistas que el término en sí mismo le desagradaba porque equivalía a “estar en contra del capitalismo”, mientras que un mediano empresario vinculado a Coparmex apuntó que hablar de desigualdad implicaba suscribir la “teoría comunista”. Aún así, el empresariado mexicano está consciente de que vivimos en una sociedad desigual: casi ocho de cada 10 entrevistados señalan estar muy de acuerdo con la afirmación de que “las diferencias de ingresos en el país son muy grandes”, en tanto nueve de cada 10 afirman que la desigualdad en la distribución del ingreso es un problema. Sin embargo, existe una enorme confusión sobre el tema entre los empresarios, quienes muchas veces no alcanzan a percibir la diferencia entre pobreza y desigualdad; incluso una porción importante se refiere a ambos fenómenos como sinónimos.

Sin embargo, antes que mostrar una preocupación en términos de ingresos, la aspiración que refrenda la mayor parte del empresariado se enmarca en un discurso de igualdad de oportunidades, donde la preocupación central tiene que ver con la falta de políticas en materia de educación y salud capaces de crear un piso parejo que ofrezca a todas las personas un punto de partida similar. Cuatro de cada 10 entrevistados estuvo de acuerdo con la afirmación de que “el verdadero problema es la falta de oportunidades iguales para todos, no la diferencia entre los ingresos que perciben unos y otros”. La preferencia por una postura así es mayor entre los directivos de grandes empresas que entre quienes comandan a las pequeñas o medianas.

Para los empresarios no toda desigualdad es perjudicial. Dos tipos de concepciones de la desigualdad saltan a la vista: de un lado formas de desigualdad naturales, aceptables, positivas e incluso “buenas”; del otro, una percepción de desigualdad en términos negativos —la desigualdad “mala”, como fue definida por un empresario tabasqueño— que tiende a incomodar sobre todo a los medianos empresarios, y es aquélla originada en las grandes fortunas derivadas de la corrupción o en los negocios ilícitos.

Explicaciones sobre la riqueza

En general, las causas de la riqueza suelen explicarse a partir de lógicas individualistas, estructurales o fatalistas. Para conocer la visión del mundo empresarial en torno a la riqueza se preguntó a los entrevistados por la principal explicación de la riqueza del 1% más rico de la población. Como se percibe en la Gráfica 1, las opciones individualistas —talento y trabajo duro— son en general minoritarias frente a las estructurales, por las cuales se decanta el grueso del empresariado. Dentro de estas últimas, la primera causa citada es la corrupción, la segunda los contactos influyentes y por último la procedencia familiar. De igual forma, los empresarios descreen de la suerte como la razón capaz de explicar la fortuna de los más ricos. Entre los empresarios grandes existe una preferencia mayor por opciones individualistas; los medianos y pequeños prefi eren opciones estructurales, salvo en lo relacionado con la procedencia familiar. Estos datos muestran, por un lado, que en los estratos más altos del empresariado existe una mayor tendencia a apoyar explicaciones individualistas sobre la riqueza, como parte de un discurso que busca legitimar su superioridad a partir de una narrativa de éxito individual; por otro, es notable cómo los pequeños y medianos empresarios probablemente son sensibles a la corrupción y al tráfico de influencias —temas más estructurales—, en tanto perciben que estos problemas les han impedido tener mejores oportunidades en el mundo de los negocios. Cuando analizamos a los empresarios que comandan a más de 25 mil trabajadores se observan dos datos interesantes, a pesar de lo reducido de la muestra: 50% de ellos piensan que el trabajo duro explica la riqueza del 1% más rico, mientras sólo 14% de los empresarios con menos de 25,000 trabajadores se inclina por esta opción. Llama también la atención que mientras 33% de los empresarios mexicanos consideran a la corrupción como un factor clave para explicar esta riqueza, ni uno solo de los mega empresarios citó esta opción entre sus respuestas. La idea de que la desigualdad es creada por la corrupción está sumamente extendida en el sector empresarial mexicano. “La riqueza se basa en dinero sucio, dinero lavado y corrupción” dijo, por ejemplo, un empresario grande del sector financiero neoleonés. Más enfáticos fueron los empresarios medianos y pequeños: un restaurantero en la Ciudad de México señaló categórico que ese 1% se conforma por “gente que ha hecho negocios al amparo del gobierno”, mientras que otro empresario michoacano apuntó que “la mayoría de las fortunas están hechas a base de corrupción”.

Los contactos influyentes —segunda causa de la riqueza en opinión de los pequeños y medianos empresarios mexicanos y una de las principales entre los grandes— fueron subrayados por un emergente joven empresario dedicado a las comunicaciones y la tecnología, quien apuntó: “Los empresarios tradicionales han sido muy hábiles para encontrar canales a través de los cuales han hecho dinero a partir del sector público”. Incluso mencionó que “de las 50 más grandes empresas, 40 tienen alguna conexión con el gobierno o han tomado ventaja gracias a que tienen al gobierno de su lado”. El provenir de una familia acaudalada también generó reflexiones por parte de los entrevistados. Un mediano empresario de Monterrey aludió a la existencia de “30 familias que son las mismas desde hace 50 años” y habló de un problema de Estado de derecho y falta de movilidad social en un país donde “quien nace pobre nunca llega a ser rico”. Por esta opción se inclinó también un directivo de una de las empresas que integran Grupo Carso, quien señaló que ésta ha sido “la historia de los últimos 50 años”. El hijo de un mega empresario fue sorprendentemente enfático: “Por supuesto que [el provenir de una familia acaudalada] es el factor más importante [para explicar la riqueza del 1% más rico de la población]. Eso hay que cambiarlo”. La opción “trabajo duro”, preferida por los grandes empresarios, fue justificada con argumentos como: “No conozco a ningún multimillonario que venga de una familia rica que no haya trabajado muy duro. Todos vienen de una cultura de trabajo y tesón. Ninguno o casi ninguno se hizo a base de corrupción”.

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Pobreza y desigualdad

Aunque entre académicos y organismos internacionales existe cada vez mayor claridad sobre la estrecha vinculación entre pobreza y desigualdad, la mayor parte de los empresarios mexicanos parece preocuparse más por la primera. Como puede verse en la Gráfica 2, solamente 16% de los entrevistados considera que la desigualdad es un problema más grave que la pobreza; 48% cree que ambos son igualmente importantes y 36% que la pobreza tiene preeminencia. La visión empresarial dominante —aquella que tiende a considerar que la pobreza es más importante que la desigualdad— tiene distintas vertientes: en la posición más extrema se ubican quienes defienden la tesis de que la desigualdad es “necesaria”. Un empresario mexicano mediano planteó, por ejemplo: “el que no haya ricos hace que sea peor la pobreza”.

Una posición menos extrema representan quienes creen que la desigualdad simplemente no es un problema. Así lo afirmó un empresario de la Ciudad de México, caracterizado por promover iniciativas sociales: “No es un problema que exista un Carlos Slim —afirmó—, eso sucede, está bien. Lo que sí es un problema es que 70% de la población no haya terminado el bachillerato o que un gran porcentaje no gane ni el salario mínimo”. Entre quienes sostienen que la pobreza es el verdadero problema hay un grupo más moderado que los anteriores: el de aquellos que, a pesar de sostener esta posición, reconocen que la desigualdad es o puede ser un problema. En ocasiones los empresarios plantean que, de ser necesario elegir entre un escenario exclusivamente de pobreza o desigualdad, más vale optar por el segundo, sin reparar necesariamente en la interrelación entre ambos fenómenos y lo hipotético que implica un escenario así, al menos en países caracterizados por una desigualdad extrema, como México. Así, por ejemplo, un integrante del Consejo Mexicano de Negocios reflexionó de esta forma: “Hay desigualdad en Suecia, pero no hay pobreza en Suecia… Y yo preferiría estar en Suecia, donde hay algo de desigualdad, que en Cuba donde hay mucha pobreza y casi no hay desigualdad”. Por último, entre quienes consideran que la desigualdad es un problema más grave que la pobreza se identifican dos vertientes: por un lado están quienes hacen una lectura económica, donde parece haber una mayor conciencia sobre la estrecha relación entre pobreza y desigualdad. Por otro, quienes formulan una reflexión sobre las implicaciones sociales y políticas de la desigualdad para considerar que ésta es más grave que la pobreza. En la primera vertiente destaca un influyente empresario de la construcción, el cual señaló que la pobreza es más grave “porque frena el crecimiento económico y eso dificulta la reducción de la pobreza”. Entre los que suscriben este tipo de posturas está también uno de los dirigentes de Coparmex, quien dijo estar consciente de que “la pobreza es una consecuencia de la desigualdad”. Algunos señalaron también que “la desigualdad propicia más pobreza”. En la segunda vertiente están quienes efectúan una lectura sobre las implicaciones sociales y políticas de la desigualdad que los lleva a considerarla un fenómeno más grave que la pobreza. Así, por ejemplo, uno de los directivos del Consejo Coordinador Empresarial planteó que la desigualdad es más grave que la pobreza porque la primera genera “mucho rencor social”. De igual forma, un representante de la Unión Social de Empresarios Mexicanos, organización de inspiración católica, señaló que la desigualdad es más problemática porque “enfrenta a las personas”. Otro empresario señaló que la desigualdad “puede afectar los valores democráticos de una sociedad”.

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Desigualdad y crecimiento económico

A pesar de que cada vez existe un mayor consenso en que la desigualdad afecta a la economía y al crecimiento, entre los empresarios mexicanos no existe suficiente claridad sobre el tema. Es obvio que no son indiferentes a los posibles efectos de la desigualdad en la economía, pues únicamente 7% de los entrevistados se inclinaron por la opción “la desigualdad no afecta a la economía”. Esto puede interpretarse como un indicador de que la gran mayoría de los entrevistados cree que la desigualdad tiene efectos positivos o negativos en la dimensión económica. De igual forma, poco más de la mitad de los entrevistados considera que la desigualdad siempre es mala para la economía, mientras que el resto cree que en niveles moderados puede ser benéfica para la economía, como se observa en la Gráfica 3, en que se aprecia cómo los pequeños y medianos empresarios parecen estar más conscientes de que la desigualdad afecta a la economía. Al analizar cualitativamente las entrevistas que realizamos a los empresarios mexicanos se observa una tendencia a descreer que la desigualdad frene el crecimiento económico. Un gran número tiende a creer que la desigualdad no es un problema porque “el crecimiento del pastel no tiene límites”. Poco se escuchó decir que un pastel más pequeño, pero distribuido de manera más justa, puede generar mejores condiciones para el crecimiento que un pastel más grande con los niveles actuales de desigualdad. Algunos alcanzaron a visualizar los efectos nocivos de la desigualdad; entre los grandes, un industrial apuntó que, si bien la desigualdad no es un problema en sí mismo, sí lo es para la economía porque “los pobres no consumen”. De igual forma, el representante de Grupo Carso planteó que “si el pastel fuera más grande habría mejores condiciones para todos, mayor industria y más comercio”. Posturas como estas, sin embargo, no son mayoritarias entre los empresarios mexicanos entrevistados.

Los representantes del mundo empresarial expresaron posiciones matizadas, al remitirse a los tipos y niveles de desigualdad. Varios consideran que existe una desigualdad aceptable, que incluso puede estimular positivamente a la economía, así como una desigualdad extrema de carácter negativo. El economista en jefe de uno de los bancos más importantes de México señaló que “hay formas de desigualdad que generan buenos incentivos para la sociedad”. Si bien reconoció que “el tipo de desigualdad que tenemos en México no ayuda al crecimiento económico”, mientras la que existe en Estados Unidos o en países europeos es “razonable”. Es en la desigualdad extrema —aunque no lo mencionó en estos términos— donde existe un problema, en la medida en que “genera falta de competencia, sistemas de salud y educación eficientes”.

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¿Qué hacer?

Entre el empresariado mexicano existe una postura de relativa ambigüedad o tibieza, si se quiere, frente a las alternativas para superar la desigualdad. Al preguntar a los entrevistados sobre las posibles alternativas frente a ella, más de la mitad manifestó estar poco de acuerdo con que “la desigualdad es un problema importante, pero al gobierno no le toca resolverlo”, y menos de un tercio manifestó estar nada de acuerdo. La ambigüedad es mayor en grandes empresarios, con una diferencia de 20 puntos con respecto a los pequeños y medianos.

En esta encuesta quisimos saber qué tan dispuestos están los empresarios a pagar mayores impuestos, como parte de una estrategia para combatir la pobreza y las desigualdades. Para ello, se les presentó una serie de opciones de políticas públicas, como invertir más en educación, salud y programas sociales, las cuales no se detallan aquí por falta de espacio. Inmediatamente después se les preguntó si valdría la pena pagar más impuestos para hacer efectivas dichas políticas y se encontró que para seis de cada 10 no valdría la pena, argumentando que casi siempre los impuestos tienen un destino incierto.

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Aunque no se observa una gran diferencia por tamaño de empresa, el rechazo a pagar más impuestos es ligeramente mayor entre los directivos de pequeñas y medianas empresas, lo que probablemente se vincula a su mayor sensibilidad frente a la corrupción. La encuesta se aproximó también al tema fiscal, al cuestionar a los empresarios si estarían de acuerdo en incrementar el ISR al 1% más rico de la población. Aquí se observó que para el 44% sería viable y deseable hacerlo, mientras que el resto ofrecieron respuestas negativas o ambiguas. A diferencia de lo que se observa cuando se pregunta por un aumento de las tasas impositivas en general, cuando se pregunta específi camente por un impuesto a la renta del sector más rico de la población el porcentaje de empresarios que lo apoya es mayor entre los pequeños y medianos empresarios que entre los grandes.

En suma, el empresariado mexicano que habla a través de esta encuesta parece estar consciente de que en México hay mucha desigualdad y que ello representa un problema. Sin embargo, que nueve de cada 10 afirmen que la desigualdad en la distribución del ingreso es un problema que probablemente se debe a que no perciben la diferencia entre pobreza y desigualdad: muy probablemente cuando hablan de la segunda están pensando en la primera. Claramente, el empresariado mexicano se muestra más preocupado por la pobreza que por la desigualdad, además de que no tiene suficiente claridad frente al hecho de que la desigualdad afecta el crecimiento, a pesar de que más de la mitad considera que es mala para la economía.

En general, el empresariado se decanta por explicaciones sobre el origen de la riqueza de tipo estructural —la corrupción, los contactos influyentes y la procedencia familiar—, mientras que las opciones individualistas —talento y trabajo duro— ocupan un lugar menos relevante. Seis de cada 10 entrevistados consideran que valdría la pena pagar más impuestos para generar políticas contra la pobreza y la desigualdad, aunque tienden a ser escépticos de aumentarlos al 1% más rico de la población, el sector al que probablemente pertenecen la mayoría de ellos. En todos los casos, se observan importantes diferencias entre los pequeños y medianos empresarios con respecto a los grandes. EP

1 Se encuestaron a 55 directivos de empresas con menos de 250 trabajadores, considerados como pequeños y medianos empresarios; a 45 empresarios con más de 250 trabajadores, para representar a los grandes, así como a ocho representantes de grandes empresas que comandan a más de 25 mil trabajadores. Del total, 71% dijeron estar afiliados a algún tipo de cámara empresarial y el resto señaló no pertenecer a ninguna. EP

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