Vivir en comunidad

El Centro Urbano Presidente Miguel Alemán fue diseñado por el arquitecto Mario Pani y fue el primer multifamiliar moderno en Ciudad de México. En este texto, Brenda Isabel Pérez relata su historia con este lugar.

Texto de 29/06/22

El Centro Urbano Presidente Miguel Alemán fue diseñado por el arquitecto Mario Pani y fue el primer multifamiliar moderno en Ciudad de México. En este texto, Brenda Isabel Pérez relata su historia con este lugar.

Tiempo de lectura: 7 minutos

Para Ivonne, a quien le agradezco todos los años que compartimos una casa al otro lado de la ciudad.

El Centro Urbano Presidente Miguel Alemán se me apareció un día, por casualidad, en uno de los primeros recorridos que hice por la colonia del Valle. Me había instalado a unas cuadras de él; a ambos nos atravesaba una calle amplia que toda la gente de la ciudad toma de referencia, el eje 7, Félix Cuevas. Al CUPA —como lo llamamos varias personas— lo rodean perimetralmente cuatro calles: Félix Cuevas, Parroquia, Avenida Coyoacán y Adolfo Prieto.

Se han contado muchas cosas sobre este conjunto; por ejemplo: la preocupación del presidente Miguel Alemán Valdés por desarrollar un proyecto nación que respondiera al crecimiento acelerado en la ciudad, cómo el joven arquitecto Mario Pani tuvo el tino para proyectar de manera magistral el primer multifamiliar moderno, la primera supermanzana, y cómo eso marcó un antes y después para México en un nivel arquitectónico-urbanístico y cultural ya que ocupó sólo el 20% del predio con un ingenioso zigzag siguiendo los principios arquitectónicos funcionalistas. También se han mencionado los refuerzos estructurales posteriores a los sismos de 1985 y 2017, las películas en las que ha actuado como escenario, los videos musicales y la utopía urbana que significó un conjunto con estas características dentro de una ciudad tan grande como lo es Ciudad de México. Ser nombrado como el primer multifamiliar en México1 ya lo hace un referente histórico; antes de él, existía la insostenible horizontalidad, la vida semirural y una dinámica comunitaria completamente distinta.

El CUPA fue pensado para experimentar el día a día con una sinergia constante entre el adentro y el afuera, para que las familias de clase obrera pudieran tener (o buscar) una calidad de vida digna. Se trataba de departamentos modernos que pudieran comprar muchas familias con acceso directo a escuelas, áreas verdes, espacios recreativos y servicios de mantenimiento a unos metros.

Al Centro Urbano Presidente Miguel Alemán lo constituyen nueve edificios de trece pisos y seis de tres pisos.
En su momento albergó 1080 familias.
Fue construido en 1947,
Lo conocí 74 años después,
Cuando llevaba menos de tres meses viviendo en la ciudad,
Nos separaban cuatro calles,
Compartíamos un eje y una calle paralela.

I. Daniel


El día que conocí a Daniel nos habíamos quedado sin lavadora en el departamento y corrí a la lavandería que está sobre Avenida Coyoacán y Félix Cuevas, junto a las tortas Hipocampo. No estaba en ninguno de los sitios que solía ocupar cuando visitaba el CUPA, estaba en el piso, en un desnivel que cruzaba pasillos formando una L, porque quería ver la losa y el techo. Me lamió Chiqui, su perra. Daniel la llamó desde el patio mientras se acercaba y me dijo: “A ti no te había visto, te habría recordado. ¿Qué haces sentada en el piso?”. Lo saludé amablemente y le contesté que estaba haciendo tiempo en lo que salía mi ropa de lavar, unos 25 minutos. Él no era residente de ningún edificio dentro del conjunto, pero lo nombró su segunda casa:

–Llevo 4 años corriditos frecuentando el CUPA. Aquí venimos la Chiqui y yo a hacer ejercicio y cotorrear. Me aburro mucho en la casa, me encanta andar de vago. Vivo por la zona, pero la neta, la neta, pinches fresas todos los de aquí. Ni hay con quién echar desmadre o saludar. Como soy hijo único, pues, peor. Por eso me desespero, salgo de la casa y me vengo para acá. Siempre hay alguien a quien conocer o algo en qué ocuparse aquí.

Daniel terminó acompañándome a recoger mi ropa y me contó muchas historias sobre el CUPA. Me habló de los robos, los vecinos solitarios, la gente que viene a comprar y distribuir droga; también sobre uno de sus mejores amigos que había estudiado arquitectura y le contaba muchos más datos históricos y culturales del espacio.

–“A ver, ¿a poco tú sabías que esta fue la primera vivienda en la que se ocupó el concreto de esta manera?”: me preguntó refiriéndose al concreto aparente martelinado de todos los edificios. Sonreí y asentí.

Parecía que conocía a toda la gente local, todas y todos lo saludaban. Platicamos con dos mujeres que se nos cruzaron. Carmelina, una veterinaria joven que rescató a Chiqui dos años atrás y ahora cuidaba a un perrito gravemente enfermo en su departamento. También conocí a Jennifer, quien se quejó amargamente del comportamiento de todos los vecinos que llevan toda la vida viviendo ahí, decía que eran unos chismosos y se quejaban de todo, del ruido, de los vecinos intermitentes, también porque inventaban historias sobre las personas que llegaban a ocupar los cajones de estacionamiento.

Daniel estudió comunicación a unas cuadras del CUPA, comenzaba sus veinte y tenía muchas ganas de salir de su casa. Me acompañó a la calle de San Francisco, intercambiamos teléfonos y prometimos reunirnos para ver el atardecer desde el último piso de los multis.

II. Denisse

El último martes de 2021 envié estos mensajes por WhatsApp:

Espérame unos minutos en lo que llego al departamento. Voy retrasada y la chica de la lavandería me regañó por ausentarme en lo que el ciclo de la otra lavadora terminaba. Me da la impresión de que es colombiana. Bueno, el caso es que me dijo: “Eso no se puede hacer. A la próxima te esperas aquí a que termine”.

Para el jueves 30 de diciembre Denisse ya no se encontraba molesta conmigo, ni con nadie. Estaba sonriente y de inmediato me hizo la plática. En realidad, dudo que se haya acordado de mí. Estuvimos ella y yo a solas un tiempo, y me contó que conocía a casi todas las personas que venían a lavar y que hacía mucho tiempo para trasladarse desde su casa. Ya quería salir puntual y ocuparse de los preparativos de Año Nuevo.

–En estas fechas el transporte es mucho más escaso y puedo hacer el doble de tiempo. Vivo por Tláhuac, así que espero salir puntual. Nadie quiere trabajar en estas fechas, la señora del restaurante ni siquiera me ha dicho el menú del día de hoy y vea qué hora es.

Denisse había vivido hasta sus treinta años en Bogotá y un día decidió vivir en México.


–Es emocionante conocer lugares nuevos y aprender nuevos oficios. Eres joven, si un día tienes ganas de irte del lugar que sea, vete. Si te equivocas, lo corriges y si no, te quedas el tiempo que sea necesario. Yo me quedé aquí con mi pareja, me gusta mucho México. Me gusta mucho que dentro de lo que cabe, todos conviven con todos. En mi país no existiría esto que se ve aquí (refiriéndose a la colonia del Valle), gente de diferentes clases sociales en el mismo lugar. Allá está más segmentado. La clase en la que naces, es en la que mueres. A menos de que ganes la lotería y te hagas rica, ahí sí puedes vivir en uno de los estratos con más dinero. Pero para qué, la gente diría cosas y no te aceptarían verdaderamente. No, no, mejor así, ¿no crees? Además, a mí me gusta trabajar y convivir con la gente real.

Le dije que no tenía muchas opiniones, porque yo siempre había vivido en este país. Me guiñó el ojo y me contestó: “Es que esta es tu nacionalidad, pero siempre puedes tener dos”.

III. Vivir en comunidad

El día en el que me topé de frente con el CUPA y pensé que seguro tendría que ser un edificio importante. Yo era una egresada de arquitectura, recién llegada a una de las ciudades más grandes del mundo y si todo el espacio público me parecía peligroso (los asaltos, los secuestros, la contaminación, el ruido), el CUPA me lo parecía aún más. La gente me decía que como era otra ciudad: si no te reconocían, tenías más posibilidades de ser asaltada.


Con el paso del tiempo el multifamiliar se convirtió en uno de mis lugares seguros. Lo maravilloso de este lugar es que no necesitas residir ahí para poder generar comunidad y se lo atribuyo a los recorridos, los pasillos, los jardines y los locales (proyectados o no); todos los vacíos que también forman parte de la arquitectura (podríamos decir que hay una manera de hacer arquitectura el espacio que deja lo construido).

Una temporada corta estuve obsesionada con ir al CUPA para todo; fantaseaba con rentar un departamento ahí con una pareja porque, claro, la finalidad principal de ser llamado multifamiliar es esa: muchas familias, y en ese tiempo “familia” era un símil a “pareja”. Esa imagen iba y venía de mi cabeza. Hasta que comencé a pensar que la familia también podría estar compuesta por amistades y con el tiempo fui soltando la imagen de la pareja y, a su vez, la de vivir ahí. Lo complejo de los espacios que tienen pensado y listo todo para que vivas ahí es la apertura a la flexibilidad, el CUPA originalmente está diseñado para responder a una sola estructura de familia y comunidad; son las personas que lo habitan y recorren las que nos hemos apropiado del espacio de una manera distinta.

Durante los cinco años que fuimos cercanos geográficamente, el Centro Urbano Presidente Miguel Alemán fue testigo de mi propia construcción de comunidad, me reuní con amistades sólo para ver la puesta de sol desde el último piso de cualquier edificio. Nos sentábamos en las escaleras o nos recargábamos en el barandal para contarnos de todo, secretos, la molestia del día o el corazón roto de la temporada. Con algunas personas jugaba a imaginar cómo sería la vida cotidiana de algún vecino que llegábamos a ver. Siempre habrá otros más parques, atardeceres y comunidades, pero conservaré la imagen de haber conocido desde adentro al primer multifamiliar y a las primeras personas que amé como si fueran familia.

El multifamiliar fue mostrado como un sueño colectivo, un gran deseo de comunidad. Conocí y transité el sueño. EP

  1. Larrosa, Manuel. El Primer Multifamiliar cumple 30 años, Arquitectura México, 1978. []
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