Alonso Ruvalcaba ensaya brevemente sobre las personas que consumen droga.
Un párrafo (sólo uno; pero es verdad) sobre las personas que consumimos drogas
Alonso Ruvalcaba ensaya brevemente sobre las personas que consumen droga.
Texto de Alonso Ruvalcaba 25/11/22
para Kyzza Terrazas; escultura: Julio Alarcón
Quien consume drogas está siempre despidiéndose. Su vida tiene siempre un letrero de salida arriba de la puerta. Siempre hay una carencia, un hueco del tamaño de sí mismo y el hueco dice ven. Su vida es un perro al que le sobran canas en el morro, un perro con el ceño fruncido que desde el día que nace está muriendo. (Todos empezamos a morir el día que nacemos pero quien consume drogas como que acelera el proceso, como que trae prisa, como que pregunta siempre dónde está la salida de emergencia. Por si acaso.) Y sin embargo ama esa cosa idiota que es la vida, ese ruido y esa furia que es la vida. Un día más o sólo un minuto más para estar vivo y despedirme de cuanto amé parece decir el no muerto que es quien usa drogas. Un día más, sólo un minuto más para no estar muerto y despedirme de cuanto amé, para decir adiós a las cosas que vi y toqué mientras moría desde el instante en que nací. Y dice: miren al niño con el diploma que sacó en la escuela por su aplicación, el diploma dice Alonso Ruvalcaba o cualquier otro nombre y ‘Primer Lugar’, y dice: miren el ala de la gaviota golpeando en lo infinito con su vuelo; dice: miren la cabellera derramada y el rostro del hombre misterioso que estuvo a mi lado, en la cama, sin que yo lo supiera, y miren el río con su lenta corriente musculosa a través de cada mueble, cada objeto y cada gesto de quien me ve partir, ¡oh mundo, oh dios mío!; dice: un instante más aún en el suelo que pisé, en el aire de mi respiración sofocada por el amor en las ruinas ciudadanas, un instante con cuanto me deslumbró en este planeta verdirrojo donde logré vivir año tras año, oh mosca, oh sol, ¿te acuerdas del día del infarto?, ¡oh muerte, oh vida!, ¡nunca había estado tan solo!, presintiendo este límite de agua, arena, espumas, esta raya liminar: la despedida; yo, que tanto fui deslumbrada por la atracción de la tierra, por la letra c, por los trescientos mil kilómetros de luz por segundo, por cuanto fue caricia, por cuanto fue el amor que vine a recibir, ¡oh espejismo! Quien consume drogas está por siempre diciendo adiós, como una tormenta de arena. Se despide de los caballos y de su propio peso, de la lanchita y del río por siempre yéndose a otro lado, de los pájaros, del perro y sus costumbres. Déjame una vez más mirar al gato, mirar la inundación de septiembre en la ciudad de todas las drogas. Eso dice este pobre tonto, esta tonta sin sentido. Este par de personas infinitamente solas. Me enseñaste el sentido del dolor y su belleza. Éste es el trágico instante en que uno descubre el delirio de las cosas, sus raíces secretas: el instante supremo de decir adiós a cuanto se quiso en esta vida. Adiós a la casa, único mundo verdadero. Adiós a abrir los ojos del día que se levanta al fondo, atrás de la Merced. Adiós al espejo, que dijo ser verídico y mentía. Adiós al cuadrito de luz que fuera la ventana. Quien consume drogas está enunciando una despedida interminable, como un río o como una máscara. Adiós a mi novia, que hace tanto tiempo dijo adiós. Déjame decir adiós por fin, déjame dejar de jalarme los pelos, día lleno de sol o gris tormenta, deja que por fin te diga adiós, vida amada, tarde interminable del desamor y de la orgía. Déjame por fin decirte adiós. EP
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