Longlegs: los secretos del coleccionista

Luis Reséndiz explora el estilo repetitivo pero innovador de Osgood Perkins en su cuarto largometraje. Longlegs transita del thriller procedural al horror demoníaco, revelando una compleja fábula sobre secretos, el mal y su inevitable triunfo.

Texto de 05/09/24

Luis Reséndiz explora el estilo repetitivo pero innovador de Osgood Perkins en su cuarto largometraje. Longlegs transita del thriller procedural al horror demoníaco, revelando una compleja fábula sobre secretos, el mal y su inevitable triunfo.

Tiempo de lectura: 9 minutos
La cuestión del autor

Hay un chiste que circula por internet. Es una viñeta digital que muestra a un niño preguntándole a su madre si otra vez van a cenar lo mismo. La madre contesta: “Bien que te gusta cuando Wes Anderson saca la misma película”. Varias veces ha aparecido en mis redes. He visto que la gente lo comparte y ríe con él. Es un buen chiste porque tiene algo de verdad. Un director de cine construye su autoría no a partir de innovaciones como de repeticiones. A menudo, un autor cinematográfico suele generar la sensación de estar viendo una variación de la misma película. 

Como prueba, postulo a Longlegs (2024), cuarto largometraje de Osgood Perkins, director convenientemente especializado en el género del horror, considerando que es hijo de Anthony Perkins, el memorable Norman Bates de Psicosis de Hitchcock (entre otras incursiones en el género). Osgood comenzó su carrera hace casi diez años, con The Blackcoat’s Daughter (2015). Ahí reunía a Emma Roberts, la más visible scream queen de su generación gracias a su larga estancia en American Horror Story (2013-2024), con Kiernan Shipka, scream princess que desde entonces ha protagonizado la serie Chilling Adventures of Sabrina (2018–2020) y las películas The Silence (2019) y Totally Killer (2023). El sofisticado reparto era apenas una de las virtudes de esta película de posesión que escondía un drama sobre la pérdida.

Seguir la carrera de un director joven implica, a menudo, asistir a la formación de las marcas de un estilo. Perkins ha establecido estas marcas a golpe de reiteración. En Longlegs, por ejemplo, de nuevo una joven protagonista se ve empujada a lidiar con una entidad diabólica, como en The Blackcoat’s Daughter. Otra vez la historia presenta espacios cerrados que esconden sótanos o pasadizos donde anida el mal, tal y como en I Am the Pretty Thing That Lives in the House (2016). Nuevamente hay una relación tensa entre las protagonistas y el pasado, donde se esconde un secreto que se revela de forma paulatina y que amenaza con destruirlas, así como en Gretel & Hansel (2020). 

Las repeticiones son, también, estilísticas: una cámara mayormente estática concentrada por lo general en un solo personaje a la vez, cierta fijación con la simetría y la regla de los tercios, una tendencia a colocar a sus monstruos fuera de foco o apenas delineados como siluetas ambiguas, actuaciones frías o hasta imperturbables, una inclinación al uso de sintetizadores MOOG y mellotron como parte del score, el uso de lentos paneos que exploran casi con cautela sus espacios, temerosos acaso de que en un rincón del encuadre se oculte algo maligno. Varias de las señas de identidad del llamado “estilo A24” se consolidaron con el cine de Perkins, cuyo debut fue adquirido precisamente por esa distribuidora. Longlegs repite algunas de estas constantes, pero lo hace con un rasgo que caracteriza a los grandes autores: aunque tiene un aire  familiar, también se siente como algo completamente nuevo que no requiere de lectura preparatoria.

Y ahora sí, dicho todo eso, hablemos de Longlegs. Habrá más de un spoiler.

Brechas de géneros

Longlegs comienza como una incursión de manual el el clásico género del procedural. Sus primeros minutos son muy similares a los de Zodiac (2005), con el asesino haciendo una aparición en una especie de prólogo que sienta las bases del caso a investigar. Durante los años noventa, una agente del FBI “altamente intuitiva”, Lee Harker (interpretada por Maika Monroe), es asignada al caso de un asesino serial (Nicolas Cage) que durante los últimos treinta años ha sido responsable de la muerte de diez familias. Todas las familias tenían una niña pequeña y todas fueron asesinadas por el padre, que se suicidó tras masacrarlas. Todas las escenas del crimen tenían cartas escritas en código, firmadas con el seudónimo “Longlegs” (“Piernas largas”), pero el autor nunca parece estar físicamente en la escena del crimen. Más que un asesino serial, digamos, directo, Longlegs es una especie de mediador homicida.

Nicolas Cage, uno de los actores más peculiares de la historia del cine, interpreta a este asesino serial como una criatura grotesca, extremadamente perturbadora, que va por ahí con el rostro desfigurado y cubierto de maquillaje blanco. Con voz trémula, a medio camino hacia el lamento, y exabruptos histriónicos como un arrebato de gritos al volante o la improvisación de una ominosa canción, Longlegs se parece más a Buffalo Bill que a Hannibal Lecter. Su apariencia es tan extraña que la campaña de promoción se centró en ocultar su rostro y construir expectativa a su alrededor. La misma película ejecuta una versión ingeniosa de ese truco: lo muestra durante el prólogo durante un brevísimo y escalofriante instante, y de ahí trata de mostrarlo lo menos posible. Ha habido muchos asesinos seriales en el cine, pero no hay muchos asesinos seriales como Longlegs en el cine.

Durante la primera hora, la película transcurre en territorio relativamente conocido. Ya se ha dicho hasta la saciedad, pero en Longlegs hay ecos muy evidentes de El silencio de los inocentes (1991), sobre todo en la construcción de Lee Harker, que parece una Clarice Starling con aún menos habilidades sociales, y de la primera temporada de True Detective (2014). Longlegs parece, de lejos, una entrada más en el canon del thriller de asesinos seriales religiosos, puesto de moda durante los años 90 gracias a Seven (1995) y sus descendientes, como Resurrection (1999) o la precuela tardía de El silencio de los inocentes, Dragón Rojo (2002). La investigación incluye la resolución de acertijos, la interrogación de una sobreviviente perturbada (Carrie Anne Camera, personaje de estupendo nombre interpretado por Kiernan Shipka) y la visita a escalofriantes escenas del crimen. Paso por paso, todo parece seguir el manual del procedural policíaco. Pero justo cuando el FBI logra capturar a Longlegs, la narración da un viraje que la aleja del thriller psicológico para internarse en un horror demoniaco.

Las visitaciones del diablo

El viraje no es improvisado. La memoria de Lee, opacada al principio de la película, se agrieta conforme avanza, revelando su conexión con Longlegs, y esta revelación en cámara lenta hace que Longlegs se siente como una película maldita, llena de detalles que apelan al inconsciente. Hay intercortes regulares a una serpiente iluminada con luz roja, justo como en un cuarto oscuro donde se revela una imagen. Su diseño sonoro incluye grabaciones en reversa y parlamentos que adquieren un extraño reverb conforme avanzan, creando una atmósfera infernal. El demonio hace varias apariciones, todas sutiles; es fácil pasarlas por alto y son tan delicadas que uno podría pensar que las imaginó. Su silueta se oculta en los encuadres, gigantesca, aforme, rematada con la cabeza de lo que parece un macho cabrío. Casi subliminales, estas apariciones desequilibran al espectador y crean la sensación de estar viendo una película profana. Estas son solo tres, tomadas todas del tráiler de la película:

Hasta entonces, Longlegs se ha mantenido convenientemente a distancia de lo sobrenatural. Hay un misterio central: ¿cómo le hace Longlegs para convencer a los padres de asesinar a sus familias? Hay un elemento inexplicable que parece ser la clave: todas las familias han recibido una muñeca de tamaño natural que esconde una esfera metálica en la cabeza. Esta muñeca ha sido puesta ahí por Longlegs, pero no ha sido él quien la ha entregado, dado que, además de la carta, no hay rastros de su presencia en ninguna escena del crimen. Es evidente entonces que el asesino tiene un ayudante. Al aprehenderlo, la policía espera que les dé información que conduzca a la captura de su cómplice, logrando evitar el asesinato de la treceava familia, que según lo que ha descubierto Harker, terminaría su ritual. 

Longlegs, en un lugar común del género, asegura que solo hablará con Lee, así que la agente tiene que confrontar cara a cara a su némesis. Es una escena tan potente que la campaña de marketing la usó como una de sus piezas de promoción más exitosas. El anuncio muestra lo que afirma es el pulso real de Maika Monroe, la actriz que interpreta a Lee Harker, la primera vez que vio a Nicolas Cage caracterizado como el personaje. Conforme entra a la habitación para encontrarse con el asesino, al que nosotros vemos con un cuadro negro sobre la cara, el pulso de la actriz sube de 76 BPM a 120 BPM. ¿Es cierto? Quién sabe y qué importa: más de 700 mil personas lo vieron tan solo en YouTube y decenas de medios escribieron notas al respecto.

En la escena, Lee se enfrenta a Longlegs. Maika Monroe, actriz con una consistente carrera que incluye la extraordinaria It Follows (2014) y la entretenidísima The Guest (2014), da en Longlegs una interpretación notable que funciona como un contrapeso a la ebullescencia de Cage. Su Lee Harker presenta evidentes dificultades a la hora de entablar conversaciones: habla con pocas palabras, le cuesta sostener la mirada y tiene fricciones ocasionales porque sus reacciones no obedecen la convención social. Hay quien ha dicho que Lee es “autistic-coded”. En la conversación, Longlegs confirma que tiene un cómplice y apunta en una dirección desconcertante: la madre de Lee. “Hail Satan”, dice cuando termina su discurso.

A continuación, el asesino termina con su propia vida. Es una escena brutal, donde Cage da una de las mejores actuaciones de su carrera para después azotar su cabeza contra la mesa hasta la muerte. Esto es un movimiento muy inusual para las películas de este tipo, que suelen mantener a su antagonista tan vivo como se pueda. Pero lo que sucede aquí, queda claro, es que Longlegs no es el villano de la película. Es un villano, sin duda, y uno bastante temible, pero en realidad, como se dijo desde el principio, él es solo un intermediario. Tras apenas recuperarse del shock, Lee se dirige de inmediato a casa de su madre.

La carga del secreto

Longlegs es una película donde la gente oculta verdades de manera constante. El agente Carter, el superior de la agente Harker, cree que su esposa finge que le interesa el básquetbol. A su vez, Carter se pone spray bucal para esconder a su esposa que estuvo bebiendo y le dice a su hija, Miss Ruby, que no le habló para desearle buenas noches para no decirle que se le olvidó. Cuando le asignan el caso de Longlegs, la agente Carter le oculta a su madre Ruth, una mujer religiosa, qué es lo que investiga, y le dice que sí hace sus oraciones cuando lo cierto es que nunca lo hace. De igual forma, Lee interroga a su madre respecto a su pasado, lo primero que recibe es una mentira. 

Cuando Lee vuelve a la casa, nos enteramos de que Ruth miente porque esconde un secreto terrible: es ella quien ayudó a Longlegs desde hace varios años. Fue ella la que, disfrazada de monja, introdujo al diablo en las casas de las familias fingiendo llevarles un regalo de la iglesia. Esa es una tangente interesante: aunque está situada durante los años del “satanic panic”, un fascinante fenómeno donde cristianos generalmente conservadores experimentaron pánico moral por la supuesta infiltración de satanistas en sus comunidades, la película hace que el diablo entre a las casas a través de una mujer vestida de monja que asegura venir de la iglesia. El mal a menudo se disfraza de bien para entrar a nuestras vidas, parece decirnos.

Ruth revela que todo esto fue hecho a cambio de la vida de Lee. “Creciste porque se te permitió crecer”, le reprocha Ruth en algún momento de la película a una desconcertada Lee, que no entiende sus palabras en ese momento. Esto parece un reclamo propio de una madre que culpa a su hija de los sacrificios que tuvo que hacer para criarla, aunque la hija no estuviera al tanto ni tuviera poder de decisión. Al momento de aceptar el trato con Longlegs para mantener la vida de su hija a cambio de recolectar decenas de vidas más, Ruth ha cometido una doble transgresión. No solo ha contribuido a matar a varias familias, sino que además ha convertido a su hija en parte del pacto. El secreto guardado por tantos años es como un humo negro funesto que inunda sus vidas, llenándolas por dentro y rodeándolas por fuera. 

Ese es el último y más logrado viraje de Longlegs. Lo que comienza como procedural y se vuelve película de horror durante el camino termina revelándose como una fábula sobre los secretos. No lo hace de forma aleccionadora, ni sermonea en voz alta sobre esta interpretación. Longlegs es una película satánica hasta el último cuadro. Después de que Lee habla con su madre y esta le confiesa sus crímenes, la película simplemente sigue el curso de acción natural de estas fuerzas colisionando. Lee no salva el día, como Clarice Starling en El silencio de los inocentes, ni desentraña el misterio, como los agentes Rusty y Martin en True Detective. En uno de los últimos encuadres de la película, después de que el ritual haya sido completado pese a todos sus esfuerzos, Lee sostiene un arma frente a una de las muñecas con ojos llenos de lágrimas, impotente ante lo que sabemos es un triunfo más del mal. Entendemos entonces que no solo nunca hubo otra posibilidad, sino que este final es precisamente el que buscaba el diablo: la película que acabamos de ver es en sí misma un artefacto del mal. Longlegs termina ahí, pero la potencia de sus horrores parece quedarse haber pasado a nuestro plano y sus horrores, de una u otra forma, ahora también nos acompañan a nosotros. EP

DOPSA, S.A. DE C.V