Maricuir, un encanto no binarie

En este texto Andrés Garibay Tierradentro nos presenta a Maricuir, una artista no binarie que ha dedicado su vida a la música y a buscar su identidad de género.

Texto de 28/06/23

Maricuir

En este texto Andrés Garibay Tierradentro nos presenta a Maricuir, una artista no binarie que ha dedicado su vida a la música y a buscar su identidad de género.

Tiempo de lectura: 14 minutos

Cuando tenía siete años, Encanto fantaseaba con crecer y llegar a ser una mujer. Se sentaba y se metía el pene entre las piernas imaginando que desaparecía; también comenzó a orinar sentada. Pensaba que si copiaba las conductas que veía en sus hermanas, ella podría ser una más, la quinta mujercita. Ni muy femenina, ni muy masculina, en la escuela se sentía protegida por sus compañeros, los mismos que le hacían bullying al resto del salón, a todos, menos a ella.

Este es uno de los vagos recuerdos de la infancia de Encanto Espinosa García, mujer trans no binaria, de género y de nacimiento, porque, aunque nació y creció en Ciudad Obregón, Sonora, sus momentos más felices los ha pasado en la ciudad de Chihuahua, su tierra elegida, donde cada verano visita a dos de sus hermanas mayores. A sus 46 años, no recuerda cómo terminó aquella fantasiosa etapa; su mente ha bloqueado muchas de sus memorias.

Encanto hace una pausa para darle un sorbo a su café, y me comenta: “A lo mejor entendí que así no iba a suceder. Quería ser abrazada como mujer por otras mujeres. Soñaba con ser una de las hermanas de Mujercitas, mi película favorita”.

Estamos en un café de la Colonia Tabacalera de la CDMX, muy cerca de su trabajo. Encanto usa bermudas de mezclilla, botas y una camiseta holgada, trae el cabello recogido en una cola; ella misma describe su aspecto como de butch femme o “machorra”. Viste así para estar más cómoda dando clases de inglés, aunque tenga que insistir en recordar a sus compañeros de trabajo, y a muchas de las personas con las que interactúa, que es una mujer trans no binaria y que sus pronombres son ‘ella/elle’. Aun así, la mayoría le habla en masculino, incluso su familia aún la llama por el nombre anterior a su transición (deadname).

La conocí hace un año, en un encuentro de artistas LGBT+. Ese día llevaba el cabello suelto y usaba una larga falda de vuelo encima de un pantalón; juntes tomamos una clase de twerk. La volví a ver meses después, portando un elegante vestido negro con una capa roja y apenas con una gota de maquillaje en la cara; aquella noche escuché por primera vez su potente voz en vivo en una presentación en el comedor comunitario ‘Manos Amigues’ con motivo de una exposición en memoria de mujeres trans.

“Mi género fluye dependiendo del día, yo me identifico entre mujer trans y persona no binaria”, me aclara Encanto mientras se acomoda en el mullido y gran sillón estilo Luis XV que le hace juego a su figura.

“Mi género fluye dependiendo del día, yo me identifico entre mujer trans y persona no binaria”.

Una persona no binaria no se identifica exclusivamente como hombre o como mujer, sino que se puede percibir como ambos, como una combinación o como otro género. Su espectro es más amplio y abarca tanto lo masculino como lo femenino. En el género fluido una persona puede cambiar su identidad o la manera como se expresa a través del tiempo.

La Encuesta Nacional sobre Diversidad Sexual y de Género (ENDISEG) 2021 del INEGI, reportó que en México existen 5 millones de personas mayores de 14 años (5%), que se identifican como LGBTI+, y poco más de medio millón de estás (0.5%) se consideraban dentro de identidades de género no binarias (ni hombre ni mujer).


Encanto nació a destiempo; en realidad, nadie la esperaba porque su mamá estaba en un tratamiento para no tener más hijos. Cuando llegó, pensaron que era un tumor. Ella es la sexta de siete hermanos.

Existen muchos estudios científicos, como el artículo “Más allá de XX y XY”, donde se estudian y complejizan los factores que determinan el sexo y el género de una persona al momento de la concepción. Más allá de los órganos reproductores, se toman en cuenta los cromosomas, la genética y las hormonas. Encanto se ve como un caso extremo de desequilibrio hormonal, por la descompensación que tuvo su madre a causa de su tratamiento: “Yo surgí de milagro después de una menopausia”.

Foto cortesía de Encanto Espinosa

Cursó desde la primaria hasta la preparatoria en una escuela cristiana en Ciudad Obregón, Sonora, donde nunca estuvo a gusto. Se sentía ajena a ese ambiente conservador y religioso. En la escuela le atraían más sus compañeros; pensaba que todas las personas eran bisexuales pero que, por temor a Dios, les enseñaban a amar sólo al sexo opuesto. En su casa peleaba mucho con su mamá por exigirle ser más masculina y acatar las normas de género. Su padre la trataba con respeto, pero también con distancia.

Encanto sufría de depresión desde los siete años. En la adolescencia se escapó varias veces de su casa, quería salir de Ciudad Obregón —donde nunca se halló— para tener un vida diferente, donde fuera y como fuera. Una vez pidió raite a la salida de la ciudad pero nadie la levantó. Esa noche planeaba dormir escondida en el techo de la casa de una de sus hermanas para volver a intentarlo al día siguiente, pero la cacharon.

“Hay una neblina en toda la etapa de mi pubertad y adolescencia. Recuerdo que llegaba todos los días llorando de la escuela sin saber por qué, había días que ya no quería vivir eso y pensaba en el suicidio”.

Esa neblina borró los momentos posteriores, pero, de algún modo, pudo superar esa etapa. Sin embargo, la depresión y el desarraigo continuaron. Había algo que no le permitía reconocerse y expresarse como ella necesitaba, pero no sabía qué era.

Ciudad Obregón se ubica en el cuarto puesto como una de las ciudades donde su población se siente más insegura (86.4%), sólo por debajo de Fresnillo (96.0 %), Zacatecas (94.3 %) y Naucalpan de Juárez (88.0 %), según los resultados de percepción de inseguridad por temor al delito de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana 2023 del INEGI. Pero no siempre fue así; aunque a Encanto le tocó vivir una niñez y adolescencia en una Ciudad Obregón donde se sentía incomprendida y aislada, también recuerda que era un lugar con mucha libertad, donde podía hacer muchas cosas sola y donde no había muchas restricciones para andar en la calle y explorar.

La relación más fuerte y emotiva que ha tenido Encanto fue con su novia de la prepa, a quien le gustaba verla usar las blusas sesenteras de su mamá. Aunque ese gusto no duró mucho, porque la madre tiró las blusas para que no las volviera a utilizar.

En algún punto se empezó a interesar de nuevo por los hombres. Me confiesa que, en realidad, lo que le atrae es la masculinidad, sin importar la persona. Ella se considera una persona demisexual y demiromántica, es decir, que necesita sentir un vínculo afectivo fuerte con las personas para llegar a sentir una atracción sexual y romántica, sin importar si es hombre o mujer o persona no binaria.

“Ella se considera una persona demisexual y demiromántica, es decir, que necesita sentir un vínculo afectivo fuerte con las personas para llegar a sentir una atracción sexual y romántica […]”.

“Mucho tiempo me considere asexual, pero ahora sé que no lo soy, porque cuando estoy en una relación, sí soy muy sexual y muy romántica”, al decir esto, Encanto le hace honor a su nombre elegido al esbozar una sonrisa pícara.

Hubo una época en la que sí tuvo muchas relaciones sexuales pero no las disfrutaba; las tenía porque era lo que se esperaba de un hombre gay, lo hacía por costumbre. Hasta que aprendió que ella no funcionaba de esa manera y no por “mocha”.

Todos estos conceptos —relativamente nuevos— los conoció hace 10 años en unos talleres de género y sexualidad en Sonora; allí pudo identificar y nombrar ese sentir “diferente” que la acompañó toda su pubertad y adolescencia. Supo que era una persona no binaria, después de más de 30 años de no encajar en el binarismo de género: ser hombre o ser mujer.

Allí conoció a Silvia Rodríguez, con quien daba talleres de prevención de VIH y de diversidad sexual a escuelas, instituciones de gobierno y empresas. Silvia se daba cuenta del privilegio social que se le otorgaba a Encanto antes de su transición —por su apariencia masculina—: “Cuando éramos un grupo de 11 mujeres y ella, a ella le hablaban con un tono de más respeto, con los títulos académicos, y a las demás no, algo que perdió con su transición”.

Encanto ha salido del clóset como bisexual, como gay, como persona no binaria y como mujer trans. Esta última fue la única que sí le ha costado, sobre todo con su familia, porque en muchas ocasiones le siguen hablando en masculino y por su nombre no elegido. Esto es doloroso para ella porque: “El mensaje es que tu existencia es un tema de incomodidad”.

Su hermana mayor, Ivette Espinosa, quien le lleva 5 años, reconoce que en ocasiones comete el error de llamarla por su nombre anterior, pero no por confusión, sino más bien por costumbre. Ella ha encontrado herramientas en la información que Encanto le comparte y en la que por su cuenta ha investigado para entender mejor su proceso.

“El acompañamiento y las redes que podamos ofrecer como familia van a hacer la diferencia para las personas trans y no binarias. Hay que entender que es un proceso que estamos viviendo junto con esa persona; a veces es fácil, a veces no. Hay que tener mucha apertura y empatía. Hay que preguntar, pero también investigar y asesorarse con personas que tengan experiencia en el tema y con otros familiares”, reflexiona Ivette.

En el Informe “Polarización y transfobia” se recoge el avance de grupos antiderechos y antigénero en México desde mediados de los 90. Mediante la manipulación de la información y con discursos esencialistas en favor de la llamada ”familia tradicional” y de valores conservadores, generan antagonismos y recrudecen los estigmas y la discriminación de la población LGBT+, en particular de las personas trans y no binaries. En colusión con grupos de ultraderecha, avivan la polarización y los discursos de odio.

El pasado 17 de mayo, Día Internacional contra la Homofobia, Lesbofobia, Bifobia y Transfobia, se entregó el primer pasaporte no binario, que incluye la opción “X” para el sexo. Meses atrás, el Instituto Nacional Electoral (INE) permitía marcar también con una “X” u ocultar el sexo de una persona. Sin embargo, activistas y personas trans y no binarias denunciaron que no se les consultó.

“Somos no binaries por cuestión de género, no sexo. Por eso una de las recomendaciones fue, en las discusiones del año pasado (no organizadas por el gobierno), que se cambiara el marcador de sexo a género y se incorporara “NB” (en lugar de la X) para esa categoría”, comparte Alex Argüelles.

“Somos no binaries por cuestión de género, no sexo”.

Para Encanto, estos son pasos que se tienen que dar, pero es frustrante que no haya un cambio más sólido detrás. Se pregunta qué está haciendo México para reconocer la discriminación a personas trans y no binarias y qué tanto está haciendo en cuestión de atención a la salud y para visibilizarlos en todos los trámites que tienen que realizar ante instituciones como el IMSS y el SAT. Lo mismo tendría que suceder con el CURP, ya que siempre se les está pidiendo elegir entre “Hombre”, “Mujer”, o si acaso, “Otro”.


¿Y qué caso tiene cantarle al espejo, tantas canciones que no tienen eco ni tendrán? Miento al decir que no espero nada, miento al decir, el silencio no cala. ¿Cómo diablos no me voy a ilusionar? La ilusión es mi único alimento. ¿De qué sirve ignorar mi soledad?

Esta es la letra de Capricho, una canción melodramática latinoamericana que fue hecha para transportarnos a la época del viejo Festival de la canción OTI. Capricho es una de las canciones más recientes y sentidas de Maricuir, el proyecto artístico de Encanto. La escribió en el confinamiento de la pandemia de Covid-19 y está incluída en su último disco Ternura Gore que describe como: “Un álbum sobre mi primera cruda existencial por transicionar, un intento de sacar a la luz mis sombras para orearse un poco, ya acostumbrada a empatizar en la miseria”.

Su carrera musical comenzó en el 2010 en Chihuahua; habiendo estudiado producción y programación musical, ella misma grababa sus canciones en su recámara y las compartía en internet. Con su anterior proyecto El Gil, realizó la trilogía Los tres reyes majes donde hace una crítica y renuncia a la masculinidad tóxica, al machismo, a la violencia de género. En la canción de 2014 In Between comienza a explorar su identidad con frases como: “No soy hombre o mujer. Soy algo inbetween. Ni blanco ni negro. Soy escala gris”.

Encanto no vivió una disforia con su cuerpo, pero sí con su voz: la odiaba. De estar en los coros de la escuela, pasó a la pubertad y su voz se hizo más grave, dejó de cantar por 20 años. Aun haciendo música la mezclaba siempre hasta abajo. Tuvo un largo proceso para volver a aceptar su voz: “Ahora mientras más la quiero, siento que se escucha mejor. Mi arte, mi música es un activismo seductor”.

Foto cortesía de Encanto Espinosa

En el 2021 se cambia el nombre a Maricuir, un término compuesto por las palabras “marica” —para resignificar el insulto— y “cuir” —queer, en inglés— un concepto que va más allá de géneros e identidades; es una filosofía de rompimiento de paradigmas, no sólo sexuales o de género sino también sociales, culturales y económicos. “Lo cuir”, me dice Encanto, “es el nuevo punk”.

“Maricuir es un proyecto muy personal, reflexivo y honesto, dice quién soy yo en toda mi vulnerabilidad. Mi música se volvió más melodramática y más sentida pero también tiene un toque de humor. He ido narrando mi historia a través de mi discografía”.

“Maricuir es un proyecto muy personal, reflexivo y honesto, dice quién soy yo en toda mi vulnerabilidad”.

Hace unos meses volví a escuchar a Maricuir en vivo en el Centro Cultural Xavier Villaurrutia. Aquella noche llevaba un vestido rojo largo con una blusa escotada y floreada. En algún momento de su presentación se cubrió el rostro con una mascada; parecía que actuaba más para ella, como habitando su propio mundo y nosotres ahí, con ella a través de la tela gris.

Como a muchas personas, el encierro prolongado a causa de la pandemia de Covid-19 confrontó a Encanto con sus más profundas memorias, miedos y deseos, cuestionando su lugar en el mundo, pero, sobre todo, su identidad. En sus cuarenta y tantos decide transicionar.

“En la pandemia empecé a explorar muchas cosas que recordaba de mi infancia y cosas que había bloqueado. Nunca me he visto como hombre y durante mi infancia me identificaba más como mujer o como niña, pero a través de la crianza, y el haber estado en una escuela católica para niños me hizo bloquear mi identidad. Empecé a recordar, por ejemplo, que yo soñaba con ser niña, pensaba que aun siendo niño podía crecer hacia mujer. Reflexioné sobre que un niño no necesariamente crece para ser un hombre, sino puede crecer y llegar a ser una mujer, incluso puede cruzar todo un espectro de géneros. Comprendí que mi cerebro me entiende como mujer y que no tenía relación con mi cuerpo porque siempre había hecho la dicotomía que mi cuerpo es de hombre y mi mente es de mujer inconscientemente. Concluí que mi concepto de mujer está totalmente separado de mi cuestión biológica y me llené de paz. En el encierro pude nombrarme como mujer trans y persona no binaria”.

Ivette, hermana mayor de Encanto, vivió de cerca su transición pues compartieron la misma casa durante la pandemia. Aunque Ivette trataba de estar ahí para lo que necesitara, entendía que era un proceso muy personal, introspectivo y nuevo para las dos.

“Para mí es una transición que no termina y creo que nunca terminará. Fui muy afortunada de estar ahí cuando ella se iba definiendo a sí misma. Es un proceso de autodescubrimiento y, por mi parte, de descubrimiento ante la evolución de una persona y el desarrollo de su identidad, que si bien estaba ahí, pues no la habíamos visto. Yo trato de entenderlo como esos momentos en la vida cuando transicionas de una edad a otra: de ser niño o niña a ser adolescente o de adulto a adulto mayor”, reflexiona Ivette.

Silvia, amiga de Encanto, vivió su transición a la distancia, pero juntas; para ella fue muy natural porque ha vivido todo su proceso y cada cambio se lo ha ido compartiendo: “Su transición ocurrió como la de mucha gente, en ese encierro de reflexión, retrospectiva y análisis personal. Había periodos largos en los que no nos veíamos y de repente hacíamos videollamada o nos tocaba vernos en persona y la veía distinta, no por cambios físicos,  sino por transformaciones en su expresión, en su ropa, en la música que compone, la veía más contenta, cómoda con ella misma”.

“En Sonora existen cada vez más personas no binarias haciéndose visibles. La feminidad que vive Encanto es distinta a la hegemónica, siendo una mujer trans no binaria con barba. Las personas trans y no binarias siempre han existido, lo que pasa ahora es que las nombramos, ellas están buscando su lugar en el mundo”, sostiene Silvia.

Foto cortesía de Encanto Espinosa

En el libro La invención de los sexos, la científica e investigadora Lu Ciccia expone y  cuestiona cómo el binarismo de género, hombre/mujer, fue asentado y avalado científicamente en las diferencias sexuales (dimorfismo sexual), primero en los genitales (pene = hombre, vagina = mujer), después en las hormonas y los genes, para terminar en el cerebro (la idea de que hay un cerebro de hombre y un cerebro de mujer). Este discurso científico se construyó sobre un sistema de valores androcéntrico y con la supremacía del hombre cis (por nacimiento), como históricamente ha sucedido en otras áreas. Lu nos lleva a cuestionar estas verdades científicas y a ampliar nuestra concepción de la mente: la mente es más que el cerebro, la mente es todo nuestro cuerpo.

Para Encanto, su identidad de mujer es algo cerebral, algo conceptual que ella misma define a través de su cuerpo. El género es una construcción mental, no biológica. En poblaciones originarias había géneros distintos al hombre o mujer.

“Hay que quitar la característica de que el pene es solamente de hombre; no, los penes son penes y los pueden tener personas no binarias, mujeres y hombres. El pene no tiene género, forma parte de una corporalidad”.


Encanto tenía el plan de empezar con una terapia de hormonización en la Clínica Condesa, pero se le ha complicado por la edad, por su historial clínico, por el trabajo, etc. Aún no sabe si tomará el tratamiento hormonal, porque eso podría implicar un riesgo en su salud y porque para ella ser mujer trans no implica necesariamente la feminidad, el maquillaje o la vestimenta, mucho menos hormonarse u operarse solo para cumplir estándares.

“Yo quiero decirle al mundo: soy una mujer peluda, soy una mujer machorra, soy butch, pero sigo siendo mujer. No se me cancela mi identidad de mujer, ni por ser no binarie ni por tener esta corporalidad.  Mi transición ocurrió en el momento que me nombre como mujer trans y no tengo que obligar a mi cuerpo a ser de otra forma, me tomó años amarlo para cuestionarlo de nuevo”.

Ha sido difícil para ella entenderse como no binarie en un mundo binario, donde todo se cataloga en masculino o femenino, desde nuestro idioma, el español. Por eso más que hablar de hombres y de mujeres, prefiere hablar de personas. Más que la entiendan, pide empatía, porque mucha gente piensa que está mal de la cabeza. Su nombre elegido, Encanto, es lo que para ella la define, es más importante que sus pronombres o sus etiquetas. Le gusta pensar que hay una Encanto del futuro que le está dejando señales hacia donde tiene que ir.

“Ha sido difícil para ella entenderse como no binarie en un mundo binario, donde todo se cataloga en masculino o femenino, desde nuestro idioma, el español.”

“El binarismo es algo muy estricto y muy cerrado. Se me hace muy liberador ser no binarie de 46 años, generalmente son personas más jóvenes. A esta edad, yo puedo decidir cómo lo voy a vivir, para mí no hay un prototipo al cual aspirar, yo puedo ser quien me dé la gana. No tengo que cumplir con los estándares no binarios de la juventud como la androginia”.

Para la lingüista mixe Yásnaya Águilar, el español es un lenguaje obsesionado con marcar el género de las cosas: “No obstante con marcar el sustantivo como femenino o masculino, también se refuerza en el artículo y el adjetivo como «el niño guapo»”, a diferencia de su lengua mixe donde los sustantivos no tienen género, como la palabra ‘uk’ que puede ser perro o perra dependiendo del contexto. En su comunicación cotidiana, Encanto intenta romper con la toxicidad binaria del lenguaje: “La neutralidad de la ‘e’ se me hace muy enriquecedora a nivel cultural. ‘Le mese’ podría sonar ridículo ahora pero después se podrá valorar. La evolución del lenguaje siempre es natural, no una imposición. Esta es mi realidad y la tengo que reflejar de alguna manera”.

Encanto entiende que su cerebro es no binario, no piensa en dicotomías; me dice que una cosa no excluye a otra. 

“Nuestras energías no chocan, más bien somos una mezcla de esas energías que se expresan de diferentes maneras. En el binarismo se habla de energía masculina y femenina. Yo prefiero hablar de una energía omega y una energía alfa. La energía alfa es la que crea, la que da vida, la que produce y la energía omega es la parte que compite, que destruye y todes las tenemos. Todas las personas podemos ser madres o padres. Quizás yo no soy muy femenina en mi voz, en mi expresión o en mi corporalidad, pero sí lo soy a la hora de crear, de compartirme y de buscar la intimidad. Mi feminidad es la energía alfa”.

Escucho atento a Encanto cuya voz se va fundiendo con la sonoridad de la espesa lluvia que no termina.  Su figura se va descorporizando ante mí hasta ser sólo una especie de aura luminosa y abrasadora que condensa las energías alfa y omega de las que me habla. Puro encanto, pura energía. EP

Entrevistas
  • Encanto Espinosa García
  • Ivette Espinosa García
  • Silvia Rodríguez Ibarra
Fuentes documentales
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