De nuestros pasos (en tenis, tacones, botas o zapatos): Crónica de la 7a Marcha del Orgullo LGBT+ en Iztapalapa

Andrés Garibay Tierradentro escribe una crónica sobre la 7a Marcha del Orgullo LGBT+ en Iztapalapa.

Texto de 28/06/22

Andrés Garibay Tierradentro escribe una crónica sobre la 7a Marcha del Orgullo LGBT+ en Iztapalapa.

Tiempo de lectura: 8 minutos

“No es orgullo, es el hombre degradado hasta lo más bajo… qué triste”: comenta una usuaria de Facebook ante una foto donde aparecen tres mujeres trans luciendo vestidos escotados, de colores vibrantes y adornados con lentejuelas, plumas y chaquiras. Se muestran firmes y sonrientes, con un maquillaje perfecto a pesar del calor en su paso por la Avenida Ermita Iztapalapa, al frente de la 7a Marcha del Orgullo LGBT+ de esa alcaldía.

En otra imagen de la misma galería, posan dos hombres frente a la cámara, también sonríen. En lugar de camisas, visten arneses de cuero negro, estoperoles y cadenas. Uno de los dos, de pelo cano, porta la bandera leather de franjas azules y negras, unidas al centro por una línea blanca y con un corazón rojo en la parte superior que, según dicen, simboliza las emociones. Detrás de ellos cuelgan tres piñatas de strippers que tampoco traen camisa, sus poses semejan un baile erótico en tanga con toalla en mano. Otro usuario de la red social comparte la pregunta: “Es necesario esto??”.

Apenas unas horas habían pasado de la publicación de estas fotos y ya se leían varios comentarios de desaprobación y burla hacia los asistentes al evento. Un marcado contraste con las reacciones de apoyo de la mayoría de las personas, que desde las banquetas aplaudieron –y observaron no sin curiosidad o morbo– a las más de 200 personas que marcharon, bailaron, cantaron y gritaron consignas en defensa de la diversidad sexual y de género, desde el metro Constitución de 1917 hasta la explanada de la alcaldía Iztapalapa.

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Cuando era niño mi mundo ocurría en la calles de Toltecas y Circunvalación y se terminaba al llegar a la calle 5 de Mayo, por un lado, y a la gran Avenida Ermita Iztapalapa, por el otro; todas ellas dentro del Barrio de Santa Bárbara. Recuerdo las carreras de tres minutos a la escuela con mis hermanas, los intentos por jugar futbol en la curva con mis hermanos y a los “marihuanos” que teníamos que evitar en el “callejón del terror”; las salidas a pedir calaverita en Día de Muertos no iban más allá de la pulquería que estaba pasando el mercado. 

En el 3er grado de primaria me di cuenta de que algo no cuadraba: varios compañeros de clase fueron castigados por llegar tarde del recreo: coscorrón le tocó a uno, manazo a otro, pero a uno de ellos, el más desmadroso, la maestra sustituta lo volteó de espaldas y le hizo bajarse el pantalón para darle un sonoro reglazo; mis ojos no parpadearon ni al llegar la noche.

En la adolescencia ese mundo se ensanchó hasta la explanada de la entonces delegación y el mercado público Sifón de la Magdalena Atlazolpa, donde trabajaba los fines de semana en la cremería de mis padres; entre jitomates, quesos y salchichas tuve mi primer amor de manita sudada: Penélope, cuyos únicos besos fueron mandados por cartas en papel. Cuando entré a la Prepa número 2, visité con frecuencia la población hermana de Iztacalco, también en el oriente; mi madre nos contó que, en realidad, varios de mis hermanos y yo nacimos ahí. 

Haber estudiado en la Ciudad Universitaria de la UNAM, por fin me hizo salir de la alcaldía más poblada de la CDMX; en Iztapalapa vive uno de cada cinco capitalinos. El último censo contó 1,835,486 iztapalapenses. De acuerdo con el Coneval, poco más de la tercera parte vive en condición de pobreza, lo que la lleva a ocupar el cuarto lugar entre las alcaldías. Como mis padres, la mayor parte de la población se dedica al comercio, le siguen las actividades auxiliares administrativas.

Mi salida del clóset, como la de muchos cuarentones de mi generación, fue tardía. Me detuvo el machismo de mi padre, un michoacano venido de su pueblo a la ciudad, que replicaba comentarios homofóbicos aprendidos de la TV. Después me frenaron mis propios prejuicios, hasta que una tarde, sentados en el Jardín Cuitláhuac, se lo conté a mi madre, cuya respuesta fue la esperada: “ya lo sabía”. Mi familia lo tomó muy bien, aunque para muchos aún soy un secreto a voces o como diría Juanga: “Lo que se ve, no se pregunta”. En la Encuesta sobre Discriminación de la CDMX, EDIS 2021, Iztapalapa tiene el séptimo lugar en percepción de discriminación. Los grupos que más la sufren son por el color de piel (morena), indígenas, gays y pobres.

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La Marcha del Orgullo que recorre anualmente el Paseo de la Reforma ayudó en mi proceso de aceptación. Al principio fui un mirón más, pero con los años participé uniéndome a varios contingentes: desde la Zona Rosa hasta el Zócalo. Estos espacios seguros en el corazón de la ciudad han sido escenarios en la historia de las luchas de la disidencia sexual y de género en México. 

En 1979, con consignas como “¡No hay libertad política si no hay libertad sexual!”, “¡Alto a la represión!” y “¡Por la erradicación de las razzias!”, unas mil personas salieron de la puerta de los Leones en Chapultepec en la primera gran Marcha del Orgullo Homosexual en la Ciudad de México. Alonso Hernández, coordinador del Seminario Histórico LGBTTTI Mexicano, señala que la policía desvió la marcha hacia la calle Lerma para evitar su tránsito por el céntrico Paseo de la Reforma. A pesar de ello, en los siguientes años esta marcha pudo recorrer Reforma y fue creciendo hasta llegar al Zócalo en 1999, recuerda Alonso.

En 2015, tuvo lugar la primera Marcha del Orgullo en Iztapalapa. Según Marco Cruz, miembro del Comité Orgullo Iztapalapa: “a diferencia de Reforma, en Iztapalapa no está socialmente normalizado ver a dos personas del mismo sexo tomadas de la mano”. Y añade que siempre ha sido una alcaldía muy orgullosa de sus tradiciones religiosas, como la representación de La Pasión de Cristo que atrae a millones de visitantes. “Iztapalapa es la alcaldía con más habitantes de la ciudad y, en consecuencia, con más población LGBT+. Por eso quisimos visibilizar la parte gay de la zona del oriente, decir que también existimos”, cuenta Marco. Esta primera marcha fue el motivante para que personas de otras alcaldías comenzaran a organizarse.

En la Cartografía de la Discriminación, elaborada en 2020 por COPRED, se menciona que de la totalidad de hogares en Iztapalapa 89.5% son familiares y el resto no familiares, sobresale además que la mayoría de los hogares eran nucleares heteroparentales. 

Aunque con algunos tropiezos y conflictos internos, la marcha del Orgullo de Iztapalapa se ha realizado año con año en una fecha cercana al 17 de mayo, Día Internacional contra la Homofobia, Lesbofobia, Transfobia y Bifobia. En los dos años de pandemia hubo presentaciones de manera virtual. Este 2022, regresaron a las calles para celebrar su séptimo aniversario.

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Unos días antes de la marcha, la activista trans Daniela Cerón, compartió el post de Facebook: “Pioneras de la primera marcha LGBTTTIQ+ en Iztapalapa. Juntas a nuestros aliados. Que Nuestros Nombres no sean Borrados de la Historia. Mujeres Trans, siempre poniendo nuestras cuerpas al frente para seguir en la lucha a favor de los derechos humanos. Ninguna autoridad callará nuestras voces, exigimos derecho a la salud, cuotas laborales, educación, vivienda y programas sociales”.

Ese sábado, Luis y yo llegamos puntuales al metro Constitución de 1917, el calor poco hacía a las pieles morenas que nos dimos cita para la 7a marcha del Orgullo de Iztapalapa. Activistas, vecinos, familiares, colectivas, músicos, drag queens, travestis, chicos leather, osos, gays, lesbianas, personas no binarias y mujeres trans estábamos listxs. Sobre el asfalto abundaban los brillos, las pelucas, los tacones, los vestidos de gala y los arneses de cuero; entre puestos de tortas, periódicos y tacos, cada une alzaba su propia bandera.

A ritmo de batucada nos preparábamos para recorrer Iztapalapa, la alcaldía donde crecí y en donde jamás pensé que sucedería un evento político y festivo, de reivindicación del cuerpo y de la sexualidad como el que sucedía en Reforma. A la cabeza, efectivamente y como cada marcha, estaban mujeres trans de Iztapalapa y de poblaciones vecinas.

Una grúa y un tráiler adornados con globos y banderas multicolor, acompañaban con música a los más de 200 participantes. Sin las grandes marcas “aliadas”, pero sí con muchas ganas, en uno de estos carros alegóricos sobresalía la melena azul de la Drag Queen Cristo Vampiro, quien brillaba por el sol en un vestido color fucsia; portando un juego de brazaletes, collar y una corona en pedrería de fantasía, Cristo daba por iniciado el trayecto: “siendo 21 de mayo, a las 2 de la tarde, por séptima ocasión la comunidad LGBT vamos a salir a las calles a decir ¡Aquí estamos! ¡Qué inicie la marcha!”.

Empezamos a caminar por dos carriles de la Avenida Ermita Iztapalapa, dejando uno para el tránsito vehicular. Ermita es considerada por Francisco González y Federico Mooser, en el artículo “La Calzada de Iztapalapa”, como la de “mayor importancia histórica por haber servido de escenario al encuentro del mundo indígena y el europeo”. Hernán Cortés cabalgó esta larga calzada en su entrada a Tenochtitlán.

Mientras marchaba, recordaba las muchas veces que había pasado por esta calzada: en microbús, en camión, en auto o en metro, pero nunca a pie. La UAM-I, el Cerro de la Estrella, El Santuario de la Cuevita y el Auditorio Quetzalcóatl han sido lugares que desde hace siete años sirven de escenario para que las disidencias sexogenéricas en esta parte del oriente de la ciudad se hagan visibles y digan a los vecinos: “Sí soy y aquí estoy”. 

Poco antes de llegar al cruce con otra avenida icónica del oriente, el Eje 5 Ote Javier Rojo Gómez, varias mujeres trans al frente de la marcha, entre ellas, Kenya Cuevas y Daniela Cerón, lograron cerrar la totalidad de la calzada Ermita Iztapalapa, para el paso de la marcha. Teniendo como testigo la inmensa escultura metálica del Cristo del Puente, se armó el baile a ritmo de batucada. Las consignas no se hicieron esperar: “¡Derechos iguales para todas las identidades! ¡Ni una más, ni una más, ni una asesinada más! ¡No que no, sí que sí, ya volvimos a salir! ¡Esta marcha no es de fiesta, es de lucha y de protesta!”.

Con un tono más enérgico, las mujeres trans arribaron primero a la explanada de la alcaldía gritando en coro: “Clara (Brugada) escucha, las trans están en lucha”. Subieron al templete para exigir a la alcaldesa que las escuche y que voltee a ver a las personas trans de Iztapalapa, ya que ellas son quienes sufren más discriminación y tienen menos oportunidades laborales, servicios de salud dignos, programas de educación y vivienda.

La organización Letra S publicó en su Informe 2021 sobre Crímenes de odio: “las mujeres trans fueron las víctimas más numerosas, con 55 transfeminicidios, cifra que representó un aumento con respecto a 2020, en el que hubo 43 víctimas. En porcentajes, las mujeres trans pasaron de 54.5 por ciento a representar 70.5 por ciento del total de homicidios LGBT en México”.

El cierre de la marcha estuvo amenizado por varios cantantes convocados por el Comité Orgullo Iztapalapa. Una de las presentaciones estelares fue la del ballet “México de Colores”, quienes transgredieron con gracia las normas heterosexuales de género. Uno tras otro, los bailarines ondeaban sus vestidos y golpeaban fuertemente con sus tacones al ritmo de la música tradicional de varios rincones del país. 

Poco a poco se iban retirando las personas no binarias, los gays, las drags, los osos, las lesbianas, los leather, los vecinos y familiares. Sin embargo, muchas mujeres trans aún permanecían en el lugar, como siempre, en pie de lucha. 

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A la pregunta de si es necesario salir a las calles y mostrarnos como somos, desde nuestra diversidad, yo respondo que sí.

Es necesario recuperar nuestras calles, aunque sea por un momento para habitarlas de otra manera.

Es necesario retomar y abrazar los caminos de nuestra infancia y adolescencia sin tener que ocultarnos, sin miedo.

Es necesario bailar, cantar y gritar que todas, todos y todes merecemos un trato digno a pesar de nuestras diferencias. 

Es necesario aprender de nuestros pasos, en tenis, tacones, botas o zapatos. EP


Fuentes documentales
Fuentes orales
  • Marco Cruz Vidal, miembro del Comité Orgullo Iztapalapa
  • Alonso Hernández, coordinador del Seminario Histórico LGBTTTI Mexicano
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