La arquitectura, una experiencia: México en la 17ª Muestra Internacional de Arquitectura de la Bienal de Venecia

“Es la primera ocasión que el arte sonoro tiene presencia en una Bienal de Arquitectura de Venecia. Son audios de siete lugares distintos de la República Mexicana, evocativos, pero jamás literales, que provocan sensaciones y experiencias”, describe Mauricio Rocha acerca del pabellón de México en la 17ª Muestra Internacional de Arquitectura de la Bienal de Venecia. Ricardo Hernández habló con él y nos da más detalles de las consecuencias u oportunidades de haber apostado por Desplazamientos.

Texto de 28/06/21

“Es la primera ocasión que el arte sonoro tiene presencia en una Bienal de Arquitectura de Venecia. Son audios de siete lugares distintos de la República Mexicana, evocativos, pero jamás literales, que provocan sensaciones y experiencias”, describe Mauricio Rocha acerca del pabellón de México en la 17ª Muestra Internacional de Arquitectura de la Bienal de Venecia. Ricardo Hernández habló con él y nos da más detalles de las consecuencias u oportunidades de haber apostado por Desplazamientos.

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En el pabellón de México de la 17ª Muestra Internacional de Arquitectura de la Bienal de Venecia no hay pedestales, no hay maquetas ni fotos de los proyectos seleccionados. Lo que hay, en cambio, es una instalación que conjuga varias disciplinas artísticas que se aparta de lo sabido, de lo probado en ediciones previas y que apuesta a una curaduría experiencial.

Se trata de una serie de paredes de hilos de cáñamo con plomadas en las puntas, suspendidos entre la estructura existente, que forman caminos por recorrer. En Desplazamientos, título que lleva el pabellón de México, el espectador se encuentra con proyecciones de audio y video, cuyo objeto es reflexionar en torno al desplazamiento, de humanos, materiales, información y bienes: motivo central de la presente edición del certamen. “Si nos quedábamos con toda la exposición de las piezas por sí solas hubiéramos caído en lo de siempre: un compendio de propaganda arquitectónica de proyectos en torno a un tema”, aseguró en entrevista el arquitecto Mauricio Rocha, uno de los cuatro curadores del pabellón.

“El gran reto fue precisamente ese: cómo llevar la experiencia al Pabellón, porque la arquitectura es básicamente eso, una experiencia.”

Cortesía INBAL

“Es la primera ocasión que el arte sonoro tiene presencia en una Bienal de Arquitectura de Venecia. Son audios de siete lugares distintos de la República Mexicana, evocativos, pero jamás literales, que provocan sensaciones y experiencias”, describe Rocha, quien es reconocido por sus intervenciones en museos y espacios de arte, mismas que se encuentran en el más apacible umbral entre lo efímero y permanente, regidos por la economía de recursos y elementos. “El gran reto fue precisamente ese: cómo llevar la experiencia al Pabellón, porque la arquitectura es básicamente eso, una experiencia”, justificó.

La apuesta, sin embargo, dejó disconformes a algunos de los doce arquitectos seleccionados para representar a México en la Bienal, al grado de que redactaron una carta para manifestar su descontento. “Es una falta de respeto hacia nuestro trabajo”, lanzaron.

En la misiva —sin firma— también reprochan la falta de comunicación entre el Comité Técnico, los curadores y los arquitectos, pues apuntan, el contacto se “interrumpió abruptamente” desde mayo de 2020, cuando se anunció la suspensión de la Bienal a causa de la pandemia del coronavirus. A decir de Rocha, esto fue por la incertidumbre que la pandemia generó, pues no había claridad de si la suspensión sería definitiva, sentimiento que se extendió, incluso, hasta algunas semanas previas a la inauguración que, finalmente, sucedió el pasado 22 de mayo.

Cortesía INBAL

“Sí hubo a lo largo del proceso inconformidad, inquietud, angustia, de si realmente lo que estábamos haciendo iba por buen puerto. Siempre la duda era si estábamos manipulando todo para empoderarnos nosotros como curadores y como artistas. No es la intención. Era un riesgo porque es un proyecto que podría solo parecer nuestra visión, cuando en realidad es el resultado de lo que pensamos entre todos, arquitectos y curadores, con una teoría atrás que nos llevó a la síntesis de esa instalación”, defendió Rocha, autor de obras con vocación pública como el Centro de Invidentes y Débiles Visuales y el Mercado San Pablo, en la Ciudad de México, o la Escuela de Artes Plásticas de Oaxaca. Y es que Rocha, declara, “no puede emprender un trabajo sin un proceso previo de reflexión y documentación”, que en los últimos tiempos ha tratado de que sea colectivo. “Tiene que ver con un diálogo de origen, es decir, si vamos a hacer arquitectura, vamos a hacerla dialogada con colegas. Y el resultado será algo desde lo platicado y no de una pieza convencional; es desde las ideas que debes invitar ahora a un artista a colaborar”, dijo.

Es por ello que Rocha, junto con la docente Elena Tudela Rivadeneyra y las investigadoras Natalia de la Rosa e Isadora Hastings —responsables de la curaduría del Pabellón—, tuvieron un intercambio intenso de ideas en torno a la arquitectura y al desplazamiento que genera, así como las posibilidades de representar aquella idea en el Pabellón.

El resultado, la instalación, quedó como una obra de arte en sí misma, que bien podría ubicarse en el arte intermedial, el cual conjuga distintas disciplinas; que es resultado del diálogo y que históricamente ha servido más para revelar procesos que para promover productos, objetos o autores.

“Cuando el arte y la arquitectura han sido potentes a lo largo de la historia es en aquellos momentos donde las vanguardias donde veías a artistas trabajando en y con diferentes disciplinas. ¿Por qué no haríamos nosotros ese trabajo colectivo que nos ayude a potencializar las ideas y las experiencias? Me queda clarísimo que es fundamental el trabajo colectivo y, de preferencia, de manera interdisciplinaria. No siempre que se construye una casa se puede, pero en otros espacios como este, sí”, sostiene el fundador del Taller Rocha + Gabriela Carrillo.

Una de las premisas no negociables del Comité Técnico (integrado por Lucina Jiménez, Marcos Mazari, María de los Ángeles Vizcarra, Alejandra Caballero, Pablo Landa, Gabriela Gil y el propio Rocha) para seleccionar a los arquitectos que representan a México en la Bienal fue que, más que edificios estéticos, debían ser proyectos insertados en las comunidades para provocar una suerte de efecto restaurativo.

“La selección que hicimos tenía que ver, sí con la obra, pero también con el proceso, para entender por qué la arquitectura funciona en un sistema complejo orgánico.”

“La selección que hicimos tenía que ver, sí con la obra, pero también con el proceso, para entender por qué la arquitectura funciona en un sistema complejo orgánico. Defendí mucho la idea de la acupuntura: cómo se mete la arquitectura en un sistema orgánico y desde ahí dialoga y negocia con algo que no es controlable, que es azaroso, que es cambiante y que, dentro de eso, la arquitectura no llega a imponerse y a demostrar qué debe ser, sino que es una arquitectura que ayuda a que el sistema orgánico natural, más fuerte que nosotros, sobreviva y se potencialice”, explica.

Arquitectura de acupuntura ha sido una de las formas que Juan Carral O’Gorman, uno de los seleccionados, utiliza para referirse a su trabajo titulado “Renovación Urbana Donceles 28”.

Cortesía Proyecto Donceles

La propuesta de Carral, descendiente de Juan O’Gorman —uno de los arquitectos mexicanos más reconocidos del siglo 20— se centra en nueve edificios de vivienda de tres y cuatro pisos, de no más de 40 metros cuadrados. Hacer de ese espacio mínimo un hogar digno, explica, ha sido el reto del arquitecto y de su equipo: Juan O’Gorman Merino, inversionista e ideólogo; Pablo Gutiérrez, administrador, y Víctor Ebergenyi Kelly, arquitecto asociado.

El uso de prefabricados, bloques de concreto, celosía en fachada, espacios sin divisiones y ausencia de acabados innecesarios, a la usanza de O’Gorman, permiten terminar una obra en aproximadamente siete meses. Los edificios han sido levantados en predios de casas abandonadas o descuidadas, ubicadas en esquinas o medianeras, seleccionadas estratégicamente con un doble propósito: encontrar terrenos baratos y revitalizar la zona arquitectónicamente.

Carral invierte de tres a cinco por ciento de cada proyecto en restaurar los rededores. Donde antes había terracería, hay un parque con playgrounds, aparatos para hacer ejercicio, bancas, árboles, fuentes y, lo más importante, gente haciendo uso de todo.

Los once proyectos restantes son de la autoría de Fernanda Canales, Sandra Cecilia Calvo Guzmán, Rosario Hernández Argüello, Rozana Montiel Saucedo, Andrés Soliz Paz y Pavel Escobedo; Judith Meléndrez Bayardo + Gabriel Konzevik Cabid + Antonio Pla Pérez; Katia Marcela Zapata Rodríguez y Roberto Núñez; y Magui Peredo.

También están el Taller de Proyectos Incidencia Regenerativa de la Universidad Iberoamericana CDMX (de Juan Casillas Pintor, Roberto Contreras, Adrián Sánchez, Belvet Chavarría, Elíseo Lucero y Monica Petricoli); Salvador Macías y Diego Quirarte; Román Jesús Cordero Tovar e Isabel Mendoza, y Estudio MMX.

El pabellón podría no concursarse, pues el catálogo aún está pendiente debido a la falta de presupuesto de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) ante la embestida del coronavirus a las arcas nacionales. EP

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