JUNIO: Y el ganador del Pulitzer es… el hip-hop

Kendrick Lamar, de tan sólo treinta años, le ha regalado al hip-hop el mayor reconocimiento oficial de su historia. Me refiero a que este género finalmente fue invitado a sentarse a la mesa junto con las “artes mayores”. El hip-hop, nacido como un arte urbano, tuvo desde su origen cuatro elementos principales: el DJ (con […]

Texto de 24/09/18

Kendrick Lamar, de tan sólo treinta años, le ha regalado al hip-hop el mayor reconocimiento oficial de su historia. Me refiero a que este género finalmente fue invitado a sentarse a la mesa junto con las “artes mayores”. El hip-hop, nacido como un arte urbano, tuvo desde su origen cuatro elementos principales: el DJ (con […]

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Kendrick Lamar, de tan sólo treinta años, le ha regalado al hip-hop el mayor reconocimiento oficial de su historia. Me refiero a que este género finalmente fue invitado a sentarse a la mesa junto con las “artes mayores”. El hip-hop, nacido como un arte urbano, tuvo desde su origen cuatro elementos principales: el DJ (con las tornamesas y vinilos para crear las bases rítmicas); el rapero (MC o Master of Ceremonies, con el micrófono y las rimas); la lata de aerosol o el grafiti, y el break dancing. Tenemos danza, poesía, arte visual y música.

Estos cuatro elementos forjaron el género más influyente en la música pop desde la aparición del jazz. El hip-hop es una industria multimillonaria que atrapa cada día a más adeptos, la mayoría de forma incidental. Los orígenes del género se remontan oficialmente al lanzamiento de la canción “Rapper’s Delight”, de The Sugarhill Gang, en 1979.

Treinta y nueve años de vida oficial, más los que estuvo en la incubadora. Desde hace ya mucho tiempo, el hip-hop aparece en todas las listas de éxitos. Ya sea de forma directa o como influencia. Desde el malhadado reguetón, hasta el último disco de David Bowie, Blackstar. El músico inglés declaró que el álbum que más escuchó en 2015 fue To Pimp a Butterfly, ni más ni menos que de Kendrick Lamar, flamante Premio Pulitzer 2018.

Quizás arranqué muy osado al declarar que el rap es poesía. Rimar no significa poetizar, dirán. De acuerdo. Pero tenemos el fresco antecedente de Bob Dylan. Casi la misma disputa, pero más extrema. Si darle el Premio Nobel de Literatura a un compositor y cantante de música folk ruborizó a más de un académico, qué puede esperarse del galardón otorgado al originario de Compton (Los Ángeles, California), el señor Kendrick Lamar.

Rimar no es hacer poesía, estamos de acuerdo, pero hay algo en las letras que componen DAMN., el disco premiado, que no puede catalogarse como esa artesanía comercial a la que estamos acostumbrados y que sirve sólo para entretenernos. Lamar, como Dylan, o como el poeta que quieran proponer de ejemplo, estudian la condición humana y parten de su visión de mundo para otorgarnos piezas en verso que atienden preocupaciones universales. Todo esto con gran maestría.

Métrica, verso, rima, figuras poéticas, referencias culturales… lo anterior forma un testimonio que este joven nos ha entregado en forma de álbum, llamado DAMN., una popular interjección usada por la comunidad afroamericana (es como decir “¡maldición!”, aunque no precisamente). Refleja enojo, sorpresa, aprobación o desencanto, dependiendo del contexto.

Damned if I do, if I don’t

Goddamn us all if you won’t

Damn, damn, damn, it’s a goddamn shame

You ain’t front in line, get out the goddamn way.

Este puente del tema “ELEMENT.” ejemplifica el uso de la palabra damn y presenta un resumen de lo que trata la canción: la lucha entre el mundo violento y glorificado del hip-hop y la visión de un originario de Compton. Un canto furioso ante la realidad que abraza sus orígenes y que se pelea con los estereotipos que ciegan y adormecen la capacidad reflexiva de su generación.

DAMN. constituye un tratado sobre diferentes asuntos. Cada tema es nombrado por una palabra, un concepto, y su desarrollo constituye el viaje de este álbum. Catorce canciones y catorce ensayos. Un documento imprescindible para conocer el estado actual del hip-hop, de la juventud afroamericana, de la cultura pop y de las preocupaciones e intereses de la infravalorada generación millennial.

Kendrick Lamar es ahora mismo considerado uno de los mejores raperos de la historia. Es una declaración temeraria. El hecho de que se le haya otorgado este premio no significa que sea el primer exponente de un rap profundo, complejo, elaborado y artístico. Lamar descansa en hombros de gigantes como Tupac Shakur, The Notorious B.I.G., Nas, Rakim, Ice Cube, Common, Snoop Dogg y un largo etcétera. Todos ellos pueden considerarse poetas y cada uno cumple con la justificación que publicó el Pulitzer al premiar a Kendrick: “Una colección virtuosa de canciones unificadas por su autenticidad vernácula y dinamismo rítmico que ofrece anécdotas que tratan la complejidad de la vida afroamericana moderna”.

Consciente del legado de los citados raperos, así como de la música soul de la que abreva el hip-hop para sus bases rítmicas, DAMN. comienza con un pequeño preludio llamado “BLOOD.” Una música que nos recuerda a Marvin Gaye. Y la voz de Lamar narrando una pequeña historia, no rapeando, sino platicándola como Gil Scott-Heron en “The Revolution Will Not Be Televised”.

Así que, fui a caminar el otro día

Y vi a una mujer, una mujer ciega

Subiendo y bajando de la acera

Parecía estar un tanto frustrada

Como si se le hubiera caído algo y

Estuviera batallando por encontrarlo

Así que, después de verla por un rato

Decidí ir hacia ella y ofrecerle ayuda, ¿saben?

“Hola, señora. ¿Puedo ayudarla? Me parece que ha perdido algo

¿Quiere que le ayude a encontrarlo?”

Ella contestó: “Oh, sí. Has perdido algo.

Has perdido… tu vida”

[El sonido de un disparo interrumpe la música y la voz]1

El disco tiene dos temas que resumen la poética del angelino: “DNA.” y “HUMBLE.” El primero es una pieza frenética que demuestra la capacidad de vocalización de Lamar, así como su maestría para resumir sus conceptos en sentencias breves, haikus furiosos que caen uno tras otro a la velocidad de los disparos de una ametralladora:

Tengo lealtad, tengo realeza en mi ADN

Cocaína, guerra y paz en mi ADN

Tengo poder, veneno, dolor y gozo en mi ADN

Tengo luchas y ambición fluyendo en mi ADN.

“HUMBLE.” es una crítica al oropel que envuelve la vida digital, a la manera como se valoran la popularidad, la belleza, la felicidad y la convivencia en el mundo de las redes sociales. El yo lírico grita desesperado buscándole sentido a lo que ve a través de la pantalla de su celular:

Estoy tan pinche harto y cansado del Photoshop

Muéstrenme algo natural como el afro de Richard Pryor

Muéstrenme algo natural como unas nalgas con algunas estrías

Esto es una locura, ay, no logran sorprenderme, ay.

Lo que ha sido premiado con el Pulitzer, antes que Lamar, es el hip-hop. Después del triunfo de Bob Dylan con el Nobel de Literatura queda clara la tendencia de borrar la barrera imaginaria, absurda y arraigada entre la “alta cultura” y la “cultura popular”. Si algo tienen de bueno estos reconocimientos es la voluntad de acercar a todo público a valorar las expresiones artísticas, así como la flexibilidad de la crítica para aceptar que no sólo en los libros hay poesía.

Este compositor y artista ha vuelto a poner a Compton en el mapa luego del éxito rotundo de la película Straight Outta Compton, historia del grupo N.W.A. (Niggaz Wit Attitudes) que encumbró a Ice Cube, Eazy-E y Dr. Dre, y motivó la realización de un pésimo filme sobre la vida de Tupac Shakur y de series documentales acerca del nacimiento y apogeo del género del hip-hop: The Defiant Ones y Death Row Chronicles, producidas por HBO y BET, respectivamente. Al mismo tiempo, Lamar parece renovar el género en su conjunto otorgándole una suerte de seriedad que, si bien ya tenía por méritos propios, no había sido oficializada.

El primer artista pop en ganar el Pulitzer es también el primero en tener la fortuna de darle su lugar al hip-hop. Otros —y quizá mejores— raperos que él hay en la historia de este género, y otros más vendrán después de él. El hecho de que esta plática se genere promueve que el nuevo video de Childish Gambino, “This Is America”, genere una discusión seria en medios especializados.

Lo que empezó como una carta del fbi a N.W.A. conminando a sus integrantes a no tocar temas como “Fuck tha Police” en 1988, culmina hoy con un importante galardón que pone las cosas en su lugar. EP

1 Todas las traducciones son del autor.

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