El mapa del laberinto: Libreros de Mercurio López Casillas

Fácilmente podrá calcularse lo que significa para mí la aparición de este libro si evoco un episodio de mi historia personal con Donceles. Necesitado de la información que ofrece Libreros, de Mercurio López Casillas, una mañana de abril de hace siete años me planté en la esquina de la calle con el Eje Central cargado de […]

Texto de 18/04/17

Fácilmente podrá calcularse lo que significa para mí la aparición de este libro si evoco un episodio de mi historia personal con Donceles. Necesitado de la información que ofrece Libreros, de Mercurio López Casillas, una mañana de abril de hace siete años me planté en la esquina de la calle con el Eje Central cargado de […]

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Fácilmente podrá calcularse lo que significa para mí la aparición de este libro si evoco un episodio de mi historia personal con Donceles. Necesitado de la información que ofrece Libreros, de Mercurio López Casillas, una mañana de abril de hace siete años me planté en la esquina de la calle con el Eje Central cargado de lo necesario para una aventura periodística que tiempo atrás me había prometido, y que por fin tenía delante: cuaderno de notas, lápiz, cámara fotográfica. Aunque muchas veces había andado por esa calle, es verdad que en cierto modo a ciegas, entregado a mi buena estrella (aquélla a la que se encomiendan los buscadores de libros únicos), durante mis dilatadas expediciones, unas horas después de vagar por los pasillos a veces idénticos de las librerías, solía ocurrirme que no sabía exactamente en dónde me encontraba. La cosa llegaba al grado de que, al salir de la librería en la que había pasado al menos la última media hora, si no había adoptado por regla el sentido de la numeración, es decir del Eje Central a la calle de Argentina, del rumbo del viejo Senado al del Templo Mayor, salía a la calle y me deslumbraba no tanto la luz de la ardiente una de la tarde del Centro Histórico como una desorientación que me impedía saber a ciencia cierta si debía de seguir el recorrido hacia la derecha o la izquierda.

En alguna ocasión salí de cierto establecimiento, por cierto uno que no tiene el aspecto de todos los demás, y que no pude decir sino hasta ahora exactamente cuál es, y me encaminé con decisión hacia la siguiente librería; en vez de arribar, como daba por hecho, a las puertas del templo de la Enseñanza, delante del acceso lateral al Palacio del Marqués del Apartado, me descubrí enfilando hacia la calle de Marconi, es decir hacia el polo opuesto, de regreso a mi punto de partida, y, como en un extraño sueño en el que el mundo inadvertidamente hubiera sido puesto al revés, acabó sorprendiéndome la contemplación del flujo de automóviles del Eje Central.

Había, sí, una bien fincada circunstancia que me protegía del completo extravío: el que las mejores librerías estuvieran ubicadas en el lado norte de la calle. Pero si se daba el caso de que no hubiera tomado nota del costado en el que me había internado, o si lo había olvidado, confundido por las emociones que había dentro de mí, por unos momentos no sabía hacia dónde debía de encaminarme a continuación. Juro que hasta la aparición de Libreros nunca pude establecer con exactitud cuál es la librería que tiene un tapanco en el que, a punto de acabarse 2013, un día triste del final de diciembre de aquel año, hice alguno de mis más emocionantes hallazgos; tampoco he podido decirme sino hasta ahora en qué recodo de cuál librería del costado sur de Donceles posé los ojos sobre el grueso lomo de un libro buscado durante años…

Por lo que llevo dicho, se entenderá que el libro que presentamos este mediodía es muy valioso para mí. Libreros resulta, desde mi perspectiva, una suerte de mapa de un laberinto muy caminado y querido, en el que siempre, como por esencia conviene a los laberintos, he andado más bien confundido y a oscuras. Con el precioso volumen editado por Acapulco, he podido arrojarme por fin sobre un mapa sabio y confiable de las librerías, y no sólo de las de Donceles, naturalmente, sino de todas aquellas que cuatro generaciones de libreros han abierto durante las últimas décadas hacia los cuatro puntos cardinales de la ciudad —la última de ellas, calificada con toda propiedad como Increíble, fundada por una pareja tocada por la gracia.

No menos que eso, me parece que resulta sumamente valioso ver reunidos en una sola fotografía (la que abre el libro, quiero decir, en la famosa librería Bibliofilia, pero también, si puedo hablar en un sentido metafórico, el gran retrato de familia que hay en las casi trescientas páginas de Libreros) a todos esos personajes que no conocí sino de manera casual y aislada, no diré que tan sonrientes como aparecen en la imagen en la que rodean a su padre, don Ubaldo López Barrientos, el fundador de la estirpe, sino serios, abismados en sus asuntos, en los pasillos o tras las cajas o de camino de los depósitos de los libros, las veces que los vi sin saber que eran los miembros de una sola familia, todos aquellos personajes que se repetían como si fueran uno solo en mis fantasiosas visiones de búsqueda, poco menos que como en un ensueño producto de un filtro mágico o de un capricho onírico, morenos, de cabelleras negras y tupidas, casi siempre de lentes y con bigotes o barbas, tan adustos como para nunca plantearse siquiera la posibilidad de ponerse a las bromas con ellos, y que luego resultarían ser los incontables hermanos López Casillas. De algunos de ellos, al menos de entre los que he conocido, resultó que a pesar de su aspecto un tanto fiero poseen, como dice Vicente Quirarte del fundador de la estirpe, el corazón “tocable”.

Libreros es un género de libro que, yo diría, no suele hacerse en México. En manos de editores más comunes, o menos extraordinarios, este libro sería muy distinto. En las de Selva Hernández y Vanessa López, editoras, y Mercurio López Casillas, autor, el proyecto de hacer la crónica de la compraventa de los libros en la Ciudad de México, ya que el tema está ligado a su propia familia, ha conseguido rehuir la autocomplacencia. ¿Y cómo lo han hecho? Como el trabajo serio de investigación que es; con el hambre y la originalidad periodísticas con las que ha sido planteado; con el propósito, acaso más anglosajón que hispánico, de explorar un tema sin fantasías innecesarias —y eso que el tema se presta para deslizarse hacia ellas—. No menos que eso, con un extraordinario buen gusto, que se nota en cada una de las páginas del libro, y que, a decir verdad, está implícito en las virtudes que he enumerado.

Pero hay algo más: Selva, Vanessa y Mercurio han ampliado el concepto de familia. Me explico: Libreros hace un homenaje a la obra de don Ubaldo y de sus hijos, y de todos los que forman o han formado parte de ese núcleo primario, desde luego, pero a fuerza de documentar, de trazar mapas, de solicitar la realización de un hermoso portafolio fotográfico, de averiguar todo sobre cada uno de los establecimientos, de enlistar las librerías o que no forman parte del grupo o que no aparecen en el libro prometiéndose que serán apropiadamente atendidas, han ampliado el concepto de familia hasta involucrar a sus colegas y a nosotros mismos, los lectores, en ella. En una palabra: por la manera como nos han contado su historia, han hecho un delicado y profundo servicio al mundo de los libros en México, del que todos formamos parte.

Como no puede ser de otra manera, deseo aprovechar este momento para darles a ellos las gracias por invitarme a participar en el libro, con la inclusión del mapa de ubicación de las librerías de Donceles que elaboré y la crónica que sobre ellas escribí hace siete años precisamente por la razón de que no existía este libro. También les doy las gracias por invitarme a estar presente, de manera tan notoria, en esta presentación, en esta fiesta de familia a la que yo también pertenezco, como lector, como buscador de libros únicos. Felicidades a ellos y gracias por permitirme volver a casa, igual que muchos de los que estamos presentes este mediodía, con el mapa de un laberinto que me apresto a redescubrir. ~

*  Este texto fue leído en la presentación de Libreros, crónica de la compraventa de libros en la Ciudad de México, de Mercurio López Casillas (Ediciones Acapulco), el sábado 28 de enero de 2017 en la Biblioteca de México de La Ciudadela.

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FERNANDO FERNÁNDEZ fundó y dirigió la revista Viceversa, fue director del Programa Cultural Tierra Adentro y director general de Publicaciones del Conaculta. Su libro más reciente es Chirimoya (Ediciones Acapulco, 2016).

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