Modus vivendi: ¿Pueden los microsismos despertar nuestra conciencia?

Ricardo Kostova escribe sobre cómo los microsismos pueden estimular nuestra conciencia y memoria, y llevarnos a reflexionar sobre la existencia humana.

Texto de 22/03/24

microsismos

Ricardo Kostova escribe sobre cómo los microsismos pueden estimular nuestra conciencia y memoria, y llevarnos a reflexionar sobre la existencia humana.

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El miércoles catorce de febrero del año en curso, la Ciudad de México y sus volcanes escarchados despertaron con dos microsismos, ocasionados por una falla geológica recién identificada en la zona Plateros–Mixcoac, muy cerca de Ciudad Universitaria. La grieta de más de un kilómetro de largo ha ocasionado, desde entonces, microsismos constantes en las alcaldías Álvaro Obregón, Magdalena Contreras y Benito Juárez. Estas sacudidas frecuentes motivaron en mí las siguientes preguntas y la reflexión que las acompaña: ¿Pueden los microsismos despertar nuestra conciencia? ¿En qué sentido estos fenómenos pueden ayudarnos a tomar conciencia y recordar?

“[los microsismos] hacen que tengamos presente la finitud y la fragilidad de la vida…”

Empecemos diciendo que algunas personas aún dormitaban, otras en cambio tomaban un baño, así también hubo quien se alistaba para ir al trabajo o la escuela. La hora a la que estos movimientos telúricos se presentaron (el primero a las 6:42 a. m. y el segundo unos minutos después) dio pie a la generación de una serie de experiencias compartidas bastante similares que fueron tomando forma en la transmisión oral o de boca en boca sobre lo ocurrido. La pregunta “¿tú cómo los sentiste?” fue una constante en las calles a lo largo del día, al igual que la siguiente precisión: “¿Microsismos? Pues ni tan micro…”. Todo esto se acompañaba de la “dispreferida” noticia sobre los peritajes y dictámenes de protección civil en la zona con respecto a casas o departamentos “inhabitables” que continúan siendo habitados, por supuesto, no porque los residentes tengan una voluntad obstinada, sino por la falta de una vivienda alternativa o alguna otra solución por parte de las autoridades. Entre estos inmuebles afectados y agrietados puede contarse El Monasterio de la Visitación de Santa María, ubicado en la calle Campana en Mixcoac, recinto al que le guardo un profundo cariño.

Ciertamente los microsismos nos ayudan a despertar la conciencia, pues hacen que nos cuestionemos cosas pragmáticas como: “¿Por qué hay puertas de emergencia que están siempre cerradas?” Pero también hacen que tengamos presente la finitud y la fragilidad de la vida, de nuestra propia existencia; en ese sentido son una especie de recordatorio de la mortalidad humana, un memento mori compartido entre las conciencias, un reconocimiento parecido al humus sum.1 Súbitamente se despierta un entendimiento (en muchos casos provisional) sobre la muerte y la fragilidad de los vínculos humanos, así como el sentimiento de solidaridad excepcional,2 el cual en muchos casos surge a partir de una catástrofe mayor, como una pandemia o un terremoto propiamente dicho. Valdría la pena preguntarnos: ¿solamente podemos ser solidarios ante un peligro inminente o una crisis sanitaria? ¿Por qué a menudo nuestros sentimientos de altruismo y solidaridad se manifiestan únicamente en estas circunstancias excepcionales?  Por otra parte, ¿qué tan cierto es lo que frecuentemente advierte la sabiduría popular?; es decir, ¿es preferible que tiemble varias veces poquito, a una sola vez mucho?

Otro punto por el cual un microsismo puede despertar la conciencia colectiva, más allá de supersticiones o cuestiones esotéricas, tiene que ver con el recuerdo, con la reminiscencia o anámnēsis (ἀνάμνησις).3 En cuanto el Valle de México se sacude, el recuerdo de ocasiones anteriores surge prontamente desde las profundidades de nuestra psique, especialmente en lo relativo a los tres terremotos acaecidos el 19 de septiembre: el de 1985, 2017 y 2022. Anécdotas de todo tipo comienzan a circular, algunas trágicas y otras más bien cómicas —estas últimas versan, en su mayoría, sobre algún encobijado o enjabonado que salió a la calle en medio del sismo. No obstante, ¿por qué pese haber vivido durante estos eventos hay personas que recuerdan ciertos sismos y otros no? ¿Puede describirse un microsismo como un punto de anclaje para la conciencia y la memoria? ¿Por qué a menudo asociamos estos eventos a un cambio significativo en nuestra percepción o nuestra interioridad, en una suerte de metanoia (μετανοῖεν)?4 De alguna manera, un microsismo remueve nuestra memoria, nuestros recuerdos, nuestros cimientos, nuestras certezas y nuestros fundamentos, tanto físicos como ontológicos y psicológicos. El mismo día por la tarde, por ejemplo, podían observarse y escucharse distintas manifestaciones de religiosidad por las avenidas: diapasones, campanas, el Padre Nuestro en arameo e incluso el Ave María. El advertir que hay fuerzas externas que nos sobrepasan o que no están bajo nuestro control, y ante las cuales nuestras convenciones cotidianas o nuestra rutina diría no supone ningún impedimento, hace que nos caiga uno o varios veintes —entiéndase lo anterior al modo de un ¡Eureka! (εὕρηκα) mexicano. La grieta geológica descubierta por investigadores del Instituto de Ingeniería de la UNAM puede generar a su vez otros agrietamientos y hendiduras, no solo en nuestros muros y fachadas. Por ello sería prudente replantearnos a qué le damos valor; ¿dónde están y qué tan frágiles son nuestras esperanzas, anhelos, deseos y vínculos? ¿En qué sentido nuestra vida rápida y ajetreada nos fisura, nos agrieta? Probablemente el ritmo acelerado de nuestras ciudades nos priva no solo de nuestra atención y de nuestro tiempo, sino también de los elementos vitales que nos hacen ser humanos: los momentos de contemplación, el ocio, el contacto y la conexión con los otros, así como los rituales del buen vivir. Hay quienes conocen y dialogan con sus vecinos únicamente tras ponerse a salvo al escuchar la alerta sísmica.

Cabe advertir que esta actividad telúrica coincidió con dos eventos no poco significativos: el Día de San Valentín, también llamado Día del Amor y la Amistad, y el inicio de la solemnidad litúrgica de la Cuaresma, el Miércoles de Ceniza. Durante gran parte de la historia humana, el pensar que los días, las estaciones y ciertas fechas específicas tenían un sentido y una significación particular era algo común. De este modo, durante la Antigüedad, la Edad Media y el Renacimiento, era usual que alguien supiera con exactitud en qué día del ciclo lunar se encontraba, a qué hora amanecía y anochecía, la dirección y procedencia de los vientos, además de otros fenómenos ligados tanto al contacto con la naturaleza como con la comunidad. En el presente, ¿cuáles son las fechas que anotamos en nuestro calendario, más allá de las temporadas de descuentos o rebajas en los centros comerciales?. ¿Qué fechas le dan significación a nuestra vida y a nuestra existencia? ¿Las cuatro estaciones solo tienen un sentido en tanto qué ropa usamos o qué tendencia debemos seguir?

“De alguna manera, un microsismo remueve nuestra memoria, nuestros recuerdos, nuestros cimientos, nuestras certezas y nuestros fundamentos…”

Para la tarde de ese mismo miércoles mantuve una conversación con el conductor de una aplicación, Oswaldo; sus palabras quedaron grabadas en mi memoria: “Si le soy sincero, no lo sentí, pero un buen sismo te hace recordar todos tus pecados, te hace recordar que la vida es como un hilo frágil, un hilo que puede romperse de un momento a otro”. Quizás el aumento de estos microsismos se relacione con el uso indiscriminado del agua y la construcción constante de departamentos en la zona. ¿La frecuente actividad del volcán Popocatépetl durante el último mes tendrá algo que ver? Dejo dicha cuestión a los especialistas.

Los atentos lectores que siguen esta columna advertirán la diferencia entre esta entrada y las anteriores; probablemente se me objete que esta reflexión está más cerca de la crónica que de la filosofía, y de darse el caso les daría la razón: cedemos ante dicha objeción. Sin embargo, lo que parece cierto es que vivir un microsismo con atención y a plena conciencia puede llevarnos a revalorar, recordar y meditar no pocas cosas, a salir de la frenética inercia que arrastra nuestros cuerpos y pensamientos diariamente, a generar empatía por el dolor ajeno, a dirigir nuestra mirada hacia el presente y a apreciar detenidamente la delicada unidad subyacente en el mundo. EP

  1. “Polvo o tierra soy”, recordatorio de la humildad como virtud, presente en Génesis 3,19 y Job 42,6. []
  2. Véase el uso de estos términos en el artículo “La excepcionalidad de la solidaridad” de la Dra. Amalia Amaya: “Sin embargo, la solidaridad que propicia los tiempos de crisis está vinculada irremediablemente a la excepcionalidad: es una solidaridad efímera, que desaparece una vez superada la crisis.” []
  3. Término ampliamente utilizado por Platón para hablar del conocimiento, especialmente en los diálogos: Menón, Fedón, República, Fedro y Leyes, donde el filósofo afirma que, en gran medida, “conocer es recordar”. []
  4. Un movimiento interior que surge en todos nosotros, un cambio radical de perspectiva o de rumbo, una toma de conciencia, aunque en un contexto teológico, también puede entenderse como una transformación, una conversión o una revelación. []

DOPSA, S.A. DE C.V