Como un río que acrecienta su caudal, el libro Cada vez más Möcayas se abre paso sobre territorios indígenas amenazados y muestra el camino que un grupo de jóvenes zoques ha imaginado para sus pueblos.
Cada vez más mokayas, o la creciente zoque
Como un río que acrecienta su caudal, el libro Cada vez más Möcayas se abre paso sobre territorios indígenas amenazados y muestra el camino que un grupo de jóvenes zoques ha imaginado para sus pueblos.
Texto de Dante Saucedo 15/07/22
Para quienes habitamos tierras desecadas, ser testigos de la creciente de un río es un acontecimiento casi siempre inaccesible, pero maravilloso. Desde lejos, es difícil anticipar el momento preciso de su irrupción e imposible calcular su caudal. Y aunque su carácter cíclico ayuda a prever su arribo después de cada temporal, hay crecidas tan potentes que se guardan en la memoria como hitos: sus aguas excavan y abren vías en la historia de los pueblos que irrigan.
La aparición de Cada vez más Mökayas, pensares y sentires de zoques contemporáneos (Ciudad de México, Ce-Ácatl, 2022), representa un momento de esa naturaleza. Coordinado por Josefa Sánchez Contreras, Fortino Domínguez Rueda y Fermín Ledesma Domínguez a partir del trabajo del Centro de Lengua y Cultura Zoque y del Colectivo Matza, es un libro que permite observar un instante verdaderamente singular: la intervención explosiva y organizada de un grupo de pensadores y artistas del pueblo indígena zoque-angpøn que, como un arroyo después de la lluvia, abre nuevos surcos sobre el territorio que es su hogar.
En Cada vez más mokayas, cada colaboración es un fragmento de fuerza: su potencia crece en relación con el torrente general. La disposición de los textos y la estructura del libro da cuenta de ello. Las intervenciones de Mikeas Sánchez —poeta de Ajway, Chiapas traducida a más de ocho lenguas— aparecen como recodos que, sin interrumpir el curso principal de la corriente, marcan su ritmo. Su primer texto, “Cómo ser un buen salvaje” es el ojo desde el que emanan todos los demás, incluso la introducción de los coordinadores, que es casi un manifiesto:
Desde allí se advierte la fuerza y las bifurcaciones que puede adquirir la creciente zoque de la que Cada vez más mokayas es una muestra: un ejercicio de pensamiento crítico desde la teoría, la historia, la narrativa, la lingüística y las artes; un diálogo con “los estudios subalternos, postcoloniales, decoloniales, el marxismo negro, la literatura latinoamericana, los indianistas y algunos feminismos”; y el avance hacia un horizonte de llegada tan claro y distinto como el mar: la defensa del territorio zoque, asediado por proyectos extractivistas y de despojo.
Como toda creciente poderosa, ésta debe buscar su lugar: lo que la define es, precisamente, no dejarse constreñir por aquello que busca contenerla. Esta es una de las corrientes que más se dejan sentir bajo la superficie, a lo largo de todo el curso: construir, a partir de las experiencias vividas, una concepción contemporánea del ser zoque que no responda a las definiciones estatales y asimilacionistas de lo indígena, y que tampoco se restrinja a un solo modelo de existencia, a una sola forma de vida.
La obra de Fortino Domínguez —coordinador y colaborador también del libro— es la que más ha seguido ese camino. A partir de su experiencia como migrante en Guadalajara, y en estrecho contacto con zoques de enclaves tan distantes como Chiapas o Massachusetts, ha construido una mirada sobre lo que él llama el espacio diaspórico, un sitio múltiple donde lo que tiene lugar —más que un modelo simple de comunidad de origen-comunidad migrante— es un “territorio-red-zoque” construido a partir de distintas formas de habitar, de relacionarse y de existir. Su posición es tan compleja como móvil y desafía incluso a quienes, desde los movimientos en defensa del territorio, pretenden fijar una sola figura identitaria como condición para la resistencia. El buen salvaje es el gran invento del indigenismo y la antropología, pero en ocasiones también de los aliados que lo figuramos como modelo de conducta.
La primera colaboración de Cada vez más mokayas es también parte de esa corriente y aparece como un salto que convierte en espuma cualquier expectativa de estar frente a un “libro académico” tradicional. Si la introducción fue casi un manifiesto, la narración breve de Jaime Sa’akäsmä es prácticamente un desafío. El protagonista de “Wey’weya for dummies” despierta una mañana con el sol en la cara, desubicado, cansado, pero dispuesto a salir a trabajar: ha acordado representar, para una cámara extraña, un perfecto ritual indígena. Pero en su performance particular la perfección se desdobla y adquiere una forma secreta: el narrador actúa con minuciosidad una mentira: “les doy lo que quieren: ritos falsos para días falsos”.
La cámara intrusa —una máquina de folclorizar— obtiene exactamente lo que busca: una danza perfecta, una puesta en escena. Mientras, el ritual se guarda; es decir, se protege. En una conversación con su compadre, el narrador —irónico pero certero— defiende por vía negativa su concepción particular y política de la mentira: “la verdad, si es que la hay, está en nosotros, en el maíz que sembramos, en las cuevas, en los ríos”.
Hay que indagar, pues, en los arroyos, los remansos y los regatos que componen una cuenca. Eso es precisamente lo que ensaya Josefa Sánchez en “Bifurcaciones hidrológicas de la historia zoque”, un ejercicio de memoria de larga duración a partir de los ríos habitados históricamente por los pueblos mixe-zoques: Papaloapan, Grijalva, Coatzacoalcos, Tonalá y Tehuantepec.
A partir de una minuciosa revisión de la bibliografía disponible —sustento de una investigación en curso—, la apuesta de Josefa es volver situar la historia de los pueblos sobre sus tierras y sobre sus aguas, explorar las vidas de los pueblos mixe-zoques a partir de su sustento, su reproducción y sus relaciones fluviales. Además de ambicioso, su proyecto es político: se trata de dirigir la mirada histórica hacia el lugar donde coinciden vida y territorio; es decir, hacia el espacio a defender. Para ello es necesario sortear otros obstáculos que obstruyen el avance del torrente: las categorías insuficientes con las que la historia ha tratado de pensar la organización de los pueblos: imperios, cacicazgos, civilizaciones centrales y periféricas. Se trata, pues, de construir un pensamiento político capaz de dar cuenta de la memoria larga de los pueblos y sus formas de organización pasadas y actuales: explorar los ríos para “dejar de buscar a Hobbes en Mesoamérica”.
La tarea, pues, no es identificar al Leviatán, si no aprender a combatir a la Hidra. Eso es precisamente lo que intenta mostrar Fermín Ledesma en su texto —fruto también de una extensa investigación publicada como libro por la Universidad Autónoma de Chapingo en 2018. Ledesma hace un recuento de los proyectos extractivos recientes que amenazan las tierras y aguas zoques y, sobre todo, construye un memorial de las luchas que han emprendido los pueblos para enfrentarlos. De esas luchas, también, abrevan las aguas de este libro.
Keving Hernán —escritor, editor y promotor cultural de San Miguel Chimalapas y colaborador del libro— recuerda el nacimiento del Colectivo Matza en esa coyuntura: en 2014 se constituyó un grupo de investigación autónomo para acompañar a los pueblos chimalapas en la defensa de su territorio frente a concesiones mineras otorgadas a la empresa canadiense Minaurum Gold. Para Keving, la cultura es una dimensión esencial para la reflexión crítica y un elemento clave en la reproducción de la vida en las comunidades. Por eso, la pregunta central que guía su trabajo es clara: ¿cómo articular las prácticas artísticas y culturales con la organización en defensa del territorio?
El Primer Encuentro Zoque, organizado en 2019 por el Colectivo Matza, fue un primer ejercicio para hacer confluir las aguas que hoy convergen en Cada vez más mokayas. En una conversación reciente, Keving recuerda que compañeros y compañeras zoques de diversas regiones llegaron hasta la cabecera comunal de San Miguel Chimalapas para “reterritorializar su historia más allá del Estado-nación, para resistir a la fractura de los territorios”.
El impulso y los resultados de aquella primera compartición anunciaban ya la potencia y las bifurcaciones que hoy el libro deja ver. La posición de Keving al respecto es lúcida y compleja: el horizonte es organizarse en defensa de los territorios y, para ello, es necesario “repensar las realidades de las comunidades, que son realidades complejas […] re-encauzar el pensamiento hacia una forma de comprendernos aquí y ahora, desde una visión que restituya nuestro lugar en la historia”. Enseguida, Hernán convierte el desafío irónico del narrador de Jaime Sa’akäsmä en una máxima política profunda y de largo alcance: los pueblos indígenas, dice, “no somos víctimas, verdugos, ni redentores”. Es nuestra tarea, parece insinuar, explorar las posibilidades de ser nada más que compañeros.
Antes de terminar, le pregunto a Keving en qué espacios imagina que puede continuar esta discusión de largo aliento, qué lechos son capaces de soportar un cauce como este. Duda un momento y ensaya: “en todos lados y en ningún lugar: en las comunidades zoques, en las comunidades desplazadas de todos los pueblos. No solo desde una particularidad geográfica; las amenazas son estructurales y globales, no se trata de un asunto exclusivo de los pueblos indígenas”.
Para quienes habitamos tierras desecadas, la irrupción de un torrente es un acontecimiento maravilloso y, casi siempre, inaccesible. Cuando nos es dada la ocasión de presenciarlo, nuestra única tarea es intentar construir espacios desde donde podamos responder, es decir, aprender a sumergirnos, acompañar su curso y salir a flote. Como el rumor de un río, la creciente zoque que resuena en Cada vez más mokayas es un llamamiento: está dirigido, sencillamente, a quienes decidan escuchar.EP
El libro se puede conseguir en la Ciudad de México en Volcana, lugar común, y en la Ciudad de Oaxaca en La Jícara y El Anhelo.
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