Biblioteca de un duelo: entrevista con Aura García-Junco

Este País conversó con la escritora Aura García-Junco sobre su más reciente libro, Dios fulmine a la que escriba sobre mí (Sexto Piso, 2023).

Texto de 19/10/23

Aura García

Este País conversó con la escritora Aura García-Junco sobre su más reciente libro, Dios fulmine a la que escriba sobre mí (Sexto Piso, 2023).

Tiempo de lectura: 13 minutos

¿Cómo el duelo por la pérdida de un ser querido se transforma en expresión estética y artística? ¿Las bibliotecas son un mapa biográfico de sus dueñas y dueños? Aura García-Junco, reconocida por la revista Granta como una de las jóvenes escritoras más destacas en español, nos ofrece en su nuevo libro, Dios fulmine a la que escriba sobre mí (Sexto Piso, 2023), un complejo, multifacético e íntimo diálogo de investigación, homenaje y reconciliación con su difunto padre, el escritor H. Pascal.

Aura García-Junco

Este País (EP): En tu nuevo libro, Dios fulmine a la que escriba sobre mí, estableces una comunicación con tu padre, el escritor H. Pascal, y con el proceso de duelo que conllevó su pérdida. ¿Tu padre tuvo alguna influencia en tu decisión de dedicarte a la literatura? ¿Hay alguna obra que vincules de manera inmediata con su recuerdo y que haya sido especialmente significativa en este camino?

Aura García-Junco (AGJ): Sí, definitivamente. Aunque él no lo intentara de esa manera, sí fue fundamental su manera de acercarse a los libros, y por lo tanto de enseñarme a acercarme a los libros, para que quisiera dedicarme a esto. Pero fue una cosa muy poco planeada; en ningún momento imaginé que me iba a dedicar a la literatura hasta que ya me estaba dedicando a ella.

Y con respecto a una obra que nos enlazara directamente, la verdad es que no había un libro en particular, pero sí creo que toda la genealogía de Tolkien y otros autores de literatura fantástica fueron muy importantes en mi formación lectora y posteriormente cuando empecé a escribir. Han sido una influencia muy grande y fueron totalmente el legado de mi papá, así como su manera de ver la literatura desde los géneros no miméticos, que son los que más leí durante casi toda mi infancia y adolescencia. Y aunque ya no los leo tanto, están ahí en el substrato. 

EP: Desde las primeras palabras del primer capítulo planteas este libro como una suerte de mecanismo de sanación. Hablas de iniciar un nuevo capítulo en tu vida. En tu experiencia, ¿ayuda el proceso creativo a sanar heridas emocionales? ¿Puede funcionar la escritura como una suerte de terapia de autoconocimiento y de confrontación con nuestras dolencias y nuestras alegrías?

AGJ: Yo creo que es una idea sumamente impopular la de la escritura como una especie de búsqueda de sanación; en general se tiende a ver mal la posibilidad de que la literatura se asemeje a la terapia. Y creo que eso tiene toda una genealogía: se presupone que el arte y la literatura tienen que estar por encima de las emociones y tender más hacia lo racional. Aunque sí puede tener un sustrato sentimental, no tendría que estar inclinado hacia ese punto, a menos que sea poesía. Pero en el caso de la narrativa hay muchas escuelas en contra de esto.

“El libro se proclama desde el inicio como una manera de saldar una cuenta pendiente y sí lo fue.”

Sin embargo, la verdad es que, cuando empecé a escribir este libro, sí me lo propuse como una manera de hacer una catarsis. Y también me lo propuse como una especie de registro de un duelo, como un diario de duelo. Yo sabía que esto podría propiciar muchas cosas: cosas terribles como que me hundiera más en la tristeza, pero también cosas positivas, como “pasar la página”. El libro se proclama desde el inicio como una manera de saldar una cuenta pendiente y sí lo fue.

Durante los meses centrales de la escritura, que fueron diez, necesariamente el hecho de haber confrontado tantas cosas, de haber leído la vida de mi papá con tanto ahínco, de haber hablado con tantas personas y especialmente haber tenido mucha introspección, me forzó a reflexionar mucho sobre mi vida. Entiendo que a veces es impopular decir que este libro me ayudó a sanar, pero la verdad sí fue así y especialmente me ayudó a llegar a un lugar de comprensión, de reconciliación y de paz; tal vez una paz un tanto endeble pero paz al fin y al cabo. 

EP: ¿Te parece que esta visión negativa de la dimensión “pragmática” de la literatura está atravesada por prejuicios elitistas sobre lo que se considera ‘arte’ o no?

AGJ: Es muy raro porque al final son concepciones muy variables a lo largo de la historia; por ejemplo, por mucho tiempo la literatura sí tenía una finalidad didáctica, pero de repente se empezó a popularizar la idea de que ya no tenía que serlo. Es muy curioso cómo lo que consideramos deseable en la literatura cambia dependiendo del contexto.

Además, creo que la idea de que la literatura tiene que estar desasociada de las emociones es muy reciente y se confronta con toda la “literatura del yo”, que desde mediados del siglo pasado está en todas partes y justo porque está en todas partes y porque es una literatura que ha sido escrita en su mayoría por mujeres, por minorías, por gente que no tiene acceso al poder, se ve como una literatura que no tiene mucha valía. Por eso creo que es tan significativo que le hayan dado el Premio Nobel a Annie Ernaux, que es una escritora del yo, y que ha hablado con frecuencia de cómo la literatura sí la ha ayudado a conformar su propia experiencia del mundo, contra escritores como Philip Roth, que si bien escribe literatura autobiográfica, nunca lo hace desde el yo, sino que siempre ficcionaliza y por eso no se le coloca en la misma bolsa. Es decir, estas ideas están bastante atravesadas por un sesgo machista.

Portada de “Dios fulmine a la que escriba sobre mí” / Sexto Piso

EP: También es común hablar de los procesos de escritura en términos de creación mágica, como una suerte de inspiración “divina” que trasciende al propio autor. ¿Estás de acuerdo con esta aproximación? ¿Podrías hablarnos un poco de cómo es tu proceso escritural? 

AGJ: Creo que los procesos de escritura son muy variables y además depende mucho de cada libro. Aunque haya escritores y escritoras que afirman tener un método que han usado en todos sus libros, en general la gente a mi alrededor y yo misma escribimos muy diferente dependiendo de qué es lo que queramos hacer. En mi caso cada libro ha sido tan radicalmente distinto que ni siquiera podría decir que tienen un lazo en común. Lo que sí tienen en común es un acercamiento intuitivo. No soy una escritora a la que le guste planear cada cosa que va a pasar en el libro. Me gusta ir descubriendo conforme escribo, porque para mí la escritura tiene que ver con descubrir y con entender las cosas a través de la escritura, y no a la inversa. Por lo tanto, todos los libros que he escrito han sido una investigación, que es lo único que encuentro en común en todos ellos.

En este último libro sabía que quería escribir sobre dos personajes, mi papá y yo, y sabía que quería hacerlo en torno a una biblioteca. Y a pesar de que tenía claro eso, no tenía idea de cuáles eran los libros que iba a usar para configurar dicha biblioteca. De hecho, me propuse, como una especie de guía, tener unos cuantos libros de base para hacerlo. Y de todos esos libros que había elegido en un principio prácticamente no usé ninguno porque para mí la intuición es una parte central.

La parte más racional de la escritura viene más bien en la “reescritura”, que siempre es el proceso más largo. La primera parte se trata de ir armando, sintiendo, escribiendo casi en automático, y luego la segunda parte es donde se involucran cuestiones casi de edición y de montaje.

EP: Justamente uno de los motivos que recorre el libro es la organización de la biblioteca de tu padre; esta se vuelve una suerte de metáfora o encarnación de su persona. ¿Había alguna diferencia entre su biblioteca y la tuya? ¿Qué tanto eso podría hablar tu persona y tus intereses, y de los suyos? 

AGJ: Para mí fue muy interesante descubrir que la biblioteca era esa metáfora y me di cuenta por el mero hecho de que llevaba un año ahí sin ser tocada, y un objeto que no tocas durante un año, pero que te interesa, te está diciendo muchas cosas sobre ti. De alguna manera, era el duelo que no estaba experimentando con claridad.

“Marguerite Yourcenar, Roberto Calasso y muchos otros escritores y escritoras han dicho que una biblioteca es una autobiografía no oficial. Pero creo que esto nunca se nota con tal contundencia hasta que te pones a explorar una biblioteca ajena…”

Luego está la otra parte: la labor de detective que tuve que emprender y que tiene que ver con cómo una biblioteca habla de quien la posee y de quien la conforma. Marguerite Yourcenar, Roberto Calasso y muchos otros escritores y escritoras han dicho que una biblioteca es una autobiografía no oficial. Pero creo que esto nunca se nota con tal contundencia hasta que te pones a explorar una biblioteca ajena, incluso si está mermada —porque la de mi papá la tuvimos que regalar casi por completo, o malbaratar más que regalar. Fue todo un descubrimiento ver qué libros estaban más subrayados, qué libros tenían divisiones de que se habían quedado a medio leer, qué libros claramente no había leído. De igual modo fue un descubrimiento datar un poco de dónde venían y cuáles eran sus mayores intereses; por ejemplo, había autores de quienes tenía siete u ocho libros, como el caso de Rodrigo Fresán. Las marcas que hay en los libros, los subrayados, las notas, hablan muchísimo de quién está leyendo. E incluso hablan de una historia de vida, pues algunos libros antiguos que tenía mi papá son herencia de su propio padre y de su abuelo. Esto me ayudó también a tener una especie de armatoste sobre el cual sostener una improvisada biografía de él, una biografía aproximativa.

Entonces, sí es interesante preguntarnos sobre nuestra biblioteca y qué dice de nosotros. Por ejemplo, el simple hecho de que mi papá tuviera ese “desmadre ecléctico” habla mucho de que era un lector voraz de todo tipo de textos, porque tenía muchos libros de fantasía, de ciencia ficción, pero también tenía muchísima literatura realista, muchos clásicos, un montón de diccionarios de todo tipo, de religiones, de teología, de psicoanálisis. Eso habla de una vida con un culto a la sabiduría y al conocimiento. Pero también su biblioteca habla de otras cosas: por ejemplo, hay una mermada cantidad de escritoras en ella, y esto no tiene que ver con él sino con un sistema histórico y cultural mucho más complejo. Es decir, había pocas escritoras en su biblioteca porque antes las editoriales no las publican. Esto es muy interesante porque esta biblioteca es una biografía suya, pero a la vez un espacio para hablar de lo que ocurre alrededor en términos históricos.

EP: Una cosa que resalta de manera inmediata es el título del libro: Dios fulmine a la que escriba sobre mí. ¿Podrías contarnos un poco sobre su significado? ¿Está detrás de la mención de un “ella” una referencia a la división de la escritura a partir del género?

AGJ: Creo que uno de los grandes ejes del libro es ese: la división del mundo por géneros y cómo redunda eso en la conformación del canon literario, en los libros que acumulamos, en los libros que leemos; y también cómo eso repercutía concretamente en la relación que tenía con mi papá y en su manera de ver el mundo y en la mía. Esto tiene un trasfondo mucho más amplio: el cambio generacional, un tema que se toca mucho en diversos libros sobre padres e hijas, o mejor dicho, sobre “hijes y padres”.  Es la gran lucha de las mujeres de mi generación: instaurar el feminismo en otras áreas de la cultura. Si bien el feminismo tiene una historia de más de 100 años, es muy evidente que ahora hay una pelea masiva, o más bien, una extensión masiva de idearios que se contraponen y que se empiezan a traducir también en tensiones dentro de la familia y no solamente en el espacio público y político.

Aura García-Junco

Este libro está atravesado totalmente por una lectura feminista, por un feminismo como teoría crítica que permite un análisis complejo del mundo; es decir, ya no solo como un movimiento político. El feminismo está, por ejemplo, en la manera en que releo libros, los cuales ahora me dicen cosas muy diferentes que antes; en la manera en que “leo” la vida de mi papá, aunque eso también tiene que ver con que ya existía dicha tensión en nuestra relación antes de que muriera. A lo largo del libro me interesaba hacer una lectura empática y lograr una reconciliación con su persona, aunque sin soltar esas herramientas críticas, pues ya son una parte constitutiva de la forma en la que entiendo el mundo. Es decir, es un feminismo que apela a una reconciliación, pero sin pasar por alto algunas cosas que a mi papá y a mí nos separaban mucho: por ejemplo, cuando ocurrió el me too, o su manera de relacionarse con las mujeres o de descalificar físicamente a muchas de ellas. Aunque esto no lo hacía en el terreno literario porque, a diferencia de otros hombres de su generación, él no demeritaba la literatura escrita por mujeres.

EP: A pesar de que el libro está mayormente escrito en primera persona, parece haber una “polifonía” de voces en él: las voces de las y los escritores que pueblan la biblioteca de tu padre y con los cuales conversas. ¿Cuáles son las dificultades a las que se enfrenta un escritor al momento de articular este concierto de voces y no perderse entre una maraña de citas y referencias eruditas?

AGJ: Definitivamente es un libro polifónico a pesar de que está escrito desde el yo. Es un tipo de escritura del yo que me encanta —en El día que aprendí que no se amar lo hice también— porque me permite ver más allá de mi propia experiencia. Especialmente cuando se trata de “un libro sobre libros” es imposible no hacerlo porque, de alguna manera, estás interrogando a los libros, o más bien platicando con ellos y dejando que te respondan; es como hacer “libromancia”, que es un género esotérico con el que sí concuerdo.

“[…] la manera en que influimos en la gente a nuestro alrededor y nos dejamos influir es lo que nos conforma como personas. Lo mismo con los libros, y por ello intenté ponerlos un poco a la misma altura que las personas con las que hablaba.”

Por otro lado, no solo era un libro polifónico en ese sentido, sino que también implicaba hablar con gente real que sigue viva, porque mi papá fue una persona que se relacionaba con mucha gente y era imposible hablar de él sin hablar de las personas que lo rodeaban. Por ahí cito a Joan Didion, quien dice que somos lo que fuimos para otras personas, o lo que somos para otras personas. Y aunque esta es una simplificación, hay mucha realidad en ello, en que la manera en que influimos en la gente a nuestro alrededor y nos dejamos influir es lo que nos conforma como personas. Lo mismo con los libros, y por ello intenté ponerlos un poco a la misma altura que las personas con las que hablaba. Creo que es muy orgánica la manera en la que quedaron dispuestas estas conversaciones con los libros. Era fácil e intuitivo saber qué extraer de ellos porque solo tomaba lo que resonaba sobre mi propia experiencia; aunque no era una tesis, sí era una suerte de “tesis vital”.

El eje del libro estaba definido, aunque, por supuesto, también hubo mucho trabajo posterior. El libro pasó por muchas etapas de escritura y hubo que borrar pedazos que ya resultaban superfluos hacia el final de las revisiones. En ese trabajo de ir y venir, y de edición, quedó lo que consideraba que era un diálogo exacto con los otros libros sin tener que incluir de manera forzosa cualquier cosa que me pareciera llamativa. Sin embargo, no esperaba que estuviera totalmente pulido. Sabía que iba a haber cosas que quedaran un poco “con los pelos fuera de la trenza” porque era un libro que iba a hablar de emociones, de subidas y de bajadas, y por lo tanto no iba a ser perfecto.

H. Pascal

EP: Llama la atención la categorización de este libro en términos de géneros literarios, pues se muestra como una obra polifacética que toca el ensayo, la novela y la autobiografía. ¿Te has sentido en la necesidad de otorgarle una etiqueta clasificatoria?

AGJ: Es una pregunta que para mí tiene más sentido desde afuera; o sea, yo no me constriño cuando escribo porque no me interesa. Con respecto a este libro en particular jamás me interesó pensarlo desde un género literario, aunque por cuestiones burocráticas tuve que catalogarlo en un principio bajo la etiqueta de ensayo. La realidad es que yo sabía que el libro iba a terminar en otro lugar y conforme lo fui escribiendo me di cuenta de que tenía dejos de novela, pues iba a tener un arco narrativo que recorrería de principio a fin el libro, cosa que no es tan típica en los libros de ensayo. Además tiene un sustrato autobiográfico; entra un poco dentro del género del memoir. Pero a mí me gusta la idea de que se mantenga híbrido, pues tanto el género del ensayo como el de la novela son extremadamente flexibles. Para mí es un libro y ya; y es a la vez una experiencia.

EP: ¿En qué medida la voz poética que encontramos en el libro es tu propia voz, y hasta dónde se podrían trazar los límites entre la realidad y la ficción?

AGJ: Me parece que es imposible, cuando escribes sobre tu persona, no hacer de ti un personaje porque estás mediando la experiencia. De manera explícita se dice en el libro que la persona que presento ahí no es mi papá, es un personaje que yo estoy haciendo a partir de él porque está atravesado por todos mis sesgos e incluso los sesgos de las personas con las que hablé para hacer el libro.  

Lo que es un poco menos evidente es lo otro: que si yo escribo sobre mí misma me vuelvo un personaje. Y parece que me vuelvo un personaje porque no estoy haciendo un solo acto de escritura, sino múltiples reescrituras alrededor de dicha escritura y por lo tanto no hay naturalidad ahí. Lo que hay es un intento de conservar una serie de emociones a la vez que hacer una obra literaria que tenga un resultado estético. Esto conlleva una planeación tan grande que solo puedo pensar en la persona que está narrando como un personaje ajeno a mí, aunque en cierta medida sea un yo que es real y que al mismo tiempo no lo es. Sin embargo, es irrelevante; creo que cada persona, cuando lea este libro, vivirá una experiencia estética diferente y con eso termina mi labor como escritora: presentar un libro y que este se lea de maneras distintas, no qué porcentaje de verdad hay ahí.

Es una pregunta común. He visto que se hace a otros escritores y escritoras que hablan desde el yo en algunos de sus libros. Hay mucha curiosidad al respecto, como si toda la legitimidad de un libro partiera de qué tan realista es y tal vez se debe a nuestra inclinación a pensar el realismo como el único género posible.

“Creo que uno de los grandes ejes del libro es ese: la división del mundo por géneros y cómo redunda eso en la conformación del canon literario, en los libros que acumulamos, en los libros que leemos…”

EP: ¿Hay algo que, de manera espontánea, te gustaría compartir con los lectores? ¿Algún tema vinculado con este libro del que quisieras hablar?

AGJ: Solo me gustaría decir que quien se anime a leerlo haga sus propias lecturas. Puede ser doloroso, o más bien difícil, asumir que lo que escribiste va a ser leído de muchas maneras distintas, pero es una realidad de la escritura: no puedes cuidar permanentemente lo que se va a decir de un libro. Simplemente hay que dejarlo ir. EP

Este País se fundó en 1991 con el propósito de analizar la realidad política, económica, social y cultural de México, desde un punto de vista plural e independiente. Entonces el país se abría a la democracia y a la libertad en los medios.

Con el inicio de la pandemia, Este País se volvió un medio 100% digital: todos nuestros contenidos se volvieron libres y abiertos.

Actualmente, México enfrenta retos urgentes que necesitan abordarse en un marco de libertades y respeto. Por ello, te pedimos apoyar nuestro trabajo para seguir abriendo espacios que fomenten el análisis y la crítica. Tu aportación nos permitirá seguir compartiendo contenido independiente y de calidad.

DOPSA, S.A. DE C.V