Moda y naturaleza

En este texto, Roxana Chávez y Lorenzo Rosenzweig analizan cuál es el daño que ha hecho la industria de la moda a la biodiversidad.

Texto de & 25/08/22

En este texto, Roxana Chávez y Lorenzo Rosenzweig analizan cuál es el daño que ha hecho la industria de la moda a la biodiversidad.

Tiempo de lectura: 7 minutos

La palabra “moda” viene del idioma francés “mode” y ésta, a su vez, de la palabra “modus” que en latín significa manera o medida, con la acepción derivada de “gustos colectivos pasajeros en las formas de vestir”. Lo que no es pasajero es el impacto que la moda tiene en nuestro entorno natural, en la naturaleza.

En el idioma inglés “moda” se traduce como “fashion” y proviene del verbo facere en latín que significa “hacer”. Esto nos lleva a pensar que, esencialmente, la moda se construye con elementos de la naturaleza a partir de suelos fértiles, agua, aire y desde luego la energía del sol. La moda que nos viste con una segunda piel enriquece nuestras vidas y es fuente de riqueza para los millones de humanos que participan en la industria.

La moda es el día a día. Está con nosotros desde que nacemos hasta el final de nuestras vidas. Nos ayuda a proyectar la mejor versión de nuestra persona, nos hace sentir seguros, que pertenecemos a una cultura, a una comunidad, a un entorno. La moda se expresa a través de un conjunto de prendas que usamos para ir a una reunión, al trabajo, a un café, a una boda, a un velorio y hasta para dormir. Es un reflejo de las tendencias de una época. Para muchos, vestir ropa de diseño es una prioridad, una aspiración constante. El estilo y la moda son términos que se confunden frecuentemente: la moda es algo que se vuelve popular durante un tiempo y el estilo es lo que define a un producto y lo distingue de otro. Cuando un estilo se hace popular, está en tendencia y crea una “moda”.

Sabemos relativamente poco de la ropa que vestían nuestros antepasados hace más de 500 años. La ropa se degrada fácilmente y no hay muchas prendas previas al siglo XVI bien conservadas en las colecciones de los museos. La fibra de algodón ha sido un continuo textil en nuestros vestuarios desde hace miles de años, al igual que la lana, las pieles, el lino o la seda.

La moda siempre ha estado vinculada con nuestra cultura y con la naturaleza. Esta última, ha sido inspiración para patrones, diseños y colores. La moda, y la industria que la provee de bienes, afectó significativamente, en el pasado, poblaciones silvestres de animales y plantas que fueron utilizados como materia prima. Muchas especies como el castor europeo, el castor de Norteamérica, el lobo fino de Guadalupe, el armiño, el sable, la tortuga de carey, diferentes especies de garzas y colibríes, así como los elefantes, africanos y asiáticos, fueron perseguidos para satisfacer la demanda de vestuarios, ornamentos, abanicos, empuñaduras de bastones y armas y un sinfín de objetos que en algún momento de nuestra historia estuvieron de moda. Muchos de ellos representaban autoridad, poder y clase. Un caso particularmente interesante es el de las ballenas, cuyas barbas quitinosas, usadas a manera de filtro en sus enormes bocas para capturar el alimento, constituían un elemento estructural en corsets, fajas y vestidos de aquella época, en que vestirse era un ritual que requería horas y asistencia de terceros.

Todos los días pensamos en lo que vestiremos. Tenemos una blusa favorita, un pantalón cómodo, quizá, una mascada de seda o una chamarra de piel que nos arropa o nos conmueve y trae recuerdos. Nuestro vestuario, incluyendo el calzado, es una combinación de fibras sintéticas, naturales, plásticos, hules, gomas, cauchos y, desde luego, cuero. Atrás quedaron las prendas con componentes de especies silvestres, y la mayoría de los países cuentan con regulaciones aduanales que sancionarían a quien ingrese a dicha nación con un abrigo de leopardo o un cinturón de cocodrilo.

“Son pocos quienes analizan el origen de las prendas que adquieren, así como su historia, en términos de impacto ambiental y social”.

Son pocos quienes analizan el origen de las prendas que adquieren, así como su historia, en términos de impacto ambiental y social. La mayoría de las prendas modernas contienen poliéster, una de las fibras sintéticas más comunes en la industria textil, y una de las que genera problemáticas ambientales más preocupantes, debido a la liberación de microplásticos y microfibras que emiten vía las aguas residuales cada vez que se lavan. La “fast fashion”, o moda rápida, es un fenómeno comercial reciente en el que la ropa que se fabrica es vendida al por mayor a un precio muy accesible, casi diríamos que desechable y reemplazable, para repetir el ciclo la siguiente temporada. El equivalente del “fast food” pero en nuestro vestir, y al igual que éste, con serias implicaciones para la salud del planeta. De acuerdo al Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA): “la industria de la moda produce 20% de las aguas residuales mundiales y 10% de las emisiones globales de carbono, más que todos los vuelos internacionales y el transporte marítimo combinados. El teñido de textiles es el segundo contaminador de agua más grande del mundo. Se necesitan aproximadamente 2 mil galones de agua para hacer un pantalón de mezclilla” (2018).

Para ilustrar la complejidad de la industria de la moda hoy día, basta seguir la ruta o camino que sigue una prenda relativamente sencilla, digamos una playera de algodón para hombre, estampada con un diseño gráfico cualquiera. La fibra (algodón) es cultivada en grandes extensiones en Texas, Estados Unidos. De allí es embarcada a Indonesia, en el extremo opuesto del planeta, en donde la fibra es hilada, tejida en tela, cortada y cosida para después enviarse de regreso a Nueva York para impresión y empaque. La misma prenda, pero en este caso para mujer, seguiría una ruta diferente en donde el hilado y manufactura se lleva a cabo en Colombia. Ambas prendas tienen una huella de carbono diferente y su impacto social dependerá de las condiciones económicas y el marco legal laboral de diferentes países. La trazabilidad de las prendas y accesorios que adquirimos es por tanto fundamental para decidir cómo comprar responsablemente.    

El medio ambiente no es el único que sufre las consecuencias por este frenesí de consumo en prendas de moda. El impacto social para personas de países en desarrollo que trabajan en la elaboración de vestimenta, calzado y accesorios, con sueldos muy limitados y largas jornadas de trabajo en condiciones deplorables, es la gran injusticia social actual. Afortunadamente, cada vez hay más información y debate sobre la “moda consciente”, y hay una gran demanda por prendas hechas por productores globales responsables, o bien microempresas comunitarias y artesanas que fabrican piezas únicas, con procesos y habilidades heredados de sus antepasados.

“Las cadenas de suministro de prendas de vestir están directamente relacionadas con la degradación del suelo, la conversión de los ecosistemas naturales y la contaminación de los cuerpos de agua”.

La industria de la confección contribuye significativamente a la pérdida de biodiversidad. Las cadenas de suministro de prendas de vestir están directamente relacionadas con la degradación del suelo, la conversión de los ecosistemas naturales y la contaminación de los cuerpos de agua.

La mayor proporción del impacto proviene principalmente de tres etapas en la cadena de valor: producción de materia prima, preparación y procesamiento del material y su disposición al fin de la vida útil de la prenda. En un estudio reciente titulado “Biodiversidad: la próxima frontera de la moda sostenible”, la empresa consultora McKinsey desarrolla una matriz de impacto en la biodiversidad para ayudar a las empresas a determinar dónde concentrar sus esfuerzos.

Con base en su análisis han identificado, para este sector, que los cinco principales factores que afectan la biodiversidad son el cultivo de algodón, la producción de fibras naturales a base de madera, la manufactura de fibras de celulosa artificiales (man-made cellulose fibers o “MMCF”), la ganadería y la obtención de fibras naturales provenientes de especies silvestres.

Las tres áreas de intervención estratégica que el estudio recomienda a las empresas de esta industria, son las siguientes:

  1. Ampliar o diversificar la gama de materiales e insumos y desarrollar procesos innovadores de manufactura
  2. Adoptar procesos que reduzcan significativamente la contaminación de cuerpos de agua
  3. Fomentar la educación y el empoderamiento de los consumidores

“Es una conciencia de responsabilidad social y ambiental que dibuja ya los primeros pasos de una transición de empresas tradicionales a empresas con conciencia regenerativa”.

Algunas empresas de la moda ofrecen soluciones con procesos de producción éticos y diseños que reflejan la belleza natural del entorno local o regional. Otras se han comprometido a dar una parte de sus ganancias a organizaciones filantrópicas compartiendo objetivos económicos y éticos con la sociedad. Es una conciencia de responsabilidad social y ambiental que dibuja ya los primeros pasos de una transición de empresas tradicionales a empresas con conciencia regenerativa. De igual manera, el comercio justo se enfoca en un modelo comercial inclinado hacia la sostenibilidad social, económica y ambiental de las sociedades tanto urbanas como rurales, dignificando el trabajo, respetando el medio ambiente, y fomentando una gestión responsable y sostenible de los recursos naturales.

La inciativa “Fashion Pact” liderada por  el empresario François-Henri Pinault, presidente de Kering, uno de los más grandes conglomerados de marcas de lujo en Francia y el mundo, agrupa a las principales marcas globales en un esfuerzo colectivo por reducir el impacto de la moda en el planeta. Lo anterior de la mano del joven presidente francés Emmanuel Macron.

Esta coalición se compromete con un núcleo de objetivos en común enfocados en detener el calentamiento global, restaurar la biodiversidad y proteger los océanos. Incluye la implementación de una estructura de colaboración técnica, el desarrollo de un tablero digital con indicadores para medir el impacto conjunto, y el aprovechamiento compartido de la experiencia técnica de los principales expertos de la industria.

Herbert Simon (1916-2001), científico norteamericano y Premio Nobel de Economía, señala en su obra La ciencia de lo artificial que el diseño no es otra cosa más que el desarrollo de acciones para cambiar un estado en otro más deseable. Es tiempo de que esta industria cambie el rumbo hacia un estado más deseable, en que la moda y nuestros hábitos de consumo se armonicen con nuestro entorno. Los consumidores, en particular los más jóvenes, deberán ser cada vez más críticos en cuanto a sus necesidades materiales.  Deberán, literalmente, ponerse en los zapatos del planeta y vestirlo responsablemente de azul y verde. EP

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