Mitla esquina con Petén

¿Cómo suena nuestra ciudad? Andrea Chapela nos brinda un recuento auditivo desde un hogar en la colonia Narvarte.

Texto de 28/04/20

¿Cómo suena nuestra ciudad? Andrea Chapela nos brinda un recuento auditivo desde un hogar en la colonia Narvarte.

Tiempo de lectura: 3 minutos

En abril, una semana, yo enferma. La fiebre viene y va, mamá entra y sale, abre la ventana y sale. La señora de las tortillas toca la puerta, toca otra vez, mamá compra medio kilo, me trae quesadillas y dice que la colonia se siente sola, pero durante los siete días de mi convalecencia la ciudad se mete por mi ventana. Hay horas de la madrugada en que sus calles no suenan a nada más que a un coche perdido acelerando, a unos borrachos tropezando por la calle, a una sirena a lo lejos, de vez en cuando un gallo. Por la mañana, los pajaritos despiertan en los árboles, se acumulan los coches, más enfrenones, más claxonazos, Insurgentes suena a vueltaderrueda, a smog acumulándose, a llévese un café de veinte pesos y unas gorditas de nata de a diez a la mitad del Periférico. A las once la señora de las tortillas toca la puerta. En la calle el mercadito sobre ruedas se llena de pare aquí, güerita, joven y pásele marchanta y señora escójale, esos aguacates maduros, llévate el mantel para la mesa a diez pesos, para el niño para la niña el regalo de moda, cinco pesos le vale, cinco pesos le cuesta y de cinco en cinco pasa la mañana entera. El ruido del mercado y el silbido del afilador se me mezcla el grito del gas y el súbale, súbale hay lugares, Atlacomulco, la Viga, Coyoacán, Xochimilco, la Joya, todas las esquinas de la ciudad en pocos segundos a bordo de un pesero y a lo lejos una niña compra lavadoras, microondas o algo de fierro viejo. Entre el llévelo llévelo y el viene viene se mezcla la música del puesto de discos desde la esquina, del organillero que pasa, de la québuena y lazeta entre el rumor de un bar, la fiesta de algún departamento, música electrónica en punchis punchis, un auto se estaciona a esperar con rock en español a tope, música noventera y mariachis por la calle para alguna Ana, que no sale al balcón, que no abre la ventana, a la que le ruegan que aparezca por horas, canción tras canción. En esta ciudad hasta la comida suena, los tamales oaxaqueños en voz robótica, el silbido agudo de los camotes, la señora de las tortillas toca y toca y toca la puerta, la tortillería con su maquinaria que no deja de chirriar, los perros vienen tras la comida y no dejan de ladrar, el paso de los elotes, una corneta anuncia el pan y el puesto de garnachas suena a aceite caliente que burbujea y a dame cinco de pastor sin piña joven y un boing de mango. Desde la cama, entre la fiebre, oigo gente que pasa, que se acumula, marchas, pasos de indignación y un pueblo consciente se une al contingente o a la fiesta o a la feria, donde no dejan de tirar y sonar cohetes por un santo y hay fiesta de pueblo en cada esquina. Al final de la cuadra, de la entrada del metro, me llega un universo de sonidos: música de hombresbocina, de vendedores ambulantes, de gente que viaja de una punta a otra, cada día, todos los días, para que te manden a chingar a tu madre mientras suena la campana de la basura. Y, entre todo esto, los pasos se apuran porque el viento sopla y el clima cambia y por un rato la lluvia calla todos los sonidos: gotas gordas y seguidas contra las ventanas abiertas, contra el suelo de madera, contra los cristales cuando mamá ya cerró la ventana. Granizo y lluvia de verano y el olor a tierra mojada, a falso limpio, a ciudad húmeda, sólo dura un momento, comienzan los claxonazos, el avance de los coches, uno contra otro, las luces rojas y amarillas se acumulan, el sonido del agua al salpicar la banqueta, sonido a agua estancada por coladeras tapadas y una sirena por horas de una ambulancia atorada entre los coches, el claxon del metrobús a lo lejos y un taxi cae en uno de tantos baches cubiertos de agua. Entrada la noche el séptimo día ya no chispea, cae el silencio y la fiebre baja. El tiempo se acomoda. En la mañana la señora de las tortillas no pasa. Hace días, semanas, meses que nadie toca la puerta. Cuando le pregunto, mamá me dice, que la señora se fue a París. EP

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