En este texto, Mariana Díaz Ávila y Lorenzo Rosenzweig discuten sobre la necesidad de que México y el mundo cumplan sus compromisos en materia climática con el fin de luchar contra el calentamiento global.
México y sus compromisos climáticos internacionales
En este texto, Mariana Díaz Ávila y Lorenzo Rosenzweig discuten sobre la necesidad de que México y el mundo cumplan sus compromisos en materia climática con el fin de luchar contra el calentamiento global.
Texto de Mariana Díaz Ávila & Lorenzo Rosenzweig 27/07/23
El género de novela científica nos permite imaginar escenarios futuros para la humanidad. Algunos muy optimistas, otros no tanto. Los temas son variados: robots y androides esclavizando a los últimos seres humanos, pandemias generadas por accidentes biológicos y viajeros espaciales que colonizan otros planetas y dejan atrás —y en ruinas— este que nos vio surgir como civilización.
Una de estas novelas, El Ministerio del Futuro, de Kim Stanley Robinson, nos presenta en sus primeras páginas un mundo en el que millones de personas mueren de “hipertermia”, una condición en que nuestros procesos fisiológicos colapsan por la sencilla razón de que, ante las elevadas temperaturas generadas por el cambio climático, nuestro cuerpo no puede disipar el calor que genera nuestro metabolismo. Parece que la ficción de esta novela es ahora nuestra realidad, al menos durante este verano. La región norte del país ha mantenido por más de tres semanas temperaturas cercanas a los 40 grados Celsius, con picos de 47 grados Celsius. Se habla de cientos de muertos por golpe de calor. Las temperaturas extremas afectan principalmente a los enfermos y a las personas mayores. Ahora vivimos en el día a día la ausencia de ese milagro que es la regulación climática.
Nuestro planeta, con su extraordinario balance atmosférico, mantiene para nosotros ese estrecho margen de temperatura en que pueden funcionar nuestro cuerpo y el de tantos otros seres vivos. Un balance que está en riesgo por la emisión masiva de gases de efecto invernadero a la atmósfera. La comunidad científica y, en particular, los diferentes paneles y organismos internacionales coinciden en que tenemos una breve ventana de tiempo, de aproximadamente 10 años, para tomar medidas que nos permitan revertir esta amenaza para la vida en la Tierra.
Los mares y océanos son particularmente sensibles a cambios de temperatura, y hay ecosistemas completos, como los arrecifes de coral, que están en riesgo de desaparecer por el impacto climático. Estas últimas dos semanas hemos recibido reportes e imágenes de blanqueamiento de coral en zonas en que no había sucedido antes.
Si la temperatura del planeta sigue aumentando al ritmo en que lo está haciendo, los fenómenos meteorológicos como huracanes, sequías extremas e incendios forestales seguirán intensificándose. Con el aumento de temperatura perderemos cada vez más biodiversidad, los océanos incrementarán su nivel de acidez —lo cual impedirá las condiciones viables para la vida marina— y los suelos serán menos fértiles con un consecuente impacto en la producción de alimentos. Los riesgos ambientales derivarán en agudos conflictos sociales y económicos. Si no tomamos medidas de inmediato, en menos de 5 años la temperatura promedio global aumentará más allá de la meta prevista de no rebasar 1.5 grados Celsius.
Cuando México firmó el Acuerdo de París1 sobre cambio climático, en 2016, junto con otros 196 países, firmó uno de los compromisos más importantes que ha suscrito en su historia climática. El Acuerdo de París es un instrumento jurídicamente vinculante —es decir, se puede hacer cumplir a los países a través de la aplicación de leyes internacionales—, y su objetivo es mantener el aumento de la temperatura del planeta por debajo de 1.5 grados Celsius y así reducir, significativamente, los riesgos y efectos negativos del cambio climático. Al firmar este acuerdo, México se comprometió a entregar y actualizar cada 5 años su Contribución Nacionalmente Determinada (Nationally Determined Contribution, o NDC, por sus siglas en inglés), que no es otra cosa que su plan de acción en materia de adaptación al cambio climático y mitigación de gases de efecto invernadero (GEI). Y cada versión actualizada del NDC debe ser más ambiciosa que la anterior. En pocas palabras, las NDC son el compromiso que México asume ante el resto del mundo para enfrentar el reto del calentamiento global y del cambio climático.
En la primera NDC (2015), México se comprometió a reducir sus emisiones de GEI, dióxido de carbono (CO2) principalmente, en un 22%. En la versión de 2022 no se presentó un aumento de dicha cifra. Sin embargo, en 2023 el Gobierno de México sí se mostró más ambicioso y se comprometió a reducir sus emisiones contaminantes en un 30% utilizando recursos propios, y un 5% más siempre y cuando Estados Unidos lo apoyara en el desarrollo de energías renovables.
Estos porcentajes son, a primera vista, alentadores y muestran la intención del Gobierno de México de aportar su parte a los compromisos globales para combatir el cambio climático. No obstante, los desafíos son de tal urgencia y magnitud que las acciones que se realicen deben ser inmediatas, contundentes y de gran escala. Además, tienen que contar con asignación de recursos financieros, capacitación, transferencia de tecnología, transparencia en la generación, acceso y difusión de la información y justicia climática.
Las NDC son el instrumento que guía la planeación de los 196 países firmantes del Acuerdo de París. Vinculan la política pública-climática con los ejes de desarrollo social, económico e incluso cultural. Se rigen por un marco de “Claridad, Transparencia y Entendimiento” (Information for Clarity, Transparency and Understanding, o ICTU, por sus siglas en inglés).2 Los países firmantes deben generar y aportar información sobre el cumplimiento y avance de sus compromisos. Es un amplio ejercicio de transparencia a nivel global para promover la integridad ambiental, la transparencia, la exactitud y la coherencia en sus NDC.3
Las NDC obligan a los países a desarrollarse de manera sostenible y planificada, “descarbonizar” su economía y su producción energética, transitar hacia las energías renovables, reducir sus emisiones de metano (CH4) y perseguir, en general, un desarrollo alineado al esfuerzo mundial de mantener el aumento de la temperatura del planeta por debajo de los 1.5 grados Celsius.
De igual modo, las NDC son un instrumento de política climática que debe incluir a la naturaleza como parte fundamental de la solución. Las “Soluciones Climáticas basadas en la Naturaleza” (Nature based Solutions, o NbS, por sus siglas en inglés) incluyen todo tipo de vegetación, como los bosques, los pastizales, los manglares y los humedales costeros, y tienen el potencial de captar y reducir, en más de un tercio, las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial y a la vez garantizar la integridad de los ecosistemas y los servicios que nos proporcionan.4
NDC y bosques
El Artículo 5 del Acuerdo de París hace énfasis en la importancia que los bosques y otros ecosistemas naturales tienen para alcanzar los objetivos mundiales sobre el clima. Una de las imágenes mentales más reconfortantes es la de bosques densos, llenos de frondosos árboles, probablemente con más de 100 años de vida. Estos bosques representan más de 4 mil millones de hectáreas en el planeta y, en un permanente intercambio de CO2 con la atmósfera, absorben hasta un 25% de las emisiones anuales que la humanidad genera.5 Es decir, almacenan alrededor de 1,200 gigatoneladas de carbono al año.
¿Qué pasa cuando derribamos nuestros bosques? El carbono absorbido se libera de nuevo a la atmósfera, lo cual contribuye al calentamiento del planeta y a desencadenar un ciclo de impactos negativos, pero ahora intensificados.
La pérdida de cobertura arbórea es uno de los problemas más grandes que enfrenta nuestro planeta. En 2020 se perdieron más de 4.2 millones de hectáreas de bosques tropicales primarios —el ecosistema con mayor diversidad biológica del mundo— lo que liberó 2.64 mil millones de toneladas de carbono, una cantidad equivalente a las emisiones anuales de 570 millones de automóviles.6 Y además de la liberación de carbono, también desaparecen incontables poblaciones de flora y fauna e invaluables servicios ecosistémicos, como agua limpia, polinización, aire, regulación del clima y prevención de enfermedades.7
Los bosques son esenciales para mantener la vida en el planeta. No hay duda al respecto. Los países firmantes del Acuerdo de París deben enfocar sus esfuerzos para definir acciones concretas que se incluyan en sus NDC. Por ejemplo:
- Definir metas y objetivos específicos para los bosques, de manera que las actividades en esos territorios se regulen y se mitiguen los riesgos sociales y ambientales generados por la tala ilegal o desordenada.
- Contar con metodologías y sistemas de monitoreo que permitan identificar el nivel de protección de los bosques y las emisiones evitadas.
- Contar con una estrategia REDD+ (Reducción de las Emisiones Derivadas de la Deforestación y la Degradación de los Bosques) que pueda formar parte, de manera explícita, de su NDC.
Lo anterior debe ocurrir en el más alto nivel de gobierno, en ese en el que se construye la política pública y, en este caso, climática. Sin embargo, a nivel individual es fundamental tomar conciencia del hecho de que nuestros patrones de consumo, sobre todo el consumo referente a nuestra alimentación, impulsa fuertes cambios en la vegetación natural. Esto genera un impacto creciente del cambio climático en bosques, selvas, pastizales y semidesiertos, y se expresa en sequías más prolongadas, temperaturas más extremas y tormentas más intensas.
NDC y carbono azul
Todos los ecosistemas son reservorios naturales de carbono. Los humedales no son la excepción. Los suelos y raíces de los manglares, por ejemplo, almacenan aproximadamente 6,400 millones de toneladas de carbono a nivel mundial, lo que representa entre el 49% y el 98% de la capacidad de almacenamiento de carbono en un ecosistema de manglar.3
En 2013, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (Intergovernmental Panel on Climate Change, o IPCC, por sus siglas en inglés) elaboró una guía metodológica para estimar las emisiones y absorciones de los ecosistemas de manglares, pastos marinos y marismas. Estos tres tipos de humedales costeros, comúnmente conocidos como ecosistemas de carbono azul, proporcionan un espectro único y muy completo de beneficios de mitigación, adaptación y resiliencia para ciertas comunidades alrededor del mundo.8 En zonas costeras son la primera barrera de protección contra huracanes, tormentas severas, oleaje y fuertes vientos. Además, brindan oportunidades de desarrollo económico para las comunidades que se dedican a la pesca y la acuacultura. Son las “guarderías” de un sinnúmero de especies que se comercian, pues estos humedales les ofrecen protección en sus periodos tempranos de vida. Sin embargo, por sus características y peculiaridades son ecosistemas muy expuestos a ser afectados profundamente por desarrollos inmobiliarios costeros y operaciones comerciales de acuacultura. Por ello, es fundamental que las acciones de protección, restauración y mantenimiento de todos los sistemas costeros y marinos sean prioridad en las políticas climáticas de los países.
En 151 países hay, al menos, un ecosistema de carbono azul (pastos marinos, marismas o manglares) y 71 países contienen los tres.9 Las NDC de 28 países incluyen una referencia a los humedales costeros en términos de mitigación y 59 países hacen mención de ecosistemas costeros y de la zona costera en sus estrategias de adaptación. Estas acciones representan esfuerzos importantes a mediano y largo plazo enmarcados en acuerdos internacionales lo que, en teoría, debe brindar la oportunidad de ser implementadas de manera concreta.
He aquí algunas sugerencias:
- Los países pueden estimar las toneladas de CO2 que absorben los humedales e incluirlas en sus NDC; esto ayudaría a conformar un base de datos a partir de la cual establecer sus metas de mitigación.
- Las mediciones de GEI en los ecosistemas costeros se pueden realizar de manera similar a las de los bosques.
- En algunos países, los manglares forman parte, o pueden formar parte, del programa REDD+. En esos casos, los objetivos de REDD+ podrían incluirse en las NDC y se podría considerar la posibilidad de incluir también las mediciones de carbono azul, en caso de que se cuente con ellas.
Los océanos del planeta son uno de los reservorios de carbono más importantes. Según datos del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC), los océanos absorben la cuarta parte del dióxido de carbono que resulta de la quema de combustibles fósiles.10 Es decir, los océanos cumplen un papel esencial en el funcionamiento del planeta al regular el clima.
NDC, agricultura y ganadería
La agricultura y, en general, el sector agroalimentario juegan un papel clave en el combate al calentamiento global. Sin duda, estas actividades primarias son víctimas del cambio climático, es decir, de las inundaciones, sequías y pérdida de suelos fértiles. Sin embargo, son al mismo tiempo victimarios, pues producen emisiones importantes de gases de efecto invernadero, principalmente de metano. A pesar de ello, tiene una gran capacidad de aportar beneficios de mitigación porque los pastizales, los pastos naturales, el suelo silvestre y el suelo de conservación son un importante receptor de carbono.
Los territorios en los que se realiza la agricultura y la ganadería proveen servicios ecosistémicos importantes y, bien manejados, pueden mantener la biodiversidad ahí presente. Además, son hábitat de polinizadores, espacios para la captación y aprovisionamiento de agua y, si se manejan adecuadamente, promotores de la fertilidad del suelo. Estos servicios no solo se dan en los territorios agrícolas, sino también en operaciones ganaderas extensivas y en zonas forestales protegidas dentro o alrededor del paisaje. Esto permite aumentar su resiliencia —es decir, su capacidad de adaptarse a los cambios ocasionados por el cambio climático— y la posibilidad de implementar soluciones climáticas naturales que estén encaminadas a reducir las emisiones que el sector de producción alimentaria genera.
No obstante, estos territorios de producción de alimentos también conllevan el riesgo de que se extienda la frontera agrícola cada vez más y se elimine la vegetación natural. Por ello, es fundamental tomar decisiones políticas, de desarrollo y de producción encaminadas a promover relaciones ordenadas y benéficas entre los diversos tipos de uso de suelo con el fin de favorecer tanto al sector productivo, como a la acción climática y la conservación de la biodiversidad.
Debemos idear estrategias que incluyan buenas prácticas agrícolas y ganaderas, como la restauración de tierras degradadas, la agricultura de conservación, la “agrosilvicultura” y los sistemas “silvopastoriles” en extensas áreas silvestres. Y también debemos contar con sistemas robustos de monitoreo con los que se puedan evaluar las emisiones generadas, las emisiones mitigadas y todas aquellas acciones que abonen a la lucha contra el cambio climático.
Aproximadamente el 75% de los países firmantes del Acuerdo de París incluyen en sus NDC acciones encaminadas a reducir las emisiones provenientes de la agricultura y la ganadería, siendo una de las más importantes evitar la deforestación. Incluso la NDC de México, en su apartado sobre adaptación al cambio climático, se compromete a “alcanzar al 2030 una tasa cero de deforestación neta”.11
Además, los países pueden tomar medidas inmediatas, costo-efectivas e incluir en sus NDC:
- Planificar el uso de la tierra, dando prioridad a las actividades que puede sostener sin que se generen desequilibrios ecológicos, y evitar la conversión de tierras forestales.
- Informar sobre qué gases en específico genera ese sector.
- Definir acciones e implementar estrategias de fortalecimiento de capacidades, generación de conocimiento e investigación científica, desarrollo y transferencia de tecnología, consolidación de mecanismos financieros, entre otras.
En general, la agricultura, la ganadería y la producción de alimentos para nuestro consumo son los sectores en los que más oportunidades tenemos de incidir. Conocer la cadena de valor de lo que consumimos es indispensable. Esto es, saber cómo se produjo dicho bien, cómo se transportó y cómo debemos disponer los residuos que genera, nos permitirá tomar decisiones más informadas y responsables. Debemos tener la certeza de que nuestros patrones de consumo, si bien no evitan, al menos sí reducen nuestro impacto ambiental.
Financiamiento climático y las NDC
Cumplir con nuestros compromisos climáticos a través de reducciones significativas de emisiones de gases de efecto de invernadero, de acuerdo con el compromiso cuantificado en las NDC suscritas por México, podría parecer una medicina amarga. Amarga y cara. Sin embargo, es el único camino para descarbonizar nuestra economía y estilo de vida y sumarnos a muchos otros países que avanzan con determinación hacia nuevos modelos de generación de energía y desarrollo.
Un reporte reciente del Aspen Institute, en colaboración con el conglomerado financiero Morgan Stanley, estima una inversión anual de aproximadamente 5 trillones (5 millones de millones) de dólares por año, por los siguientes 10 años, para financiar la transformación energética global y reducir las emisiones a un nivel tal que el calentamiento global no exceda los 1.5 grados Celsius.
Cada país del mundo, con financiamiento interno y, cuando se requiera, con asistencia financiera internacional, buscará cumplir sus NDC sin perder su competitividad y sin afectar la calidad de vida de sus ciudadanos.
Es en este ámbito en el que el sector privado jugará un papel clave de la mano de cada gobierno.
Conclusiones
Una de las aportaciones más significativas que los autores quisieran hacer con este artículo es generar conciencia en la ciudadanía y fortalecer su participación en las decisiones ambientales del país. Todo está relacionado. La política público-climática, en el más alto nivel de gestión, tiene una relación y un impacto directo en cada uno de nosotros. Todo sistema de vida está interconectado y una decisión económica, política, social o ambiental repercute, de manera directa e ineludible, en cada parte del sistema de una u otra manera.
Las agendas climáticas y de desarrollo deben alinearse de tal manera que abonen al cumplimiento de este compromiso a nivel nacional, pero también a nivel internacional, persiguiendo el objetivo global de mantener el aumento de la temperatura por debajo de 1.5 grados Celsius. Las estrategias de desarrollo se deben pensar bajo una óptica de bajas emisiones y de reducción significativa de las mismas. Se deben hacer esfuerzos contundentes para ordenar el territorio en términos de actividades productivas, económicas y alineadas con su vocación natural. Se deben construir estrategias ambiciosas de conservación de la biodiversidad e incluirse en las NDC. De igual modo, se deben atender a otros acuerdos internacionales como el reciente Pacto Climático de Glasgow12 y el Desafío de Bonn,13 por mencionar solo un par.
Es necesario que los países cuenten con mecanismos de gobernanza que garanticen el cumplimiento de los compromisos globales que ha suscrito. Además, para que la implementación de las NDC sea exitosa, se deben incluir aspectos prioritarios como el financiamiento específico de acciones climáticas, la transferencia de tecnología, el desarrollo de capacidades, la transparencia y acceso a la información, la justicia climática y la equidad de género. Y, de manera fundamental, es imprescindible que se involucre toda la sociedad.
Las oportunidades para implementar acciones climáticas basadas en la naturaleza varían según el tipo de ecosistema, la geografía y el país. Es importante tener esto en cuenta para que todos los países identifiquen con claridad soluciones climáticas naturales en sus NDC.
El desarrollo económico se debe pensar desde una visión integral. Desde la naturaleza, y por y para la gente. En la medida en que entendamos el papel que jugamos como humanos en la cadena de la vida, sabremos tomar mejores decisiones. El vínculo con nuestro entorno se debe establecer bajo un marco de respeto y equilibrio; sólo así prevalecerán las condiciones que hacen posible la vida en nuestro planeta.
El cambio climático nos atañe hoy. De nuestro papel como ancestros responsables depende el futuro de las siguientes generaciones de mexicanos. EP
- https://unfccc.int/es/acerca-de-las-ndc/el-acuerdo-de-paris [↩]
- Contribución Determinada a Nivel Nacional desde Sociedad Civil. Una propuesta desde la sociedad civil para aumentar la ambición mediante un enfoque de justicia climática. Iniciativa Climática de México. México, 2022. [↩]
- idem [↩] [↩]
- Erin Beasley et al. Una guía para incluir la naturaleza en las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional. The Nature Conservancy et al. 2019. [↩]
- Pan, Y. et al. (2011). A large and persistent carbon sink in the world’s forests. Science 333: 988-993. DOI: 10.1126/science.1201609 en Erin Beasley et al. (2) [↩]
- https://es.mongabay.com/2021/04/deforestacion-aumento-planeta-2020/ [↩]
- https://www.fao.org/ecosystem-services-biodiversity/es/ [↩]
- El carbono azul y las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional. The Blue Carbon Initiative. [↩]
- D. Herr, E. Landis, 2016. Coastal blue carbon ecosystems. Opportunities for Nationally Determined Contributions. Policy brief. [↩]
- https://www.gob.mx/inecc/prensa/mexico-incluye-a-los-oceanos-en-sus-ndcs-amparo-martinez-arroyo?idiom=es [↩]
- Gobierno de México. Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales. (2020). Contribución Determinada a nivel Nacional: México. Versión actualizada 2020. [↩]
- https://ukcop26.org/wp-content/uploads/2021/12/Outcomes-Spanish-ES-COP26-Presidency-Outcomes-The-Climate-Pact.pdf [↩]
- https://www.bonnchallenge.org/sites/default/files/resources/files/%5Bnode%3Anid%5D/Bonn%20Challenge%20Report%20-%20Spanish.pdf [↩]
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