Las distintas fuerzas políticas en campaña buscan atesorar el voto de los jóvenes. ¿Los jóvenes desean participar en la política formal? En este texto, Anna María Fernández Poncela hace un sucinto repaso al tema de la juventud, la política y las elecciones en México.
Juventud: divino voto
Las distintas fuerzas políticas en campaña buscan atesorar el voto de los jóvenes. ¿Los jóvenes desean participar en la política formal? En este texto, Anna María Fernández Poncela hace un sucinto repaso al tema de la juventud, la política y las elecciones en México.
Texto de Anna María Fernández Poncela 29/04/24
Para ir abriendo
“Juventud, divino tesoro” reza un dicho popular. Un poema de Rubén Darío comienza con las mismas palabras, prosigue con “¡Ya te vas para no volver!” y finaliza con “¡Mas es mía el alba de oro!”. Más allá de la plurisemia del refrán y del concreto contenido de la cita literaria, es clara la loa —de ayer y de hoy— a la juventud en abstracto. Así acontece entre las personas en general, aunque no es tan luminoso el trato concreto que se les da dentro de la realidad social cotidiana. Y es que, como a otros grupos sociales, se los elogia en el discurso —ideal o idealista, o simplemente estratégico—, pero se los discrimina en la práctica del día a día. Sin embargo, sería conveniente reconocer que hay cosas que sí están cambiando en nuestros días.
En la presente época electoral podría modificarse la frase “Juventud, divino tesoro” en “Juventud, divino voto”. Divino voto porque las distintas fuerzas políticas presentes en las campañas desean atesorarlo. Y no precisamente en un sentido espiritual, sino más bien en uno material y con relación al número de sufragios. Son tiempos en los cuales se mira a las juventudes de una forma especial: tanto si éstas miran o no hacia la política, son miradas por aquella. En este texto se presenta un sucinto repaso del tema de la juventud, la política y las elecciones en los últimos años y en la actualidad, centrándose en el caso de México.
Como contexto, el INEGI informa de la existencia de 37.7 millones de jóvenes entre 12 y 19 años según el último censo (2020), esto es, 30 % de la población de México1. Una encuesta de la misma institución (ENDUTIH, 2022) destaca, entre otras cosas, la importancia de la conectividad digital per se en este grupo etario (95.1 % de 18 a 24 años) y en comparación con otras edades, característica que se ha condensado en el concepto “nativo digital”, con todo lo que esto implica para la participación política y la vida en general. De hecho, las tecnologías de la comunicación parecen crear y recrear una importante distancia generacional, si bien, y en honor a la verdad, en cada generación se reitera el tema de la susodicha distancia.
Participar o no participar
La relación entre jóvenes, política institucional y elecciones es un asunto complejo y polémico que requiere un acercamiento a la cultura y a la participación política de forma amplia y profunda2. Además, requiere airear viejos mitos sobre el tema3 que, curiosamente, persisten en las creencias y, a veces, hasta en las acciones de hoy en día. La sociedad puede cambiar en actitudes y acciones, pero el discurso a veces se reitera inercialmente al margen de las novedades sociales o de la diversidad de perspectivas.
Hoy, por poner un breve ejemplo, conviven dos enfoques sobre la participación política de los jóvenes. Por un lado, aquella que subraya la desafección político institucional juvenil y sus consecuencias para la democracia. Por otro lado, la que aboga por otros intereses, necesidades y formas de actividad política de nueva data. Ambas, por supuesto, desde sus consideraciones teóricas, tiempos y espacios concretos, tienen sus argumentos y razones. Sin embargo, no es menos cierto que, hoy en día, la narrativa mediática, académica y social, en general, se tiñen de emociones exaltadas, situación que resulta contradictoria frente al discurso de la pluralidad y diversidad, de inclusión social y de espíritu crítico.
En México, en el marco de las elecciones presidenciales del 2018, según algunas encuestas para la Ciudad de México, las juventudes no poseen índices de interés distintos a otras franjas etarias; incluso su conocimiento político es mayor (lo cual va de la mano con un nivel más elevado de escolaridad). Además, en cuanto a su tendencia electoral, declararon emitir el sufragio por Andrés Manuel López Obrador.4 . Es decir, una tendencia similar a la de la sociedad en general, hecho que recuerda lo expresado sobre la juventud como metáfora social5. Pero, si abrimos el foco político, es posible observar la importancia de las juventudes en movimientos sociales en favor de la democracia, la justicia y la vida, recientes en la historia del país, tales como Yo Soy 132 (2012) y Ayotzinapa (2014), además de su participación en iniciativas y causas sociales de diversa índole —ecologistas, de derechos humanos y por mayores libertades— a través del activismo digital (a veces global) y el aprovechamiento de las redes sociodigitales como medio de información, discusión y movilización sociopolítica.
Presencia o ausencia política
Volviendo a la política formal, la membresía de las juventudes en los partidos políticos es baja6, así como su presencia en las cámaras legislativas u otros puestos en el organigrama de la arena política institucional. El alejamiento de la juventud de las formas y prácticas tradicionales e institucionales de la política se ha comprobado desde hace ya algunas décadas y en varios países del mundo. Recordemos los estudios de Ulrich Beck, las afirmaciones de Michel Maffesoli en sus obras, además de las encuestas en el mundo y en América Latina. Esta cuestión también ha sido investigada en nuestro país7 .
De hecho, la inclusión de jóvenes en las filas de las organizaciones políticas y, sobre todo, en altos niveles de poder ocurre con mayor frecuencia en fuerzas políticas nuevas que en las antiguas ya consolidadas; sumado esto a la consideración de que parece difícil un cambio en la cultura política a no ser que este sea empujado justamente por el recambio generacional.
En este punto hay que reconocer en México los cambios legales y prácticos en cuanto a la disminución de edad en el acceso a algunos puestos políticos como en la Cámara de Diputados (de 21 años a 18 años) y en las Secretarías de Estado (de 30 a 25 años) en fecha reciente (2023).
Votar o abstenerse
Ciertamente el abstencionismo en el país es algo mayor en la juventud. Además, se presenta el fenómeno —registrado en los resultados de varias convocatorias electorales en México y otras latitudes— de que el voto que se ejerce por primera vez representa un porcentaje importante, para luego disminuir con relación a otras edades, es decir, el entusiasmo de los primovotantes parece esfumarse en la siguiente oportunidad de sufragar.
Es en este contexto que, desde las instituciones, los partidos y medios de comunicación, se insiste en campañas para alentar y promover el voto, como “Me gusta que votes” (2018). Además, en estas campañas se ha remarcado el peso numérico del sector juvenil en el padrón electoral y, tanto en las convocatorias del 2018 como en la del 2021 (por poner ejemplos recientes de una elección presidencial y otra intermedia), algunos discursos mediáticos prácticamente responsabilizaban a la juventud de los resultados electorales de forma adultocéntrica, no sólo por la usual instrumentalización electoral de la juventud, lo cual es algo habitual, sino porque además se produce un señalamiento y enjuiciamiento político.
Elecciones 2024
Ante la próxima convocatoria electoral, el INE informó en marzo de 2024 el tamaño de la lista nominal del electorado, que se conforma de más de 98 millones de personas. Del total, 26,035,938 millones son jóvenes de 18 a 29 años, representando 30 % de la ciudadanía con derecho y posibilidad de sufragar. De los cuales, alrededor de seis millones de estos votarán por vez primera.
Padrón electoral y lista nominal
De nuevo en estos días se hace un llamado a la participación electoral de los jóvenes por diversos medios. Empresarios, publicistas, además de partidos y coaliciones políticas, incluso han propuesto iniciativas de obsequios para aquellos que demuestren que votaron al enseñar el dedo entintado8 . Más allá de la opinión que esto merezca, lo cierto es que recuerda la obra de Richard Sennett y su exposición del paso del ciudadano elector al consumidor electoral: cuando la política aparece como una mercancía más. Esto, por supuesto, no se puede ocultar a juzgar dadas las campañas de neuromarketing emocional de hace tiempo ya y cada vez más corrientes (en todos los sentidos de la palabra). Mismas que a su vez entroncan con la tradicional cultura política que incentivaba e incentiva el voto con regalos (de la compra previa al obsequio posterior).
En particular, cada una de las fuerzas políticas contendientes esboza sus discursos hacia la juventud con más o menos gracia y fortuna. Haciendo uso de la retórica, proponen planes y programas, nombran, reconocen e incluyen a los jóvenes con mensajes emotivos y a partir de generalizaciones; otros, hacen alusión a políticas públicas y su despliegue futuro.
Entre el discurso de enojo y cambio de unos, y de esperanza y continuidad de otros, quizás sea Movimiento Ciudadano quien destaque más en el tema, pues ha propuesto varias candidaturas juveniles además de su candidato joven a la presidencia, Jorge Álvarez Máynez, de 38 años, y basa parte de su campaña en la inclusión de jóvenes en lo que denominan la “nueva política” tanto en la práctica como en el discurso, incluyendo sus mensajes publicitarios.
En este punto hay que remarcar que el uso de las emociones sobre los argumentos siempre ha ocurrido en el discurso político, desde los oradores clásicos hasta el cerebro político emocional de la neurociencia, pero hoy es más notorio en la comunicación política. Eso sí, cada grupo político parece priorizar la intención y dirección de unas emociones sobre otras, las positivas y negativas por nombrarlas en lenguaje coloquial, incluso hay quien las combina, con más o menos éxito.
Este asunto de las emociones se amplifica en medios de comunicación y redes digitales, incluso se exagera y desborda, no solo por lo propio de una campaña electoral, sino por lo propio también del espacio digital, en el cual las juventudes son las protagonistas activas. Además, hablando de emociones, no hay que olvidar la baja tolerancia a la frustración y su carácter demandante, tendencias no muy propensas al esfuerzo, como características afectivas de las nuevas generaciones, por supuesto, conjuntamente a su flexibilidad, cooperación, sensibilidad, creatividad, talante negociador y capacidad de innovación, como los dibujan los estudios de psicología actualmente. Lo cual, en política, equivale a la búsqueda de la justicia, la inclusión social, la antidiscriminación, la no violencia, el cuidado medio ambiental, entre otras cosas, y no tanto la militancia partidaria en particular o las jerarquías institucionales en general. En fin, como todas las generaciones, poseen sus claroscuros, pasados y presentes, innegables, y sus posibilidades para desplegar hacia el porvenir. Un futuro en el cual la política tal vez se transforme y quizás se pase de una cultura materialista a otra de carácter más espiritual, pero eso sólo el paso del tiempo y las generaciones lo dirá.
Para ir cerrando
Las juventudes son diversas y variada su opción electoral. Aquí se subraya su conectividad y se destaca su baja presencia en el espacio político formal donde se dirimen los asuntos públicos. En este punto, de cara a las elecciones del 2 de junio del 2024, las candidatas Claudia Sheinbaum Pardo por la coalición Sigamos Haciendo Historia (Morena, PT, PVEM) y Xóchilt Gálvez Ruíz por Fuerza y Corazón por México (PAN, PRI, PRD) y el candidato del partido Movimiento Ciudadano, Jorge Álvarez Máynez, a la presidencia de la República, así como, las fuerzas políticas a las cuales representan parecen estar de acuerdo en mantener e incluso ampliar e incrementar el apoyo que reciben los jóvenes en materia educativa. Un tema que consideran central: el acceso universal a la educación. Eso sí, con diferentes perspectivas en cuanto a la edad de acceso a la misma o los horarios de la escolarización, entre otras cosas.
Empleando una antigua reflexión hacia las mujeres y ante la acusación a la juventud como desinteresada de la política se podría preguntar, primero, si es verdad que no se interesan y no participan, y un segundo interrogante que se queda en el aire para que cada quien y en especial los actores e instituciones políticas se respondan y nos respondan: ¿Por qué las y los jóvenes tendrían que interesarse en la política formal y participar en su seno?
Una reflexión más a propósito de la inspiración de las mujeres. En la pasada convocatoria presidencial (2018) cuatro hombres fueron los candidatos (Andrés Manuel López Obrador, Ricardo Anaya, José Antonio Meade y Jaime Rodríguez). Hoy son dos mujeres y un hombre quienes contienden por la silla presidencial. Es algo para tener en cuenta. Casualmente, las dos candidatas representan las coaliciones políticas que tienen polarizada a la sociedad. Una de ellas llegará a ser la primera mujer presidenta de México. Esto puede ejercer una influencia en el sentido de que, como señalan los estudios de opinión pública, las juventudes parecen estar más cercanas a la consideración satisfactoria de la mujer como candidata y presidenta. Es tiempo de cambio y es tiempo de mujeres, dicen algunas voces, quizás también es tiempo de transformaciones y tiempo de jóvenes.
Como se dijo anteriormente, lo que se observa en estos días es una mirada prejuiciosa hacia la juventud que impera en los medios y en las redes, acusándola de no votar y enjuiciando su irresponsabilidad por ello, incluso se la responsabiliza de los resultados de la elección; creencias y discursos que no abonan, como antaño no lo hacía el desoír y el olvidar a este grupo etario, que pasa de no visto a señalado, en ambos casos no de forma satisfactoria o propositiva, sino todo lo contrario. Sería bueno no solo no caer en la vieja acusación hacia la juventud cual lacra social, como tampoco el considerarlos y señalarlos como los paladines de la libertad. Habría que respetar la libertad de decisión y elección de cada uno, sujetos individuales y colectivos sociales, comprender sin juzgar, como Eric Hobsbawan propone en la investigación histórica y social, a las nuevas generaciones que son el presente del país, decidan lo que decidan o elijan lo que elijan, en torno a votar y a quién hacerlo. “Libertad: divino tesoro”. EP
- INEGI (2023). “Estadísticas a propósito del día internacional de la juventud” Comunicado 476/23, 10 agosto. [↩]
- Fernández Poncela, Ana María (2003). Cultura política y jóvenes en el umbral del nuevo milenio. México: INE/IMJUVE [↩]
- Pérez Islas, José Antonio (2008). “10 mitos y realidades sobre la participación juvenil”, Trabajo social, 7, p. 16-23 [↩]
- Fernández Poncela, Ana María (2021). “México 2018: política, elecciones y juventud”, Ánfora, 28 (51), p. 216-240. [↩]
- Passerini, Luisa (1996). “La juventud, metáfora del cambio social (dos debates sobre los jóvenes en la Italia fascistas y en los Estados Unidos durante los años 50” en Levi, Giovanni y Schmitt, Jean-Claude Historia de los jóvenes, vol II, La edad contemporánea. Madrid: Taurus. Feixa Pàmpols, Carles (1993). La joventut com a metàfora. Sobre les cultures juvenils. Barcelona: Generalitat de Catalunya. [↩]
- Instituto Mexicano de la Juventud (IMJUVE) (2021). Programa Nacional de Juventud 2021-2024 [↩]
- Ramos, Alejandre y Claudio Escobar (2009). “Jóvenes, ciudadanía y participación política en México”, Espacios públicos, 12 (25), 103-122; González, Robert y Juan Antonio Taguenca (2019). “Movimientos juveniles y políticas públicas de juventud en México: una aproximación conceptual” Universitas, 31, 37-57. [↩]
- López, Francisco (2023). “El voto de las y los jóvenes, reto para el 2024” Excelsior, 29 julio; Ramírez, Bertha (2023). “Jóvenes en edad de votar representan 30 por ciento del padrón electoral”, La Jornada, 31 octubre. [↩]
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