Este País conversó con Desde Themyscira, un grupo de investigación integrado por cuatro estudiosas que, desde una postura crítica y rupturista, buscan nuevas formas de acercarse a la cultura griega y romana.
Una mirada renovada a Grecia y Roma antiguas: entrevista con Desde Themyscira
Este País conversó con Desde Themyscira, un grupo de investigación integrado por cuatro estudiosas que, desde una postura crítica y rupturista, buscan nuevas formas de acercarse a la cultura griega y romana.
Texto de Desde Themyscira 02/04/24
¿Qué son los estudios clásicos y cuál es su relevancia en México? Este País conversó con Desde Themyscira, un grupo de investigación enfocado en la conservación, difusión y estudio de Grecia y Roma antiguas a partir de una visión que rompe con los modelos filológicos e históricos tradicionales y que propone nuevas formas de acercarse a la Antigüedad.
Este grupo, integrado por las filólogas Evelia Arteaga, Cecilia Jaime, Olivia Isidro y Alejandra González Jiménez, se constituye desde la horizontalidad, es decir, como una agrupación donde las barreras jerárquicas y las relaciones de poder se difuminan. Lo anterior responde al posicionamiento crítico, social y político de estas estudiosas, y de ahí que se haya optado por presentar sus respuestas como si se tratara de una voz colectiva.
Este País (EP): ¿Nos podrían explicar qué son la cultura y los estudios clásicos?
Desde Themyscira (DT): Según Mary Beard, los estudios clásicos son el estudio de lo que ocurre entre la Antigüedad y nosotros mismos, lo cual siempre involucra el diálogo y la evidencia de las diferencias y los puntos en común. Podemos decir que se trata de volver una mirada al pasado, a Grecia y Roma antiguas, para entender tanto las formas de pensamiento y la sociedad como su recepción en épocas posteriores. Y se habla de estudios clásicos así, en sentido amplio, porque incorporan múltiples disciplinas como la historia, la filología, la arqueología, la historia del arte, la geografía, la literatura comparada, etc.
EP: En el caso de su grupo de investigación, ¿desde qué área del conocimiento se vinculan en mayor medida con el mundo clásico?
DT: Nosotras, como estudiosas de la Antigüedad —en especial de Grecia y Roma—, partimos sobre todo de fuentes escritas, ya sean soportes epigráficos, literatura, fuentes iconográficas, etc.; en sí partimos de la filología y complementamos esa visión con herramientas de la historia, la arqueología, entre otras áreas.
Anteriormente muchas de estas áreas se incluían dentro de la etiqueta de filología, pero llegó un momento, alrededor del siglo XVIII y XIX, en que esta se empezó a bifurcar en otras ramas de estudio. Entonces, podría parecer que son áreas distintas, pero en realidad la filología contemplaba desde sus inicios —entre los filólogos de la Época Alejandrina— la gramática, la fuente, la historia, el contexto, el estilo del autor, etc.; de todo eso se nutría. Por ello, todas estas ramas, disciplinas o métodos se pueden ir juntando y complementando.
EP: ¿Por qué decidieron nombrar a su grupo de investigación como Desde Themyscira? Y, a grandes rasgos, ¿cuáles son los objetivos que persiguen?
DT: Themyscira es el territorio atribuido mitológicamente a las amazonas, una sociedad imaginaria donde solo habitaban mujeres, donde los varones quedaban fuera.
El nombre responde a varias ideas que quisimos entretejer: en primer lugar simboliza un espacio que permite subvertir los roles de género históricamente establecidos; en segundo, nos sirve para declarar que nuestro trabajo se sitúa desde la “periferia”, entendida desde varios aspectos, como el burocrático-administrativo —pues ninguna institución permite el registro de un grupo horizontal de investigación— o el de la propia frontera territorial como límite para el ejercicio de nuestras investigaciones y nuestra labor; trabajamos con la Antigüedad clásica desde la otredad geográfica en la que se desarrolló. En tercer lugar porque esta “ciudad”, Themyscira, nunca ocupó un espacio físico, sino que como un “no lugar” constituye un imaginario que habita en todas partes, y eso nos permite establecernos en el territorio de la virtualidad como lugar de acción y difusión.
Este grupo está basado en investigaciones generadas de manera individual que confluyen en la difusión y que, mediante la retroalimentación permanente, logra un mayor grado de profundidad en el estudio de las obras y las épocas clásicas tanto en su contexto, en Grecia y Roma, como en su transmisión, tradición y recepción. Lo anterior teniendo en mente tanto la perspectiva de género como la problematización del canon y sus preceptos. Esto se lleva a cabo en distintos discursos, como la literatura y el arte, a través de nuevas miradas sobre temas de interés en la actualidad; por ejemplo, el papel de la mujer, la muerte, el espacio, entre otros.
También nos gustaría subrayar que este grupo de investigación y estudio nos da la oportunidad de discutir y reflexionar sobre una cuestión administrativa-burocrática: la jerarquía, la cual parece ser un hecho patriarcal. Y es que en los distintos espacios donde solamente colaboramos mujeres parece que no hay una necesidad tan grande de jerarquías. Incluso es sintomático que —en vista de la experiencia que hemos tenido al trabajar entre mujeres— a nosotras nos cuesta trabajo sentir que tenemos, por así decirlo, las “credenciales” para cumplir el cargo de responsable de un grupo o un seminario. Pero por lo general a los varones no; ellos suelen sentir que sí tienen esa autoridad. Por eso hemos intentado constituirnos de manera oficial como un grupo horizontal de trabajo.
Lo anterior es un problema en términos burocráticos, pues nuestro grupo está registrado en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), pero, como ya mencionamos, hemos tenido que nombrar a una responsable. Administrativamente no se toma en cuenta la posibilidad de crear un grupo de estudio a manera, tal vez, de sindicato o de “cooperativa”, donde todas y todos tengan un mismo rango. Es un problema importante: que un grupo que busca la difusión y el estudio de manera horizontal tenga que enfrentarse de repente a este tipo de trabas burocráticas parece contravenir el espíritu mismo del conocimiento.
EP: El año pasado se volvió tendencia en algunas redes sociales la pregunta: “¿Cada cuánto piensas en el Imperio romano?”. Esta pregunta parecía estar enfocada en poner sobre la mesa una aparente relación entre el machismo, el imperialismo y la afición por la cultura romana antigua. ¿Podría la cultura clásica ser utilizada por algunos hombres para reforzar su identidad masculina y el machismo?
DT: Hay que señalar que esta tendencia fue eurocentrista, pues los videos que circularon son casi en su totalidad españoles. También hay que recordar que el “Imperio” fue un período histórico romano muy amplio, alrededor de 500 años, caracterizado por una forma de gobierno autocrática. En su apogeo abarcaba desde el océano Atlántico al oeste hasta las orillas del mar Caspio y Rojo al este, y desde el desierto del Sahara al sur hasta las orillas de los ríos Rin y Danubio y la frontera con Caledonia al norte. Si tomamos en cuenta su duración y extensión, está claro que las instituciones y la cultura romana han tenido una influencia profunda y duradera en el mundo occidental. Sin embargo, en la actualidad, al menos en México, muy poca gente conoce esta herencia debido a que parece haber un gran desinterés por la historia en general; no se tiene claro cuánto ha influido en nuestra cultura la sociedad grecolatina.
Ciertamente la sociedad romana puede ser usada como símbolo de dominación, pero dudamos que esta se conozca profunda o específicamente. Además, esa dominación a la que muchas personas aspiran —como parte del sistema capitalista en que vivimos— puede ser “justificada” tanto por el Imperio romano como por otras civilizaciones: mongoles, aztecas, vikingos, etc. Qué mejor sería que nuestra sociedad tuviera influencia directa y consciente de personajes del imperio romano como Séneca —y su estoicismo— o de las Meditaciones del emperador Marco Aurelio.
A decir verdad, ninguna de nosotras ubicaba esta tendencia y por eso nos dimos cuenta de que era totalmente eurocentrista. Incluso preguntamos a algunos de nuestros compañeros, amigos, etc., y no; respondían con: “¿Qué? ¿El Imperio romano? ¿De qué me hablas?”. Pero entendemos la pregunta. Y sí creemos que es una cuestión de una sociedad patriarcal, androcentrista, y que se puede vincular con facilidad a ciertas ideas del capitalismo de dominar y aplastar al otro, sin importar por encima de quién se pase.
EP: ¿De qué manera los estudios culturales y de género han cambiado la forma en que nos aproximamos a Grecia y Roma?
DT: Los estudios culturales le han dado un impulso a los estudios clásicos al poner en el centro de atención temas que antes se habían relegado por diversas razones, como la ideología o el género. La investigación con perspectiva de género ha ido permeando lentamente, pero nos gustaría enumerar algunos aspectos en donde esto se puede ver; ahora:
- Se reconoce que durante toda la Antigüedad grecolatina hubo un patriarcado muy claro, por lo que los testimonios que han llegado hasta nuestros días fueron elaborados, en su mayoría, por hombres. Entonces, es a partir de la visión de los hombres que hemos conocido dichas culturas, incluida la situación social misma de las mujeres.
- Se sabe que incluir a una autora —como cuota de género— en una antología de poesía lírica no implica tener perspectiva de género.
- Se acepta que estudiar a Safo, Aspasia o a Hipatia como excepciones al androcentrismo griego no implica dar por sentado que todas las mujeres vivían marginadas o sumisas, pues esto no fue así. De la misma forma que sucede en las sociedades actuales, había mujeres de todo tipo, y es ahí donde se debe poner el foco de la investigación.
- Se impulsa una comprensión más profunda de las sociedades griega y latina, por ejemplo, al rastrear los oficios de las mujeres o su participación en las decisiones familiares.
- Se entiende que, a lo largo de los siglos y de distintas latitudes, no siempre se marginó a las mujeres de forma tan radical como se hizo en la Época clásica griega, donde los testimonios muestran incluso desprecio hacia las mujeres, pues se consideraba que estas, idealmente, debían estar vinculadas a un hombre para poder ser parte de la sociedad.
- Se estudia que las relaciones entre géneros estuvieron fuertemente permeadas por otras cuestiones, como la situación económica; obviamente no era lo mismo vivir con riqueza, rodeada de esclavos, que ser una viuda de guerra con tres hijos o una prostituta migrante.
- Se cuestionan los papeles históricamente asignados a las mujeres. Por ejemplo, se discute de dónde y por qué las mujeres son las encargadas del hogar; y también de dónde y por qué esto es mal visto y menospreciado.
El hecho de que estemos únicamente mujeres platicando aquí también es gracias a esos movimientos feministas que abrieron camino a los estudios y las miradas con perspectiva de género en muchos ámbitos, como el de los estudios clásicos.
EP: ¿Qué tanto estos estudios con perspectiva de género han encontrado resistencia por parte de investigadores, estudiantes y del público en general, quienes tal vez buscan en estas áreas del conocimiento una visión más tradicional y conservadora?
DT: Ha sido un proceso muy, muy lento. Como dices, la gente y la planta académica, docente y estudiantil de carreras como Letras Clásicas han mostrado una tendencia bastante conservadora, con todo lo que ello implica: patriarcado, machismo, misoginia. Las mujeres y otros grupos habitualmente marginados se han abierto espacios importantes en general, y en Letras Clásicas en particular, pero, dado que esta área de estudio es especialmente conservadora, ha sido más difícil.
Pero también estamos en una situación muy distinta, por ejemplo, a la que teníamos en generaciones pasadas. Digamos que las mujeres y otros sujetos de género lo han hecho muy bien. Han dado una lucha muy buena. A pesar de que ha sido un avance lento y con mucha dificultad, han logrado abrirnos brechas. Hace 20 años, cuando éramos estudiantes, no sabemos si se habría podido impartir una materia sobre mujeres como las que ahora están a nuestro cargo, sin prejuicios, sin que alguien dijera: “Ay, no, las mujeres, ¿cómo? ¿Para qué?, si los hombres fueron los que construyeron la civilización grecolatina”.
Vivimos en una época muy interesante y muy fructífera para los estudios clásicos porque se están abriendo muchísimos ámbitos y brechas de estudio muy interesantes que, hasta hace algunas décadas, estaban totalmente desentendidas o eran mal vistas.
Uno de los sucesos que marcó un gran cambio —a pesar de sus complicaciones— fue el paro feminista que tuvo lugar en el 2019 en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. La toma de las instalaciones implicó, al menos para nosotras, tomar conciencia y reflexionar sobre el mundo. Es decir, si bien de algún modo teníamos información sobre el feminismo, no habíamos caído en cuenta de qué implicaban ciertas ideas realmente dentro de la teoría. También el hecho de que las alumnas exigieran perspectiva de género en los cursos y que demandaran una materia de género fue muy importante para la facultad y su estudiantado. Y creo que eso también abrió o marcó un camino en Letras Clásicas.
Y es que a veces ni siquiera se acepta la teoría de género como válida. Y es entonces cuando les decimos a los alumnos que ya hay un instituto, una dependencia de la UNAM, enfocada en la teoría de género. Es muy complicado enfrentarse a esos temas no tanto porque no haya información, sino porque uno mismo se resiste. Por ello es importante traer a colación la toma del 2019, porque fue un parteaguas donde las alumnas nos enseñaron la forma en la que querían dirigir ese movimiento.
Y también podemos traer a discusión una entrevista a Aurora Luque para Letras Libres —publicaron un número dedicado a los clásicos— donde dice que esta es la mejor generación, desde su opinión, para entender a los clásicos y específicamente para entender autoras antiguas como Safo. La Antigüedad clásica es un crisol de ideas y voces, y con ello se rompe esa visión monolítica de que la cultura es homogénea.
EP: Debido a nuestra lejanía geográfica con Grecia y Roma, alguien podría hacer una crítica de los estudios clásicos en México como si se tratara de algo ajeno a nuestra realidad cultural ¿En qué medida el mundo clásico se vincula con nuestra cotidianidad? ¿O es acaso la cultura clásica en nuestro país una cuestión meramente de “museo”, de “anticuario”?
DT: Si bien la herencia que poseemos en México de las culturas grecolatinas podría considerarse lejana, sobre todo por la posición geográfica o por la distancia temporal, indiscutiblemente existe en nuestra conformación influencia occidental, cuya cuna son estas civilizaciones. Podríamos repetir aquellos lugares comunes en los que se mencionan la mitología, la conformación de la lengua española a partir del latín y el griego, algunas tradiciones que aún se siguen llevando a cabo o aquellas que se han mimetizado con el cristianismo. Sin embargo, nos gustaría resaltar aspectos que son fundamentales en esta vinculación: tenemos las instituciones, algunas formas de representación ciudadana como el senado, las leyes y su forma de interpretarlas; también el sistema educativo hunde sus raíces en estas civilizaciones, y no hablamos del sistema que cambia cada sexenio, sino de aquel que determina cuál debe ser la educación que debe poseer el ser humano, es decir, qué es lo que debe conocer para ser, constituirse y caracterizarse humanamente, tanto en su conformación individual como social. Si en la escuela estudiamos matemáticas o español es porque desde la Grecia clásica esos temas eran fundamentales para la formación del ciudadano, pues debemos a los clásicos la categorización del mundo conocido.
Podría pensarse que, en el sistema educativo o dentro de los saberes modernos, la cultura clásica ya no es relevante, sino, como mencionas, una cosa “de museo”. Sin embargo, este conocimiento que compone la educación o los saberes actuales es más que un cúmulo de datos, es el eje principal de las formas de pensar. Es todo un sistema de pensamiento que nos conduce a actuar de determinada manera; por ejemplo, la frase “ojo por ojo, diente por diente”, que por supuesto no es clásica, denota una forma de entender el mundo vinculado a la venganza, y determina qué acciones se toman a partir de un suceso. En cambio, la frase socrática “yo sólo sé que no sé nada” implica reflexionar y reconocer nuestra ignorancia, que no podemos tener la razón en todos los asuntos, y eso nos puede conducir al diálogo y a la comprensión del otro. Esta contraposición de posturas en frases que pueden estar “pasadas de moda” es un pequeño ejemplo de cómo podemos notar la inmediatez de la cultura y su influencia en casi todos los aspectos de la vida.
El sistema jurídico también es un caso de tradición y transmisión teórico-práctico donde se puede ver la vitalidad de la cultura clásica, porque no solo ha influido en la conformación de las leyes —sobre todo en el derecho privado o código civil—, sino también porque se modifica en la medida en que se requiere; es decir, si hay algún caso donde determinada ley no pueda aplicarse, debe realizarse un análisis e interpretación para “adaptarla”, de lo que en parte se encarga la Suprema Corte de Justicia.
Otro caso de vinculación con las culturas clásicas y con las formas cotidianas de relacionarnos se halla en la familia, porque el concepto deviene de la antigua Roma y de la manera en que estaba organizada a partir del pater familias, un ciudadano libre y titular de los derechos patrimoniales de un grupo de personas (hijos, esposa o esclavos). Esta concepción de núcleos básicos ha influido en la conformación de nuestra sociedad, y de ahí la necesidad de replantearnos y reformular el concepto de familia a partir de la pluralidad que requieren las nuevas formas de relacionarse de la Época moderna, es decir, ya no a partir de un hombre que tenga esas facultades y responsabilidades, aspecto meramente patriarcal, sino de una familia conformada por dos madres, dos padres, una madre, etc. Si conocemos el origen de esta influencia, podremos cuestionarla y cambiarla efectivamente, y eso atañe a nuestra vida cotidiana.
Así, la herencia clásica, aunque podría parecer que no existe o que está oculta, rige gran parte de nuestra vida cotidiana debido a que nos conducimos y funcionamos de acuerdo con ella.
EP: ¿Cómo se puede hacer ver que esos elementos están presentes en nuestra vida cotidiana, más allá del estudio universitario? ¿Qué acciones se podrían tomar, por ejemplo, para que cobremos conciencia de esta tradición quienes estamos poco vinculados con el mundo clásico?
DT: Una de las cuestiones que precisamente abordamos en clase, con los alumnos, es de qué manera podemos difundir lo que estudiamos, porque, además de ser uno de los objetivos de la carrera, es una responsabilidad disciplinar y ética. En ocasiones hablamos de cápsulas informativas que podemos difundir en nuestras redes sociales, en TikTok, o en otras herramientas tecnológicas. Quienes estudiamos Letras Clásicas y nos movemos en el mundo de la academia podemos sembrar esa semilla de la difusión en los alumnos. Digamos que es como una especie de cadena: los profesores deben propiciar la difusión entre sus alumnos y estos, a su vez, difundirlo de otras maneras.
EP: ¿En México, los estudios clásicos están en crisis? ¿Se está perdiendo el interés en esta área de estudio?
DT: Es difícil declarar si hay más o menos interés en las culturas grecolatinas y en su tradición. Este siempre ha sido un tanto reducido porque es un estudio muy específico. Los grandes estudiosos de la cultura clásica en nuestro país son muy pocos, como Alfonso Reyes. Basta con ver hace cuán poco se fundó el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM. Cuando nosotras estudiábamos, solo había un grupo vespertino en la carrera de Letras Clásicas; tiempo después se abrió un segundo grupo y después un tercero. Pero esto es difícil de evaluar porque hay más población, entonces hay más estudiantes. Lo que sí ha cambiado es, como ya dijimos, la manera de hacer estos estudios.
EP: En ocasiones se suele pensar que la literatura clásica está por encima de otras producciones literarias, como si fuera la fuente y autoridad de todo saber en este terreno. ¿Es una forma de entender el mundo desde una perspectiva eurocentrista y desde el supremacismo cultural? De ser así, ¿cómo se podría cambiar esta perspectiva?
DT: Nos gustaría responder con la célebre enseñanza de Ítalo Calvino sobre un “clásico” como un bien cultural —no solo el libro— que nunca termina de decir lo que tiene que decir. Sin embargo, lo cierto es que no es así, ya que el canon literario siempre ha estado marcado por la estructura de poder y la historia supremacista de las ideas. No hay nada inocente en él, ya sea que hablemos de la Antigüedad grecolatina y su producción escrita como obra literaria digna de ser leída, o que nos refiramos al canon occidental de Harold Bloom que incluía solo a 3 mujeres; incluso pasaba por alto a Safo, ni más ni menos.
Es un hecho innegable que nuestra cultura posee una gran influencia eurocéntrica y que por ello los cánones y procedimientos teóricos y metodológicos que poseemos se privilegien por encima de los demás. Lo que conocemos ahora como México pasó por procesos de conquista y colonización que aún permean en todos los aspectos. Tal vez la pregunta no es cómo se podría cambiar la perspectiva del eurocentrismo hegemónico, sino cómo, a partir de él, necesitamos replantearnos sus influencias y posibles cambios. Si comprendemos la forma en que se forjó nuestra cultura —eurocéntrica-cristiana-prehispánica—, podremos analizar y determinar hacia dónde vamos. Es decir, como una nación en vías muy tempranas de decolonización, en comparación con otros países latinoamericanos, ¿podemos seguir solo reproduciendo el canon o podemos crear nuevas formas de concientización y expresión tomando en cuenta otros sistemas de pensamiento? Si conocemos todas las influencias que nos conforman, podremos tener claridad en las decisiones que tomemos.
En ocasiones parece que las personas no podemos criticar aquello que estudiamos, porque “al ponernos la camiseta” de nuestra área ya no podemos ir en contra. Sin embargo, para quienes nos dedicamos al estudio de esta literatura, la perspectiva sí se puede cambiar desde varios enfoques, como la perspectiva de género, la metodología de las voces fragmentadas, etc. Además nos gustaría enfatizar que, al estudiar esta literatura, nosotras nos asumimos como sujetos políticos. No querernos disfrazarnos de “viejitos intelectuales” que se repiten y se citan unos a los otros una y otra vez, sino situar nuestras investigaciones como sujetos políticos, como mujeres del “tercermundo”. Todo lo que decimos, lo que sostenemos, lo que escribimos queda atravesado por nuestra realidad y por el capital cultural desde donde empezamos a estudiar filología. No estamos en los mismos canales que una jovencita o una mujer alemana o italiana que empezó a estudiar griego a los 12 años, y es necesario estar conscientes de ello. Evidentemente no es lo mismo y tampoco podemos plantearnos las mismas interrogantes; ni siquiera nuestra experiencia estética al aproximarnos a estos textos va a ser la misma, ni al traducirlos.
De hecho, el concepto mismo de “tercemundo” es conflictivo. Podemos mantener la postura de no utilizar o no denominarnos desde el punto de vista neoliberal. Al final de cuentas, esta controversia nos lleva a reflexionar desde dónde estamos posicionadas. Aunque no hacemos activismo político en específico, sí tenemos una posición política social, académica. A partir de allí nos constituimos: desde el clasicismo, desde lo prehispánico, desde la Ciudad de México, desde nuestras familias, desde nuestra posición de madres, de mujeres, etc.
Es un asunto muy complejo. Audre Lorde menciona que no se puede derribar la casa del amo con las herramientas del amo. ¿Son las herramientas del amo? Entonces, si queremos desmontar aquellos prejuicios sobre la cultura clásica, tendríamos que desmontar nuestra manera de pensar y eso es una cosa mayor.
Todo esto es, además, una de las causas por las que decidimos juntarnos como grupo de investigación y hacer las actividades que hacemos. Todas nosotras tenemos líneas de investigación “discutibles”, con ciertos matices y objetos de interés que no entran en las investigaciones canónicas aceptadas por la línea europea, por Estados Unidos.
EP: Existe la creencia de que la literatura y las humanidades no tiene ninguna utilidad; ¿qué le responderían a alguien con estas ideas?
DT: Podríamos decir que el término “utilidad”, en sí mismo, se relaciona con fines capitalistas donde se privilegia la producción tanto de insumos o recursos como de dinero. Por ello no, las humanidades y la literatura no son útiles dentro del sistema económico en el que vivimos porque se mueven en otro sentido y no bajo los intereses de la acumulación de capital. Sin embargo, bajo esta conceptualización de lo “útil” debemos preguntarnos si realmente lo que necesitamos en lo individual y colectivo es enfocarnos en aspectos económicos en lugar de cultivar ese conocimiento que nos nutra como seres humanos, porque efectivamente la literatura y las humanidades permiten que cuestionemos y cambiemos aquellas formas de vida que conducen únicamente a la producción. Es fundamental que a partir de este tipo de cuestionamientos nos preguntemos a su vez qué fines perseguimos como seres humanos y como sociedad, pues la respuesta nos llevará a considerar si se puede encontrar utilidad en estas manifestaciones culturales, o si en lugar de etiquetarlas como “útiles” las pensamos como aspectos inherentes a nosotros, porque tienen que ver con nuestra dimensión emocional, psicológica, inventiva, entre muchas más. Y esto aplica no solo a los estudios clásicos, sino a todas las humanidades.
EP: Para quien esté interesado en la cultura clásica, ¿cuáles son algunas universidades y academias en nuestro país que ofrecen este tipo de estudios?
DT: En la UNAM contamos con la Licenciatura en Letras Clásicas que se imparte de manera 100 % escolarizada y presencial en Ciudad Universitaria; con la licenciatura en Literatura Intercultural de la ENES Morelia, que en su plan de estudios incluye la Antigüedad clásica y su tradición. En realidad hay pocos espacios públicos y gratuitos. En la UAM se le da cierta atención, pero más que nada a la tradición clásica, a la filología medieval, y al Siglo de oro. Y en algunos centros hay estudios de latín, de griego, pero en realidad, con fines profesionalizantes, solo tenemos las dos licenciaturas de la UNAM.
En la página del Colegio de Letras Clásicas hay un directorio de lugares que tienen algo que ver con los estudios clásicos, donde se dan clases de latín, de griego, o algún diplomado. Pero muchos de ellos son privados o particulares.
EP: ¿Cuáles son las actividades que tiene planeado Desde Themyscira para los siguientes meses?
DT: En el grupo se organizan dos actividades de manera recurrente: los conversatorios y los seminarios de tesis. Los seminarios de tesis son un apoyo para los estudiantes en su desarrollo académico y son tanto para estudiantes del Colegio de Letras Clásicas como estudiantes de la UACM; pero existe la posibilidad de que cualquier estudiante de toda área relacionada con los estudios clásicos presente su trabajo. Los seminarios consisten en que las y los alumnos presentan sus avances de tesis y reciben comentarios para mejorar lo que están haciendo, en ocasiones como si fuera una especie de simulacro de su examen profesional. Se permite también al tesista explicar el porqué de sus decisiones con respecto a su investigación. Los seminarios tienen lugar cada mes y hasta el momento llevamos trece sesiones.
Con respecto a los conversatorios, son pláticas y exposiciones donde se exponen diversos temas. Hemos tenido cuatro: el primero fue durante la pandemia, con el tema de “Enfermedad y muerte. Antigüedad y tradición grecolatina”; el segundo se llamó “Naturaleza y ser humano. Grecia, Roma y tradición clásica”; el tercero, “Emociones, corporalidad y corporalidad. Estudios clásicos y su tradición”; y el del año pasado, “El espacio: representación, concepción y relación con el mundo grecolatino y su tradición”. Estos conversatorios son una suerte de compilación de los temas que aborda el grupo: trabajos de investigación en torno a la poesía bizantina, la edición crítica tradicional y digital, la traducción de textos, la conquista de México, la religión, la magia, la ciencia y la producción literaria. También ha habido una presentación sobre la comunidad LGBT. Estos conversatorios se pueden consultar en internet; están en la página de Facebook de nuestro grupo y también en el canal de YouTube, agrupadas por listas de reproducción.
Para los siguientes meses se tiene previsto la realización del quinto conversatorio, el cual será sobre perspectiva de género en los estudios clásicos, así como los seminarios mensuales.
EP: ¿Hay algo que les gustaría añadir para finalizar?
DT: Quizá solo decir que todo es autogestivo. No recibimos presupuesto ni financiamiento de nadie, ni lo hemos pedido. No nos interesa. El sitio web también lo pagamos nosotras. Es parte de las decisiones que hemos tomado para hacer esto horizontal y para que pueda haber continuidad y no dependamos nunca de si alguna institución del Estado nos aprueba o niega un presupuesto.
Y también nos gustaría poner hincapié en que nos falta mucho el estudio de las filólogas. En diferentes disciplinas, en la filosofía por ejemplo, se ha investigado acerca de la participación de filósofas en la conformación de dicha área del pensamiento. Pero en la filología hemos hecho muy poco al respecto. Entonces, podríamos proponer como un objetivo el rescatar la figura de las filólogas. EP
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