Menos 25 / Más 25

Este País nació de la necesidad de medir la opinión pública para poder comprender a México. Espacio de reflexión y análisis, desde entonces no ha dejado de evolucionar a fin de mantener su vigencia, hacer suyas las nuevas herramientas del conocimiento y explorar nuevos cauces.

Texto de 23/04/16

Este País nació de la necesidad de medir la opinión pública para poder comprender a México. Espacio de reflexión y análisis, desde entonces no ha dejado de evolucionar a fin de mantener su vigencia, hacer suyas las nuevas herramientas del conocimiento y explorar nuevos cauces.

Tiempo de lectura: 9 minutos

I. Menos 25

Hace 25 años en México la demoscopia, la ciencia de las encuestas, era una actividad semiclandestina, riesgosa y poco popular. Semiclandestina porque las encuestas se levantaban, pero los resultados eran solo conocidos por los dueños de la información. Nada anormal hay en ello cuando se trata de encuestas de mercado que perfilan cómo deben de ser los productos —el típico caso de los colores de los cepillos de dientes. Lo anormal radicaba en que las encuestas de tipo político o social seguían la misma mecánica: eran pagadas por un servidor público y el conocimiento de las mismas era de su propiedad. El patrimonialismo campeaba.

La actividad era riesgosa pues no existía un mercado de encuestas como tal. Los encuestadores profesionales —que los había, y algunos de ellos muy capaces— vendían un producto del cual se sabía muy poco. Los precios eran fijados con cierta arbitrariedad, para arriba y para abajo, y el encuestador siempre quedaba sujeto a la interpretación muy subjetiva de la calidad de su producto. Además, de caer en desgracia por la inconformidad de algún servidor público, el encuestador entraba en un cielo borrascoso donde su futuro estaba en juego.

Muchos de los disgustos de los servidores públicos los generaban los resultados. ¡No les gustaba la realidad! Así era México. Enrique Alduncin, Miguel Basáñez, Edmundo Berumen se convirtieron dentro de la revista en pilares de esa discusión. El objetivo era claro: hacer de las encuestas una herramienta de conocimiento, sin más. Perjudicados y beneficiados eran un asunto secundario. Las encuestas eran poco populares porque reñían con el pensamiento ideológico enseñoreado por décadas. Vendrían después las nuevas generaciones, Roy Campos, Alejandro Moreno, Pablo Parás, quienes, entre muchos otros, hicieron suyas las páginas de Este País.

II. Encuestas, opinión pública

y ciudadanía

El conocimiento científico de lo público, del sentir de la población, de los miedos y ambiciones que deambulan por la calle, conformaban un territorio vetado a la ciudadanía. Cada mexicano podía pensar o sentir lo que quisiera, pero nunca sabría si su sentimiento o percepción eran compartidos por los demás.

Eso que hoy llamamos con tanta naturalidad “opinión pública” era amorfo y por ende casi inexistente. Siguiendo a los nominalistas, al no devenir en una expresión que la retratase, al no aparecer en concepto, no existía a cabalidad. El conocimiento compartido y público de ciertos temas era la piedra de toque para la formación de ciudadanía. La opinión pública no se puede formar sin encuestar el sentir popular. El encadenamiento virtuoso se dio: encuestas, mutuo conocimiento de lo público, opinión pública, demandas colectivas. Huelga decir que democracia y encuestas van de la mano.

Jürgen Habermas había descrito el proceso en aquel texto seminal de la filosofía contemporánea titulado Historia y crítica de la opinión pública. Leer el encadenamiento conceptual es interesante, nada que ver con la emoción de vivirlo. Si bien el 68 y el 71 fueron sucesos que troquelaron eso que llamamos nación, no es casual que sea en los últimos 30 años cuando verdaderamente se estructuró una opinión pública. El sismo, el 88 y otros sucesos provocaron el parto definitivo. Hoy sería imposible explicar a México sin ese actor determinante: la opinión pública. Las encuestas estuvieron en la gestación.

Ese conocimiento mutuo es la argamasa que forma la ciudadanía. Un ciudadano ignorante de los sentimientos de su vecino navega solo, sin poder establecer un rumbo colectivo. Este País nació para romper ese dique invisible y permitir que la información sobre nosotros mismos fluyera río abajo sin importar cuáles eran las consecuencias. Lo electoral era lo más visible, el Gobierno tenía verdadero pánico a que un grupo independiente conociera cómo se movían las tendencias. Era subversivo, rompía el férreo control sobre la información. El grupo que fundó Este País decidió dar el paso después de quedarse con una encuesta electoral en el escritorio que ningún medio quiso o se atrevió a publicar. El grupo fue declarado enemigo del régimen. Ante los resultados adversos, en el Gobierno hubo dos reacciones, descalificar la metodología para confundir a la opinión pública o imputar intencionalidades políticas: de seguro está con fulano…

III. Vuelo en solitario

Lo increíble de la historia es que tampoco en la academia se cultivaba la demoscopia. Parecíamos estar muy ciertos y seguros de ese México al que decíamos conocer a la perfección. Los mexicanos son nacionalistas, lanzábamos con enorme irresponsabilidad. ¿De verdad lo éramos? Muchas publicaciones se burlaron de la aproximación empírica, los mexicanos mienten por sistema, eso no funciona en México y otras sandeces. La cultura es dura como la piedra. Otras publicaciones simplemente guardaron un silencio con ánimo de sepultura al neonato. Pero aquí estamos, 25 años después, y hoy es rara la publicación seria que no atienda los ejercicios demoscópicos. Este País hizo su parte en abrir las ciencias sociales al aire fresco y modernizar las aproximaciones. Fue un cambio epistemológico irreversible.

Una vez que la batalla de las encuestas se fue ganando, a los tres años de fundada la revista Este País, el Consejo de Administración decidió abrir una nueva línea de trabajo, la prospectiva. Víctor Urquidi, gran pionero de las ciencias sociales modernas en México; Josué Sainz, brillante ensayista y pensador, y Antonio Alonso Concheiro, el referente obligado del tema; o Julio Millán, de la sección México de la World Future Society, todos miembros del Consejo y muchos amigos de la casa, dieron el impulso definitivo. El razonamiento era sencillo: en México se hacía muy poca prospectiva. México necesitaba enfrentar sus retos de la manera más profesional posible. Así, en septiembre del 93 nació la sección de “Prospectiva”, que devino en la sección de “Indicadores” que apareció en 98. Durante el trayecto, Este País desarrolló una verdadera “Factofilia”, nombre de la sección a partir del 2013. Fue en esa época que las reuniones del “Centro Tepoztlán”, encabezado por Urquidi, aparecieron publicadas en las páginas de la revista, horas de discusión informada sobre los grandes trazos de nuestro futuro. Una vez más, información dura.

El compromiso con la prospectiva que dio vida a los “Indicadores” fue encabezado por quien entonces era un joven estudiante de la Facultad de Ciencias Políticas. Fue Eduardo Bohórquez quien se encargó de abrir la sección de Prospectiva y después nutrirla con datos duros y resumidos. La idea de un golpe de ojo se hizo algo cotidiano en las páginas de Este País. Comenzaba un tránsito a un territorio en construcción. Atrás quedaban los extensos ensayos teñidos de olor a ideología y aparecían cada vez más cifras duras para comprender a nuestro México. El Consejo decidió entonces que se creara una Fundación (Fundación Este País, FEP) para abrir institucionalmente un cauce que nos obligara a las reflexiones de largo plazo. Era el paso obligado para ir desplazando a las venenosas y pantanosas ideologías y, a la par, señalar un rumbo distinto de reflexión.

El ámbito internacional no quedó descuidado. Desde 1993, Este País buscó conectarse con el mundo. Vino así la relación con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Invitamos a Michalski, a Donald Johnston, a Andreas Schleicher. La revista fue pionera en publicar los resultados de PISA de la OCDE, la primera evaluación independiente y externa de nuestro sistema educativo. Con las encuestas ocurrió algo similar. México debía inscribirse en la discusión internacional sobre opinión pública, y abrimos secciones para difundir las investigaciones de la Asociación Mundial para la Investigación en Opinión Pública (wapor, por sus siglas en inglés), como las de Seymour Martin Lipset, Robert Worcester o Nancy Belden.

También en Este País se inauguró una nueva fase de investigación en ciencia política: muchos de los autores que hoy son referencia publicaron sus primeras investigaciones en la revista: Guillermo Cejudo en administración pública, Alejando Poiré sobre “voto estratégico”, Mauricio Dussauge y Guillermo Cejudo sobre rendición de cuentas, entre muchos otros jóvenes que reseñaban libros o compartían nuevas ideas.

Este País era la casa de Carlos Fuentes o Germán Dehesa, pero también la de una generación de nuevos analistas como Jesús Silva-Herzog Márquez, quien se inauguró con sus “Notas de andar y ver”, Arturo Damm, Macario Schettino, Ezra Shabot o José Ramón Cossío, quienes también hicieron de la revista un espacio para su reflexión continua.

IV. Más 25

El pasado institucional de Este País muestra que su fortaleza proviene de la capacidad de adaptación a los tiempos, adaptación con rumbo. No ideológica, no partidaria, y obsesionada con constatación fáctica, Este País pareciera tener un incómodo sino. Para obtener un conocimiento lo más científico posible —escribió Karl Popper, ese gran monumento al pensamiento liberal del siglo XX— lo primero es gritar “¡falso!”. La demoscopia ha echado raíces en nuestro país. Algunos ejercicios han fallado. Un símil útil es la aviación: los aviones se estrellan de vez en vez, pero nadie duda hoy de que vuelan.

Un parteaguas institucional muy relevante fue la publicación en 2015 del muy amplio estudio demoscópico denominado “Los mexicanos vistos por sí mismos”. Más de 20 temas de una sólida investigación coordinada y publicada por la UNAM, institución muy refractaria a este tipo de estudios hasta tiempos muy recientes. La demoscopia llegó para quedarse, todavía hay algunos bastiones de resistencia, cotos pequeños donde se refugian algunas ideologías conservadoras. Son minoría, ya casi todos están a bordo. Puede haber ciencias sociales post demoscopia, pero no pre.

Por su lado, la prospectiva tiene hoy muchos nuevos veneros. Pensemos por ejemplo en los estudios del Banco Mundial, de la OCDE, del Foro Económico Mundial o simplemente los que se pueden encontrar en la red. ¿Qué puede hacer una pequeña revista en este mundo global?

El reto ahora es diferente. El lector común tiene acceso inmediato a múltiples estudios de prospectiva, algunos muy serios. Detrás hay mucho dinero invertido en investigación. Qué bueno que así sea. Pero el problema ahora es otro: cómo discriminar entre tanta información, cómo seleccionar y poder establecer coordenadas de evaluación para lograr la mayor precisión posible. El tiempo invertido en la búsqueda es la gran variable a considerar.

Ese trabajo de selección supone un alto grado de especialidad. Este País tiene por ello que estar renovándose sistemáticamente. ¿Qué ofrecerá Este País en ese mundo inundado de información? La respuesta es algo muy sencillo de imaginar, pero difícil de encarnar. Para ponerlo en términos de Thomas Kuhn, la revista tendrá que demostrar, mes a mes, que sigue siendo una comunidad científica pertinente, epistémica (es la expresión utilizada por Kuhn), una comunidad de conocimiento que siempre está abierta a cuestionar los paradigmas predominantes, que busca ese cuestionamiento. Esa es la vía para no caer en el dogma. ¿Qué quiere decir esto?

V. Más allá de las páginas

La revista es mucho más que una tradición, que un buen diseño, que una página web atractiva y solicitada. Con papel o sin papel de por medio, en los próximos 25 años los estudiantes y estudiosos de las ciencias sociales van a requerir cada vez más un espacio de información seleccionada y sólida, de discusión abierta, sin consignas, un ámbito intocable de libertad. La modernidad no está exenta de ciertas amenazas. Por ejemplo, la facilidad de acceso a mares de información y la instantaneidad de la misma está provocando un nuevo impresionismo. La superficialidad merodea. La reflexión informada pero asentada requiere un tiempo y un ambiente muy particulares. Producir y publicar materiales más breves y sintéticos debe caminar en paralelo con nuevas formas de profundidad. Ese es uno de los retos.

En el horizonte está ya la marejada de los big data que pueden suplir en cierta medida a los estudios demoscópicos y apartar a la prospectiva. Pero, de nuevo, siempre hay un quid pro quo, no todo es ganar-ganar. Las nuevas formas de conocimiento van a desplazar a las que imperaron en el siglo XX. La fast information, como la fast food, tiene ventajas para cierta forma de vida y enormes desventajas para otras. Tenemos mares de información al instante, pero los referentes confiables están perdidos en ese mar. No relativizo, el avance es enorme, pero hay que seleccionar cada vez con más intensidad. Esa labor, constituirse en un referente de referentes, será cada vez más imprescindible.

Otro reto para las próximas décadas es acudir a formas de transmisión de conocimiento, eficaces, pero precisas. El lenguaje sintético, en cualquiera de sus formas; el Twitter, la más en boga, ha propiciado un nuevo tipo de desinformación y de imprecisión. Comunicar ciencia, razonamientos complejos, de forma sintética pero precisa, es el reto. Esto supone también una revisión del lenguaje.

El trabajo editorial, de redacción y presentación de los materiales, está en un obligado ajuste. Los editores del futuro tendrán que tratar con autores troquelados por la modernidad. La presencia de neologismos o extranjerismos es inevitable, en parte porque la ciencia se produce mayoritariamente en países que no son de habla hispana. El español se enfrentará, de hecho ya lo está haciendo, a la competencia de idiomas en los cuales se pueden generar neologismos con gran facilidad y muy sintéticos. No es lo mismo decir piedra de toque que touchstone, o Weltanschaung que concepción del mundo (que no del cosmos para lo cual tenemos cosmovisión).

¿Desaparecerán las publicaciones en papel? Puede ser, aunque todavía las versiones son encontradas. The Independent se retira del papel pero Newsweek regresa. El País anuncia que pondrá toda su energía en la modalidad digital, pero no deja de imprimir en rotativa. Leer la edición dominical del The New York Times sigue siendo una forma de vida pero, ¿acaso será adoptada por las nuevas generaciones que ya no se informan por los periódicos? ¿De verdad la información televisiva, radiofónica o a través de dispositivos puede alcanzar el mismo grado de profundidad? Las herramientas siempre han modificado la forma de razonamiento. Nicholas Carr ha lanzado una interesante provocación en Superficiales: ¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes?. Estamos en plena revolución cognitiva, por eso es irresponsable lanzar conclusiones. Lo que pareciera firme es la necesidad de confrontar paradigmas en plena libertad.

VI. Otro México, que necesita ser medido

Preocuparse por atrapar a los jóvenes hoy es central, pero con un promedio de edad que se acerca a los 30 años, México debe pensar que la explosión de jóvenes se está transformando en una explosión de adultos. Son ellos los que habrán de leer o no Este País. Son jóvenes que hoy manifiestan un rechazo, repudio, si no es que hastío, hacia los partidos políticos y la política. Allí está una generación de millennials que pareciera anteponer su bienestar al interés por lo público. A esos lectores también habrá que buscarlos desde las páginas de la revista.

Para 2041 la población de México se habrá estabilizado en alrededor de 140 millones de habitantes. Será población básicamente urbana o se encontrará en zonas rurales, pero dedicada a trabajos fundamentalmente en el sector terciario, los servicios. Todo indica que la gran mayoría optará o será arrojada al home office, el trabajo tecnificado en casa. Tecnificado implica conectividad y dispositivos de computación. Pero en el horizonte aparecen ya las contradicciones de esta modernidad.

El nuevo Reichstag en Berlín fue diseñado por Norman Foster para poder tomar votaciones a distancia. Es decir, todos los representantes cuentan con la posibilidad de votar desde la comodidad de su hogar, sin tener que trasladarse a la capital. Sin embargo, esos dispositivos no son utilizados. Continúan los múltiples encuentros —cara a cara— de larga duración. ¿Por qué? Lo mismo ocurre con las conferencias telefónicas o conference call. Los directivos de las grandes corporaciones saben que ese tipo de instrumentos tienen rendimientos decrecientes, como dirían los economistas. La modernidad está demostrando límites, las llamadas telefónicas por celular sustituyen solo un tipo de comunicación, pero no otra que tiene que ser en persona. Ya se habla de las deformaciones que trae el crecimiento de los contactos digitales que están provocando síndromes de profunda soledad.

Pero otro territorio más estable es el de la creación y recreación humana. Mientras un poema, o un ensayo de buena prosa, o una fotografía, o un cuento, o un concierto, o simplemente una nueva pieza musical, o un cuadro, nos hagan vibrar, una sección cultural tendrá sentido. Así que Este País|Cultura, esa aportación de la gran Malena Mijares, es otro boleto al futuro. Por supuesto que las formas artísticas cambiarán con el tiempo, pero estoy seguro de que también se encontrarán en las páginas de Este País.

Este País se fundó en 1991 con el propósito de analizar la realidad política, económica, social y cultural de México, desde un punto de vista plural e independiente. Entonces el país se abría a la democracia y a la libertad en los medios.

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