De los siete pecados capitales de la cristiandad, tres son —digamos— vicios (gula, pereza y lujuria), satanizados quizá porque suelen brindar sensaciones de bienestar. Los otros cuatro pueden considerarse como sentimientos, estados de ánimo. Ira es un sustantivo casi inusitado (el adjetivo iracundo lo es un poco más, en parte debido a que nuestro Dios lo ha […]
Somos lo que decimos: Y❤ México. Los sentimientos en nuestra habla
De los siete pecados capitales de la cristiandad, tres son —digamos— vicios (gula, pereza y lujuria), satanizados quizá porque suelen brindar sensaciones de bienestar. Los otros cuatro pueden considerarse como sentimientos, estados de ánimo. Ira es un sustantivo casi inusitado (el adjetivo iracundo lo es un poco más, en parte debido a que nuestro Dios lo ha […]
Texto de Ricardo Ancira 22/09/17
De los siete pecados capitales de la cristiandad, tres son —digamos— vicios (gula, pereza y lujuria), satanizados quizá porque suelen brindar sensaciones de bienestar. Los otros cuatro pueden considerarse como sentimientos, estados de ánimo. Ira es un sustantivo casi inusitado (el adjetivo iracundo lo es un poco más, en parte debido a que nuestro Dios lo ha sido periódicamente). En su lugar preferimos los términos enojo/enfado, si bien en el habla diaria usamos verbos burdos, como encabronar/enchilar. La homonimia de cólera le confiere ambigüedad.
La educación que recibimos pretende infructuosamente cohibir la envidia, instinto natural en todo el reino animal en términos de posesión, ya de pareja, ya de comida, objetos o territorios. Los mexicanos debemos de ser los únicos hispanohablantes capaces de concebir una “envidia de la buena”. Se puede tener un cuerpo, un carácter, una salud envidiables. Reza el viejo dicho: “si la envidia tiña fuera, cuán de tiñosos hubiera”. Los celos, producto de la inseguridad, consisten en temer y envidiar las cualidades de quienes rodean a nuestra pareja.1 La celosía en el origen era un recurso arquitectónico para celar subrepticiamente al ser amado. El celo profesional, en cambio, es muy valorado.
La soberbia, el hecho de “creerse el muy muy”, como dicen los niños, consiste en anteponer el yo a todo. Por hacerlo ante el todopoderoso Yahvé, el ángel Luzbel cayó del cielo al infierno, donde se transformó en Lucifer. Conocida es la xenofóbica definición de la soberbia: “es el pequeño argentino que todos llevamos adentro”. Pretencioso, engreído, creído, vanidoso son cuasi sinónimos muy utilizados. Los avaros se consideran a sí mismos buenos administradores. Cuidan mucho sus haberes como si fueran a ser enterrados con esas ya inútiles pertenencias, al igual que los monarcas mayas o egipcios. También es posible ser avaro en afecto, aplausos, explicaciones.
El amor puede ser puro, propio, maternal, filial, fraternal, libre, apache, platónico; a la patria, al dinero, al poder; al arte… Uno puede, pues, enamorarse también de cosas (coches, joyas, ropa). El amor a primera vista y el ciego aparentemente son contradictorios pero su significado profundo es cercano. Al amar ciegamente se contribuye a mantener la tasa de divorcios en niveles relativamente bajos.2 Dice una máxima prosaica: “Amor de lejos es de pen…sarse”; otras, éstas políticamente correctas, afirman que “Obras son amores, que no buenas razones”, “Amor con amor se paga”, “Si quieres, quiero”.
El verbo querer, conjugado, forma parte de los adverbios indefinidos dondequiera, comoquiera, cuandoquiera, de la conjunción concesiva (y adverbio) siquiera, del pronombre indefinido quienquiera y del adjetivo, pronombre y sustantivo cualquiera.
Es relativamente reciente que los integrantes de una pareja mexicana se digan “te amo”: “te quiero” sigue siendo más frecuente a pesar de que semánticamente denota más una forma de deseo que un sentimiento. La fe preconiza que hay que amar al prójimo como a uno mismo; si este comportamiento se generalizara viviríamos en jauja. Ese mismo sistema de valores obliga a honrar, que no a amar, al padre y a la madre.
Son “un quiero y no puedo” los fracasados (ahora llamados, por influencia del inglés, “perdedores”). La querencia se refiere al sitio donde nos criamos o donde nos sentimos seguros; en las corridas, los toros antes de doblar experimentan “la de las tablas”. Algo parecido ocurre a elefantes moribundos.
Hay amorío entre dos amantes. Este último sustantivo tiene un dejo reprobatorio, aunque en el origen era el participio presente del verbo amar. Algunos hombres tienen “queridas”; la gente a veces sólo se enamorisca; es “querendón” el enamoradizo y un amor alguien gentil o servicial. “¡De mil amores!” significa ‘¡con mucho gusto!’. La sensiblería es un sentimentalismo exagerado.
No hay que olvidar que del odio al amor (y viceversa) hay sólo un paso. Aquél, en efecto, es la antítesis del amor. Hay odios viscerales, ancestrales, raciales, de clase, jarochos… Algunos crímenes son considerados como “de odio” (traducción de hate crimes): ¿existirán acaso otras motivaciones? Resulta odioso alguien insoportable. Son más los que odian su trabajo que quienes lo aman. La mayoría odiamos los lunes; también a nuestros jefes. Es posible ser/estar sentido por algo o con alguien; el escalón siguiente es el rencor.
En análisis del discurso, eufórico y disfórico son sendas categorías opuestas de fácil comprensión. Se dice que hay música melancólica, cuando más bien el melancólico es el oyente. En otra columna ya se aludió a la etimología del término melancolía: se trataría de un cólico negro, realidad de la que cualquier depresivo puede atestiguar. La tristeza, por su lado, puede implicar también escasez/frugalidad (un triste bolillo) o, como en el Romanticismo, volver solidaria a la Naturaleza con el poeta (un triste atardecer). “Llora en mi corazón / como llueve sobre la ciudad”, escribió Verlaine.
La felicidad es permanente; la alegría, momentánea. Es feliz quien goza lo que tiene, empezando por la salud. A menudo “están/andan alegres” las personas que han consumido algún estimulante. “Lo que en el rico es alegría, en el pobre es borrachera”, se queja, justificadamente, el teporocho. Otras acepciones de feliz son afortunado y atinado. Felizmente significa ‘por fortuna’.
Furiosamente y rabiosamente son adverbios que implican rabia y furia, como es lógico, pero este último también puede denotar una cualidad positiva: la vehemencia.
Antes del cosmopolitismo globalizado, se hablaba, a propósito del mexicano medio en el extranjero, de la nostalgia del chilaquil que emergía en él apenas llegaba a su destino. Añoranza se refiere, como sugeriría su morfología, a tiempos pasados.
Al corazón se lo asocia con el amor, como lo ilustran Cupido, cientos de canciones mexicanas y los comerciantes, en especial confiteros y globeros. ~
1. Tras presentar este enfermizo sentimiento, conocido como “el monstruo de ojos verdes”, Shakespeare hizo que lo encarnara un moro, Otelo.
2. El poema “Los amorosos”, de Sabines, sigue cimbrando a nuestros adolescentes.