Marina Perezagua: Yoro

Primero, unas palabras sobre el destino que marcó en 2016 el Premio Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz. Luego del triste deceso de Ignacio Padilla, quien era el tercer jurado junto con Anamari Gomís y yo, de algún modo siguió siéndolo y estuvo presente. Laura Niembro, directora de Contenidos de la fil […]

Texto de 17/06/17

Primero, unas palabras sobre el destino que marcó en 2016 el Premio Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz. Luego del triste deceso de Ignacio Padilla, quien era el tercer jurado junto con Anamari Gomís y yo, de algún modo siguió siéndolo y estuvo presente. Laura Niembro, directora de Contenidos de la fil […]

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Primero, unas palabras sobre el destino que marcó en 2016 el Premio Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz. Luego del triste deceso de Ignacio Padilla, quien era el tercer jurado junto con Anamari Gomís y yo, de algún modo siguió siéndolo y estuvo presente. Laura Niembro, directora de Contenidos de la fil de Guadalajara, tuvo una conversación con él poco antes de morir en la que Padilla expresó lo mucho que había disfrutado la lectura de la novela que acabaría siendo merecedora del premio. Cuestiones del destino implacable.

Marina Perezagua obtuvo el mencionado galardón con Yoro,1 su primera novela. Autora que se divide en otras vidas y que nada entre aguas, por su nombre y apellido, y por haber atravesado a nado el estrecho de Gibraltar, émula de Lord Byron y del Bósforo, o de los amantes Hero y Leandro.

Desde el título se propone un libro inmerso en la múltiple posibilidad de interpretaciones, en la ambigüedad, en la ironía y la transgresión. En la guerra, el mal y su “banalidad”, a la manera de Hannah Arendt. Yoro es una reminiscencia de un nombre japonés, o bien, alude a la primera persona del verbo llorar. Así, el mundo se extiende en su amplitud en busca de un imposible. La identidad lucha por hallarse a sí misma y se debate entre países, tiempos y espacios subjetivos, sexos entremezclados, masculino y femenino sin fronteras. Podría pensarse en la ambición de serlo todo en uno. El hermafrodita que pudiera dar a luz y elegir y cambiar su personalidad según considerara necesario. Una libre carrera hacia la integridad abarcadora. El hombre-mujer primigenios sin división. El emblema alquímico del andrógino. El grabado del matrimonio sagrado, mitad rey y mitad reina.

Mas eso es sólo el comienzo. La historia parte del día en que se lanzó la bomba atómica sobre Hiroshima y los efectos devastadores en su población. El personaje principal pierde el sexo y su gesta habrá de ser recuperarlo en medio de operaciones, peregrinaciones y desequilibrios psicológicos. Elementos disímiles, arrebatadores, acompañan su deambular. A esto se añade la desesperada búsqueda de una hija o seudohija perdida, de maternidad ansiada, como elemento perturbador.

La división en capítulos, como los nueve meses de gestación, se convierte en años, desde 1942 hasta 2014. El tiempo se llena de episodios de la humanidad desatada que no encuentra su guía. Territorios de lo anómalo: el hombre contra el hombre y el hombre contra el animal. El individuo aplastado por la colectividad. Tortura y prisión del horror. Violación de la naturaleza al estallar la bomba. Violación de animales, como en el caso del orangután hembra encadenada a una cama con labios pintados, depilada totalmente y violada sistemáticamente por hombres. Y más adelante la propia Yoro exhibida en un zoológico, ejemplo de la otredad. El trato de esclavos en las minas de uranio africanas y la denuncia de la crueldad y la explotación. Un pasaje se refiere a México, y ante la escalinata de una pirámide de Teotihuacán, el calor inmisericorde recuerda el calor de la bomba en Hiroshima que nunca se olvidará.

En circularidad con el uróboros estamos ante una novela absolutamente liberada y liberadora con principio y fin unidos. Con la letra H como emblema, recuerdo de un sonido que hubo: el personaje nombrado H, Hiroshima, hermafrodita, hidrógeno. Novela sin concesiones, en tensión constante, que equilibra el desenfreno de nuestra época de materialismo salvaje con la búsqueda de la redención en la belleza y el amor. El cuerpo, como personaje principal, en su grado de martirio y en su absolución por lo sagrado.

Una novela en oposición a los actuales términos editoriales de lo comercial, lo estático, lo anodino, que niegan la innovación y temen al género diferente. Ante todo, una novela revolucionaria, valiente, que no se atiene a cánones y que sabe combinar la degradación y el infierno con la elevación poética.

Por último, una novela en las sendas clásicas de la anagnórisis y en los mitos renovadores más allá de la línea del horizonte. Tal vez, una novela que convierte o, mejor aún, reconvierte destrucción en construcción. Un recuerdo del comienzo de la película de Alain Resnais, Hiroshima, mon amour, con las imágenes amorfas sugerentes de un erotismo entre vida y muerte.

En resumen, la vitalidad de Yoro es la vitalidad del dicho latino Sapere aude!, “atrévete a saber”, y, aún más, atrévete a atreverte.  ~

1 Marina Perezagua, Yoro, Los libros del lince, Barcelona, 2015.

*  Este texto se leyó en la presentación del Premio Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz 2016, durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

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ANGELINA MUÑIZ-HUBERMAN es profesora en la FFyL de la UNAM y es autora de 50 libros de poesía, narrativa, ensayo y traducción. Ha ganado premios como el Xavier Villaurrutia, el Sor Juana Inés de la Cruz y el Woman of Valor Award, entre otros. Su trabajo ha sido incluido en antologías como The Oxford Book of Jewish Stories y El cuento hispanoamericano.

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