Furiosa: A Mad Max Saga: los aprendizajes del fracaso

Furiosa: A Mad Max Saga, con un 90% en Rotten Tomatoes, ha sido retirada de más de 800 salas en EUA tras recaudar solo $150M de su presupuesto de $160M. Tres reacciones predominan: críticas a la agenda feminista, la necesidad de ideas frescas en Hollywood y el desprecio cinéfilo hacia la audiencia. Pese a todo, Furiosa es una joya cinematográfica.

Texto de 18/06/24

Furiosa: A Mad Max Saga, con un 90% en Rotten Tomatoes, ha sido retirada de más de 800 salas en EUA tras recaudar solo $150M de su presupuesto de $160M. Tres reacciones predominan: críticas a la agenda feminista, la necesidad de ideas frescas en Hollywood y el desprecio cinéfilo hacia la audiencia. Pese a todo, Furiosa es una joya cinematográfica.

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Una de las noticias cinéfilas que ha provocado más rasgamientos de vestiduras este año ha sido el cacareado fracaso de Furiosa: A Mad Max Saga. Aunque tiene un 90% de índice de aprobación en Rotten Tomatoes, tanto de crítica como de audiencia, apenas hace unos días se anunció que la película había sido retirada de más de 800 salas de cine en Estados Unidos. Con un presupuesto de 160 millones de dólares, su taquilla apenas roza apenas los 150 millones de recaudación. No son precisamente las cifras del éxito. 

El aparente desastre de Furiosa en la taquilla ha desencadenado una serie de reacciones que podemos dividir en tres grandes categorías. La primera se encarna en opiniones como la del youtuber Ruddy López, que ha manifestado su “frustración” porque es probable que este tropiezo disminuya la viabilidad de Mad Max: The Wasteland, la secuela que continuaría las aventuras del personaje principal. López sostiene que el fracaso se debe a que se promocionó a Furiosa como parte de la nueva agenda hollywoodense, que insiste en presentar a “protagonistas femeninas fuertes” pese a que los públicos “ya demostraron que no quieren ver eso”. “Woke Hollywood no conoce a su audiencia”, anuncia el título de su videoreseña. En YouTube, críticos como The Critical Drinker comparten esta postura en videos como “Furiosa: A Non-Mad Max Saga”, y en X/Twitter también resuena la idea: “Estamos hartos de ver ‘girl bosses’ de 50 kilogramos peleando mano a mano con hombres de 100 kilogramos”, dice un usuario.

La segunda categoría postula que Hollywood necesita “nuevas ideas” que atraigan a la gente a las salas. Tanto el fracaso de Furiosa como el de The Fall Guy, remake de una vieja serie televisiva protagonizada por Emily Blunt y Ryan Gosling, indicarían el hartazgo de una audiencia aburrida que prefiere esperar a ver las películas en streaming. Este enfoque se encarna bien en este texto de Nicholas Barber. Según esta visión, el éxito del fenómeno Barbenheimer el año pasado, cuando Oppenheimer de Christopher Nolan y Barbie de Greta Gerwig propulsaron los ingresos con su exitoso estreno simultáneo, solo atinó a “disfrazar la escala de la crisis”. En realidad, las franquicias y sus posibilidades creativas se han agotado y, de forma casi inevitable, Hollywood “podría enfrentar un desastre veraniego de proporciones bíblicas”.

Una tercera reacción, minoritaria pero persistente, puede encontrarse a lo largo de uno de los foros cinéfilos más grandes del internet, X/Twitter. En esa red, famosa por ser uno de los lugares favoritos de las personas para dejar registro escrito de nuestras peores tendencias, no es raro encontrar opiniones que responsabilizan a una audiencia indigna del cine que se les ofrece. “Quizá la gente prefiere la predictibilidad de una franquicia con los mismos actores”: dice un usuario con un toque de desdén. “Las audiencias en general no distinguen de un blockbuster de autor de los blockbusters normales de los que están hartos”: dice otro con aparentes dotes telepáticos. Las publicaciones de los medios que anuncian el tropiezo de Furiosa están llenos de gente diciendo cosas como “Los odio a todos, no están apoyando a Furiosa”, “Perlas a los cerdos, yo sí la vi en el cine, como se debe”, “No nos merecemos a George Miller”. Se entiende la idea central: el público no está educado y no aprecia debidamente la maestría cuando la ve, inclinándose por productos de menor calidad.

Por mi parte, creo que estos tres enfoques cometen errores garrafales al pensar el asunto. Permítanme explicarme.

Respecto a la primera categoría, concentrada en el género de la protagonista de Furiosa, voy a hacer un lado lo obvio, que sería decir que los tiempos cambian y las audiencias cambian con ellos. Negarlo es necedad. Existe demanda y buena recepción de películas de acción protagonizadas por mujeres, como prueba Netflix, que sabe capitalizar la película de acción de presupuesto medio con estrellas femeninas. The Old Guard (2020), protagonizada por Charlize Theron, fue un éxito de crítica y streaming, con una secuela ya en producción. The Mother (2023), estelarizada por Jennifer Lopez, es la sexta película más vista en la historia de Netflix. Heart of Stone (2023), con Gal Gadot, reportó 110 millones de vistas solo en un semestre. Ghosted (2023), protagonizada por Anna de Armas y Chris Evans, tuvo pésimas reseñas, pero es el estreno más visto de Apple+. Prey (2022), precuela de la franquicia Predator protagonizada por Amber Midthunder, fue también un éxito de crítica y audiencia en Hulu+. Fuera de las fronteras estadounidenses, películas como Polite Society (Reino Unido, 2023) y Apurva (India, 2023) confirman la tendencia. 

Si abrimos la mira para abarcar la última década, nos encontramos con varias películas de acción con protagonistas femeninas que hicieron buenos números también en la pantalla grande: la saga de Los juegos del hambre (2012-2015), Lucy (2014), Atomic Blonde, Wonder Woman (2017), Red Sparrow (2018), Black Widow (2021) y la joya de la corona Captain Marvel (2019), responsable solita de meter mil millones de dólares a la bolsa de Marvel y Disney. Es verdad: en los últimos años, varias películas de acción protagonizadas por mujeres han tropezado en taquilla, muy notablemente Wonder Woman: 1984 y Birds of Prey (2020). Sin embargo, la taquilla de la última década, sacudida en los años más recientes por una pandemia, ha visto fracasar aún más películas con protagonistas masculinos, como Solo: A Star Wars Story (2018), Misión Imposible 6 (2023), Tenet (2020) o Indiana Jones and the Dial of Destiny (2023). Precuelas, secuelas, originales y resurrecciones: los públicos han manifestado cierta resistencia al blockbuster sin discriminar entre raza o género. Esto, creo yo, es lo obvio.

Lo que resulta peculiar del argumento antifemenino, que asegura querer “una película de Mad Max con Mad Max”, es que exhibe un desconocimiento total de la saga. Si bien la primera entrega homónima (1979) es una película innegablemente masculina donde la única mujer de importancia, la esposa de Max, muere al final de la cinta, el resto de la serie presenta a mujeres en papeles cada vez más centrales. En Mad Max 2: El guerrero del camino (1981) ya aparecía La Guerrera, una amazona postapocalíptica vestida de blanco que forma parte activa y crucial de la resistencia a Hummungus, el villano principal. En Mad Max 3: más allá de la cúpula del trueno (1985), la mismísima Tina Turner interpreta a Aunty Entity, fiera líder de Bartertown y antagonista de Max. En Mad Max: Furia en el camino (2015), Charlize Theron es Furiosa, la fascinante coprotagonista —y algunos han dicho, auténtica protagonista— de esta secuela tardía. Supongo que lo que quiero decir es que todos aquellos que se quejaron de que Furiosa tuviera una protagonista femenina no son, en realidad, gente que conozca la saga de Mad Max: son ignaros que esperaban una versión de Furia en el camino protagonizada por un hombre solo porque nunca vieron de verdad El guerrero del camino.

“Lo que resulta peculiar del argumento antifemenino, que asegura querer “una película de Mad Max con Mad Max”, es que exhibe un desconocimiento total de la saga”.

La segunda categoría, la de los agoreros que anunciaban la muerte del cine por el fracaso en taquilla de Furiosa y The Fall Guy, quedó desmentida más temprano que tarde. Apenas una semana después de publicado ese texto de Nicholas Barber que anunciaba un desastre de proporciones bíblicas, se estrenó Bad Boys: Ride or Die, protagonizada por Will Smith y Martin Lawrence, que en un fin de semana igualó la taquilla entera de Furiosa hasta ese momento. La gente, entonces, no está cansada ni de las secuelas ni de las salas de cine. Hay interés, pero no donde los opinadores dicen que está.

Hay observaciones dentro de esta postura que merecen ser escuchadas, por supuesto. El periodo de “vida de anaquel” que tienen las películas en salas es extremadamente corto en la actualidad, en buena medida porque los servicios de streaming están ahí, hambrientos de estrenos constantes pero menos redituables. Retirar de las salas una película con 90% de aprobación y 150 millones de dólares de presupuesto tras solo dos semanas en cartelera reduce de manera drástica la ventana de esa película para crecer en el boca a boca. Por si fuera poco, el marketing de las películas es mediocre, salvo para los estrenos más grandes; los departamentos de publicidad están saturados y la estrategia se reduce a pasos genéricos de relaciones públicas que no hablan a nadie en particular. Y sí: los puestos directivos de los estudios de la industria audiovisual están cooptados por administradores, no por realizadores; los ejecutivos están concentrados en maximizar ganancias a costa de lo que sea, incluso enlatar productos audiovisuales en los que ya se gastó dinero y se empleó a gente. La fábrica de series y películas que solía ser manejada por gente con cierto contacto con la realización ha sido sustituida por una gerencia desarticulada con poco interés o conocimiento del producto que venden. 

Lo cierto es que nadie nunca ha tenido en sus manos la receta para crear un blockbuster a prueba de balas. Hay ciertos nombres privilegiados que han logrado sostener el fuego de los dioses durante algún tiempo: James Cameron, Steven Spielberg, Robert Zemeckis, Michael Bay, Kevin Feige, Kathleen Kennedy, Kevin Marshall, Christopher Nolan; incluso ellos han tenido fracasos en su carrera y sus periodos de éxito no siempre duran para siempre. “Nadie sabe nada”: dijo famosamente el guionista William Goldman acerca de Hollywood. Sus palabras son tan ciertas hoy como hace 50 años. Las audiencias son incognoscibles. Hay ciertas recetas generales y hay modas y hay rostros y hay ciertas temáticas que pueden apelar a los grandes públicos pero, en el auténtico fondo, nadie puede predecir con certeza el éxito de un producto audiovisual, cuyo fracaso tampoco es tan simple de desmenuzar y a menudo está relacionado con una serie de factores internos y externos. 

Por último, sobre la tercera categoría, que postula que las audiencias no saben apreciar lo que se les pone enfrente, lo primero que habría que decir es que es una postura claramente cinéfila, y pocos seres están tan desconectados de las audiencias cinematográficas como los cinéfilos. “Se diría que los cinéfilos desarrollan una relación patológica con el objeto de su deseo”: escribe Vicente Monroy en Contra la cinefilia. El desprecio del cinéfilo por la audiencia popular es un buen ejemplo de esa patología. Las personas en condición de cinefilia a menudo despreciamos al público por no interesarse en el cine que nosotras consideramos de calidad; frecuentemente olvidamos que la audiencia no acude a la sala religiosamente cada semana, sino cuando algo le llama la atención e ignoramos olímpicamente que esa atención está cifrada por razones mucho más complejas que la calidad de las películas. Es probable que Bad Boys: Hasta la muerte haya triunfado entre otras razones porque es protagonizada por Will Smith, quien está de vuelta tras el episodio de la cachetada a Chris Rock en los premios Oscar. Smith podría considerarse una de las últimas superestrellas de Hollywood y lo cierto es que, pese al rechazo de la industria, su bofetada le valió la simpatía de millones de personas que lo respaldaron y, lejos de exiliarlo para siempre, demandaron su regreso. El cinéfilo olvida seguido que las películas también atraen a sus audiencias por razones que poco o nada tienen que ver con la calidad cinematográfica.

Podría detenerme ahí, pero la verdad es que todavía guardo un último ‘sin embargo’ bajo la manga. Allende los problemas expuestos, las tres posturas cometen un error fundamental que trasciende todas estas razones: creer que la taquilla de una película dice algo importante sobre esa película. 

Es quizá una señal de amnesia que ahora parezca que esto importa, pero desde muy temprano en el cine aprendimos que la recaudación era una pata menor de la trascendencia artística. Películas en su momento muy exitosas, como Cimarrón (1931), hoy se encuentran prácticamente en el olvido, mientras que una película que fracasó con rotundidad, como Blade Runner (1982), hoy es un clásico inapelable. Los ejemplos abundan. El caso de Blade Runner es tan notable que incluso tuvo una aclamada secuela tardía, Blade Runner 2049 (2017), protagonizada por Ryan Gosling, Harrison Ford, Anna de Armas, Dave Bautista y Jared Leto y dirigida por el mismo director del fenómeno de taquilla Dune 2 (2024), Dennis Villeneuve, ¡y la secuela también fracasó en siquiera llegar al break-even! Nada de esto dice nada de importancia sobre la calidad, la permanencia cultural o la influencia histórica de esas películas, consideradas por muchos como obras mayores del cine norteamericano y, en el caso de Blade Runner, mundial. De forma análoga, nada de la taquilla de Furiosa dice algo particularmente importante o agudo sobre la película.

Al contrario, Furiosa tenía varias razones a cuestas que lastraron su desempeño con audiencias. Las precuelas funcionan históricamente muy mal y también los cambios de protagonista; la película se estrenó nueve años después de su predecesora; la franquicia de Mad Max siempre ha sido inconsistente en la taquilla e incluso la bienamada Furia en el camino apenas y logró hacer ganancias; nada de eso impidió que sea hoy considerada de forma casi unánime la mejor película de acción de la década y una de las mejores de la historia; nada de esto me impedirá decir que Furiosa es, desde ya, una de las mejores precuelas que jamás se hayan filmado. 

Furiosa no alcanza y, para el caso, no pretende alcanzar el frenético sprint de Furia en el camino; lo que hace es explorar la motivación tras esa carrera”.

Furiosa no alcanza y, para el caso, no pretende alcanzar el frenético sprint de Furia en el camino; lo que hace es explorar la motivación tras esa carrera. Para hacerlo no solo se acerca al drama personal de Furiosa en la dosis exacta, porque nadie como Miller sabe que explicar de más podría ser la diferencia entre una historia emocionante y una intrascendente, sino que además presenta a otra criatura memorable: el repelente e irresistible Dementus, porque Miller también sabe que no hay un gran héroe sin un excelente villano. 

La imaginación de Miller y Lathouris, guionistas, pero también de Chris Hemsworth, quien encarna a Dementus con una brutal fisicalidad y un trabajo de voz adecuadamente tomhardyesco, y el diseño de producción de Colin Gibson y el de vestuario de Jenny Beavan, ambos continuando su labor en Furia en el camino, todo conjuga en un villanazo sensacional, completamente diferente a todo lo que se puede ver en este universo. Un dato que me pareció genial es que el osito de peluche que tiene Dementus, uno de sus más importantes atributos, no estaba en el guion original de Miller y Lathouris, sino que apareció durante el diseño del personaje. Es de esas cosas del cine: cuando la imaginación y el esfuerzo de un equipo se sincronizan para crear cosas excepcionales. Y esto es algo que sucede una y otra vez en la película, que está repleta de una imaginación tan acelerada que parece que se desborda: los Scavengers que atacan ¡con paracaídas! al War Rig, la apabullante granja de balas y la impresionante secuencia de su destrucción, el sensacional carruaje de motocicletas que comanda Dementus, el árbol de la venganza del final, que crece lentamente para regalar un dulce fruto que nos recuerda que todo aquello que vale la pena es, a menudo, macerado por largo tiempo y con la porción adecuada de malicia. Justo como Furiosa y sus nueve años de gestación. Junto a todo eso —y más, porque es una película extraordinariamente rica—, la taquilla de Furiosa es lo que menos me interesa. ¿Me habría gustado que fuera un éxito y que para septiembre George Miller ya estuviera trabajando en la que sigue? Claro. ¿Pienso rasgarme las vestiduras porque no será así? De ninguna manera. Mil cosas podrían y han hecho que mil películas nunca se realicen. El milagro no es la promesa de una nueva película, sino la película que ya existe.

No sé exactamente qué pasó, pero en algún momento la cinefilia adquirió un nivel exacerbado de interés en la recaudación, y en el proceso, un sector comenzó a apoyar a las películas como si fueran equipos de futbol y a tratar el ranking de taquilla como la tabla de puntos del torneo. Sin embargo, esa apreciación pierde de vista lo que debería ser el centro de la cinefilia: las películas. Sé que estoy pidiéndole peras al olmo y que es probable que esta tendencia continúe por un rato. La narrativa económica es uno de los ejes culturales de nuestro siglo, eso lo sé tanto como sé que la taquilla no determinará la permanencia de Furiosa en la cultura. La película, en mi nada humilde opinión, tiene los suficientes méritos para ganarse su lugarcito en la historia del cine. 

El cine es un arte-industria, se ha dicho hasta la saciedad. Es un arte y también es un negocio, y en el caso de los blockbusters, que a menudo están producidos con más de lo que registra el PIB de un país pequeño, no es extraño que los estudios, con sus acciones en la bolsa y sus márgenes de ganancia y sus deducciones de impuestos, ponderen más el aspecto del negocio. Yo, que solo soy un espectador entre tantos millones, tengo claro de qué lado están mis simpatías en ese intercambio. Que del dinero se encarguen los contadores. EP

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