El astrólogo no parece resignado. Hay movimientos en el cielo que son de su interés. No conseguiremos eludir lo que dicen los planetas poniendo nuestro conocimiento en cajas de Petri.
Curva3
El astrólogo no parece resignado. Hay movimientos en el cielo que son de su interés. No conseguiremos eludir lo que dicen los planetas poniendo nuestro conocimiento en cajas de Petri.
Texto de Daniela Tarazona 16/07/20
El astrólogo que sigo por recomendación de un amigo dijo desde diciembre pasado que este año sería sumamente difícil de vivir. Habló de las conjunciones de planetas que no presentaban situaciones semejantes desde hace siglos. Las fuerzas del cielo están comportándose de manera peculiar. Yo le creo. ¿Cómo podría dudarlo?
Hemos cumplido 90 días de confinamiento y la curva se parece a una montaña plana, de las que hay en la Gran Sabana venezolana: los tepuyes. Pero es, además, la curva de la curva de la curva, porque hemos escuchado hasta el cansancio que la curva más pronunciada es la que estamos viviendo y luego, la que vamos a vivir. Cuando el tiempo transcurre —si es que podemos hablar de que el tiempo pasa como antes— resulta que no: se trata de la curva que sigue y, poco después, de la siguiente. En medio del nunca jamás de la pandemia, continuamos resistiendo la curva de la eternidad.
Las reacciones son distintas. Hay los que temen enfermarse, que son la mayoría. Para ellos el otro es un cuerpo amenazante. Cualquiera podría ser el motivo de que la salud se ponga en riesgo. Están, por otra parte, los que quieren enfermarse para tener inmunidad. Son menos miedosos ante el virus, por supuesto, y permanecen guardados o cuidándose de la mejor manera posible, aunque deseen contagiarse. También existen los que, definitivamente, no quieren enfermarse de ningún virus ni de nada más. Para estos la vida es aséptica y se encuentran convencidos de poder vencer cualquier contaminación a punta de geles y aerosoles desinfectantes.
Para desgracia de todos nosotros la nueva COVID seguirá haciendo de las suyas en nuestros organismos por tiempo indefinido. En medio de esto, un buen número de laboratorios se enfrascan en las investigaciones con el fin de hallar la vacuna.
El astrólogo no parece resignado. Hay movimientos en el cielo que son de su interés. No conseguiremos eludir lo que dicen los planetas. Creemos que somos capaces de evitar cualquier escenario adverso. Poner nuestro conocimiento en las cajas de Petri, meterse las ligas del tapabocas detrás de las orejas y observar que esté bien sujeto. Prevenir el contagio a toda costa. Caminar con cuidado para abandonar el sendero si vienen otros con la boca y las narices al aire. El mundo de hoy muestra sus dientes. La emoción más común es el miedo. Estamos siendo infelices y temerosos.
Desde esta eternidad, se contraponen experiencias: por una parte, somos pacientes, pero al día siguiente estamos desesperados. Miramos nuestra suerte con buena gana, pero luego la maldecimos. Queremos salir y ver personas. Nos movemos con cuidado por casa, los que tenemos la posibilidad de estar encerrados, porque si nos rompemos la crisma estaríamos en riesgo de ir a un hospital, y nadie quiere ir. Debemos evitar los accidentes domésticos a toda costa, pero ya el deseo de que algo distinto ocurra nos convierte en un peligro latente para nuestra propia seguridad. El mundo siempre ha estado afuera, o una parte relevante de él. El encierro nos deja ver que esos encuentros tan tediosos con los otros son imprescindibles para nuestra salud mental. Creo cada vez más en los astros. Ver la Luna no es de lunáticos ya. El mundo giró sobre sí mismo en una dirección nueva. Habría que volver a creer en lo que no se ve pero se percibe, como la curva de la curva de la curva. Tal vez, si hubiéramos previsto que la ingesta de una sopa de murciélago o la mordida propinada por un ciudadano chino (o ciudadana) a un pangolín asado iba a traernos hasta aquí, podríamos haber creído en los astros como nunca antes. El mundo se encuentra tan dislocado y repleto de gente, información, granjas de vacas y gallinas poniendo huevos, que ya no queda ninguna alternativa para eludir los desastres. Lo que resta es mirar al cielo. EP