Hacia celebraciones más sostenibles: ¿cómo consumimos y por qué lo hacemos así?

Mariana Mastache-Maldonado y Miguel Ignacio Rivas reflexionan sobre cómo consumimos en la época decembrina.

Texto de & 25/12/23

Mariana Mastache-Maldonado y Miguel Ignacio Rivas reflexionan sobre cómo consumimos en la época decembrina.

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¡Diciembre nos recibe con una sensación especial! El espíritu festivo ilumina cada rincón adornado con esmero. La temporada navideña despierta una mezcla de emociones. Disfrutamos de alegres películas y especiales que nos transportan a un mundo mágico, y nos alegra planear encuentros festivos con seres queridos, especialmente en un año marcado por la separación constante. No obstante, en medio de estas celebraciones, debemos enfrentar la abrumadora realidad de vivir en un mundo saturado de consumismo. Desde octubre, al caminar por la calle o entrar a cualquier establecimiento, la atmósfera se transforma, y cada tienda nos recuerda la necesidad de comprar regalos. Los anuncios en línea insisten en las ofertas del Black Friday, el Buen Fin o el Cyber Monday, como si la esencia de la temporada radicara en la adquisición constante.

Las redes sociales tienen una gran influencia en la formación de opiniones, lo que lleva a la creación artificial de una necesidad constante de popularidad y actualización. Esto aumenta la brecha entre una identidad idealizada y la autenticidad. El hiperindividualismo desplaza la importancia de experiencias y conexiones intangibles, como relaciones personales, recuerdos y valores, en favor de posesiones y logros personales. Para algunos, la sensación de realización está vinculada estrechamente al gasto constante. Esto no siempre fue así. En la década de los cincuenta, en tiempos de la posguerra, el consumo en una familia era comunitario. ¿Quién no ha escuchado a sus madres contar que en la vecindad donde vivían sacaban al patio una televisión, la prendían todos los martes a las 2:30 p.m. para ver los cuentos de Cachirulo?1 Una televisión para toda la vecindad que proporcionaba entretenimiento a toda la comunidad. Lo mismo pasaba con la radio, ubicada comúnmente en la sala familiar para que todos escucharan las radionovelas de Kalimán o Tres patines.

“Para algunos, la sensación de realización está vinculada estrechamente al gasto constante. Esto no siempre fue así”. 

Actualmente, los hogares están hiperpluriequipados: un televisor por cuarto, teléfonos personales, computadoras, baños individuales; la sala y la cocina tienen una televisión. Se necesita un consumo potente para equipar una casa a esos niveles. Estos ambientes impactan en el comportamiento de los miembros de la familia; unos se aíslan en la web, otros ven la serie recomendada o algún partido en la cocina. Al final, los ocupantes de la casa pueden estar en el mismo sitio, pero en diferentes universos. Lipovetsky, filósofo estudioso del consumismo, indica que teníamos un capitalismo de producción y ahora estamos en el capitalismo cultural; ese salto tiene consecuencias.

La economía global se caracteriza por el irónico apogeo del consumismo sin sentido que define la vida moderna en la sociedad globalizada e individualizada. Este fenómeno es un impulsor que ha llevado al agotamiento acelerado de los recursos naturales, al aumento de las temperaturas, a cambios en los patrones de precipitación, a fenómenos meteorológicos extremos y al aumento del nivel del mar: todo esto afecta el clima. La actividad humana y el hiperconsumo se han identificado como unas de las principales causas de estos problemas. Por lo tanto, es imprescindible intervenir para fomentar un cambio de mentalidad hacia un consumo racional y consciente del impacto que conlleva esa compra. 

Paradójicamente, quienes enfrentan dificultades financieras y no pueden cubrir necesidades básicas como atención médica y alimentos, encuentran en el gasto una forma de tener cierto control sobre una parte de sus vidas. Aunque contradictorio, el acto de gastar dinero se convierte, para algunos, en un intento de mantener un control, incluso cuando empeora su situación.

¿Es posible “hackear” al hiperconsumo?

A menudo nos topamos con un montón de tuits y publicaciones en redes sociales donde la gente expresa su descontento por ver a otros comprar papel de envoltura o poner luces navideñas. También hay un sinfín de opiniones sobre cuál es la opción más sostenible o menos dañina para el medio ambiente: ¿un árbol natural (de pino) o uno artificial de plástico? Y no podemos ignorar las noticias que resaltan el alarmante aumento de consumo de energía —hasta un 30 % más— y desechos durante la temporada navideña, desde envoltorios hasta cajas, objetos de plástico y múltiples series de luces.

A medida que nos sumergimos en este periodo festivo, es posible que nos preguntemos cómo reducir nuestro impacto ambiental y al mismo tiempo disfrutar de nuestras tradiciones favoritas de manera sostenible.

Ahora, todos conocemos el Día de la Tierra, pero vale la pena señalar que existen otras festividades (como las decembrinas) que brindan la oportunidad perfecta para generar conciencia y educarnos como individuos y miembros de un colectivo sobre temas cruciales. Estas celebraciones, ya sea para empresas, organizaciones sin fines de lucro, familias o personas preocupadas por el medio ambiente, son una plataforma ideal para fomentar la sensibilización. 

En 1970, el senador Gaylord Nelson creó el Día de la Tierra con la intención de poner en la agenda nacional temas relacionados con la regulación ambiental. Esta iniciativa llevó a la creación de la Agencia de Protección Ambiental (EPA). Desde entonces, varias organizaciones, como el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y la Asociación Internacional Dark-Sky, junto con activistas destacados como Anwar Fazal, han introducido diversas festividades “verdes” para destacar la importancia de la sostenibilidad, el compromiso medioambiental y el aprecio por nuestro planeta.

Y hablando de sostenibilidad, aunque es fácil caer en discusiones sobre consumismo excesivo o restricción total de las celebraciones, la pregunta que realmente importa es cómo encontrar ese camino en el cambio de régimen que nos coloque en un ciclo virtuoso para gestionar nuestro ambiente de otra manera, mucho más sostenible. El consumo no desaparecerá. Pero aquí un poco de optimismo: el futuro del consumismo no parece tan oscuro como podríamos pensar en medio de tanta sobreabundancia repartida tan injustamente.

“…aunque es fácil caer en discusiones sobre consumismo excesivo o restricción total de las celebraciones, la pregunta que realmente importa es cómo encontrar ese camino en el cambio de régimen que nos coloque en un ciclo virtuoso para gestionar nuestro ambiente de otra manera, mucho más sostenible”.

Según el Índice de Consumidores Futuros de Ernst & Young, la mayoría de las personas está adoptando prácticas más sostenibles en lugar de lanzarse al consumo irracional. Las tiendas de segunda mano y las compras de artículos usados están ganando popularidad, especialmente entre aquellos que buscan prendas vintage o desean darle nueva vida a objetos queridos. Se estima que para el 2026, la industria del ahorro se duplicará. No deja de llamar la atención que los nuevos consumidores, mientras más compran, más conciencia ecológica tienen.

Abracemos lo comunitario y sostenible 

Además, hay una fuente de esperanza alternativa en la ayuda mutua: actos de bondad, generosidad y construcción comunitaria. La ayuda mutua implica un intercambio voluntario y recíproco de recursos y servicios para beneficio mutuo. En estos sistemas, las personas colaboran para satisfacer las necesidades de la comunidad, marcando una diferencia con la caridad, que a menudo responde a los efectos de la desigualdad pero no a sus causas. Esto nos muestra de manera poderosa cómo cada uno de nosotros tiene la capacidad de contribuir a la construcción de sistemas más equitativos en el presente.

El ser humano va más allá de su capacidad de consumo: tiene la habilidad de crear arte y de formar vínculos familiares en comunidad. La capacidad de amar y de proteger convicciones, así como el respeto por las ideas ajenas, son inherentes a la naturaleza humana. Descubrimos placer en la conciencia al respirar y en el agradecimiento por la posibilidad de leer y escribir, compartiendo historias con los demás.

El consumismo no parece estar en vías de extinción, ni mucho menos, pero es imperativo que tomemos conciencia de que el acto de consumir no constituye el propósito último de nuestra existencia, sino un medio para compartir con otros y pasarla bien junto con los amigos, las familias y no a costa del planeta, más bien junto con él. EP

  1. Enrique Fernández Tellaeche, más conocido como Enrique Alonso o por su pseudónimo Cachirulo, fue un actor, director, escritor y productor, conocido popularmente como el personaje principal del programa infantil de televisión Teatro Fantástico, que se transmitió en la televisión mexicana entre 1955 y 1969. []
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