Consumo responsable, planeta perdurable

A raíz de la temporada decembrina, la colectiva Mexicanas Frente al Cambio Climático escribe sobre el problema del consumismo y su impacto en el ambiente

Texto de 27/12/22

A raíz de la temporada decembrina, la colectiva Mexicanas Frente al Cambio Climático escribe sobre el problema del consumismo y su impacto en el ambiente

Tiempo de lectura: 6 minutos

Llegamos a la época del año donde la mayoría de los anuncios publicitarios en los diferentes medios nos bombardean con mensajes de “ofertas”, “propuestas del regalo ideal” o “el producto que necesitabas o estabas buscando” (aunque realmente no sea tan necesario), todos con un mismo objetivo: promover el consumismo. Buen fin, Black Friday, Cyber Monday, compras navideñas y muchas estrategias más diseñadas para incrementar las compras en esta temporada. Pero nuestros hábitos de consumo no sólo son un problema navideño, sino para el resto de nuestras vidas.

Y es que nuestra forma de consumo actual es una de las principales causas de los problemas ambientales que enfrentamos hoy en día. Si seguimos a este ritmo necesitaremos de por lo menos tres planetas Tierra para sostener el estilo de vida actual de la población estimada para 2050. Nos estamos acabando los recursos del planeta Tierra más rápido de lo que se pueden restaurar. Por esta razón es importante detenernos a pensar en qué comemos, dónde compramos, de dónde provienen estos productos e incluso cuánto gastamos, y es que el tener la capacidad económica para adquirir un bien no necesariamente justifica su compra, pero también lo “barato” muchas veces puede salir caro para nuestro planeta, porque la mayoría de los productos de baja calidad generan una gran cantidad de residuos. Pero nos estamos adelantando.

“Por un lado, somos responsables como consumidores, pero por otro, también somos víctimas de otras actividades que en conjunto con las campañas y estrategias de mercadotecnia provocan que nos mantengamos en el mismo comportamiento, muchas veces sin siquiera percatarnos de ello”.

Por un lado, somos responsables como consumidores, pero por otro, también somos víctimas de otras actividades que en conjunto con las campañas y estrategias de mercadotecnia provocan que nos mantengamos en el mismo comportamiento, muchas veces sin siquiera percatarnos de ello. Por ejemplo, actualmente existen otras problemáticas directamente relacionadas con el consumismo como la “obsolescencia” (programada o percibida) de los productos que utilizamos en nuestro día a día. Comprar, usar, tirar y de nuevo comprar, así funciona el sistema consumista que rige a la sociedad mundial.

La obsolescencia programada es una estrategia comercial que trata de vender productos nuevos con una vida útil limitada para asegurar ventas por la necesidad de reemplazo. Este término se sugirió por primera vez en el folleto Terminando con la Depresión mediante la Obsolescencia Programada por Bernard London en 1932, donde promovía esta práctica como una posible solución para revivir la economía mundial tras la crisis económica de 1929. 

Existen diversos tipos de obsolescencia programada, que se pueden dividir en mecanismos físicos, tecnológicos, de consumo rápido y sistemáticos. Al final todos tienen un mismo objetivo: garantizar que los consumidores compren los productos en múltiples ocasiones, en lugar de una sola vez. Cada vez es más común que un producto deje de funcionar y sea demasiado caro repararlo, incluso más que comprar uno nuevo, otras veces es imposible encontrar la pieza de repuesto o fueron diseñados para no ser desmontados.

Así, los fabricantes reducen costes y garantizan que la demanda de sus productos nunca decaiga. Sin embargo, se reduce la calidad, no se toman en cuenta las necesidades de los consumidores, ni las repercusiones medioambientales en la producción por la explotación excesiva de los recursos naturales, así como la generación de inmensas cantidades de residuos, algunos de ellos incluso tóxicos para el entorno, cuando estos productos se vuelven inservibles. 

“Se trata de un problema causado principalmente por las campañas de mercadotecnia que nos enseñan un nuevo producto con mejoras o funciones “nuevas”, que nos llevan a desear adquirirlo sin analizar si es necesario”.

Existe otro tipo de obsolescencia, la “percibida”. Esta se refiere a que la sociedad percibe un producto como obsoleto o inservible, a pesar de que todavía esté funcionando correctamente. Se trata de un problema causado principalmente por las campañas de mercadotecnia que nos enseñan un nuevo producto con mejoras o funciones “nuevas”, que nos llevan a desear adquirirlo sin analizar si es necesario. La industria donde más se observa este fenómeno es en la telefonía y tecnología. Las empresas telefónicas sacan nuevos aparatos con mejoras mínimas (como la cámara) que nos hacen pensar que nuestro dispositivo ya no es funcional, aunque todavía le queden varios años de uso. 

El querer seguir las tendencias nos lleva a renovar constantemente productos, un ejemplo de esto es la industria de la moda. Más allá de comprar nuestras prendas con base en un estilo propio, basamos nuestras adquisiciones en lo que vemos en las redes sociales y medios de comunicación. De esta forma, la obsolescencia percibida merma nuestra libertad de elección.

Los recursos naturales son indispensables en nuestra vida diaria, son necesarios para nuestra existencia. Sin embargo, con las conductas mencionadas anteriormente y la actividad humana han impactado gravemente en la disponibilidad de los recursos naturales, provocando una disminución en la biodiversidad como consecuencia de la sobreexplotación y la agricultura, impactando ecosistemas, ríos y océanos, además de provocar variaciones en el clima. 

Con esta problemática en mente, en 2017 se lanzó la campaña del “El día del sobregiro”, organizada por Global Footprint Network junto con la WWF. Este día indica la fecha en que la demanda de los recursos y servicios ecológicos de la humanidad en un año es superada por los recursos que la Tierra puede generar al mismo tiempo. Para calcular el sobregiro de la Tierra en una escala de un año se divide la biocapacidad del planeta (cantidad de recursos que se pueden generar en un año), entre la huella ecológica de la humanidad (demanda), multiplicada por los 365 días del año:

Sobregiro de la Tierra: (Biocapacidad de la Tierra / Huella ecológica de la humanidad) x 365 días del año.

Con el paso de los años las métricas de este día han ido cambiando para mal, ya que sucede cada vez más temprano, indicando que estamos utilizando los recursos en exceso sin tomar medidas para su restauración. Este año el día del sobregiro cayó el 28 de julio, solo un poco más de la mitad del año, lo que significa que en menos de siete meses la humanidad utilizó los recursos naturales de todo un año, por lo que se mantendrá un déficit ecológico durante los meses siguientes. Pero este sobregiro ecológico no podrá mantenerse por mucho sin que los ecosistemas empiecen a degradarse y posiblemente a colapsar. Según el “Informe Planeta Vivo” (WWF, 2018) la oportunidad para actuar se está perdiendo, por lo que es urgente el proteger y restaurar la naturaleza para lograr un desarrollo sustentable y duradero para las futuras generaciones.

Una de las soluciones propuestas para hacer frente a esta problemática es el “consumo responsable”, el cual se basa en un consumo ético, responsable, respetuoso y crítico buscando opciones sostenibles, con acciones encaminadas a la elección de productos y servicios no solo por su calidad y precio, sino también por el impacto ambiental y social. Esto incluye el cuestionamiento de las prácticas de producción y comercialización de los proveedores. El consumo responsable es tan relevante para la sostenibilidad que la ONU lo considera dentro de su Agenda 2030, a través de su Objetivo para el Desarrollo Sostenible número 12, donde se pone como prioridad hacer más y mejor con menos, es decir, consumir menos y lo que consumamos hacerlo lo más sostenible posible. 

Podemos comenzar con pequeñas acciones como ser más conscientes de los productos que consumimos, buscar empresas con prácticas sostenibles para realizar nuestras compras, aplicar la regla de las 3 Rs (Reducir, Reutilizar, Reciclar), consumir alimentos y bebidas en comercios locales, comprar de segunda mano, así como también unirse y apoyar las campañas que denuncien a las empresas con prácticas insostenibles.

“Según el Reporte Global Consumer Insights Pulse Survey de 2021 en México ya hay una tendencia por cuidar el medio ambiente desde nuestras prácticas de consumo, ya que el 61% de los mexicanos encuestados prefirió empaques amigables con el medio ambiente, el 69% consume productos biodegradables y el 70% tratan de comprar con empresas conscientes con el cuidado del medio ambiente”.

Nosotros como usuarios tenemos el poder de que las grandes empresas cambien sus esquemas de producción y exigir productos más sostenibles dado que las grandes transnacionales trabajan bajo la regla de la oferta y la demanda. Según el Reporte Global Consumer Insights Pulse Survey de 2021 en México ya hay una tendencia por cuidar el medio ambiente desde nuestras prácticas de consumo, ya que el 61% de los mexicanos encuestados prefirió empaques amigables con el medio ambiente, el 69% consume productos biodegradables y el 70% tratan de comprar con empresas conscientes con el cuidado del medio ambiente. Sin embargo, en el estudio no menciona la cantidad de personas encuestadas, ni características, por lo que puede ser un resultado sesgado.

Afortunadamente, hay algunos casos de éxito de consumo responsable en nuestro país. Por ejemplo, en 2015, la Universidad Autónoma de Nuevo León implementó el programa Bebederos de Agua Potable, en el que se instalaron 30 bebederos abastecidos por dos plantas purificadoras con los que alumnos dejarían de consumir 4,938,586 botellas de 500 ml de agua en 2019. Esto representa una reducción significativa de botellas de PET y un ahorro económico de $41,977,981.00 de pesos. La Profeco y el Instituto Politécnico Nacional (IPN) trabajan de manera conjunta para realizar acciones que permitan conocer a los fabricantes que realizan en nuestro país la práctica de obsolescencia programada. Finalmente, también se han creado directorios de productores, lugares y comercios comprometidos con el consumo responsable como son la Guía de consumo responsable de Greenpeace o el mapa de Redes Alimentarias Alternativas creado por la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO).

Como vemos, cada vez tenemos más herramientas disponibles para ser consumidores responsables, pero urge que nos preocupemos, y ocupemos, por cuidar los recursos y preservarlos por el bien de nuestro planeta y de nuestra propia existencia. Necesitamos actuar lo antes posible, levantar la voz, y trabajar en conjunto para exigir a las empresas que realicen prácticas más sostenibles y a los gobiernos para que penalicen a aquellos que no lo hagan. Recordemos que este planeta es nuestro único hogar, y que qué planeta dejaremos a las futuras generaciones dependerá de los hábitos y acciones de la humanidad del presente. EP

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