Nuevamente Estambul
Termino este texto en nuestra mañana del 15 de mayo y las notas se concentran en las consecuencias sobre quién llegó a Estambul y quién se abstuvo de hacerlo, así como en los antecedentes inmediatos a la cita en Turquía. El ruido mediático prevaleciente es una clara muestra de la enorme complejidad política del momento. Resolver esta guerra no emergerá de declaraciones recalcitrantes, esto es parte de un posicionamiento previo, kabuki, vaya. Esta guerra tampoco se resolverá por medios militares ni capitulaciones; el camino a la paz requiere de una enorme voluntad política de las partes, voluntad que module las expectativas que se han generado.
El realismo nunca debe olvidar los principios y el derecho, pero aún teniéndolos por norte, en beneficio de la población que ha sufrido por una larga guerra —que ciertamente no acabará en un primer intercambio entre jefes de Estado—, debe ajustar la acción política para alcanzar la mejor paz posible, una paz aceptable. Esto va para ambas partes, en realidad, para todas las partes.
La propuesta de este texto pudiera ni siquiera ver la luz del día. Una fuerza de paz puede ser una de las principales fuerzas que garanticen estabilidad y la paz duradera; mi propuesta daría, finalmente, la posibilidad para la comunidad internacional en su conjunto, no alguna coalición regional ad hoc, de actuar a través de las Naciones Unidas para que a través del Consejo de Seguridad, que aunque en muchas ocasiones es reo del veto de las cinco potencias con asiento permanente, llegue a autorizar una Fuerza Extrarregional para Ucrania de carácter eminentemente neutral. Una fuerza de Cascos Azules proveniente de países sin una agenda en la solución de esta guerra que logre ser aceptada por las dos partes en contienda y que goce de un amplio respaldo de la comunidad internacional.
La litis
El conflicto en Ucrania se encuentra en un parteaguas, pero lejos del final. De manera paradójica, recientemente han aumentado las conversaciones —formales e informales— sobre la posibilidad de una paz negociada. Sin embargo, las visiones que sostienen los principales actores internacionales respecto a lo que constituye una victoria, o su hermana menor, una “paz aceptable” difieren de manera profunda. La fatiga económica y política que ha generado la guerra ha acelerado la recuperación de las posiciones esenciales que enmarcan la controversia. La mesa, las mesas, se antojan como un complejo de enorme dificultad para gestión, requiere paciencia y la generación de muestras de confianza y buena fe. Eso lleva tiempo.
Primera mesa: ¿Estambul II?
Para Ucrania y buena parte de Europa, la paz solo será creíble si implica la reversión del estado de cosas a un momento anterior a la anexión de Crimea en 2014 (el máximo de su aspiración), hasta su demanda mínima que implicaría regresar las fronteras hasta antes de la invasión rusa de febrero de 2022. Por otro lado, para Rusia una paz aceptable pasa por el reconocimiento del máximo avance tal y como se desprende de los territorios que hoy ocupa (un 18 % del total del territorio ucraniano).
Sin embargo, no se puede descartar que antes de llegar a presentar la pretensión basada en el “máximo avance”, Rusia pudiera abrir con una demanda anclada en “una aspiración territorial máxima”: esa demanda comprendería la totalidad de los territorios de las regiones de Lugansk, Donetsk, Zaporiyia y Kherson —que ya son reconocidos como rusos tras la reforma constitucional de 2022—. Esto representaría la parte alta del bracket ruso para la negociación.
Se debe aclarar que la posición rusa da por hecho la consecución de las condiciones contenidas en un piso mínimo, que no es negociable y significa la inamovible posesión rusa de Crimea y Sebastopol y, por supuesto, la renuncia de Ucrania a pertenecer a la OTAN, además de su compromiso de reducir sus fuerzas armadas. Para Rusia, ello implicará el resurgimiento de los documentos que estaban siendo negociados directamente entre Rusia y Ucrania en Estambul I, en marzo de 2022.
No obstante, en la medida en que se avance en la redacción de los acuerdos, las negociaciones, irremediablemente, se bifurcarán y en algún momento marcharán de manera paralela.
Segunda mesa: dos comensales y multitud de invitados
Para esta segunda etapa de negociaciones y presiones, Ucrania —con el ostensible apoyo del grupo de países europeos sentados presentes— dedicará de manera paralela a la mesa, grandes esfuerzos para encontrar acuerdos y vías para ampliar y materializar la judicialización de los probables delitos y crímenes de guerra que hubiera cometido Rusia y/o líderes civiles y militares rusos. Por otro lado, Europa y Ucrania buscarán, más allá de la mesa de negociaciones con Rusia, los consensos y vías que permitan utilizar los fondos rusos congelados en el Euroclear de Bruselas y que rondan en los 183 mil millones de dólares para poder destinarlos a sufragar, al menos en parte, los costos de la reconstrucción.
Rusia no sólo se opondrá a las sanciones judiciales y penales litigadas e impuestas en cortes cuya jurisdicción no reconoce, sino que combatirá enérgicamente la procedencia legal de la eventual acción judicial de adjudicación de sus fondos congelados.
En ese sentido y desde una visión realista, la parte rusa tendrá en su radar negociador dos hipótesis que definirían un escenario de casus belli: la pretensión de que Crimea y Sebastopol regresaran a la soberanía de Ucrania y que del congelamiento de gran parte de sus fondos de reserva se pase a un secuestro formal y disposición de los mismos; ello equivaldría a los ojos de Moscú a una suerte de reparación financiera como consecuencia de una guerra en la que no ha sido derrotada.
Por otro lado, es probable que Rusia busque lograr un paquete que consolide los acuerdos provenientes de ambas instancias y amarrarlos a una suerte de single undertaking. En esta hipótesis, nada de lo acordado en la Primera mesa estaría firmemente acordado hasta que se logre un segundo paquete de acuerdos relacionados con la consideración de lo que el Kremlin ha definido como una solución integral del problema y que se refieren principalmente a la vieja demanda de lograr la reconfiguración del espacio de seguridad europeo el que en la expresión de Moscú constituye una seria amenaza para su seguridad nacional y que se deriva, principalmente, de la expansión de la OTAN.
En este supuesto, Rusia traería a esta poblada mesa —como ya de hecho lo ha anunciado— las demandas presentadas a Estados Unidos y a la OTAN, en diciembre de 2021, más de dos meses antes de la invasión a Ucrania.
Una fuerza de paz, pero no cualquiera
El escenario previamente descrito hace aún más compleja la labor de determinar la misión, composición, tamaño y financiamiento de una fuerza de paz. La evidente multiplicidad de comensales a la mesa persiguiendo claras agendas con propósitos divergentes, haría inaceptable para Rusia y para Ucrania que las fuerzas de paz no fueran realmente neutrales por estar compuestas por elementos provenientes de cualquier estado con un interés evidente en el conflicto.
Como vimos, Francia y el Reino Unido, sobre todo, han propuesto públicamente conformar una Coalición de los Dispuestos que provea tales fuerzas. Rusia, por su parte, ha rechazado de forma tajante esta opción. La presencia de fuerzas occidentales en territorio ucraniano sería, en su narrativa, un acto de agresión indirecta.
Frente a esta parálisis estratégica, una propuesta alternativa empieza a tomar fuerza entre analistas, diplomáticos y sectores dentro de Naciones Unidas: el despliegue de una fuerza de paz extrarregional, bajo mandato del Consejo de Seguridad, compuesta por países ajenos tanto al conflicto como a la OTAN. Se trata de una solución que permitiría contener la violencia, proteger a la población civil y abrir una ventana política que beneficie a la negociación de paz y pudiera dar más certidumbre a todas las partes.
Neutralidad y contención, no intervención
Una operación de paz solo puede tener legitimidad si es percibida como neutral. Así lo advirtió Jean-Marie Guéhenno, exsubsecretario general de la ONU para operaciones de paz: “La legitimidad de las operaciones se deriva de su imparcialidad percibida y de su aceptación por las partes enfrentadas”. Si cualquier contingente es visto como extensión de uno de los bandos, la misión nacerá herida.
Por ello, la propuesta extrarregional se basa en una fuerza compuesta por países que no pertenezcan a alianzas militares implicadas en el conflicto, que tengan relaciones funcionales tanto con Rusia como con Occidente y que puedan ofrecer capacidades logísticas y operativas sin levantar suspicacias geopolíticas. Se trata de una tipología más que de una lista cerrada: países con recursos, neutralidad relativa, ambición internacional y credibilidad técnica.
Como señaló Richard Gowan en Foreign Affairs, “La clave de una misión exitosa es que ningún actor la perciba como una avanzada del enemigo”. En este caso, la credibilidad de la fuerza dependerá menos de su tamaño y más de su composición y su gobernanza.
Un mandato claro y flexible
La propuesta debe contar con un mandato claro, acotado, pero adaptable. El error más común en operaciones de paz fallidas ha sido asumir funciones imposibles sin recursos adecuados ni respaldo político sostenido. Este mandato debe aprobarse por el Consejo de Seguridad y prever mecanismos de evaluación periódica.
La Fuerza de Paz Extrarregional debe concentrarse en tareas concretas, verificables y progresivas:
1. Supervisar y verificar el cumplimiento de un alto el fuego.
2. Proteger a la población civil en zonas críticas.
3. Facilitar el acceso humanitario y el retorno de desplazados.
4. Actuar como colchón de seguridad en áreas desmilitarizadas.
La voluntad política como punto de partida
El mayor obstáculo para una misión de paz en Ucrania no es técnico ni militar: es político. Cualquier despliegue, por bien diseñado que esté, fracasará sin voluntad real de los actores clave.
Como dijo Ameerah Haq, exjefa de gabinete del Departamento de Operaciones de Paz de la ONU: “Las misiones de paz fracasan no por falta de recursos, sino por falta de voluntad política y por mandatos que no reconocen las realidades del conflicto”.
Transparencia y legitimidad en el terreno
La experiencia muestra que sin confianza, no hay misión posible. La fuerza extrarregional deberá operar bajo estándares estrictos: informes públicos, evaluaciones periódicas, presencia de observadores civiles y apertura a organizaciones internacionales y ucranianas.
Riesgos previsibles y cómo mitigarlos
Toda operación de paz enfrenta riesgos. En Ucrania, serían especialmente altos, pero no insalvables. A continuación, los más relevantes y las estrategias posibles para neutralizarlos o reducir su impacto.
1. Escalada militar
Una presencia internacional podría ser percibida como provocación por Moscú o por actores radicales.
Mitigación: El hecho de que el mandato debe ser aprobado por el Consejo de Seguridad y con la garantía de una composición estrictamente extrarregional, con reglas claras de neutralidad y con un despliegue limitado geográficamente a zonas desmilitarizadas por mutuo acuerdo, garantizaría que las partes genuinamente interesadas en la solución del conflicto pudieran asegurar que esta fuerza neutral contara con una clara capacidad de disuasión proporcional, en condiciones que permitan una acción visible, justificada y transparente.
2. Desconfianza entre las partes
Si alguna parte percibe parcialidad o falta de garantías, podría boicotear la misión.
Mitigación: Diseño del mandato con participación indirecta de Ucrania y Rusia; presencia de mecanismos de consulta bilaterales durante toda la operación.
3. Ausencia de un proceso político paralelo
Sin una hoja de ruta negociadora, la misión puede volverse un actor pasivo o irrelevante.
Mitigación: Establecer un grupo de contacto paralelo a la misión, compuesto por países neutrales. Equivaldría a crear “un cuarto de al lado” con acceso al grupo negociador.
4. Fragmentación interna de la fuerza
Si los países contribuyentes operan con doctrinas distintas o sin coordinación real, la misión puede paralizarse.
Mitigación: Mando unificado con autonomía operativa limitada; reglas de enfrentamiento comunes.
5. Ataques de actores no estatales
Grupos armados, mercenarios o milicias podrían atacar a la fuerza de paz para sabotear su legitimidad.
Mitigación: Capacidad defensiva sólida, inteligencia táctica, trabajo comunitario para ganar legitimidad local y protocolos de respuesta inmediata.
6. Mandato ambiguo o irrealista
Mandatos vagos o contradictorios conducen a parálisis operativa y pérdida de credibilidad.
Mitigación: Mandato claro, medible y adaptable; objetivos operativos bien definidos y revisables periódicamente.
7. Falta de voluntad política internacional
El interés político puede diluirse con el tiempo, dejando a la misión aislada o sin respaldo.
Mitigación: Asegurar compromisos multilaterales antes del despliegue; mantener el tema en la agenda del Consejo de Seguridad.
Conclusión
Una inseguridad administrada, pero compartida, puede ser el precio realista de una tregua durable. Una fuerza de paz extrarregional no resolverá por sí sola el conflicto en Ucrania; pero puede crear el espacio político y humanitario mínimo indispensable para que una solución comience a perfilarse. EP
Este País se fundó en 1991 con el propósito de analizar la realidad política, económica, social y cultural de México, desde un punto de vista plural e independiente. Entonces el país se abría a la democracia y a la libertad en los medios.
Con el inicio de la pandemia,
Este País se volvió un medio 100% digital: todos nuestros contenidos se volvieron libres y abiertos.
Actualmente, México enfrenta retos urgentes que necesitan abordarse en un marco de libertades y respeto. Por ello, te pedimos apoyar nuestro trabajo para seguir abriendo espacios que fomenten el análisis y la crítica. Tu aportación nos permitirá seguir compartiendo contenido independiente y de calidad.