Boca de lobo: ¿Rezar alcanza? El Papa ante el abismo mexicano

En esta columna, Aníbal Santiago escribe sobre el Papa recién nombrado, Robert Prevost, y sobre su posible vocación humanitaria, política y social.

Texto de 12/05/25

Papa

En esta columna, Aníbal Santiago escribe sobre el Papa recién nombrado, Robert Prevost, y sobre su posible vocación humanitaria, política y social.

De primera, sin hacer zoom a las fotos que el jueves circularon cuando el nuevo Papa fue elegido, Robert Prevost parecía reportero de Primer Impacto: el moreno sacerdote surgía con botas de goma en medio de inundaciones de pueblos miserables, sonriendo entre niños pobres vestidos con trapos sobre calles terrosas, exigiendo al gobierno arreglar un drenaje destrozado que arrojaba patógenas aguas fétidas.

Frente a la cámara que lo grababa, daba testimonio de una calamidad de Chiclayo u otra localidad peruana, escenarios del desamparo que bien podían ser Chalco, San Juan Cancuc o Matamoros. Las pobrezas de México, Perú y Latinoamérica son pavorosamente iguales.

Cuando oímos “habemus Papam”, y el balcón de la Basílica de San Pedro exhibió su sonrisa amable, el mundo supo que el pontífice sería un estadounidense-peruano que por casi 40 años ejerció como pastor en esa nación andina. Vivir la mayoría de su vida en el departamento de Lambayeque, martirizado por feminicidios, delincuencia, hambre y brecha social, idénticos males de nuestro país, debió despertar en el cura nacido en Chicago una sensibilidad particular.

Saber que León XIV será —quizá por un largo periodo— el líder máximo del catolicismo fue un alivio. No queríamos un cura dedicado a pactar con el poder, apacible dentro del Vaticano entre muros de mármol, techos con estuco de oro y cortinas de brocado de seda.

Expectante, el mundo sabía que había dos opciones: 1) un papa conservador, bon vivant, obsesionado por la liturgia o la defensa férrea de la doctrina moral;  2) un Papa que entendiera el miedo, el hambre, el fango, ocupado en desposeídos, migrantes, niños, víctimas de la guerra.

Retraído y sereno, de Robert valoran quienes lo conocen su capacidad de escucha y sus palabras precisas. En Perú viajaba de pueblo en pueblo en un autito increíblemente austero y comía en comedores comunitarios. Es decir, respetaba los principios de Francisco I.

Aún no sabemos cómo será el Papa León XIV en este planeta devorado por las potencias y con guerras cruentas, pero flotan señales de lo que está hecho. Una, el nombre que eligió, sucedáneo de León XIII, Papa que en 1891 escribió en Rerum Novarum: “Ricos y patronos, recuerden que no deben tener a los obreros por esclavos (…) Son los proletarios, con el mismo derecho que los ricos y por su naturaleza, ciudadanos, es decir, partes verdaderas y vivas de que se compone el cuerpo social”.

Los indicios de que a Prevost lo mueve la justicia se complementan con una declaración de hace dos años, cuando el expresidente Alberto Fujimori fue declarado culpable de ordenar en los noventa dos atentados terribles. La masacre de Barrios Altos: un comando de enmascarados asesinó a 15 personas —entre ellos un menor de 8 años—, y la masacre de La Cantuta: miembros del Servicio de Inteligencia Nacional mataron a 25 personas e hirieron a 200. ¿Qué hizo Fujimori al ser condenado a 25 años de cárcel? Se disculpó así: “Pido perdón de todo corazón”. Y ya. Prevost reaccionó: “Sería mucho más eficaz pedir perdón más expresamente por alguna de las grandes injusticias que fueron cometidas, por las cuales él fue juzgado y sentenciado. El dolor de muchas familias sigue muy fuerte”.

En un mundo sin equilibrios y desangrado, la humanidad requiere un Papa político, o al menos tan interesado en hacer guardar la fe como en frenar al mal que aniquila desde los imperios económicos.

A todo eso, México suma dramas. Las matanzas diarias por la guerra entre el Ejército y los cárteles también destruyen a su gremio: en los últimos 14 años, según el Centro Católico Multimedial, la delincuencia organizada ha asesinado a 46 sacerdotes y se han registrado 800 casos de extorsión, amenazas y secuestros contra clérigos.

México, segundo país con más católicos de la Tierra con 111 millones de personas, es el abismo. Nada más verlo da pavor. León XIV tiene aquí mucho trabajo, rezar no parece suficiente. EP

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