El borrado a las personas trans

En este íntimo texto, Oliver Nash habla sobre la búsqueda de su identidad y reflexiona sobre la imagen social errónea que se tiene sobre las personas trans. #VisibleEnEstePaís🌈

Texto de 11/06/21

En este íntimo texto, Oliver Nash habla sobre la búsqueda de su identidad y reflexiona sobre la imagen social errónea que se tiene sobre las personas trans. #VisibleEnEstePaís🌈

Tiempo de lectura: 5 minutos

La primera vez que vi a un hombre trans fue en un programa de televisión, cuando tenía 19 años y ni siquiera entendía bien qué significaba serlo: nunca había hablado con nadie sobre eso. Hasta ese entonces a las pocas personas trans que había visto eran mujeres trans, también a través de los medios de comunicación y generalmente en situaciones de discriminación. Por eso, para mí ver a un hombre trans fue toda una revelación; eran como algo demasiado lejano, como la otredad. Para mí no formaban parte de mi círculo, como si no formaran verdaderamente parte de la sociedad. Nadie los nombraba, nadie hablaba de ellos; era como si en realidad no existieran, como si no estuvieran en ningún lugar.

Unos años después, luego de un largo camino en la búsqueda de mi propia identidad, empecé a indagar un poco más sobre la gente trans en internet. Encontré que había más personas así alrededor del mundo; incluso, en algún momento, me interesé bastante en los videos de “transiciones” de hombres trans en YouTube: había algo que me llamaba mucho la atención. En esos videos parecían verse felices de ser quienes eran, pero eso entraba en contradicción con todo lo que había visto en las películas y lo que había escuchado sobre las personas trans en general. Me daba tanta curiosidad como miedo abrirle la puerta a eso que todavía no entendía bien qué era.

Ante la falta de educación sobre identidad de género y diversidad sexual, uno termina entendiendo como puede las cosas con las pocas herramientas que tiene. Lo poco que había en los medios y en las películas sobre gente trans era que sufrían mucho; todo era dolor, discriminación y salidas del armario en soledad o alejados de su entorno. Su vida era básicamente ser trans, no había más. Esa era la representación que había masivamente, como si la vida de alguien trans fuera solo y sí o sí cambiar físicamente, y esos cambios estuvieran rodeados de dolor y problemas. En realidad, el problema es que todo eso siempre es contado desde la supuesta perspectiva de una persona trans en la ficción, pero nunca es contado desde ese lugar, sino desde la persona cis que lo hace con sus prejuicios, los cuales termina reproduciendo en la ficción. Esto se manifiesta cuando en la mayoría de las películas que cuentan lo que viven las personas trans ni siquiera actúan personas trans y, en general, son personificadas por personas cis disfrazadas “de trans”; básicamente, se cambian de ropa, dependiendo el caso, a una socialmente asociada con el género femenino o masculino, como si ser trans fuera ponerse determinada vestimenta o verse de una manera, como si ser trans fuera ponerse un disfraz. 

“Lo poco que había en los medios y en las películas sobre gente trans era que sufrían mucho; todo era dolor, discriminación y salidas del armario en soledad o alejados de su entorno.”

Nuestras vidas fueron contadas siempre desde los estereotipos y prejuicios creados a través del tiempo sobre lo que suponen que somos; por eso, casi nada de lo que cuentan es real. No nos quieren escuchar: les gusta más la idea de consumir la forma en que ellos nos miran que entender nuestra realidad. Así que lo poco que conocía sobre las personas trans era la visión de las personas cis; en ese imaginario, el solo hecho de ser trans ya hacía que fueras alguien que iba a sufrir mucho y que tu vida iba a ser una constante discriminación y no había nada más. Encima de todo, te obligaban a ser valiente, porque si no, ni siquiera ibas a sobrevivir.

Lo curioso es que todas esas historias se centran en “los problemas” de la persona trans, como si ser trans fuera un problema; pero nunca hablan de que, en realidad, el problema es que la sociedad nos discrimina, por ser justamente quienes somos. Pareciera que la discriminación sólo ocurre, como si fuera algo dado, nunca ven de dónde surge ni quienes la llevan adelante. Como si de verdad creyeran estar viendo una película y no son conscientes de que mucha de esa violencia y exclusión la seguimos viviendo hoy en día. En medio de esa representación y esa violencia, entender tu identidad se hace más difícil. El problema es que sólo mostrar eso hace que estemos condenados a que se crea que sólo somos eso, que sólo vivimos para ser trans y para que nos hagan sufrir, sin intereses, sin gustos, sin profesión, sin amistades, sin amor, sin felicidad; de alguna manera, nos terminan deshumanizando. Por supuesto, lamentablemente sufrimos mucha discriminación, pero no es la totalidad de lo que nos pasa. Además, en la mayoría de esas historias no hay partes felices, a veces no hay alguien que nos ame, es sólo lástima y una falsa compasión. Y quizá es porque la felicidad en las personas trans no existe para la gente cis, no la ven posible, o porque la felicidad de las personas trans no vende.

“No nos quieren escuchar: les gusta más la idea de consumir la forma en que ellos nos miran que entender nuestra realidad.”

Es fácil darse cuenta de que no estamos representados, casi no hay personas trans —y menos aún hombres trans— en los medios, en el cine, en la música, en un estudio de abogados, en un consultorio médico, en la panadería, en donde sea… Y no es que no seamos muchos: es que o no tenemos lugar, o nos tenemos que ocultar para no sufrir discriminación e incluso, aunque queramos mostrarnos en todos los casos, somos invisibles. Esto llega al punto que la mayoría de la gente no termina de entender de qué hablamos cuando hablamos de un hombre trans. Por eso, es ridículo cuando desde miradas transodiantes acusan que la simple existencia de las personas trans está “borrando” de alguna forma a las personas cis y, en particular, a las mujeres cis; afirman que la identidad de género les está borrando su “sexo real”. Eso es un absurdo: el género no es lo mismo que el sexo ni que los genitales; pero, además, en el hipotético caso de que quisiéramos de alguna forma borrar a alguien ni siquiera estamos en posición de borrar a nadie: las personas que hemos sido borradas a lo largo de la historia hasta el día de hoy fuimos nosotres.
Y el borrado a las personas trans sí es una realidad. Mucha gente cree que la historia de la comunidad trans se remonta a unos pocos años atrás. De hecho, las personas trans existimos hace siglos, desde el mismo momento en que existe la humanidad;  no somos un fenómeno ni una moda: somos una parte más que siempre estuvo ahí, pero que fue sistemáticamente ocultada y exterminada. En ciertas comunidades antiguas, como en algunos pueblos originarios americanos, se nos permitió ser, pero quienes terminaron dominando y oprimiendo el mundo lamentablemente no lo quisieron así. El borrado hacia las personas trans es histórico, sistemático y estructural. Se plantó un sistema entero para hacer como si no existiéramos, aunque todos —quieran o no reconocerlo— saben que estamos acá. La opresión que sufrimos continúa hoy en día y es también institucional; se ve en la falta de derechos en tantos países, como para poder acceder a algo tan básico como un documento con nuestra identidad. Lo que ocurre ahora, una de las razones por las que la gente tránsfoba sostiene que “las personas trans las quieren borrar,” es porque estamos teniendo más visibilidad. Eso les molesta porque siempre nos oprimieron y porque, además, la verdad estamos borrando algo; de a poco, estamos borrando todos esos privilegios que tuvieron y tienen sobre nosotres y que un día, quieran o no, se van a terminar. EP

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