San Juan Chamula: la reflexión del alma

Los indígenas chiapanecos reconstruyen y reparan lo que la Conquista intentó destruir. Símbolos sagrados de Mesoamérica como la cruz verde de los mayas o la veneración a las flores fueron usados y adaptados por los españoles para conquistar el corazón y espíritu de los habitantes del “Nuevo Mundo”.

Texto de 17/07/20

Los indígenas chiapanecos reconstruyen y reparan lo que la Conquista intentó destruir. Símbolos sagrados de Mesoamérica como la cruz verde de los mayas o la veneración a las flores fueron usados y adaptados por los españoles para conquistar el corazón y espíritu de los habitantes del “Nuevo Mundo”.

Tiempo de lectura: 8 minutos

Dedicado a Devrim Ada. Que tu alma abrace el Universo. Que el Universo abrace tu alma.

En la iglesia de San Juan Chamula se prohíbe tomar fotos. El pueblo indígena, con gran fervor religioso —en una mezcla de cristianismo con las creencias mayas— impide plasmar el interior del templo iluminado por miles de velas. Su alma puede quedar atrapada en las imágenes.

Pero a Devrim Ada no le importa. En silencio captura cada detalle de la iglesia: de los santos, de los murales en el techo y de la gente que se encuentra dentro. Es turco, no habla español y apenas habla inglés. Se hospeda conmigo en el hostal El Nagual, en San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Su rostro es flaco y su color es olivo, sobresalen sus huesudos pómulos y una tupida barba negra cubre alrededor de una boca que refleja paz y serenidad.

¿Y si es cierto? ¿Y si en verdad las almas son capturadas a través de las fotografías? En ese caso, la cultura occidental tan acostumbrada a las selfies estaría destinada a quedar eternamente atrapada en los celulares. Al morir, nuestro espíritu pasaría a formar parte del ciberespacio, las nubes no tendrían ángeles sino bytes, y Dios sería un meme viralizado alrededor del mundo, con millones de troles conspirando en contra de aquellos que no crean en Él. Puede ser que los chamulas tengan razón en impedir que su imagen se reproduzca. Tal vez deberíamos hacerles caso.

Si lo atrapan, Devrim será sacado de la iglesia y forzado a subir en uno de los colectivos de vuelta a San Cristóbal, en el mejor de los casos. San Juan Chamula es un pueblo feroz, receloso de su cultura y tradiciones; por sus venas aún corre la bravía sangre de los guerreros mayas.

Devrim Ada

El pueblo es conocido por sus reiterados linchamientos de personas, locales o no, que rompen con sus tradiciones y afectan el orden espiritual y social de los habitantes. Rosario Castellanos en Ciudad Real plasma su sentir, la forma en que tantos años de discriminación y represión, en todos los sentidos, los convirtieron en personas escépticas de aquello que no surja de su comunidad. Y, sin embargo, ahí están, permitiendo el paso de los turistas a su iglesia. Eso sí, sin tomar fotos.

Devrim continúa atento, capturando cada detalle del interior de San Juan Chamula. No se inmuta cuando lo observan. Se queda quieto y callado. Sus ojos miran atentamente a su alrededor, respira profundo y la imagen queda grabada.

El alcalde de San Juan Chamula fue asesinado el año pasado, 2016, por un grupo político opositor; toros y ovejas son sacrificadas en fechas especiales; y, como rito, en el interior de la iglesia se sacrifican gallinas. 

Los santos que incumplen con su obligación divina de ayudar al suplicante reciben un castigo: son vueltos hacia adentro. 

“Devrim continúa atento, capturando cada detalle del interior de San Juan Chamula. No se inmuta cuando lo observan. Se queda quieto y callado. Sus ojos miran atentamente a su alrededor, respira profundo y la imagen queda grabada.”

Es mejor evitar problemas con gente que escarmienta a sus propias deidades.

Pero Devrim no llama la atención de los chamulas. No usa cámara ni celular para tomar las fotografías, no los necesita. A través de sus ojos, su mente registra las imágenes que ven. Su memoria las recrea y él las plasma más tarde en pinturas.

—Era imposible para mí usar una cámara o una libreta para dibujar en la iglesia —me dice. Tiene memoria fotográfica. Los ojos del turco se convierten en la ventana de los chamulas. Su mirada reconstruye lo que nadie podrá observar a menos que visite en carne propia San Juan Chamula. 

Devrim es una paradoja para los chamulas. Los creyentes de la iglesia evitaron por años que sus santos fueran fotografiados, primero por las cámaras analógicas, luego por las digitales y más recientemente por medio de smartphones. Pero no pudieron prevenir la llegada del instrumento más antiguo que el ser humano ha utilizado para atrapar imágenes y almas: los ojos.

—Abro y cierro mis ojos muy rápido —me dice, en inglés— en mi cerebro simulo una cámara y grabo el momento. El detalle más importante para esta técnica son las luces.

Sus párpados son el obturador. Se abren y cierran, con los silenciosos click click click de las pestañas. Las primeras fotografías eran un pequeñísimo agujero por el que la luz pasaba hacia una pared lisa en la que se observaba un paisaje al revés, y un segundo lente para que la imagen girara de nuevo, de la misma forma en la que los ojos ven. Siglos más tarde, con la invención del cinematógrafo, los hermanos Lumière proyectaron 24 imágenes por segundo, pestañeos veloces.

Las fotografías las crea también con sus dedos. Su memoria manda y sus manos obedecen. 

—Mis ilustraciones de los chamulas son los trabajos más avanzados que he producido con esta técnica —me dice. A los cuatro años descubrió esa asombrosa capacidad de percepción visual.

Durante días se preparó para ir a la iglesia. Creó lazos emocionales con la gente de Chamula, su cultura y sus creencias. Cuando fue, su concentración estaba lista y sus sentidos abiertos. Lo demás fue fácil: 

—Sólo tenía que rendirme a la magia de la cultura Chamula. La magia era tan fuerte que no me fue para nada difícil. Permití que la vibra me abrazara. Escuché las voces en mi interior. El poder de tantos milenios de cultura me guiaba hacia donde debía dirigirme. La parte más importante para mí era formar un lazo con la cultura y sus fragmentos.

Devrim estuvo una hora dentro de la iglesia. Capturó cinco escenas en su mente.

—Al salir realicé dibujos de ellas, y cuando regresé al Nagual inicié mi trabajo con ellas. Durante todo el proceso de dibujar estuve en una profunda meditación.

El Nagual tiene un patio rectangular con flores y plantas, rodeado por los cuartos. Del lado derecho, sobre una banca de madera, Dev puede quedarse horas reflexionando en silencio.

—Lo que me pasó ahí y cómo me hizo sentir siempre estuvo dentro de mí. 19 años de trabajo intenso en una armoniosa comunicación con la cultura Chamula conducían mis manos mientras atestiguaba ese proceso con alegría. Conscientemente intervine muy poco, los dibujos salían y cada uno daba vida a otro permitiendo que nacieran.

La vista y la memoria de Dev rompen con el misterio que envuelve al templo en otra época, uno anterior a la invención de la fotografía. San Juan Chamula permite viajar en el tiempo, a un lugar donde la luz que emanan las velas consume el oxígeno del presente.

*

La iglesia es mística. La fachada es blanca, con un gran arco en donde se encuentra la puerta de madera café, debajo de otro arco más pequeño, ambos pintados de color verde con adornos floreados en morado, azul y naranja. Da hacia un gran patio amplio, con un quiosco. Detrás del edificio se encuentra un jardín botánico con plantas de la región, algunas de las cuales son usadas en ritos y en la medicina tradicional.

En el interior figuras de carne y hueso le rezan a seres de piedra. Decenas de santos petrificados escuchan las plegarias que ancianos, adultos y jóvenes realizan hincados, sobre un piso cubierto por juncia. En el aire flota el incienso, un embriagante olor a copal y mirra que se combina con la alfombra hecha de agujas de pino.

Del pecho de los santos cuelgan espejos. La confesión es ante los patronos y uno mismo; el juicio y la sentencia la realizará el penitente, es él quien tiene que encontrar en lo más profundo de su ser la razón por la que está ahí, para después expresársela a sí mismo. Es la reflexión del pecado.

“En el interior figuras de carne y hueso le rezan a seres de piedra. Decenas de santos petrificados escuchan las plegarias que ancianos, adultos y jóvenes realizan hincados, sobre un piso cubierto por juncia.”

Camino por el único pasillo, a ambos lados la gente reza en tzotziles murmullos. Y también me miran de reojo, al igual que a los demás turistas. Se siente que nuestra presencia resulta incómoda para los chamulas. Pero sólo interactúan a través de esas miradas silenciosas. Existe un muro invisible que nos separa, pareciera que se encuentran en otra dimensión, ajena de los extraños visitantes de tierras lejanas, pero que les permite vernos y juzgarnos. Es un espejo, uno de doble vista. 

Es un interrogatorio.

—¿Qué hacen aquí? —nos cuestionan los ojos, pero los labios permanecen cerrados—. Irrumpiendo en nuestras sagradas tradiciones.

Las velas envuelven el ambiente en un halo gaseoso, el calor que expiden distorsiona la vista. Son miles. Sobre el piso, sobre los altares, junto a los santos. Los colores se derriten en el infinito, se esparcen por el suelo, forman un arcoíris negro, blanco, verde, azul, rojo, compuesto por cera y rezos.

Jóvenes y adultos raspan las velas cicatrizadas en el piso; ya planas, las recogen sin llamas, las depositan en una cubeta en donde las oraciones se combinan. Tal vez el cirio de una joven mujer que quiere continuar sus estudios sea confundido por San Judas Tadeo con el de un anciano, arrepentido de los errores que cometió hace seis décadas en una efervescente adolescencia en la que casi rechaza a su religión —con el peligro mortal que eso significa en este pueblo—. Sus destinos se entrecruzarán con la cera y la mujer abandonará sus creencias para volverse cristiana evangélica y luego verse apresada por los chamulas como castigo por su conversión mientras que el viejo decidirá terminar la primaria y luego seguir —¿por qué no?— con la secundaria.

Una mujer nonagenaria acompaña en el rezo a su bisnieta de unos nueve años frente a una cruz verde. Es la cruz maya, el árbol de la vida: la ceiba. Sin un Cristo mártir, el símbolo es venerado por los feligreses de un pueblo que nunca abandonó a sus dioses originarios.

La resistencia teológica de San Juan Chamula dio paso a que se integrara el catolicismo, con su Dios y sus santos. Ambos credos —el prehispánico y el católico— se fusionaron para crear un híbrido que se replica en todo el territorio de Chiapas. Es el estado con menor índice de creyentes católicos, con 58 por ciento, según el censo del 2010.

José Andrés García Méndez indica en el estudio Chiapas para Cristo. Diversidad doctrinal y cambio político en el campo religioso no católico chiapaneco que “el principal cambio religioso que ha vivido la sociedad (las sociedades) chiapaneca en los últimos cincuenta años, consiste precisamente en la posibilidad de elegir, de construir religiosamente mundos diferentes o al menos de apropiarse de manera distinta del mismo mundo”.

En su traducción del Popol Vuh, el libro sagrado de los mayas, fray Francisco Ximénez reconoce la similitud entre las historias de la Creación en la Biblia y el Popol Vuh, pero advierte que en el último “se encuentran envueltas en mil mentiras y cuentos; no se les debe considerar como ideas cristianas, ya que sin duda fueron inspiradas a estos indígenas para que vivieran en el error, resultando tan impuras en relación al catolicismo, como es la fuente de donde proceden”.

Devrim Ada

Los indígenas chiapanecos reconstruyen y reparan lo que la Conquista intentó destruir. Símbolos sagrados de Mesoamérica como la cruz verde de los mayas o la veneración a las flores fueron usados y adaptados por los españoles para conquistar el corazón y espíritu de los habitantes del “Nuevo Mundo”. A lo largo de América, el imperio ibérico se extendió por la fuerza de las armas y por el uso de elementos espirituales con los que los mayas y otras culturas se sentían identificados. 

En San Juan Chamula esa identificación nunca se concretó completamente, como también sucede en muchas partes de Chiapas y América. Las culturas prehispánicas resisten con tradiciones como la religión, la cocina, el tratamiento de la tierra, la medicina herbolaria y la lengua. Pero se unen con las creencias traídas de Europa.

Los iloles —curanderos— hacen limpias con huevos crudos, que se rompen sobre las cabezas de los creyentes, derraman su albúmina y la yema. Visten un peludo abrigo negro de lana gruesa llamado chuck y toman Coca Cola para expulsar a los malos espíritus a través de los eructos. El refresco más consumido en el mundo y una de las mayores influencias en la diabetes de la población mexicana es también agua bendita. A su vez, aún mantienen el pox, una bebida alcohólica fermentada de maíz que se remonta a Mesoamérica, como parte de los rituales.Al fondo de la iglesia se encuentra el altar. Dirijo mis ojos hacia el techo. El Universo me mira de vuelta. Las figuras religiosas que dictan las vidas de los chamulas se dibujan en lo alto: Jesús, Dios y el Espíritu Santo. A su lado, el águila mexicana, un león, un toro y un jaguar conforman la escena repleta de simbolismos patrios, de la naturaleza, indígenas y cristianos. El cielo estrellado está pintado en lo alto, es un espejo en donde el fuego de las velas se refleja. Almas atrapadas. EP

Este País se fundó en 1991 con el propósito de analizar la realidad política, económica, social y cultural de México, desde un punto de vista plural e independiente. Entonces el país se abría a la democracia y a la libertad en los medios.

Con el inicio de la pandemia, Este País se volvió un medio 100% digital: todos nuestros contenidos se volvieron libres y abiertos.

Actualmente, México enfrenta retos urgentes que necesitan abordarse en un marco de libertades y respeto. Por ello, te pedimos apoyar nuestro trabajo para seguir abriendo espacios que fomenten el análisis y la crítica. Tu aportación nos permitirá seguir compartiendo contenido independiente y de calidad.

DOPSA, S.A. DE C.V