Ocultar información a las mujeres sobre su cuerpo es un síntoma patriarcal: Diana J. Torres

Irma Gallo entrevista a la artista multidisciplinar Diana J. Torres acerca de Pucha Potens, un manual para la eyaculación femenina.

Texto de 31/12/20

Irma Gallo entrevista a la artista multidisciplinar Diana J. Torres acerca de Pucha Potens, un manual para la eyaculación femenina.

Tiempo de lectura: 6 minutos

Su bio de Twitter la pinta de cuerpo completo: “eyaculadora precoz, terrorista lúbrica, tocapelotas pro, poeta de bragueta, prostituta fracasada //añada lo que le dé la gana//”. Por eso, cuando te enfrentas con la palabra escrita por Diana J. Torres (Madrid, 1981), lo primero que descubres es que, no por ser irreverente y con sentido del humor, carece de profundidad y rigor. Pucha Potens (Sexto Piso, 2020) concentra en un texto entrañable, pero cargado de ironía, que le llevó años —del 2008 al 2013, según dice— investigar: que las mujeres tenemos próstata y eyaculamos y, sobre todo, que el patriarcado y un sector de la ciencia que se ha aliado con éste, lo han negado sistemáticamente.

Hacemos esta entrevista, como todo en estos días, a través de la pantalla de la computadora. Empezamos a hablar de su descubrimiento, que según cuenta en Pucha Potens, partió de un regalo que le hizo un amigo por su cumpleaños: unas sábanas negras. Así lo recuerda ahora:
“Yo siempre había eyaculado. De mi coño salían charcos gigantes cada vez que tenía sexo chido —porque no siempre; a veces pasa y a veces no—, y siempre pensaba que era orina. Decía: “me meo; no hay de otra: ya lavaré después las sábanas”. Nunca fue un problema para mí esa idea de orinarme en la cama como un gesto de placer: “mearte de gusto”, que dicen. Pero cuando me regalaron esas sábanas —que ¡qué mejor regalo que unos buenos orgasmos en el cumpleaños de una!—, a la mañana siguiente lo que fue el charco se había secado y tenía como una especie de cerco que parecía el mapa de África; un cerco blanco alrededor. Me quedé mirando, lo tallé, lo olí y dije: “esto no es pis”. Entonces, se me empezaron a acomodar muchas cosas que ya sospechaba: una cama en la que te meas cada noche o casi cada noche, apestaría. ¡Imagínate qué peste! Entonces dije, “bueno, si no es pis, ¿qué es esto?”. Así que la investigación parte de una curiosidad personal por saber qué era aquello que salía de mi cuerpo, y que tampoco, aún teniendo sexo con mujeres, había visto en otras; solamente lo había visto en mí”.

Una vez que comenzó a indagar si, dado que aquello que salía de su vulva no era orina podría equipararse con algún otro líquido existente, como el que produce la eyaculación, Diana, con la experiencia que ya tenía en pensar la expresión de la sexualidad desde un punto de vista político, plasmada en su libro Pornoterrorismo, supo que tenía que seguir investigando si su propia ignorancia acerca de este fluido no sería un asunto calculado y llevado a cabo por el patriarcado imperante:

“Me di cuenta de que era una cuestión muy política: que no era solamente que yo quisiera saber qué era eso que salía de mi cuerpo, sino que ya me vi en la obligación moral, como feminista, de difundir esa información porque resultó que no teníamos acceso a ella casi ninguna mujer que yo conociera”, dice.

Una vez que avanzó en sus pesquisas y se dio cuenta de que había muy poca información acerca de ese fluido (en la mayor parte de los textos “científicos” que encontró se consignaba como orina) y de ese órgano diminuto que aparentemente no tiene ninguna función significativa y se encuentra detrás de la vejiga en los cuerpos de las mujeres biológicas, llegó a la conclusión de que había un afán premeditado de ocultamiento de estos temas.

“Entonces dije, “bueno, si no es pis, ¿qué es esto?”. Así que la investigación parte de una curiosidad personal por saber qué era aquello que salía de mi cuerpo, y que tampoco, aún teniendo sexo con mujeres, había visto en otras; solamente lo había visto en mí”.”

“Hay varias causas de ese silenciamiento o de esa montaña de mentiras. Para mí claramente una de ellas es un síntoma patriarcal, el hecho de que se nos oculte información a las mujeres sobre nuestro cuerpo. Porque siento que desempodera. Es una de las múltiples estrategias que tiene el patriarcado para quitarnos poder. Para mí, el conocer una el propio cuerpo, sus funciones, lo que le pasa; es decir, ser propietaria de su propio cuerpo, es un poder. Y es un poder que nos ha sido sustraído solamente a las personas con coño y a las personas que no somos machos heterosexuales”.

Y agrega que: “También está toda la cuestión, más allá de lo político, de lo religioso: esta manía que tiene la iglesia católica de secar a las mujeres para restarles poder, que no se subleven, que sean sumisas, que estén donde tienen que estar, que es en su casa, con su familia, fabricando siervos para el sistema”.

Para la activista, performancera y escritora, la responsabilidad también recae en parte de la comunidad científica, la que  “de alguna manera es cómplice de muchos males que caen sobre nosotras las mujeres”.

Sin embargo, Torres continuó investigando y encontró bibliografía que apoyaba su teoría: que las mujeres también tenemos próstata y eyaculamos:

“Digamos que lo que yo digo en mi libro no son solo hipótesis, son cosas demostradas, probadas, por una especie de disidencia científica y dentro de la ginecología, por fortuna. La próstata femenina está incluida ya desde hace varios años dentro del Diccionario de Terminología Anatómica. Hay muchísimas investigaciones, no solamente la mía, sobre la eyaculación como algo que le sucede al cuerpo”.

A lo largo de este trabajo, Diana cita estudios que basan sus resultados en análisis de laboratorio del líquido eyaculado por mujeres biológicas; sin embargo, dice: “van a seguir negándolo por mucho tiempo todavía, porque estas diferencias biológicas que dicen que hay entre hombres y mujeres, que los hombres tienen próstata y las mujeres no, son lo que sustenta al patriarcado: que seamos de categorías diferentes”, dice.

Diana J. Torres, conocida como @Pornoterrorista en Twitter, está segura de una cosa: “En cuanto ese binarismo de género que sustenta al patriarcado —la categoría hombre y la categoría mujer— empieza a diluirse, pone en serio peligro el sistema de opresión en el que vivimos porque si no hay unas características que puedan definir lo que es un hombre y lo que es una mujer biológica, entonces, ¿qué sentido tiene? Por eso es peligrosa ese tipo de información, porque desestabiliza al sistema patriarcal de alguna manera”. 

A la par de esta investigación, Diana, que es Licenciada en Filología Hispánica por la Universitat de Barcelona, lleva varios años (por lo menos desde el 2007, recuerda, aunque tuvo que parar por la pandemia) impartiendo talleres de eyaculación femenina en España y Estados Unidos:

“Empecé a dar talleres con la poca información que había encontrado, y a raíz de ello se fueron dando las preguntas que intento responder en el libro: las morras tenían muchas dudas, al igual que yo. Era un taller colaborativo, en el que me hacían preguntas como “oye, ¿y tendrá funciones reproductivas, o tendrá funciones sexuales?”; “no sé, pero voy a investigar. Dame chance”. O: “¿será que en otras culturas sí está representada la eyaculación de los coños como algo normal o como algo sagrado?”; “bueno, vamos a ver”. O sea, digamos que si el libro fuera una tesis, las talleristas hubieran sido mis directoras de tesis porque fueron guiándome un poco en toda esta cuestión”.

Diana tuvo la suerte de nacer en una familia en la que hablar de sexualidad y del cuerpo no era tema tabú. Lo cuenta en Pucha Potens y lo recuerda ahora, pero está consciente de que la escuela tradicional, formal, en la que se “educan” millones de niñes en todo el mundo, es otra cosa:
“Cuando, por ejemplo, te ponen el cuerpo humano y las diferencias entre mujer y hombre —que es una cosa que hacen y no le veo mucho sentido, pero lo hacen—, es muy obvio quién tiene el pito y nosotras tenemos un hoyo nada más. Es una cosa muy poco compleja”.

Ella, en casa, preguntaba mucho y obtenía respuestas. No así en el colegio.

“Una niña chiquita es una máquina de preguntar cosas. No sé cómo la gente puede ser capaz de negar las respuestas a alguien pequeñito porque justamente lo que necesitan es información y la piden todo el tiempo. Siento que es muy cruel el acto de negarle información a los niños; los pone en peligro también”.

Cerveza en mano, playera negra, cabello cortito y una sonrisa que te hace sentir como si estuvieras platicando con una persona cercana, a quien no habías visto en un tiempo, Diana J. Torres dice que le gustaría que la información que reunió en Pucha Potens llegara a los jóvenes.

“Me gustaría que estuviera en las escuelas; en las prepas, sobre todo, cuando están a punto de empezar a coger y a tener relaciones con otros y con su propio cuerpo. Creo que le ahorraría muchos disgustos a muchas morras porque sinceramente yo sí me espanté la primera vez que pasó en mi cuerpo. Estaba con un chavo y ¡no mames!, empezó a salir líquido, líquido, y el güey se súper espantó y yo también me espanté. Y no fue una cosa agradable, la verdad. Y el sexo debería ser agradable. También pasó con una chica, que pensó que yo le había pegado alguna cosa, cuando en realidad hay fluidos que no transmiten enfermedades y uno de ellos es la eyaculación femenina”.

Mientras me despido de Diana J. Torres pienso que todavía quedan muchas ideas que, acerca de nuestros cuerpos, ha enquistado en la comunidad el patriarcado capitalista, autoritario y colonial. Que es nuestro derecho (y vamos más allá: nuestro deber) rebelarnos y deconstruirlas, es más, dinamitarlas y empezar a construir la narrativa que queremos que nuestros cuerpos cuenten. Porque para nosotras todo lo personal es político. EP
J. Torres, Diana, Pucha Potens, Sexto Piso, 2020, 173 pp.

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