Fernando Caloca Ayala nos ofrece una reseña y comentario de ‘José Álvarez Icaza. Una herencia extraordinaria’ (La Hoja en Blanco, 2024), libro escrito por Raquel Pastor Escobar sobre la vida de José Álvarez Icaza, figura de suma relevancia en la vida política de nuestro país.
Fernando Caloca Ayala nos ofrece una reseña y comentario de ‘José Álvarez Icaza. Una herencia extraordinaria’ (La Hoja en Blanco, 2024), libro escrito por Raquel Pastor Escobar sobre la vida de José Álvarez Icaza, figura de suma relevancia en la vida política de nuestro país.
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Raquel Pastor Escobar. José Álvarez Icaza. Una herencia extraordinaria. México, La Hoja En Blanco, Creatividad Editorial, 2024
En 1999, una alumna de doctorado de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM terminó de escribir una tesis de sociología cuyo objetivo era revisar “las posibilidades de aplicación de los lineamientos del Concilio Ecuménico Vaticano II en el laicado mexicano”. Esa alumna, de nombre Raquel Pastor Escobar, se propuso años después rescatar en un libro las comunicaciones personales, narraciones grabadas y los textos de José Alvarez Icaza (su suegro) para dejarle un legado a los hijos e hijas, nietos y nietas de la numerosa familia que dejó en 2010. El resultado de tal trabajo lleva por título José Álvarez Icaza. Una herencia extraordinaria (La Hoja en Blanco, 2024).
Ella ya había hecho una tesis de maestría en Ciencia Política acerca de la “participación política de los católicos en México”. Conocedora del tema y con ayuda de amigos y colegas, se puso a ordenar de manera cronológica su material para tejer la vida de Álvarez Icaza. Intercalando las palabras de Pepe con las puntuales observaciones de amigos o algunos estudiosos de los temas que van dando explicación y contexto a su personaje, Pastor Escobar comparte con cariño y generosidad lo que se pudo haber quedado en el ámbito privado o familiar.
La evolución de la participación social de los laicos católicos se hace evidente en la trayectoria de este gran personaje, audaz y visionario, que participó en el Concilio como laico y que formó parte activa de la revolución democrática de la segunda mitad del siglo XX y los primeros cinco lustros del siglo XXI en México.
El libro describe quién es Pepe, cuáles fueron sus andanzas de 1921 a 1969 y cómo actuó después de 1970 a 2010 —además de incluir un epílogo, bibliografía, hemerografía y una cronología de la vida de José Álvarez Icaza. Esta edición viene además ilustrada con fotos en blanco y negro que le permiten al lector recorrer, como en un álbum de familia, los distintos momentos de una vida comprometida, propositiva, inquieta y atenta al tiempo que le tocó vivir. El resultado es interesante, divertido y entrañable porque nos permite hacer un recorrido dialogado por las luchas y posibilidades de participación social de un laico entusiasta y clave de la cultura política de México.
La lucha por la democracia y la justicia social en nuestro país ha requerido el estudio sin prejuicios, el análisis y sistematización de tantos proyectos que se han realizado por parte de grupos de derecha, ultraderecha, izquierda y ultraizquierda quienes han sido factores reales de poder (incluyendo ahora organizaciones populares y comunidades cristianas diversas) en el escenario político actual. José Álvarez Icaza fue un precursor y protagonista de esta historia con tantos cambios políticos, económicos, sociales y espirituales. Para participar y saber ser líder, Pepe se comprometió con su fe, se hizo ingeniero, consultor, padre de familia, periodista, vocero, fundador de una nueva comunicación social, activista, socialista cristiano, defensor de la dignidad del matrimonio y la familia, etc.
La primera parte de esta biografía (1921-1969) abarca de su infancia a la ruptura con el episcopado mexicano que ya no quiso que el Centro Nacional de Comunicación Social (CENCOS) fuera su vocero ante los medios de comunicación. En aquella crisis al inicio de la década de los 70 en que la Iglesia se distanció de su propia Doctrina Social, Pepe tuvo que saber fijar su postura frente a la jerarquía y buscar posibilidades para contrarrestar el control político de los medios de comunicación. Lo más sabroso y divertido del libro es escuchar la voz de Pepe en las tantas horas de entrevista que su nuera grabó y con la que uno puede ir viendo, conociendo y apreciando los problemas a los que se iba enfrentando un laico comprometido y públicamente católico.
Una de las anécdotas de esta primera parte ocurrió durante su participación en el Concilio Ecuménico Vaticano II en Roma. En 1947 se casó con Luz María Longoria Gama. Y el matrimonio fue invitado a participar como laicos en algunas de las comisiones que trataban temas de matrimonio, familia y pastoral sexual:
“Fuimos Luzma y yo a la comisión teológica mixta a defender nuestras propuestas. Allí Luzma se hizo muy famosa porque en un cierto momento, cuando hablaron algunos padres, Luzma dijo: “Pues a mi no me gusta lo que ustedes están diciendo, me molesta mucho esa expresión de Santo Tomás de que el matrimonio es para el fin primario, que es la procreación de la especie, el secundario, la complementación conyugal y el fin terciario, el remedio de la concupiscencia. Nos molesta mucho a las madres de familia que consideren que los hijos resulten de la concupiscencia. Yo en lo personal he tenido muchos hijos sin ninguna concupiscencia, todos son producto del amor…y con todo respeto les digo, señores padres conciliares, que sus madres los concibieron por amor y no por concupiscencia” (p.82)
Portada del libro
Esta aguerrida defensa de Luzma hizo posible que la Iglesia reconsiderara e incluso reformara años más tarde el derecho canónico para establecer que el matrimonio es un sacramento orientado, en primer lugar, a la unión y después a la procreación. Ya no se menciona para nada lo del “remedio para la concupiscencia”.
A inicios de los años setenta, el matrimonio Álvarez Icaza ya contaba con 14 hijos (del amor y no de la concupiscencia) y la encíclica Humanae Vitae paradójicamente fue motivo de distanciamiento entre la jerarquía católica mexicana y el Movimiento Familiar Cristiano (fundados por Pepe y Luzma) que propugnaba por dejar a la conciencia y responsabilidad de cada pareja el tema de la sexualidad en el matrimonio y la procreación que da origen a la familia.
En la segunda parte (1970-2010), y ya con el distanciamiento de la jerarquía eclesiástica, Pepe va sorteando otros obstáculos y retos: problemas económicos, la lectura personal de su militancia política, la importancia de CENCOS como medio para denunciar violaciones a los derechos humanos, el intento de secuestro de su hijo Pablo, etc.; historias con las que se teje esa otra historia más abstracta y aburrida pero necesaria: la historia política de México.
Haciendo un poco de memoria, es importante mencionar que, con la mediación del embajador Dwight Whitney Morrow, algunos obispos negociaron con el gobierno de Calles el alto al fuego en la guerra cristera. El gobierno no cumplió con la amnistía y después de los acuerdos murieron más jefes cristeros que durante los tres años anteriores. Los arreglos del 29 significaron “el último gran drama de la revolución mexicana, y también el último acto de las violentas y generalmente equivocadas relaciones Iglesia-Estado, heredadas de nuestro pasado colonial” (p.27). La lucha laica y seglar inicia con este lamentable hecho ominoso. El Concilio Vaticano II promueve el nacimiento de nuevas organizaciones como Acción Católica Mexicana, Movimiento Familiar Cristiano, Caballeros de Colón, Legión Mexicana de la Decencia, la Universidad Iberoamericana, Centro Católico de Orientación Cinematográfica, Escuela de Periodismo Carlos Septién García, Buena Prensa, el Centro Nacional de Comunicación Social (CENCOS), entre otras.
Por ejemplo, en 1963 José recibe una herencia familiar y funda el Centro Nacional de Comunicación Social (CENCOS), pero 1969 es el momento clave de cambio en que pasa de ser una oficina al servicio del episcopado mexicano a ser el espacio que ayuda a visibilizar las injusticias que los medios de comunicación no querían publicar: la situación de los indígenas en la Huasteca hidalguense o las denuncias de tortura o violaciones a los derechos humanos.
Una iglesia mexicana que “se resiste a ser coherente con el Concilio y la jerarquía endurece sus posiciones a partir de ignorar las demandas del laicado, que quedan sin respuesta (como es el caso de la democratización interna), condenados (como en el caso de los métodos anticonceptivos, el divorcio, etc.), desconocidos (como en el caso del Secretariado Social Mexicano y Cencos) y/o reprimidos (como sucede con las diversas teologías), y va perdiendo legitimidad e influencia social” (p. 120).
A lo largo de todos estos años sabemos que, por una parte, la Iglesia logra recuperar espacios que la Modernidad le había quitado haciéndose consciente de sus problemas internos y, por otra, el Estado promueve (y ahora extingue) el surgimiento de órganos autónomos y de contrapeso al gobierno en turno. Sabemos que los católicos mexicanos son católicos a pesar de la institución y sus jerarcas. Pepe (queriendo ser parte de una iglesia como pueblo de Dios que camina) participó de aquellas iniciativas que buscaron “un nuevo espíritu de paz, justicia, solidaridad y de valores éticos y morales en la vida política y económica” de México. “Si bien Pepe transitó por diversas líneas eclesiales y políticas su principal característica fue la coherencia entre su pensar y su actuar” (p.221). Ya fuera como miembro del Consejo de Laicos en Roma o como miembro fundador del Partido Mexicano de los Trabajadores, ya fuera promoviendo la sinodalidad y la visibilidad de cristianos comprometidos con jesuitas, dominicos y maristas misioneros en Chiapas, se escucha en su palabra la crítica al poder, la apertura al cambio, el discernimiento ignaciano, la confianza en la providencia de Dios, la vocación franciscana de hacer propio el sufrimiento de los pobres.
Las personas seglares y laicas del siglo XXI pueden valorar tanto la Doctrina Social de la Iglesia como la Teología de la Liberación; la defensa de la dignidad humana y la promocion de la justicia social; el estudio de la Biblia y la animación de grupos misioneros; la paz en la vida pública y la defensa de la oración contemplativa; la sinodalidad y la autoridad teológica del Magisterio de la Iglesia.
Escuchando en sus propias palabras la lectura de diversos momentos clave uno puede entender y valorar esa coherencia con la que fue interpretando los “signos de los tiempos” para integrar en la fe a un Dios personal como alguien que acompaña y padece los sufrimientos de su pueblo. El católico militante que fue Álvarez Icaza no puede desentenderse de su propia infancia protegida por una indígena; es interpelado por la realidad de los pobres y en especial de los albañiles en el mundo de la construcción; se hace presente en el Consejo de Laicos en Roma; es consciente de la realidad de la pobreza latinoamericana, sus luchas y la represión de las dictaduras militares; participa en las Asambleas Episcopales de Puebla y Medellín así como en el Congreso Nacional de Teología “Fe y Desarrollo”, y es gran amigo del obispo Sergio Méndez Arceo (promotor de la Teología de la Liberación).
La segunda parte de su vida (1970-2010) —y del libro— la dedicó a promover una nueva cultura política: aprovechó el socialismo como camino de liberación, denunció la violencia y la tortura en México, y realizó y promovió actividades en contra de violaciones a los derechos humanos.
“Nos dimos cuenta de que no podríamos seguir solos y que era conveniente establecer relaciones con distintos grupos {…} así lo hicimos. El equipo de Cencos se distribuyó en diferentes organizaciones {…} entonces me inscribí en ese partido porque cuando la policía cerró Cencos, el PMT (Partido Mexicanos de los Trabajadores) y Heberto Castillo me apoyaron {…} entonces decidimos que a los que nos habían apoyado íbamos a apoyar. Por eso a mi me tocó apoyar el PMT. Nos apoyó también la revista Proceso y así, a varios que se habían distinguido en la solidaridad les retribuimos en apoyo. Entonces en 1978 me integro a PMT” (p. 161 y 162).
José Álvarez Icaza se hizo activista en favor de los pobres y marginados y resistió los embates del gobierno que complicaba cada vez más la inevitable transición democrática de México. Su última actividad política importante fue haber sido vicepresidente de la Convención Nacional Democrática, resultado del levantamiento zapatista. En el peródico El Universal, donde tenía un espacio editorial, solía dar cuenta de esas promesas incumplidas o recuerdos entusiasmados por hacer viable un cambio político para nuestra sociedad:
“Marcos nos invitó a penetrar en sus territorios pues quería despedirse de quienes lo acompañamos estos días {…} nos encontramos con la sorpresa de que un batallón completo de soldados zapatistas, uniformados y armados, esperaban nuestra visita. Y ante ellos el subcomandante {…} dijo: “les presento {…} a estas gentes buenas que nos acompañaron todo el tiempo de las negociaciones en San Cristóbal de las Casas y que, si bien comparten con nosotros los mismos ideales {…} no utilizan las armas, sino que luchan con otros métodos pacíficos {…} Quiero que los saluden y muestren su respeto”, para lo cual dio las órdenes correspondientes y el conjunto de civiles azorados que ahí estábamos recibimos recibimos el saludo militar de este conjunto de jóvenes muchachos y muchachas indígenas” (Álvarez Icaza, J., El Universal, 5 de marzo de 1994) (p. 14).
Quiero destacar aquello de que “no utilizan las armas, sino que luchan con otros métodos pacíficos”, porque eso fue lo que hizo con simpatía y generosidad en Asambleas, Congresos, Sínodos y Comités de todo tipo. El senador Emilio Álvarez Icaza (uno de sus hijos, a quien está dedicado este libro) es, en mi opinión, uno de los continuadores de la visión y la labor en la defensa y promoción de los derechos humanos y cuya presencia política nutre la esperanza de un país polarizado, roto y con una enorme deuda hacia los pobres, indigenas y víctimas de desaparecidos.
Por desgracia, este libro es una edición de autor de apenas 150 ejemplares (ya agotados). Sería sumamente grato que alguna editorial mexicana se interesara en imprimir más ejemplares de este valioso libro para quienes siguen leyendo y quieren comprender la historia política de nuestro país. EP
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