
El grupo México en el Mundo presenta una serie de textos que abordan los desafíos para la política exterior de México al inicio de la nueva era Trump.
El grupo México en el Mundo presenta una serie de textos que abordan los desafíos para la política exterior de México al inicio de la nueva era Trump.
Texto de José Luis León-Manríquez 19/02/25
El grupo México en el Mundo presenta una serie de textos que abordan los desafíos para la política exterior de México al inicio de la nueva era Trump.
Corea del Sur y México pertenecen al grupo de las quince mayores economías del mundo. Los dos países establecieron relaciones diplomáticas formales a principios de 1962. México mantuvo una actitud muy cautelosa hacia Corea del Sur; si bien la relación diplomática se estableció en 1962, no fue sino hasta 1987 cuando nuestro país estableció una embajada en Seúl. Desde entonces, los lazos bilaterales han mejorado gradualmente, impulsados por una serie de acuerdos: intercambios académicos, proyectos de investigación, exposiciones de arte y muestras de cine, una creciente masa crítica de coreanistas en México, y un entramado de intercambios políticos cada vez más frecuentes.
En el ámbito multilateral, Corea del Sur y México colaboran en organismos multilaterales, como la Organización de las Naciones Unidas y el G-20, donde suelen defender posiciones similares. En 2013 se anunció la creación de un grupo informal de consulta y de diálogo, integrado por México, Indonesia, Corea del Sur, Turquía y Australia (MIKTA). Ese grupo, que difícilmente ha obtenido la resonancia internacional que esperaba, ha permitido un mayor diálogo bilateral entre los dos países.
La superficialidad protocolaria comenzó a romperse a principios de la década de 1990, cuando se negoció y entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). De manera asertiva, las empresas de Corea del Sur y de Japón buscaron aprovechar la cercanía geográfica y el fácil acceso de las mercancías “Made in Mexico” a Estados Unidos, por medio del TLCAN. En la década de 1980, el comercio de Corea del Sur era objeto de medidas proteccionistas en Estados Unidos; ante ello, multinacionales como Samsung, LG, POSCO, KIA y Hyundai ensayaron con éxito una rentable estrategia de negocios, particularmente en los sectores automotriz y electrónico. Esta estrategia combinó la exportación de insumos a México (sobre todo componentes para el ensamblaje de electrónicos y de automóviles), con inversión extranjera directa (IED), y aprovechamiento del mercado interno y los salarios competitivos de la mano de obra mexicana.
Ante la ausencia de una política industrial dirigida a aumentar la participación de empresas nacionales en las cadenas industriales de valor, México ha definido un claro perfil maquilador. En otras palabras, exporta importaciones; para obtener el masivo superávit comercial con Estados Unidos (234,700 millones de dólares en 2023), el país debe importar de Corea del Sur y de otros países asiáticos insumos para el ensamblaje de manufacturas destinadas a la exportación. Gracias a esta relación triangular, no parece exagerado señalar que, aun de manera indirecta, Corea del Sur (al igual que China, Japón y Taiwán), se ha convertido en una especie de socio alterno del TLCAN y, a partir de 2020, del Tratado México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). Esta tendencia no ha pasado desapercibida en Estados Unidos y, sin duda, fue una variable central en la renegociación del TLCAN que forzó el primer gobierno de Donald Trump (2017-2021).
A raíz de esta división internacional del trabajo, la relación económica entre Corea del Sur y México ha crecido a niveles que hubieran sido ficcionales en la década de 1990. Como se observa en datos publicados por la Secretaría de Economía, en 2024, el comercio entre ambos países creció más de veinte veces en 28 años, al escalar de 1,200 millones de dólares en 1993, a 25,969 millones en 2021. Así, en ese año, Corea del Sur se convirtió en el tercer socio comercial de México, muy por debajo de Estados Unidos y de China, pero por encima de socios tradicionales como Alemania, Canadá y Japón; en 2024 ocupó el quinto sitio, con lo que Corea del Sur se mantuvo como el segundo socio comercial del país en Asia, por debajo de China. La asimetría es una constante en la relación; en efecto, en 2021, Corea del Sur importó de México 6,915 millones de dólares y le hizo llegar exportaciones por 19,054 millones, es decir, una relación de 1 a 2.75; en 2001, tal ratio había sido de 19.45 veces. Por ello, México no aparece entre sus diez primeros socios comerciales, aunque es el primero de ellos en Latinoamérica.
Sin duda, el tema clave de la relación entre Corea del Sur y México es una asignatura pendiente que data de 2006: la negociación de un tratado bilateral de libre comercio. La historia de la negociación ha mostrado a una Corea del Sur que busca finiquitar un instrumento comercial clave en su estrategia externa, y a un México utilizando el amplio arsenal que poseen los países para emitir negativas amables, pero reiteradas. El gobierno de México ha sido incapaz de convencer a los sectores industriales clave, como la siderurgia, de avanzar en las negociaciones. Por ello, han seguido una trayectoria de siga-alto-pretextos-promesas-alto. Por ejemplo, en marzo de 2022 en la Ciudad de México, la Secretaría de Economía anunció la reanudación de las negociaciones, pero, en diciembre del mismo año, el entonces canciller Marcelo Ebrard anunció una pausa indefinida en las pláticas.
Ante las dificultades del ámbito comercial bilateral, cabe preguntar cuáles serían las alternativas de Corea del Sur para avanzar en el tratado de libre comercio con México. Una opción sería la Alianza del Pacífico, mecanismo de integración subregional en Latinoamérica, establecido en 2011, firmado por Chile, Colombia, México y Perú. La segunda alternativa sería el acceso de Corea del Sur al Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP), firmado en 2018 por México y otros países. En 2022, el gobierno del depuesto presidente Yoon Seok-yeol expresó su intención de suscribir ese instrumento, pero la solicitud formal no se ha realizado. Como en el caso de la Alianza del Pacífico, la pertenencia de México al CPTPP ofrecería a Corea del Sur la posibilidad de acceder al mercado mexicano por una ventana multilateral.
Aún en ausencia de un tratado de libre comercio bilateral o multilateral, la relación económica entre los dos países se ha mantenido in crescendo. Así, la IED de Corea del Sur en México ha aumentado de forma sostenida hasta acumular 9,108 millones de dólares en el tercer trimestre de 2024. La mayor parte de las inversiones coreanas se canalizan a la industria manufacturera y al comercio. Un hito fue el establecimiento de la planta de KIA en Pesquería, Nuevo León, que inició operaciones en 2016 y, para octubre de 2021, había exportado más de un millón de autos, además de mantener una vigorosa participación en el mercado mexicano. Con el correr del tiempo, una pléyade de firmas pequeñas y medianas se ha sumado a la dinámica de la inversión. En la actualidad, se calcula que unos 2,030 negocios surcoreanos emplean a más de 150,000 personas en México.Pero, en vista de que este dinamismo no es solo bilateral sino trilateral, las posiciones y las políticas de Estados Unidos pueden afectar la aceitada maquinaria del comercio y de la IED entre Corea del Sur y México. Un ejemplo es el T-MEC, que aumentó el requisito regional de contenido de valor (RVC) de 62.5% con el TLCAN al 75% para vehículos automotores. El objetivo final apuntaba a disminuir los beneficios de los países asiáticos, que han utilizado a México como plataforma de exportación. Si bien esta disposición no ha frenado el comercio bilateral, la IED surcoreana en México ha observado un comportamiento más cauto que el comercio. De un pico de 1,117 millones de dólares en 2016, pasó a 193 millones en 2019 (efecto covid-19) y repuntó a 677 millones a finales de 2024. En otras palabras, la tan publicitada relocalización cercana (nearshoring) aún no aparece en esta relación. Es claro que, si se materializan las amenazas que el presidente electo Trump formuló a finales de noviembre de 2024, en el sentido de establecer un arancel transversal de 25% a importaciones provenientes de Canadá y de México, el círculo virtuoso comercio-inversión-creación de empleo en la relación Corea del Sur-México se rompería. Con mucha mayor razón lo haría en el catastrófico escenario del fin del T-MEC. EP
Lee y descarga el documento Desafíos para la política exterior de México al inicio de la nueva era Trump.