
“A la convicción de padres y madres buscadoras, cuyo dolor es inenarrable, debemos no solo los resquicios de realidad, sino las pistas para regresar al país de lo humano”
“A la convicción de padres y madres buscadoras, cuyo dolor es inenarrable, debemos no solo los resquicios de realidad, sino las pistas para regresar al país de lo humano”
Texto de Eduardo Garza Cuéllar 01/04/25
“A la convicción de padres y madres buscadoras, cuyo dolor es inenarrable, debemos no solo los resquicios de realidad, sino las pistas para regresar al país de lo humano”
No es extraño que, a una sociedad convertida en coliseo, donde unos luchan por desterrar a otros, le estorben verdades, argumentos… y personas. En la más macabra de sus expresiones, también le estorban las pruebas —cadáveres, entre ellas— de sus trasgresiones.
Como si limpiando huellas se borraran también pecados —o se dieran de baja historias de vida—, el crimen construye silenciosamente, día a día, toda una ingeniería de la desaparición en la que, sospechamos con fundamento, participan las autoridades corruptas del Estado.
A la convicción de padres y madres buscadoras, cuyo dolor es inenarrable, debemos no solo los resquicios de realidad, sino las pistas para regresar al país de lo humano: el camino de salida del infierno, si lo hay, pasa por la verdad.
La literatura, como enseña Paola Leoni, nos ofrece señalamientos para la rehumanización. La maestra de letras italianas en la UNAM recuerda dulcemente que, en la Divina Comedia, en sus peores momentos, Dante vincula intuitivamente lo humano no solo con la verdad, sino con la coralidad. Todo indica que ningún esfuerzo individual basta, que únicamente en la comunidad y el encuentro florece la esperanza.
En tiempos de vacío y dolor extremo, lo humano redimensiona su valor y su significado. Tal es, al menos, la apuesta de Este País en el presente número. EP