José Fabián Estrada “Perrito” comparte su visión como ilustrador: “yo tampoco sé dibujar o, más bien, ¿quién sí sabe?”.
Dibujar, dibujar, dibujar
José Fabián Estrada “Perrito” comparte su visión como ilustrador: “yo tampoco sé dibujar o, más bien, ¿quién sí sabe?”.
Texto de José Fabián Estrada "Perrito" 08/02/21
Cuando iba a la mitad de la carrera, tuve una clase que cambió todo lo que hasta ese momento me habían enseñado. Y es que no tenía una idea muy clara de lo que estaba pasando ni lo que estaba haciendo. La materia era de dibujo y mi maestra era Mercedes Sánchez Medrano, la recuerdo muy bien por el cariño con el que daba sus clases. Un día se acercó a mi lugar y me llevó unas copias del libro Principios de ilustración de Lawrence Zeegen y me preguntó que si no había pensado en ser ilustrador. Yo nunca había escuchado esa palabra que dijo con tanta seriedad. Las hojas decían: “Una vida exigente”. Las leí y quise saber más, me fui a la Biblioteca Vasconcelos y ahí estaba el libro; eso me alegró mucho porque a los maestros les gusta recomendar bibliografía de la editorial Gustavo Gili, pero los libros están bien caros.
Desde ese día menciono Principios de ilustración cada que puedo y tal vez para algunxs no sea el mejor, pero fue el que me acompañó cuando no sabía nada. La situación es que la ilustración no tenía un lugar especial como la fotografía con su cuarto oscuro o la serigrafía con su taller, no era de diseño ni de artes pero se sentía que estaba ahí siempre acompañando en todo: en las playeras, en los discos, en los carteles… Y, sobre todo, en los cuadernos de muchxs compañerxs, pues empezábamos a ver que las posibilidades de los dibujos que hacíamos hasta atrás eran muchas; que no era necesaria una Mac o que tuvieras los mejores pinceles y las más caras tintas. La verdad, hasta el día de hoy sigo trabajando con lo que encuentro en la papelería de la esquina, porque no todos tenemos una sucursal de Lumen a la vuelta; además entrar a ese lugar siempre es frustrante porque todo te lo quieres llevar y no alcanza… Se habla de traer una Moleskine, no sé para qué; como si traer cualquier cuaderno blanco no fuera un buen refugio cuando quieres sentarte y estar ahí nada más, haciendo monitos.
Muchxs que deciden no seguir por la ilustración o el dibujo dicen “es que no sé dibujar” y siempre que escucho eso pienso yo tampoco sé dibujar o, más bien, ¿quién sí sabe?, ¿el que dibuja igualito a que si hubiera tomado una fotografía o el que tiene el estilo más cul (sea lo que sea que eso signifique) o el que tenga más corazoncitos? Es una actividad que estuvo con nosotros desde que somos chiquitxs, pero a la que en algún momento soltamos.
Muchxs empezamos a publicar nuestros dibujos en internet con DeviantArt o Tumblr o Twitter o Facebook o Instagram y un montón de plataformas que se van agregando todos los días. Eso es algo que me gusta mucho, porque hay dibujos para aventar para arriba, todos diferentes. Si algo tiene la ilustración es mucho espacio para todas las formas de dibujar y a alguien le gustará cómo lo haces.
Tampoco creo que la búsqueda del “estilo” tenga que convertirse en el principal objetivo, porque puede terminar cansándote cuando llevas mucho tiempo dibujando y sientes que no avanzas nada. Cuando existían las ferias y bazares, y la gente se juntaba a vender cosas o intercambiar estampitas, comprar un póster, un pin o una playera, teníamos que movernos al DF, porque por la casa no se hacían esos eventos o no llegaban muchas personas, pues estamos muy lejos. Pero es exactamente el mismo tiempo que nosotros hacemos para llegar ahí, y muchas veces terminábamos comprando o truequeando entre nosotrxs. El otro día nos tocó en una mesa donde todxs veníamos del Estado de México, pero estábamos vendiendo en el DF.
Había un espectacular en las calles que decía “Nadie vive de hacer dibujitos”. Era de alguna marca que creo que intentaba provocar algo, tenía letras grandes y a una señora mayor. Eso me recordó la cantidad de veces que mi mamá me dijo que estudiara algo que dejara dinero; quería que estudiara medicina o fuera mecánico y, si bien tener estudios —o el talento o el dinero o los contactos— tampoco aseguran nada, creo que era cierta esa parte del libro donde menciona que los que decidimos quedarnos en el dibujo lo haremos todos los días. Sea como sea: para vender, para regalar, para dibujar por dibujar, para llenar un espacio, habitar un corazón o para decir algo.
Hay quienes hacen comisiones, quienes agarramos lo que caiga, desde una casa o una oficina con prestaciones y seguro o con uno de los dos o ninguno. En la escuela te enseñan a hacer un logo o un cartel, pero no cuánto cobrar por un metro cuadrado de mano de obra para un mural o qué hacer cuando el cliente no te quiere pagar y tienes que perseguirlo por tres meses para que te pague lo que entregaste desde hace seis meses.
Un día acompañé a María a su primera exposición colectiva y, mientras esperaba en el parque jugando con nuestro hijo, A. se acercó, me preguntó si le podía hacer un dibujo y empezó a contarme: “Iba en el transporte público camino a su examen de ingreso al Politécnico, recibió un disparo en el vientre y murió a las pocas horas. No hubo testigo, responsables ni detenidos”. Era su hermana María Fernanda Segura Ruíz. Así como ella, muchas imágenes aparecen todos los días y siguen buscando a lxs suyxs.
Creo que ahora hay más posibilidades de que este quehacer sea considerado y reconocido por más personas porque forma parte del acontecer histórico, social y político de este país, porque allá afuera muchxs están haciendo dibujitos que no son dibujitos nada más. EP
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