Un cuento: Falso reporte meteorológico

Durante varios años, “Poliedro” fue la sección principal de las centrales de la revista Este País. Con el propósito de honrar a esa tradición impresa y renacer como EP en línea, hemos nombrado “Poliedro Digital” al blog semanal de la Redacción que, al tener diversos colaboradores, es como ese cuerpo geométrico de “muchas caras”.

Texto de 01/02/19

Durante varios años, “Poliedro” fue la sección principal de las centrales de la revista Este País. Con el propósito de honrar a esa tradición impresa y renacer como EP en línea, hemos nombrado “Poliedro Digital” al blog semanal de la Redacción que, al tener diversos colaboradores, es como ese cuerpo geométrico de “muchas caras”.

Tiempo de lectura: 6 minutos

1. Perdido en la enorme llanura costera yace un pantano, extenso en la selva y aparentemente inmóvil, bordeado por una red de arroyos ahora invisibles. El pantano siempre ha estado ahí, como un gran vaso entre los trópicos que atesora una esencia de todas aquellas montañas en sedimentos pausados. Este año el estiaje alzó días hartos de sol que evaporaron sus aguas y redujeron su nivel como hace mucho, o como nunca antes, no lo sé. En sus paredes pueden verse los restos calcinados de algunas raíces y colonias de escarabajos. Al poniente los ríos corren, indiferentes a esta serenidad ardiente, a tanta sed. Algún día llegarán las lluvias y con ellas la fiesta, llegarán las aves desde el norte helado y las aguas continuarán su filtración, su lento depósito hacia las cavernas subterráneas, hacia las marismas y los estuarios.

2. En el borde oriental de la ciénaga, una ribera crispada de mangle rojo, no se sabe desde cuándo habita el monstruo. Sobrevive, camuflado y quieto, donde predadores menos aptos perecieron, ingiriendo batracios, reptiles e incluso gusanos y moscos, no sé si ingiere algo más. Quienes dicen haberlo visto aseguran que es similar a un gran lagarto, a un cocodrilo desproporcionado cuya descripción ha extraviado la razón de algunos nativos; realmente se trata de una mutación desconocida, de un adefesio inexplicable y contradictorio en el que coexisten paradojas que la ciencia no podría resolver y que la magia dogmática ha evitado, por no comprometer su prestigio. Se comenta que algunas mitologías extranjeras relacionan a seres como éste con maldiciones fundamentales, que fue expulsado de su bestial panteón por una insubordinación insignificante pero imperdonable. Se comentan tantas cosas. Por lo demás, como cualquier mortal, alguna idea puede tener sobre su origen pero ninguna de su destino. Esta primavera, por causas desconocidas, el coloso ha cruzado el pantano algunas mañanas, quizás en la búsqueda de alguna señal. Al amanecer comenzó a moverse otra vez, los insectos ya levantaban su nube de minúsculos vuelos al ras de la superficie cuando su terrible lomo cruzó el pantano por en medio. Más tarde, cuando ya el sol castigaba toda esta triste superficie, se le vio retornar a su guarida, algo indeciso y ⎯cómo decirlo⎯ confuso.

3. Por la tarde, el monstruo orientó su brutal cabeza al poniente. Sobre la sierra el cielo todavía reflejaba el último borde azul del día y el calor sofocaba la vida en aquella atmósfera estática. Apareció una luna infanta, de dos o tres días, con los cuernos exaltados hacia la noche. Tras la loma un charco se extinguió hace unas horas, se escucharon los aletazos de los últimos peces antes de que los zopilotes los devoraran. Al sur de la luna brillaba Venus y por unos minutos el fenómeno admiró cómo avanzaba la obscuridad. Recordó, o creyó recordar, épocas en que recorría a galope altas praderas, tiempos en que se desplazaba en vuelo al horizonte, tendido sobre el viento. ¿Qué le pasó, qué fatal capricho redujo su existencia a esta miseria? Hacia el oriente, hacia el mar, la noche cerraba toda expectativa y al fondo se escuchaba un crepitar grave y largo. Una gran manada de murciélagos bajó al pantano desde la montaña, las sombras de sus cuerpos cruzaron el cielo con un rumor exhausto y uno a uno se colgaron en las ramas de los árboles. Una brisa apenas perceptible lo inquietaba todo. Sobre el escarpado dorso del portento, reflexivo e incrédulo, multitud de estrellas coronaban el solsticio.

4. Al fin amanece. La selva pernoctó presa de un nerviosismo que alteró a las esporas más aisladas. Como si una vibración saturara la atmósfera, la respiración de los roedores estremecía a las lechuzas y los aullidos de los monos crispaban ligeramente la superficie del agua. Desde anoche pequeñas ráfagas han aventado al pantano algunas ramas viejas que yerran desconsoladas. Los murciélagos que anoche descendieron permanecen en los restos de los árboles, en desafío al sol que ya levanta. El monstruo comienza a avanzar hacia el centro del pantano, a extender su monumental anatomía. Un enjambre inexplicable de pétalos diminutos cae ¿De dónde? Un trueno rompe el horizonte desde su centro hasta los vértices de la cordillera. Comienza a llover y todo estalla en una algarabía frenética. El engendro se detiene bajo el aguacero, como si pudiera abrir la calcárea piel para recibir las manos frías de la lluvia.

5. A medio verano el pantano ya rebosa y llega más allá de la vieja ciénaga, fértil y complejo. Las lluvias han desbordado los márgenes y en el agua vive una polifonía que seduce a quien la escucha. En el extremo de un recodo estrangulado, harto tras una espectacular ingesta de tortugas, medra el monstruo. Los follajes que la tormenta desprendió por siete días con sus noches casi han cerrado la superficie del agua en ese rincón, parece un espacio de tierra firme del que sólo asomaran aquellos delirantes ojos. Todavía no oscurece. Sobre la rivera aparece un cervatillo que otea indeciso, como si buscara algo extraviado. Al ver al animal, aquella atrocidad experimenta una reacción súbita y su abismal mirada se fija, ávida, en los músculos fuertes y delgados, en el largo cuello de movilidad nerviosa, en el perfecto fulgor de las retinas. Es una hembra, avanza hacia el recodo con los sentidos completamente abiertos a cualquier temblor o signo. Avanza un poco más y yergue la cabeza, distraída en el gran coro de ranas, justo a un lado del esperpento, quien al verla avanzar contrae todos los nervios que encuentra y admira la rítmica agitación de aquella sangre caliente. A un par de metros de esa deforme existencia la cierva se apoya en la raíz de una gran ceiba, baja el morro hasta el charco y bebe. En las entrañas del monstruo fluye el deseo y dolorosamente palpita una emoción extraña, olvidada. ¿En dónde está el gran lagarto que tanto festín devoró? ¿Qué fue del dragón insaciable, de la bestia descomunal capaz de desgarrar cualquier ser con sólo mirarlo? Tal vez en su grotesca metamorfosis transformó el deseo en una expectación absorta, inerte, de la vida y la belleza. Ahora toda su atención se enfoca en los largos tragos con que ella bebe y descansa, pero algo en su malforme conciencia recuerda, o cree recordar, sensaciones que alteran sus fenomenales órganos. De su sonrisa, carnívora y ya arrepentida, una burbuja escapa, se eleva y en un chasquido rompe la prodigiosa tensión entre el agua y el aire. El animal se catapulta hacia atrás y huye hacia el monte, él se sumerge y atesora el poema de esa fuga.

6. El primer huracán llegó poco después de lo esperado y acabó de limpiar las pocas ramas viejas que aún quedaban en los árboles. La selva baja se tornó de un verde tan extraño y brillante que parecía artificial. Los anfibios gozaban como nunca antes en su breve vida y los hongos ya habían crecido tanto que se partían por sus tallos. Las tortugas recorrían los vasos del estero en todas direcciones, casi indolentes. Pero aquella temporada ciclónica habría de sorprender a todos y desde más allá del gran archipiélago una tormenta se anunció, devastadora y exótica. Cándidos meteorólogos comenzaron a pronosticar la ruta y los efectos de aquel prodigio cuando inesperadamente se proyectó al poniente a toda velocidad; en doce horas el huracán arrasó la península, la cruzó de un lado al otro como una enorme daga de viento furioso. Cuando saltó al golfo comenzó a crecer de vuelta y reventó la cuenca oriental; esa noche, el fenómeno escuchó cómo explotaba la cortina de la presa más alta ⎯casi nueva⎯ y al amanecer el estruendo de la inundación en el último valle. Casi dos días deambuló frenético el meteoro por la costa hasta que la rotación venció su voluntad, su inmensa mole se apoyó en el flanco de la sierra para abandonar su tumultuosa carga líquida. Todo se transformó en un solo caudal sobre un cauce sin bordes, como una avenida total de ira acuática desaforada hacia el mar. Los humanos sobrevolaban atónitos la zona, encerrados en sus aparatos, como niños que frente a un jaguar blandieran armas de juguete. Aferrado a una gran ceiba el monstruo, su perverso ser, admiró cómo las cuevas incrustadas a media ladera escupían larguísimos chorros, cómo desde el vértice de los grandes cerros comenzaba a formarse una banda blanca que bajaba hasta las faldas, cada vez más ancha, hasta que súbitamente se abría por completo para licuar la masa del monte en un inmenso deslave. En minutos el aluvión sepultó miles de hectáreas a lo largo de la sierra. Pequeños temblores superficiales cimbraron el terreno y con algunas sacudidas esporádicas terminó de asentarse. Llovió unas horas más y amaneció en completo silencio.

7. Así que nada es nuevo pero todo ocurre por primera vez como siempre aquí vamos de vuelta como al principio antes de que todo empezara del pantano y sus habitantes no quedó ni rastro de su ubérrima existencia de sus contrastes indescriptibles cigüeñas garzas águilas pescadoras y halcones peregrinos dentro de poco se asomarán por acá a la cuesta interminable de cieno y lodo germinarán nuevas plantas que una vez más pasarán a formar parte de la combustión absoluta en que se ha convertido el planeta todo dura lo que tiene que durar y ni un momento más igual un mosquito que una estrella quiero decir de la misma manera es un equilibrio sólo era cuestión de tiempo tarde o temprano el agua lo disuelve todo a gotas o a golpes de ciclón lo mismo las laderas del cultivo y los manglares que la roca de los desfiladeros o el metal cava abismos y cae siempre víctima de la gravitación que todo lo contiene sobre el monstruo es mejor no especular quizá fue el fin de su castigo quizá vuelva o permanezca sepultado y recuerde aún con más intensidad no es nada personal es lo de menos incluso considero no debemos lamentar que especies como esta desaparezcan esto es sólo el comienzo. EP

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